La aforística de José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956), formada por los libros Mejores días (2009) y Motivos personales (2015) (a los que se acaba de unir Planos cortos. Aforismos y cine, 2021, publicado al albor de Migas de voz), se da cita en un florilegio que reúne textos de los dos primeros libros, a los que suma los de un inédito: A sorbos. Una publicación que sitúa a su autor en el ámbito del aforismo internacional.

Migas de voz se presenta en la bellísima colección Esquirlas, coordinada por el aforista mexicano Hiram Barrios -muy conocido en España por sus trabajos en este campo- en la Universidad Nacional Autónoma de México. El volumen viene prologado por Carmen Canet, una de las voces clave en el resurgimiento del aforismo en España en el siglo XXI, quien alude a estas migas morantianas como “piezas inteligentes” y “escenas de lo cotidiano”. En este sentido se apuntan dos de los axiomas que conforman el aforismo actual. Por un lado, su lado reflexivo, inherente a todo texto aforístico, a medio camino entre el carácter sentencioso de la filosofía y el estupor melancólico de la poesía; por otro, lo inteligente en el aforismo de Morante se fragua dentro de una concepción mixta, cercano a lo que Karl Kraus llamaba “búsqueda civil de la verdad”. En este sentido, procedimientos propios como la ironía, la inteligencia, la paradoja, el humor o el sentido poético de la realidad convergen bajo el prisma de la aforística contemporánea, de la que José Luis Morante es destacado representante. Lo poético (la veta metafórica) subyace en el aforismo actual junto a lo conceptual. José Luis Morante es un excelente poeta, y cabalga en la determinación de una frase proteica cuyo fogonazo lírico expresa siempre una idea, una conceptualización de una idea. La poesía como verdad y como pensamiento. El decir breve, su opulencia metafísica, lo metafórico instalado en la cotidianidad. El aforismo sintético y punzante de José Luis Morante pretende dar sentido a nuestros actos, a la existencia humana, al devenir escéptico que nos recompone día a día. Por esa razón el aspecto moral tiene tanto peso en su paradigma aforístico. El poeta pensador da constancia de un personaje que reconstruye la realidad, con su visión escéptica e irónica, llena de media verdad o verdad y media, como quería el ya citado Karl Kraus. Por eso escribe: “Alguien escribe. Soy parte de la trama. Un personaje episódico”.

A lo largo de los tres libros seleccionados, se constata una formulación de la identidad, una novelización de ideas identitarias, como vimos que titula el apartado final. El aforista ucraniano Leonid S. Sukhorukov, precisamente, definió al aforismo como “una novela de una sola línea”. Las migas morantianas condensan -al modo del “polen” de Novalis, o de las “hojas caídas” de Rozanov- una novela de ideas, un pensamiento en movimiento, migas certeras condensadas en un decir mínimo, sintético, con que su autor formula “una hipótesis verosímil”, “una verdad creíble”, como señala el propio escritor en un apartado final, a modo de poética aforística titulada “Una novela de ideas. (Apuntes sobre el aforismo)”.  Ahí queda explícita la tradición aforística en una de las reflexiones de este apartado que titula “Tradiciones”. Se dan citas algunos de los nombres esenciales en su aforística: Nietzsche, Canetti, Wilde, Chesterton, a los que sumaríamos nosotros los moralistas franceses (sobre todo Joubert y Rivarol), o la monumental influencia que representa el edificio del aforismo tradicional: Georg Christoph Lichtenberg, o en el terreno hispánico: Juan Ramón Jiménez.

Decíamos al inicio de nuestras notas que la antología se organiza en tres apartados, los dos libros publicados hasta la fecha: Mejores días y Motivos personales, más el inédito A sorbos, que cierra la trilogía. Los dos primeros formulan una colectánea aforística compacta. Los aforística de José Luis Morante se conjura en forma diarística. No en vano, en Reencuentros (diario publicado en 2007), aparece la síntesis aforística como una de las piedras arquitectónicas de su narrativa. Así leemos: “Cuando estoy solo ensamblo actividades que acentúan mi condición de solitario inútil”, o bien: “Alguien escribe. Soy parte de la trama. Un personaje episódico”, que engarza con aquella “novela de ideas” que propone el posfacio final.

Los aforismos de Migas de voces vienen a ser una síntesis, una suma de instantes donde queda retratada la vivencia cotidiana, por eso la aforística de esta primera etapa se acerca al aforismo moral, puesto que radiografía la realidad con bisturí de entomólogo. En este sentido, podemos leer algunos textos muy sugerentes:

La crítica debe cultivar el pudor. El elogio gratuito suena a sarcasmo.

El egoísta hace del yo apócope de nosotros.

Quehacer constante: acumula quejas.

Pero la aforística morantiana acumula una variedad grande de recursos. La ironía está presente como una forma de identidad propia: “Ejemplos del vacío, las estatuas carecen de secretos” o “Las virtudes se gastan; solo los defectos tienen voluntad de permanencia”; también como paradoja es recurso útil: “Eligió ser testigo mudo” o “Cualquier soledad está llena de encuentros”. Mientras, la poesía destella en unos pocos ejemplos de aforismo poético: “Los derrumbes emiten destellos líricos”, que a veces engasta con la greguería: “Tampoco son idénticas las sombras de los árboles”. Tampoco faltan las tenues referencias a la tradición, como cuando escribe: “La poesía no ha cambiado. Es un interrumpido diálogo con el tiempo: la suma de ayer, de hoy, de mañana”, que nos retrotrae al machadiano “la poesía es palabra esencial en el tiempo”.  E incluso, dentro de una preterida metapoética, no faltan textos que nos remiten al ámbito poético: “Afronto la escritura defendiendo en común que menos es más; calculo estructuras para que nada sobre” (con alusión a un título poético de Joan Margarit); con alusión al decir aforístico, con la intención de precisar lo indefinible de este género en auge: “Aforismo: un zumbido de avispas”.

Sin duda, y esta es una impresión personal, el aforismo del poeta José Luis Morante crece, se expansiona, al tiempo que se concreta, con la inclusión de los inéditos de A sorbos, que sin duda se publicará en fecha cercana en toda su extensión. Dentro de los textos que conforman la poética aforística que representa el apartado teórico final, leemos: “Lo mínimo es el dardo”. Estos nuevos aforismos, en efecto, quieren asemejarse, desde su mismo titular, a “sorbos cortos”, a dardos dialécticos. Los textos tienden a una mayor concisión, donde redundan antiguos procedimientos, como la ironía (“el prudente convierte en coma cualquier punto final”), el escepticismo (“Que raíz tiene la nada”) o la paradoja (“Ese empeño en acaparar bocanadas de aire bajo el agua” o “Hay una generosidad periférica, que regala lo que no tiene”), si bien suma nuevas formulaciones, como el humor (mucho menos presente en los dos primeros volúmenes), detallado en estos ejemplos:

            Cuántas vísceras se movilizan a la hora del almuerzo.

            Último refugio de la épica contemporánea, me he apuntado al gimnasio,

transformado en ocasiones en humor negro: “Sus caricias restriegan”.

Otros textos de este libro recalan en el aforismo lírico o poético de una manera más pertinaz: “Salgo fuera y me paro: la nieve desovilla su madeja de luz”, o en el aforismo metafísico: “El polen en suspensión de la vanidad degrada la espina dorsal de los espejos”. También es llamativo el aforismo que pretende la definición: “Tristeza. Su matrimonio era un número impar”, “Originalidad, cristales rotos que no repiten trazos” o “Las poéticas son epitafios revisables”, muy al estilo de lo que presentó el filósofo y aforista Miguel Catalán en su fundamental Diccionario Lacónico (2019).

A esta recolecta de nuevos aforismos de A sorbos, señalamos algún homenaje expreso, y leemos entre líneas a Borges ( “Yo soy otro pero a la vez soy yo” o “Yo soy realmente yo, pero ellos son otros”), Ángel González (“El civismo de mi vista cansada practica inversiones pacifistas, empeñadas  en corregir el cuerpo de letra”) o Gabriel Celaya (“La poesía es un arma cargada de futuro”, solo si los versos emplean el exacto calibre”), aunque también aparecen citados Oscar Wilde, Julio Ramón Ribeyro y Alejandra Pizarnik, en perfecta comunión poética/aforística.  Como afirma el final de uno de sus textos, “sé que escribir es caminar”. El camino aforístico de José Luis Morante presenta una clara simbiosis con su corpus poético. “La escritura aforística no pasa de ser la sombra larga de una fisonomía nómada”, dice en “El yo plural”, primer fragmento de sus apuntes metapoéticos del apartado final. Una fisonomía que deletrea una forma de mirar la cotidianidad que completa una “novela de ideas”, migas que son gotas de realidad en la voz de uno de nuestros aforistas mayores.

                                                          

                                                                                             

 

Migas de voz, José Luis Morante, Universidad Nacional Autónoma de Ciudad de México, Ciudad de México, colección Esquirlas, prólogo de Carmen Canet, 2021.