Sin saber diferenciar entre sangre y barro viejo,
combustible, lágrima, eyaculación, mi boca se cierra
y se cantea como el filo de un sepulcro.
En presencia de otros hombres
mi lengua es firme, acepta no probar el resultado.
Ellos,
nacidos para el sexo y las corrientes,
recrean el cielo con el semen del ombligo.
Mi cabeza revestida: anhelo, grieta,
patada.
Sin saber apretar tanto las manos,
golpear tanto los allozos, resisto ante el impulso
de tocarles. Soy bosque y debería ser ejército
-sudor de monedas en la mano,
misiles apretando el cinturón-.
Como todo varón conozco mi cuerpo,
germino mis sábanas, aprendo rápido
a controlar la maquinaria. Rodeado de hombres
afianzo el frío. Deseo
los cuerpos que se me parecen.