
¿Qué espacio concurre en el hiato que se produce entre la palabra y lo real? ¿Cómo irrumpe, brota, habita la realidad en la creación artística? ¿De qué manera el arte ensancha la vida, la solapa, se superpone o se hace imposible la distinción entre uno y otra? De todas estas cuestiones y algunas otras más, tan sugerentes y lábiles, habla el poeta Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971) en su último ensayo, Yo soy la naturaleza (Anagrama).
- Un buen verso, ¿se parece a una idea musical, en el decir de Théophile Gautier?
- Tengo muchas ganas de contestar que sí, pero creo que es reduccionista. Hay muchas maneras de ser verso, y algunas, creo, no tienen nada que ver con la música (con ningún tipo de música: la música también tiene formas de ser muy variadas). Algunos versos, por ejemplo, parecen mudos, y no se parecen a una idea musical, sino al silencio; o a configuraciones sonoras que no dan la impresión de representar una idea, sino otra cosa, una punzada, una descarga eléctrica, un escalofrío.
“Al escribir, algunos nos guiamos por intuiciones o asociaciones que no podemos explicar”
- ¿Qué cosas hace el poema que no dice, según Emily Dickinson?
- Algunos poemas hacen esas cosas que acabo de mencionar, trabajan sobre nosotros al margen de las ideas y lo decible. Pienso que la comunicación tan peculiar que se establece a veces por medio de la poesía es una comunicación entre el inconsciente de quien escribe y el inconsciente de quien lee: al escribir, no siempre sabemos del todo qué estamos haciendo, y algunos nos guiamos por intuiciones o asociaciones que no podemos explicar; y al leer, no siempre sabemos del todo qué ni cómo nos está movilizando el texto.
- Partamos de un hecho discutible: la poesía está siendo colonizada por el sistema (youtubers e influencers se alzan en las listas de más vendidos, en Facebook cualquiera se reclama como poeta, la industria del libro empieza a cortejar la poesía como posible territorio susceptible de beneficios…). Si lo que la caracteriza es la subversión de los valores dominantes, ¿los poetas que se repliegan al poder, lo son?
- La poesía es independiente de lo que hagan los poetas, las editoriales, los gestores culturales y los lectores. Creo que la poesía no está siendo colonizada en absoluto. Precisamente en el libro planteo que habría que distinguir entre la poesía y la "poesía", entre comillas: textos que comparten la apariencia de los poemas, pero no su esencia.
- ¿Hay un exceso de protagonismo en el poeta que va en detrimento del poema?
- Entiendo que eso nos puede pasar a todos, y que es algo a lo que tenemos que estar atentos siempre. Y no me refiero al protagonismo en el sentido de que seamos vanidosos o fatuos, sino a que a veces intervenimos en la escritura o la corrección desde nuestros gustos y prejuicios y limitamos la libertad del poema para ser lo que quiere ser (o nuestra libertad para hablar desde otros lugares).
- ¿Cómo conjugar lo que tiene que decir el propio poema con lo que desea expresar el poeta, esa "imposición de su autor", de la usted habla? Dicho de otra manera, ¿cómo el poeta deja de ser persona en su escritura?
- Es un problema, sí, porque tampoco estoy a favor de la no intervención o la no corrección, desde luego. No sé cómo se hace eso, es uno de los muchos misterios del proceso de escritura. En algunos casos, sentimos con claridad que algo que hemos escrito funciona, o está vivo, y tenemos que dejarlo aunque puede que vaya en contra de nuestro gusto. Otras veces, quizá la mayoría, este ir contra el gusto propio genera una especie de incertidumbre: a mí me pasa que no me acaban de gustar algunas cosas de mis poemas, o no sé si me gustan, o no sé si tendría que haberlos retocado. En algún momento percibí ahí una cosa verdadera y lo mandé a la editorial, y quién sabe.
“Me gusta que el poema esté abierto a lo contingente”
- ¿Cuánto de azar se concita en un poema?
- Tampoco se sabe, pero a mí me gusta que el poema esté abierto a lo contingente. Eso es lo que se logra, espero, cuando no se deja todo atado. El poema puede tener marcas de imperfección, pero hay algo que se mantiene vivo, verdadero, real.
- ¿De qué modo la poesía nos habla de lo real, esa conjugación "entre un mundo regulado y un mundo donde todo es posible"?
- Creo que precisamente me interesa eso de la poesía, como estaba diciendo: que hable de lo real, o mejor, que produzca realidad. Lo hace de un modo único, singular, como ninguna otra actividad lo hace, pero tiene cosas en común con las demás artes y, me parece, con el modo en que los sueños hablan de lo real y producen realidad.
- Si "la poesía genera un tipo de comunicación peculiar" (pienso en la reflexión de McFerrin a propósito de una canción sin palabras que genera casi todas las canciones posibles), ¿cualquier interpretación sobre el poema es válida?
- No sé. ¿Válida para qué? Si queremos ser mediadores entre un poema y sus lectores, e imponer un sentido, no cualquier interpretación es válida (ninguna es válida, pero quizá algunas serían más válidas que otras). Si, por otra parte, leemos un poema para ver qué nos pasa, para ver dónde nos lleva, diría que cualquier cosa que pensemos es válida, aunque nada de lo que haya en el texto "justifique" esa lectura.
“La poesía sirve para pensar, desde luego, pero no diría que el poema piensa”
- ¿De qué modo (si es que lo hace) piensa el poema?
- No sé si el poema piensa, la verdad. Creo que cuando el poema parece pensar, está reflejando el pensamiento de quien lo ha escrito o leído. O sea, aceptando la metáfora, yo no llamaría pensar a eso que hace el poema, creo que el pensamiento es otra cosa. La poesía sirve para pensar, desde luego, pero no diría que el poema piensa. Me parece que encajaría mejor con mi imagen borrosa de lo que es un poema decir que opera como opera la naturaleza. Eso de lo contingente que decía antes.
- ¿Por qué todo yo es un yo poético, como afirma? ¿Cualquiera, como dijeron los surrealistas, y antes los románticos, es un poeta en potencia, existe lo que denominaron "comunismo del genio"?
- No, cuando digo en el libro que todo yo es un yo poético me refiero a que el yo también es una construcción relativamente ficticia, que toma cuerpo en ciertos actos (de habla, de lectura, en ensoñaciones, en actividades físicas también, en el amor), pero que no representa una cosa sólida, permanente, responsable.
“La poesía nos puede transformar de infinidad de maneras”
- ¿De qué manera la poesía tiene capacidad de transformar a quien la habita? ¿Puede incidir en lo real?
- Incide en lo real y forma parte de lo real. Nos puede transformar de infinidad de maneras. Por mencionar una, nos puede generar una gran conciencia de todo lo que pasa por el lenguaje.
- Para usted, el gran problema de la poesía es que la disposición de las palabras, en el poema, siempre sea idéntica. ¿Eso queda suplido indefectiblemente con la capacidad de lectura que admite, con el hecho de que un buen poema siempre resuena aportando un matiz?
- ¡Es un problema porque no tiene solución! Para mí, al menos, no hay nada que pueda suplir el movimiento que hay en el impulso de escritura. Eso es algo esencialmente efímero; en cierta medida, está condenado a no poder conservarse. Pero es un problema desde el punto de vista de quien escribe. Lo que dices de la lectura es un consuelo para este problema, o una especie de sucedáneo de eternidad. Lo cual no significa que no sea algo absolutamente maravilloso, algo que vale la pena en sí: los lectores no están ahí para solucionar los problemas de los autores.


