Félix y Rose son dos amigos que quedan todas las semanas para conversar (utilizo el término "amigos" por comodidad). Apenas sabemos nada de ellos: Rose es una actriz de escaso éxito que, sin embargo, al menos a ojos de su amigo, atrae todas las miradas, o eso piensa él por un momento, como si los paseantes intuyeran que hay en ella cierta cualidad escenográfica, un "ser actriz" que llama la atención y obliga a examinarla. No sabemos a qué se dedica Félix (aunque en un instante se menciona de forma oblicua un posible pasado laboral, en una escena inquietante que resulta antiepifánica y sobre la que planea, a su vez, la posibilidad de una revelación), ni en qué lugar tienen lugar sus encuentros (se trata de una gran ciudad que podría ser "cualquier ciudad", aunque intuimos que puede tratarse de Nueva York, donde el autor reside desde 2005). Rose tampoco conoce demasiados detalles de la vida de Félix, ni los conoce el lector (aunque sí conocemos un detalle revelador: es extranjero, a diferencia de Rose, en el país en el que transcurre la trama), a pesar de que es uno de los protagonistas de la novela y el narrador, omnisciente, se detiene ante todo en las sensaciones y reflexiones de él a lo largo de uno de sus encuentros semanales, primero en un café y después paseando, aparentemente al azar, por las calles de la ciudad (primero el punto fijo para presentar a los personajes: después la deriva). No sabemos siquiera cómo se conocieron. Su conversación está llena de vacilaciones y de digresiones, al igual que su pensamiento, que se detiene en detalles aparentemente insignificantes que cobran sentido por acumulación hasta construir una forma de ver el mundo (una visión, en cualquier caso, que nunca se impone y que tiene algo de tentativa, de provisional). Rose, como actriz, es en cierto modo una mujer de acción pura, y Félix un hombre de reflexión pura. La novela sigue una de esas tardes en que quedan para conversar, aunque la trama se expande, a medida que avanza la caminata, hacia el pasado, hacia otros encuentros, y también hacia un mundo paralelo, el de la posibilidad.

 

Hasta aquí el argumento de La experiencia dramática, la más reciente novela de Sergio Chejfec. Pero el párrafo anterior, la descripción del argumento, en realidad no arroja ninguna luz sobre la novela, porque un libro como este no puede condensarse ni explicarse. Podemos decir, por ejemplo, a modo de intuición, que la novela, que comienza con un sermón dominical en el que un párroco explica una concepción de Dios (de la omnisicencia de Dios) relacionada con Google Maps, parte de la bidimensionalidad, y la trama va añadiendo capas, dimensiones, hasta saturar la realidad (no solo la realidad de lo que se cuenta, sino la realidad del lector). Las dos dimensiones espaciales añaden pronto la tercera dimensión, la vertical, y poco a poco el tiempo va agregando densidad al conjunto. Las dimensiones se solapan. El pasado que fue, el que no fue, el que pudo haber sido. Como una cartografía (los mapas aparecen varias veces en el relato) en la que los caminantes modifican el territorio que recorren (esa idea de "huella" agrada a los dos amigos, aunque por motivos diferentes), no solo el territorio espacial, sino también el temporal. Aunque los mapas son representación, claro, y el concepto de representación, o de simulacro, termina absorbiendo a las dimensiones superpuestas de la narración. En ese sentido, resulta crucial la aparición del dinero en la trama, en tono aparentemente menor, como una más de las reflexiones de los protagonistas (Rose siempre paga con tarjeta; Félix siempre en efectivo). El dinero, al fin y al cabo, es el simulacro definitivo en las relaciones humanas, y como tal, y también como juego, incluso como mensaje, aparece en una de las escenas más comentadas del libro, en la que Rose señala a Félix el edificio en el que se casó (el apartamento, en realidad) y después pasa a recordar un objeto que había en aquel apartamento el día de su boda, un juguete infantil que era al mismo tiempo un buzón y una alcancía. Así, cobran también una relevancia especial los objetos: "Según Félix, debería dedicarse una historia a los objetos". Una historia que "reflejaría el ultraje y el olvido, la destrucción y la resurrección, y hablaría también de la prolija perversidad puesta en ellos, o de la perversidad, por ejemplo, de los usos y las intenciones alrededor de los cuales giran". Los objetos como historia general y como historia particular. También los personajes son arquetipos y son, al mismo tiempo, absolutamente individuales. No es casual que solo los protagonistas reciban un nombre propio, y que todos los demás personajes aparezcan mencionados siempre por su relación con ellos ("el marido de Rose", por ejemplo). La indefinición se extiende a todas las demás coordenadas: no aparecen acontecimientos históricos, ni nombres de lugares, nada que nos permita situarnos. De hecho, los únicos nombres propios que aparecen en el texto, si exceptuamos los de los protagonistas, son Google Maps y Borges.

 

La novela transcurre con un tono voluntariamente menor, casi fantasmal, y al mismo tiempo mítico: "Caminar es algo que para Félix lleva tiempo, es un hecho teatral y de características que pueden llegar a ser épicas".

 

La idea de simulacro lo impregna todo, lo eleva y al mismo tiempo lo baja al nivel del suelo. El libro termina siendo conmovedor: "El mundo podría dividirse entre quienes actúan y quienes no lo hacen. Los que no actúan se desplazan por la vida con naturalidad e inocencia, mientras que quienes actúan cargan sobre sus hombros el deber de representarlos".

 

Sergio Chejfec nació en 1956 en Buenos Aires, pero reside fuera de su país desde 1990 (primero en Caracas y después en Nueva York, con estancias más o menos breves en otros lugares). Ha escrito once novelas, de las que solo las tres más recientes se han publicado en España: Mis dos mundos (20008), Baroni: un viaje (2010) y esta La experiencia dramática. La editorial Candaya ha apostado por un autor de culto (entre sus admiradores se cuenta Enrique Vila-Matas) que, poco a poco, va ganando lectores en nuestro país.- MIGUEL SERRANO LARRAZ.

 

 

 

Sergio Chejfec, La experiencia dramática, Barcelona, Candaya,  2013.