Wolfgang Pauli
El cuervo que a sí mismo
se quitó los ojos
no quería ver la asimetría
de aquellos números,
temía la desigualdad invencible,
ese ordenamiento inverso
que comporta
la impenetrabilidad
de la materia.
Vano es, pues, el intento de los míos
si no puedo incorporarte.
¿Quién mira, al fin?
¿Quién modifica el movimiento?
¿Quién expresa lo que queda dicho?
Derrotada la razón
por el poema
que nadie sabe cómo se escribió,
una vez más
planea en el aire
la sombra de la letra griega.
Pero ya Odiseo, el que no se detenía,
se hizo llamar “nadie”...