Es de noche
cuando los cuerpos vuelven a la calma;
las sombras retornan a sus moldes,
el tiempo se diluye en su propia falacia
y deja de hacerse temer.
Es de noche, todo se ordena
con proporción de alquimia,
la biblioteca recupera
sus libros extraviados,
las dudas se obvian, el mismo miedo
se asemeja a un adjetivo.
Fríamente regresas
con un viento sordo barriendo hojas,
se han endurecido los recuerdos
como barro
arrancado de su cuna matricial;
uno tras otro
los vas depositando en tu mesa,
haces tu pequeño desfile de figuritas de arcilla
y con esa penetrante lucidez reciente
-la noche-
te interrogas, ahora sí, qué
ha donado tu vida, qué perdura
mañana, dónde tu obra rotunda
con la cual dejarías el mundo de los justos,
sacudirte el polvo de las suelas,
definitivamente, irte a descansar.
Desnuda quedará tu mesa al alba.