Pietro Civitareale nació en 1934 en Vittorito (L'Aquila) y reside en Florencia.
Entre otros libros, ha publicado: Il fumo degli anni, A sud della luna y Altre evidenze.
En español: Alegorías de la memoria, Olifante, Zaragoza, 1988.

 

 

 

 

 

 

 

 


RELATO


1

Bajo los árboles de la estación
se encienden las luces. A esta hora
la mente regresa a misteriosas
lejanías. En la espera miramos entre
el verde y las casas con el extraño
pensamiento de detenernos entre las vías
a recoger las cosas abandonadas.
Todas las tardes partimos con la oscuridad
y en el tren nos sigue un recuerdo
de escaparates reflejantes y personas
que pasan y no miran a la cara
(la ciudad es un patio cerrado
entre murallas y la gente mira
desde los balcones), cada tarde regresamos
con los ojos distraídos de colores
y de deseos y observando desde el tren
pensamos en el canto de los grillos en la
noche, en las estrellas que se encienden
con el viento, en el río que corre tranquilo
espumado por los últimos pájaros.



2

Entretanto miramos. Como el aliento
de quien está a punto de morir se abre
la tarde sobre el convoy que espera.
Desde lejos nace un soplo de viento
que lava el rostro y lapida
el pensamiento que consume la vida.
Recuerdo vago, de ansias y escalofríos
antiguos (ya he sentido estas cosas
una tarde, solo; velaba bajo una luz
ausente y acusaba al destino
que nos tiene clavados en nuestros años).
Sombras largas visten ahora la calle
recta como dos cuchillas, ensombrecen los ojos
apenas entornados. Y la locomotora
vibra en el adiós dilatado de las manos
y de los ojos, el aire exhala
su jadeo apagado, el aliento que enferma
los cobertizos y el cielo amontonado.
Las ruedas que pisan el hierro
parecen grabar palabras ligeras.


3

Así sonreímos, cansados de ir
y de venir, pensando en abandonar
la ciudad. Escuchamos el vacío
que hay bajo las estrellas. Quedarnos
solos a esperar, no pedir
nada porque no hay nada que sirva
a nadie. Y hasta que las casas
hayan reaparecido, angustiarnos
por estos absurdos deseos,
mirando desde el tren que corre.

 

Traducción de CARLOS VITALE