I

 

 

 

No hay quien te mueva ya,

siempre feliz, jamás infortunado,

pues el mal sabor salió de ti.

 

Hiciste lo que no querían, es cierto, mas era necesario,

de lo contrario qué soberbio,

qué otro vanidoso les hubiera gobernado.

 

 

II

 

Por qué seguís insistiendo,

sé que mal habláis de mi.

 

¿Acaso no sabéis que sin adhesión

no habrá bienestar ni petróleo para los coches;

que los televisores nunca se apagarán,

se os quedará la casa vieja revieja

y vuestros clientes os dirán:

cómo no tienes sal ni aceite de girasol ni sujetadores?

¿Acaso no habrás de pedir perdón

pues enloquecí,

cuando veas desatar mi tormenta

y no quede un barco apenas por salvar,

mientras tu gato, el ficus, un traje azul,

se embiste dulcemente hacia las rocas?