La voz de Rosa Montero es reconocible entre en millón; su trayectoria, única; y su obra, inmensa, de una calidad y audacia difíciles de comparar con la de ningún otro escritor. Desde Turia, hemos querido indagar en lo insigne de su literatura, rindiendo homenaje a la obra monterina con un monográfico que se acerque a sus orígenes y a lo que la define, a la esencia de sus libros, y también a lo que queda en los márgenes.

La autora ha recibido multitud de reconocimientos y premios tanto por su labor periodística como literaria. Sin ir más lejos, ha sido Premio Nacional de ambos, de Periodismo en 1980 y de las Letras en 2017. Por la totalidad de su obra literaria ha sido galardonada, entre otros, con el Premio Glauka de la Biblioteca de Cuenca en 2002; en 2014 con el Premio Don Luis a la Excelencia literaria de La Rioja, y dos años más tarde, en 2016, por su novela negra, con el VII Premio José Luis Sampedro de Getafe Negro y el Premio de honor del Festival Panamá Negro, este último en 2020. Es Miembro de Honor de la Universidad de Málaga. 2019 fue un gran año en el que recibió el Premio Internacional de Periodismo Ciudad de Cáceres, además del Premi Llig Picanya, el Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras, y el Premio Leyenda. Al año siguiente, en 2020 fue galardonada con el Premio Viajera en el Tiempo, el Premio a la solidaridad Juan Antonio González Caraballo y el Premio CEDRO.

En 2022 obtuvo ese gran honor que es la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, el Premio Iberoamericano ASICOM-Universidad de Oviedo y el Premio Festival Eñe, así como el Premio Especial en los XXXIII Premios ‘El Ojo Crítico’ de RNE y, en 2023, el Premio FILEM de México.

Su alcance internacional se ve reflejado en varios homenajes que se suceden en diferentes países del mundo; en 2010 la Universidad de Puerto Rico la nombró Doctora Honoris Causa, y en 2011 la ciudad de Buenos Aires le otorgó el título de Huésped de Honor. En 2012 recibió el Premio de la AFDE (Association pour la Difussion de l’Espagnol en France) por la difusión de su obra en la enseñanza del español en Francia. En 2018 fue nombrada Profesora Honoraria del Departamento Académico de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica de Perú.

Como periodista, Rosa Montero lo ha hecho todo y en todo ha sido referente; su inconfundible estilo para hacer entrevistas ha pasado, sin duda, a formar parte de la historia del periodismo. En 2019, Debate recogió una selección en El arte de la entrevista. Cuarenta años de preguntas y respuestas. Esa manera tan propia de entrevistar, que con tanta maestría combina una exhaustiva labor investigadora con un “viaje al otro”, como ha explicado la propia autora, le ha valido el reconocimiento de toda una disciplina, y hoy su estilo es parte del curriculum de la Facultad de Periodismo. También en 2019, se le reconoció su labor periodística creando el aula Rosa Montero en la facultad de Periodismo de la universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante). Ha sido además una rigurosa cronista y reportera durante un tiempo clave para nuestro país. Hoy podemos leer algunos de esos reportajes en Cuentos verdaderos, la recopilación que Alfaguara publicó en 2024, y donde vemos a Montero llevar a España de la mano mientras cruza los escabrosos años de la Transición. Como columnista es ahora mismo la voz más establecida y con mayor trayectoria, el motivo por el que muchos lectores empezamos leyendo El País Semanal por el final, para descubrir, antes que nada, su “Manera de vivir” de la semana. En 2014, esta labor de entrar en nuestras casas y ayudarnos a entender un poco mejor el mundo y a nosotros mismos fue reconocida con el Premio Internacional de Columnistas del Mundo. Su carrera a toda una vida de periodismo fue premiada también, hace ya veinte años, en 2005, por la Asociación de la Prensa de Madrid. En 2017 recibió el Premio a la Trayectoria Profesional, concedido por el Club Internacional de Prensa, además del Premio Internacional de Periodismo Manuel Alcántara, otorgado por la Universidad de Málaga. Más recientemente, en 2024, El Español le concedió el Premio Maga de Magas por toda una Trayectoria Profesional.

Si como reportera ha escrito una buena parte de la historia de España y de algunos de sus episodios y personajes principales, como novelista ha agitado aún más tanto los sólidos moldes literarios como los corazones de sus lectores.

 

Los dos lados de la balanza literaria

Este monográfico se publica a solo cuatro años de que se cumpla el 50 aniversario de su primera novela y, en las últimas cuatro décadas (largas), Montero ha alcanzado un éxito de ventas y una popularidad incontestables sin que en ningún caso dicho triunfo entre el público haya comprometido ni su ambición literaria ni la sofisticación de su prosa. Y esta es una premisa que también funciona al revés, es decir, que ha cultivado una voz, ha cuidado una forma y se ha superado a sí misma en lo que respecta a la calidad literaria de su propia escritura sin dejar nunca de escribir libros que resuenen con millones de personas.

Conseguir semejante proeza al nivel de Montero no es poco, y de hecho es mucho, porque con este hito en el que se ha convertido, nuestra autora desbanca una de esas creencias anticuadas cuyo eco aún sigue resonando, a saber, la idea de que la calidad de la literatura está reñida con el hecho de que dicha literatura sea, además, una historia adictiva, de trama trepidante, con el poder de secuestrar la mente del lector.

Montero nunca se ha situado en ninguno de los dos lados de la balanza que siempre nos han contado que existe. En esa balanza hay un extremo en el que se coloca la ambición literaria, la que consigue romper cánones, estirar los moldes, dar un paso más allá en nuestra concepción de novela y crear un texto original, rompedor y de alta calidad; en el otro, se encuentra la obra que cuenta con el mayor número de lectores, la que trata temas que interesan a gran parte de la población, una obra accesible y que, en suma, se vende mucho. Es cierto que esos dos lados existen, pero ¿no es la buena literatura justo la que es capaz de encontrar el equilibrio entre ambos? Eso es lo que Rosa Montero lleva haciendo décadas: equilibrismo de altura, sin caerse y sin caminar cómodamente hacia ninguno de sus extremos (y, si lo quisiera, sería capaz de instalarse en cualquiera de ellos).

Debemos añadir, además, que la autora continúa escribiendo. Nos cuenta que ya tiene en mente sus siguientes proyectos, es decir, sus próximos libros. Así que, mientras la contamos, esta historia aún está ocurriendo; Montero no dejará de hacer, en sus palabras, “lo que le calienta más el corazón” y, para ella, la escritura de ficción es la mejor manera de luchar contra esa losa de hielo que puede cernerse sobre el ser humano.

 

 

Una cualidad triple

Desde finales de los setenta, la obra de Montero ha estado tejiendo con palabras el desbarajuste de pensamientos que son nuestros cerebros, contándonos historias en las que entramos como si fuéramos Alicia en la madriguera, sin preguntarnos cómo volver o qué ocurrirá al salir, y lo hace con una prosa que se eleva por encima de la mundanidad y que es, a la vez, un bálsamo curativo.

Llegar a ese nivel, además de talento, inteligencia, un pensamiento original, lecturas, trabajo y un largo etcétera, requiere una extraña cualidad triple que no abunda, pero que ella posee a raudales. Aquí va un intento de desgajar esta suerte de fórmula mágica monterina: nuestra autora tiene una curiosidad genuina e inmensa por los otros, y esta se combina con un afán de superación literaria constante que existe, a su vez, junto a una confianza inquebrantable en la mejor versión del ser humano. ¿El resultado? La prodigiosa pócima que es la buena literatura cuando a la vez que nos emborracha, nos hace más sabios.

 

 

La falta de miedo

En inglés existe el término fearlessness; un sustantivo que hace referencia al estado de no tener miedo. Fear, que significa miedo, precede a dos sufijos: -less, que niega lo anterior, y -ness que lo convierte en nombre, es decir, en estado. De la narrativa de Montero emana ese estado, la sensación de quien se atreve con todo, la de una autora cuya existencia y escritura no están mediatizadas por el miedo. No en vano, lleva tatuada en la nuca la frase del poeta chileno Raúl Zurita “ni pena ni miedo” y, quien haya leído sus Cuentos verdaderos, entenderá que, cuando en este país se pasaba mucho miedo, ella recibió amenazas y fue intimidada como periodista, sin que ello la llevara nunca a plantearse dedicarse a otra cosa o a plegarse a lo que pretendían sus amonestadores.

Es cierto que, por razones evolutivas, el miedo es parte de nuestro comportamiento. Sin miedo al depredador o a no tener comida durante los largos inviernos nos habríamos extinguido como especie. Pero sin curiosidad también. Sin la necesidad imperante de explorar los límites de lo conocido, de lo que sabemos que existe y que funciona para sobrevivir no se habría inventado la rueda, ni los antibióticos, ni la bombilla. Y sin ellos y otros tantos descubrimientos de la humanidad, también habríamos terminado por desaparecer.

A Rosa Montero le puede siempre la curiosidad, las ganas de buscar, de entender, de ampliar, de abarcar; en unas ocasiones son conocimientos sobre el funcionamiento de nuestro cerebro y la neurociencia los que ansía conocer, otras veces aspira a comprender de qué están hechas las esposas de los dictadores militares, o en qué consisten los días de quienes viven en una tribu esquimal. Es una curiosidad que pasa siempre por comprender vidas ajenas, almas distintas, una sed que se enfrenta a una paradoja, a saber, que cada ser humano es único e irrepetible y, a la vez, se encuentra con los mismos límites que el resto de los mortales.

A esos límites viaja Montero una y otra vez en su obra, una obra incontenida e incontenible que nos llega con su inconfundible voz, la que lectoras y lectores de todo el mundo esperamos como agua de mayo cada vez que cerramos su último libro.  

 

 

Pasen y vean 

Para recrearnos con el recorrido de la escritora más querida y célebre de nuestro país, vamos a remontarnos un poco en el tiempo, así que, tal como ella dijo a sus lectores en las páginas de Cuentos verdaderos, por favor, pasen y vean.

Rosa Montero nació en Madrid, el 3 de enero de 1951. La autora ha compartido en algunas entrevistas recuerdos sobre aquella infancia en el barrio de Cuatro Caminos. Como le ocurre a la generación nacida en los años cincuenta, la niña que fue Montero habitó un país que apenas se parece al que conoció la novelista consagrada en la que se convirtió de adulta. En ese país infantil, además de imperar una dictadura militar, pasaba un rebaño de ovejas por su casa todos los días a mediodía. ¡Ovejas en Cuatro Caminos! Pero el pasado es así, siempre parece un escenario de ficción cuando lo observamos desde la mirilla del momento presente.

De niña padeció tuberculosis, y ha recordado en varias ocasiones cómo fueron esos cinco años que pasó sin ir al colegio, enferma en casa, devorando cuentos y escribiendo sus primeras historias. Desde pequeña leyó mucho y de manera desordenada. Su madre, a la que Montero recuerda como una mujer con un don para la escritura y la pintura, una artista que se vio entregada a las labores domésticas y a la crianza, le llevaba a su hija unos treinta centímetros de libros elegidos al azar en la biblioteca de su tío, y la niña los devoraba en cuestión de días. De aquellos años, Montero guarda también imágenes y olores de la vuelta a casa de su padre; Pascual Montero, torero de profesión, regresaba con sangre seca pegada a su traje de luces, y Rosita lo esperaba nerviosa sentada en el alféizar de la ventana, con las piernas colgando a través de los barrotes, muy atenta a la llegada del gran coche negro que le traía de vuelta sano y salvo.

En el instituto Beatriz Galindo fue alumna del gran Gerardo Diego, profesor temido por el alumnado, que tuvo siempre reglas estrictas sobre el estilo de redacción, y que acabó poniendo matrícula de honor a la adolescente que se empeñó en usar las comas en contra de lo establecido (pero tal como ella consideraba que le pedían algunas frases copulativas). La joven rebelde con ideas claras acerca de la puntuación era Rosa Montero, que poco después haría sus pinitos también como actriz en grupos de teatro independiente como Canon o Tábano, actuando, por ejemplo, en Castañuela 70, la obra mítica de Juan Margallo que la censura acabó prohibiendo.

Tras un ataque de pánico que la acercó a una soledad aterradora de la que ha hablado recientemente en El peligro de estar cuerda, Montero se interesó por la psicología, y de esa carrera completó cuatro cursos en la Universidad Complutense de Madrid, pero la abandonó antes de terminar, en parte porque ya estaba trabajando como periodista y en parte porque le horrorizaron las prácticas psiquiátricas de la época, en las que aún se aplicaban choques químicos y otros métodos punitivos.

Durante sus años en la Escuela de Periodismo, Montero asistió al cambio más drástico de nuestro país; mientras España atravesaba la transición a un estado democrático, ella ya trabajaba como periodista. Recuerda que fue en la playa de Málaga, haciendo un reportaje para la revista Fotogramas, donde se enteró de la muerte de Franco. Eran años en los que los cambios se avecinaban vertiginosamente, años de leer a Marsé, a los autores del boom, a los clásicos de ciencia ficción, de andar descalza por Madrid y de practicar un periodismo temprano en revistas como Pueblo, Posible o Hermano Lobo.

Cuando en 1976 Montero llega como periodista a El País, ya lleva a sus espaldas un prestigio reconocido, e incluso el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos. El periódico se convierte en una segunda casa para ella y, aunque cambiarían muchas cosas en su vida, El País es un hogar que no abandonará nunca. Entre 1980 y 1981 fue también redactora jefa del suplemento dominical.

Además de crónicas y reportajes, Montero destacó muy pronto por su talento para la entrevista. Ha hecho más de dos mil entrevistas, ha reescrito en qué consiste esa forma periodística que ella convirtió en arte. Durante cuarenta años largos entrevistó a políticos, gente del espectáculo y diversos personajes, entre los que podemos destacar a Nixon, Yaser Arafat o Malala. ¿Y la primera entrevista? La primera de todas se la hizo a su madre, y fue sobre su padre. Tuvo lugar en la mesa de la cocina de aquella casa en Reina Victoria, cuando nuestra autora tenía solo ocho años. Su título, “Interviu a Pascual Montero” (sic). Pero si descontamos esa infantil ocasión, la primera entrevista la hizo para el diario Información de Alicante, al terminar el primer curso de periodismo, a los pies de un avión, a un cantante por entonces no muy conocido llamado Julio Iglesias.

Hablamos de periodismo no solo porque es una importante faceta suya como escritora sino porque fue también el germen de su primera novela, Crónica del desamor (1979). Le habían pedido un libro de reportajes sobre mujeres, pero Montero ya buscaba retos y, tras explicar el cambio de dirección que iba a dar aquel encargo, lo convirtió en una novela, y fue aquella historia la que lo empezó todo.

La autora ha compartido en alguna ocasión haber renegado durante años de ese primer texto de ficción, que no consideraba a la altura del resto de su producción novelística y que quedó descatalogada un tiempo. Pero aquella lejana opera prima, que fue una suerte de pistoletazo de salida, es un libro por el que preguntaban una y otra vez lectores de todo el mundo. La obra, ya lo sabemos, abandona a su autor una vez se publica y Montero, consciente de que ese libro pertenecía ya a sus lectores, accedió a que se reeditara. Hoy ya se encuentra en Alfaguara, como aproximadamente la mitad de su obra. Una curiosidad que también la hace única es que Montero es, en sus palabras, bígama en lo que se refiere a lealtad editorial, pues desde hace años su obra se publica entre Alfaguara y Seix Barral.

Entre Crónica del desamor y su última novela (hasta la fecha) han pasado cuarenta y seis años, y es indiscutible que su voz, prosa y estilo han evolucionado tanto como lo ha hecho el país en estas décadas. Aunque también, como en las grandes historias de amor, desde los inicios hubo algo que ya estaba ahí. Y la de Montero es, sin duda, una gran historia de amor con la literatura; es, de hecho, “el amor de su vida”, como nos explicó ella en el volumen de título homónimo. Su estelar carrera de novelista la enmarcan ese encargo periodístico convertido en obra de ficción y Animales difíciles (2025), la última entrega de la saga de Bruna Husky.

Durante su primera década como escritora de ficción, Montero publica cuatro novelas: Crónica del desamor (1979), La función delta (1981), Te trataré como a una reina (1983) y Amado amo (1988). La variedad de enfoques, temas y estilos de estos primeros libros ya auguran el futuro de una de las novelistas más ambiciosas en nuestro idioma. Tras esa primera novela, la autora se embarca en la compleja trama de La función delta que, tomando una ley de física cuántica como punto de partida, teje una historia que salta del presente al futuro con maestría (un futuro, por cierto, del que ya han pasado quince años, pues se toma 2010 como referencia de lo venidero). Los dos libros que la siguen, Te trataré como a una reina y Amado amo, tienen en común el agudo retrato de distintos aspectos de la sociedad y de las relaciones de poder, también de la pequeñez, de la soledad y, sobre todo, de toda la fragilidad contenida en los seres humanos. En lo formal, Amado amo da, además, un salto estilístico que sitúa a Montero a la vanguardia de los prosistas de entonces.

Es probablemente la década de los noventa cuando la novela de Montero adquiere esa dimensión a la que nos referimos como “madura”. Es decir, la autora continúa experimentando, indagando y abriendo caminos, pero, además, tiene ya una voz propia y siempre reconocible, que no hará sino continuar depurando con los años.

En 1990 publica Temblor (Finalista del Premio Europeo de Novela), una novela que ahora podemos clasificar como ficción especulativa, en la que se reflexiona sobre la identidad y la memoria a través de un mundo de fábulas y leyendas. El texto es también, tal vez, una antesala al mundo de ciencia ficción que desarrollaría años más tarde de la mano de una de sus protagonistas más legendarias, Bruna Husky. Amante del riesgo y de los retos, Montero publica, tres años más tarde la que quizá sea su obra más lírica, la más barroca y la que presenta el mundo más recóndito y duro de la infancia, Bella y oscura (1993), una fábula en la que se dan cita lo lumpen de historias como Te trataré como a una reina y el simbolismo de Temblor. Una de las características de la narrativa de Montero es su naturaleza impredecible; y así, con cada nueva publicación, nos confirma que un estilo, un tema o un mundo de ficción específicos nunca nos dan una pista de cuáles serán los siguientes. En este caso, cuatro años después de Bella y oscura, publica La hija del Caníbal (1997; Premio Primavera de Narrativa a la mejor novela; Premio Círculo de Críticos de Chile), una obra de acción vertiginosa en la que se reflexiona sobre la identidad y el paso del tiempo a través de la historia de un secuestro, mientras se visitan interesantes capítulos de la historia del anarquismo en España. La novela contó con varias, adaptaciones, primero como largometraje y, diez años después, como cortometraje, y obra de teatro.

La naturaleza raposa de nuestra autora es una de las cualidades a las que ella misma ha hecho referencia al repasar su propia trayectoria como escritora. Haciendo eco de la distinción esbozada por Isaiah Berlin, la narradora de La loca de la casa habla de la diferencia entre escritores erizo y escritores zorro. Los primeros se enroscan y vuelven sobre sus temas en cada libro; a los segundos, en cambio, les empuja una necesidad de salir a explorar. Montero lleva una vida sumida en una incesante búsqueda de nuevas fronteras y límites que abordar con su prosa. Pero, a la vez, dejando que sean los temas y las imágenes quienes la escojan a ella, permitiendo que el contar de sus historias sea un reflejo de lo impredecible y azaroso que es la vida.

El nuevo milenio la sorprendió así, atrapada por una nueva historia que se convertiría en El corazón del Tártaro (2001), donde las leyendas medievales alumbran un duro relato en el que la protagonista se zambulle en el trauma de su pasado. Ni siquiera los críticos más observadores habrían podido adivinar que a esa obra le seguiría su texto más ambicioso formalmente hasta ese momento, con el que posiblemente rompió más barreras; con La loca de la casa (2003; Premio Qué Leer a la mejor novela del año; Premio Grinzane Cavour a la mejor novela extranjera publicada en Italia por La pazza di casa; Premio Roman Premier por La folle du logis), Montero se embarca en un viaje del que ya no volverá nunca, recorriendo las fronteras que delimitan los géneros literarios como solo podría hacerlo quien más los domina.

En ese incesante viaje al otro que es toda su obra, Montero retoma, dos años después, el mundo medieval, pero esta vez en La historia del rey transparente (2005; Premio Qué Leer a la mejor novela del año; Premio Mandarache), con una fuerza y una labor investigadora insólitas. El resultado es una novela redonda, compleja, que abarca desde los poros de la piel hasta los confines del universo, y que se acerca a nuestro mundo más inmediato desde la Europa de los siglos XII y XIII. Tres años después, lejos del escenario medieval, se adentra en el Madrid contemporáneo a través de algunos de sus personajes más memorables en esa fábula urbana que es Instrucciones para salvar al mundo (2008; Premio de los Lectores del Festival de Literaturas Europeas de Cognac, Francia, por Instructions pour sauver le monde) y que sitúa al lector tanto en la periferia madrileña como en las torres más modernas de la capital, en un club de carretera y en el universo virtual de Second Life, pero que nos lleva, sobre todo, a la materia latente de la que estamos hechos.

Aunque ese parecía un insuperable fin de fiesta, lo mejor está aún por venir. Con el inicio de la siguiente década, Montero abre lo que hoy podemos definir como tres vías de su escritura. Por un lado, empezará su serie de Bruna Husky, que la corona como una de las escritoras más importantes de ciencia ficción en nuestro país, pero con la que, además, como explicará Martín Galván en su ensayo, consigue renovar el género, y la preconcepción que existe de él como subgénero de segunda clase. En esta ambiciosa serie, Montero explora los límites de aquello que nos hace humanos a través de una alegoría futurista que, como la buena ciencia ficción, no habla sino del presente. A lo largo de catorce años, el universo de Lágrimas en la lluvia (2011; que unos meses después se publicó como cómic y obtuvo el Premio de los lectores del Salón del Comic de Barcelona) se va ampliando y complicando en El peso del corazón (2015), Los tiempos del odio (2018; Premio Violeta Negra Occitanie 2020 del Festival Toulouse Polars du Sud, en Francia) y Animales difíciles (2025).

Otra de las líneas de su escritura es la que empezó en 2003 con La loca de la casa y que continúa en la década de 2010. Como explicaré en mi contribución a este monográfico, cabe considerar La loca de la casa (2003), La ridícula idea de no volver a verte (2013; Premio de la Crítica de Madrid; Prix du Livre Robinsonnais por L ́idée ridicule de ne plus jamais te revoir) y El peligro de estar cuerda (2022; Mejor Libro de No Ficción 2022 por el Gremio de Libreros) como una trilogía de libros híbridos; son textos que son y no son ensayos, reflexiones e impresiones personales, biografías o semblanzas, recuerdos y fabulaciones. Nuestra autora se refiere a ellos como artefactos literarios y, afortunadamente, también de estos podemos esperar uno más.

Su tercera línea de escritura de los últimos años son sus novelas contemporáneas. Con La carne (2016) y La buena suerte (2020), Montero se erige como una de esas contadoras de historias que en verdad son magas, que embelesan y que, como cualquier embaucador, además hace que parezca fácil lo que está haciendo. La trama y los personajes de estas novelas no se parecen entre ellas y, sin embargo, la característica más sobresaliente de ambas es la ligereza de su escritura; el hecho de que están concebidas por quien ha alcanzado una altura y ahora relata como el que bebe agua cuando tiene sed, porque es inevitable y necesario para seguir viviendo. Por si se lo están preguntando, les adelanto que sí, que de esta línea de novela contemporánea existirá otra en un futuro próximo, y nunca hubo tantas ganas de que llegara un libro sobre nuestro tiempo.

Y por si estas líneas de escritura de los últimos diez años nos crearan la impresión de que hay un patrón o una manera de predecir el futuro literario cuando se trata de Montero, recordaremos que su penúltima novela (propia de una escritora zorro), la llevó en busca de nuevos retos que encontró en forma de otro par de manos, las de Oliver Truc, y con él se puso manos a la obra (valga la redundancia). La desconocida es una novela concebida en dos idiomas, con dos cerebros, con dos imaginarios, y que pronto podremos ver, además, en la gran pantalla.

Hasta aquí su obra novelística. Parece imposible que quien ha hecho tanto y tan bien en lo referido a la producción de novelas, haya dedicado también su talento a la escritura de cuentos infantiles; además de El nido de los sueños en 1991, Montero ha publicado toda la serie juvenil protagonizada por Bárbara.

Cuenta, además, con una serie de libros compuestos por ensayos sobre temas que le interesan; algunos los han inspirado sus viajes, como Estampas bostonianas (2002); o la literatura, como El amor de mi vida (2011). Ha escrito también dos ensayos biográficos Historias de mujeres (1995), que fue reeditado en 2018 en edición ilustrada y ampliada bajo el título Nosotras. Historias de mujeres y algo más, además de Pasiones: amores y desamores que han cambiado la historia (1999). En 2022 fue también responsable del libreto de “La violación de Lucrecia” de José de Nebra, en el Teatro de la Zarzuela.

Hay otra dimensión de Montero que no se ha explorado mucho y es su faceta como escritora de relatos breves, quizá porque, como le ocurre al propio género del cuento, a menudo se considera secundaria. Sin embargo, como decía Cortázar, lo fantástico de un cuento solo se logra con la alteración de lo normal, y en esa tergiversación de lo anodino, Montero es una experta, y por eso son maravillosos los cuentos recogidos en Amantes y enemigos. Cuentos de pareja (1998; Premio Círculo de Críticos de Chile), que presentan la visión distorsionada y oblicua de la realidad que todo buen cuentista sabe que existe. En 2019 también idea, coordina y edita el volumen de relatos Hombres (y algunas mujeres), publicado por Zenda en formato digital, en el que aúna a grandes escritoras de la lengua española para crear una serie de relatos protagonizados por varones, lanzando una suerte de pregunta invertida, ¿cómo escriben las mujeres a los hombres? El resultado es un excelente libro que rezuma originalidad y aplica una nueva lente al tema del género de la literatura.

Montero es, también, una de las autoras españolas con mayor dimensión internacional. En los países de habla hispana de Latinoamérica es la escritora peninsular más leída y aclamada. En el resto del mundo, y entre aquellos que no leen en nuestro idioma, también goza de una inmensa popularidad, con una obra traducida a más de veinte lenguas.

En la década de los ochenta, fue invitada como profesora universitaria a dar clase de literatura y periodismo en la prestigiosa institución de Wellesley College, cuya tradición se ha escrito a través de su pensamiento humanístico, y que ha acogido a grandes autores de habla hispana, como Pedro Salinas, Guillermo Cabrera Infante o los Marías. En 2018 pasó una temporada en China, donde la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing la invitó a dar una ponencia, haciendo apariciones y dando charlas sobre su obra también en los Institutos Cervantes de Shanghái y Beijing, en el Festival Literario Internacional de Macao y en la Universidad de Fudan.

Ciudadana comprometida con causas sociales, feminista, defensora de la libertad sexual y patrona de animales indefensos, la autora ha vivido siempre acompañada de perros en diferentes barrios de la capital. Ahora reside junto a Petra, la perra más literaria de Madrid, en un bello piso inundado de luz y libros al que se mudó tras el fallecimiento de su marido, Pablo Lizcano. Cuando el calor asedia y sus compromisos se lo permiten, trata de guarecerse en Cascáis, Portugal, donde se retira a escribir.

 

Rosa Montero en Turia

Este monográfico se propone celebrar a la gran escritora que es Rosa Montero, y cuenta con autores de diferentes países que son (o somos) investigadores hermanados por la pasión monterina. Felizmente, hemos dedicado a su obra gran parte de nuestras carreras académicas, especializándonos en diferentes aspectos de sus novelas y sorprendiéndonos con cada paso de nuestra raposa. Los lectores se encontrarán, pues, con una variedad de capítulos que, juntos, aspiran a componer un caleidoscopio de la complejidad y riqueza literaria de su obra.

En los primeros estudios, los más largos, contamos con los textos de Javier Escudero, Ellen Mayock, Juan Carlos Martín Galván y Alicia Rueda-Acedo. El interesante capítulo de Mayock hace un repaso de los personajes femeninos que la autora ha creado y de cómo esas memorables mujeres de su obra hablan no necesariamente de una condición femenina, sino más bien del género humano. Martín Galván ha dedicado su artículo al género de ciencia ficción y al decisivo papel que juega Bruna Husky en la poética de Montero, mientras que Rueda-Acedo se ha centrado en la faceta de entrevistadora de Montero con la que, como veíamos al principio, nuestra autora ha hecho historia.

La segunda sección de este monográfico cuenta con siete estudios breves que aspiran a proveer contexto adicional y a completar el intricado universo de su polifónica obra. Francesca Coppola analiza el rol que juega la ciencia en su literatura, profundizando así en una de las grandes pasiones de Montero que es, también, un sello distintivo de su obra. La segunda colaboración de Alicia Rueda-Acedo, por otra parte, se adentra en un sugestivo apunte sobre los relatos breves de la autora y sus límites con respecto a los textos periodísticos. Una servidora contribuye con un ensayo sobre esa trilogía de artefactos literarios que comentábamos arriba, tratando de ahondar en la originalidad y sofisticación de los tres textos. Al mío le sigue el artículo de Anne Walsh, que contribuye con una pieza sobre el caos y el azar en la ficción monterina, aspectos que, como ella mostrará, tienen gran protagonismo en varios de sus libros. Malgorzata Kolankowska hará un repaso de la carrera como periodista de la autora, centrándose en la crónica, el reportaje y el columnismo. La escritora Nuria Labari, amiga personal de la autora, nos desvelará, con su conocida perspicacia, cómo es esa trastienda de la escritura de Rosa Montero, y cómo se ve su proceso creativo desde fuera. Por último, José María Pozuelo Yvancos cerrará esta sección con un conmovedor texto sobre los límites de la ficción y la palabra en La ridícula idea de no volver a verte. A continuación, una entrevista reeditada a Rosa Montero que Javier Escudero publicó originalmente en la Revista de estudios hispánicos. En ella, Escudero dialoga con la autora acerca de la poética de su obra y sus influencias literarias, una ventana al pasado que nos ofrece la perspectiva de la Rosa Montero de 1996. Finalmente, contamos con una biocronología compuesta por Mazal Oaknin, que nos dará el contexto necesario para entender la obra de la autora.

Decía Faulkner que la literatura es como una cerilla en medio de la oscuridad; el fósforo no puede iluminar la mayor parte del espacio y, sin embargo, sí le es posible proyectar una luz especial sobre aquello que le rodea. Y esa luz no alumbra sino la esencia de lo que somos. Con estas bellas palabras lo expresa Jorge Volpi:

Leer ficciones complejas, habitadas por personajes profundos y contradictorios, como tú y como yo, como cada uno de nosotros, impregnadas de emoción y desconcierto, imprevisibles y desafiantes, se convierte en una de las mejores formas de aprender a ser humano … Mi hipótesis central: si la ficción es una herramienta tan poderosa para explorar la naturaleza ¾y en especial la naturaleza humana¾, es porque la ficción también es la realidad. Una vez que las percepciones arriban al cerebro, este órgano húmedo y tenebroso codifica, procesa y a la postre reinventa el mundo tal como un escritor concibe una novela o un lector la descifra … A causa de ello, la ficción resulta capital para nuestra especie. La literatura no sirve para entretenernos ni para embelesarnos. La literatura nos hace humanos (Leer la mente, 30-31).

Con este monográfico nos hemos adentrado en los recovecos de la obra de Rosa Montero, intentando desenmarañar cómo nos hace más humanos su literatura, tratando de abarcarla con rigor y cariño, situándonos frente a su obra como ella se sitúa frente al mundo tangible, y también al de las pasiones y el pensamiento. Eso decía Oscar Wilde que debía ser la crítica literaria, un ejercicio independiente y creativo, que no puede llegar cargado de respuestas, sino que debe poner un foco sobre algunas áreas recónditas y, así, dotarlas de una nueva luz.

Aunque quizá no haya manera de recopilarlo todo, desde Turia esperamos recorrer con nuestra autora las fronteras de los géneros, acompañándola en su viaje a nombrar el horror y la belleza, convencidos de “la fuerza de la fantasía” y de que “la vida imaginaria también es vida” (La loca de la casa 224). Al concebir su literatura bajo esa premisa, nos susurra a nosotros, sus muchos y devotos lectores, cuál es la esencia de la ficción, a saber, que no solo es parte de la existencia, sino que tiene la capacidad de ensanchar la vida. Y así, solo nos queda tratar de vivir la nuestra como escribe Rosa Montero, sin pena ni miedo.