ante la fractura de cuatro hojas, John lleva en el reloj un trébol, en la otra, un andén

cualquiera con tres manos de frente sabe que no son lo mismo, y lo más sencillo es llegar tarde a parte alguna

cualquiera, bálsamo o belleza, ha dejado de saber y escucha al pez enredado en la locomotora  de la confusión.

 

ante el vaso roto que el ave del paraíso comparte con el gorrión, John ata con el pañuelo de su hermana un zapato al ánfora y lanza el otro al cable del telégrafo, cebo entre los tiburones de la ominosa omisión.

 

cualquiera sabe que hay cosas que es más fácil entender descalzo, como nadie sabe que un cordón sobre un pañuelo es el idioma a las puertas del mercado donde la mucha agua pasa bajo los puentes.

 

y no hay castigo ni perdón delante del día que se ha marchado dejándonos la cautela de todos sus dones

dejándonos una idea fija en el aire,

la rana nenúfar del fracaso y juventud de lo desconocido.

 

de eso no puedo estar segura, piensa Fanny, hoy un poco más tonta de lo habitual, creyendo que su dulzura puede zurcir un calcetín.