I

 

Cuando el Día luchaba con la Noche

en abrazo salvaje de estrellas contra estrellas, 

la sangre de la luz espesándose en sombras por todo el Universo, 

llegaste con auroras y crepúsculos,

llegaste con el orden y con la sucesión, con la armonía

que duerme en el compás y bruñe el corazón del astrolabio,

con el canto del gallo y el acechar del lobo 

y entre ambos colocaste el Tiempo como escudo

para que no se hiriesen. 

Al Día y a la Noche les pido que recuerden.

Al Día y a la Noche les ruego que te cuiden.

 

II

 

Cuando el Mar y la Tierra decidieron

separarse,

para que hubiera paz en su discordia

apareciste tú: 

encajaste tus manos de lava en una grieta 

(océanos a un lado continentes al otro) 

(cacatúas aquí tiburones allá) 

y sin esfuerzo hiciste su distancia. 

A la Tierra y al Mar les pido que recuerden.

A la Tierra y el Mar les ruego que te cuiden.

 

III

 

Cuando el Calor y el Frío descubrieron

que estaban obligados a amarse en la distancia,

ese amor imposible estallando en catástrofes 

(glaciaciones e incendios, nevadas y sequías), 

acudieron a ti y les regalaste 

la quemazón del hielo y el frescor del oasis: 

unos pocos lugares donde abrazarse a solas. 

Al Frío y al Calor les pido que recuerden.

Al Frío y al Calor les ruego que te cuiden.

 

IV

 

Cuando Dentro y Afuera heredaron los huecos que dejaba

la Materia

al expandirse 

(el recodo, la grieta, el pasadizo) 

y entre dudas ponían un bosque en una casa

o un pulmón respirando sin cuerpo en un camino, 

entregándole al Miedo la llave de este mundo, 

tú fabricaste vanos, ventanas, sentimientos, señalizaste las fronteras

que impiden que se mezclen exterior e interior,

moldeaste las leyes de lo cóncavo y la ley del paisaje, 

persuadiste a las cuevas y a los guantes a dejarse habitar por dedos y por osos

y persuadiste al aire libre a dejarse cruzar por los vencejos. 

Al Dentro y al Afuera les pido que recuerden.

Al Dentro y al Afuera les ruego que te cuiden.

 

V

 

Cuando dejó el Silencio de hablarle a la Palabra, 

para que no murieran de sed

en el espejo de la ausencia mutua 

derramaste en sus manos

el agua de la Poesía. 

Al Silencio, a la Palabra les pido que recuerden.

Al Silencio, a la Palabra les ruego que te cuiden. 

 

VI 

 

Hija, 

por el Mar o la Tierra, de Día o de Noche, con Calor o con Frío, Dentro o Afuera,

desde el Silencio o la Palabra, 

pisa con cuidado 

porque te pisas a ti misma. 

Hija, 

no lo olvides.