la esperanza cóncava que se forma
al mear sobre nieve,
mapas, genomas
de territorio,
vemos en el alma cristal,
materia pulida,
pero es rugosa y en sus crestas
radica incandescente
el espectro radiante de lo que se avecina,
los valles tampoco eres tú,
un átomo emite un electrón
y reordena el mundo
[repetimos]
un átomo emite un electrón
y reordena el mundo,
aún no se entiende cómo el tiempo
sepulta ciudades para igualarlas,
para que tengan como único ser vivo
el vector de fuerza gravitatorio F=GMm/r2
que tira de los fósiles
hacia el centro de la tierra,
vinimos a esta casa bajo cero a ver si el frío soldaba relojes y pieles, jugabas con nieve, caminamos sobre la piscina helada, espejo hiperplano allí al fondo, te lanzabas, pero ese fósil de agua acumulaba manzanas, preservativos de mármol, caparazones de insectos esperando su reconversión animal, ciertas tardes oyendo I´ll be your mirror en el páramo de un LP, ya la luz venía entonces barajada entre sombras y oblicua, y bajo aquella masa helada, auditorio inverso, público interpretando a los actores, echamos wynn´s al motor en la gasolinera de otro páramo que nos gustó tanto como todos los páramos, te dije lo raro que es que todas las estaciones de servicio estén en los lugares donde más sopla el viento, donde hace más frío, donde los meteorólogos fracasan, cruce de vectores oscuros y fósiles llegados en camiones que advierten “inflamable”, y allí te dejé, construyendo tu libro del frío,
por la temible Red Secundaria
de Carreteras del Estado,
al destierro de puro aburrimiento,
nieve, CDs, un cigarro,
el yo poético pincha una rueda
y no lleva repuesto,
la infancia es un átomo que emite
la partícula ã hasta que morimos
(fragmento de un poema-río en preparación; sin título)