No sé de dónde nace esta negrura

que vacía de sangre los pulmones

y empuja irremediablemente

a la ceguera y al silencio.

 

No sé de dónde viene esta corriente

helada en la que flotan

todos los cisnes muertos y los versos.

 

Por qué florece en mi garganta

un eco de canciones de otro tiempo

envueltas en el vaho de la nostalgia.

El agua ya pasada es la que mueve

las aspas de este corazón

al borde del hastío.

 

Busco y me asomo a los abismos

donde se pierde la esperanza,

y bebo todo el aire en la caída.

En esa bocanada

engullo las mentiras, las traiciones,

todas las que he sufrido y contaminan

los manantiales que me surcan.

 

Una música turbia

envuelve las palabras,

renacen los hechizos,

sahumerios encantados por la fiebre

del pensamiento líquido

que hierve en los matraces.

 

El pensamiento bulle, brota

la demencia. Soy incapaz

de traducir el laberinto

absurdo en que me muevo.

Mis pasos no me llevan

a espacios conocidos,

me alejan de mí mismo, me extravían.

Sé que voy a tardar en encontrarme.

 

No soy nadie esta noche,

sólo un hombre perdido,

amenazando simetrías,

razones y equilibrios.

 

No soy nadie, quizá por eso escriba,

por ver si algo de mí

estuviera escondido en las palabras

y pudiera ayudarme a amanecer

y cruzar la frontera del dolor.