…que no es nadie la muerte. Un apagarse de golpe o poco a poco, como la luz que se amortigua cada tarde en los ojos de los enfermos.

El enfermo o la entrega paulatina, ese fugarse sin alas. Y el mundo que se mueve sólo y gracias al deseo de que amanezca al día siguiente. El impulso patológico a eludir el cadáver que albergamos, asirnos a la oportunidad concedida.

Sólo Cernuda sabía más que yo, sólo el Bosco, sólo García Lorca. Tres nombres y una arquitectura: la memoria del panteón o la arena de pronto redimida durante diez segundos más en la historia del universo.        

Sí, una historia del universo contada al revés sería menos capciosa, hipnótica en su principio, duradera acaso en la caricia primera maternal.

Sí, una partitura leída al revés y acabar con la clave que marcó nuestros días. ¿Así el libre albedrío, el no estar vaticinados? El pentagrama trasnocha posibilidades, caudal de ríos imprudentes.

Sí, una escultura imposible. Una obra imposible de terminarse equivale a otra que no se deja empezar. El mármol o la lucha a brazo partido con el tiempo.