Hay un clima de orfandad en las miradas,

un indicio o voltaje oscila ingrávido, aterido,

en el lento naufragio de la tarde.

¿Dónde abre la saqueada ciudad de la conciencia

Sus sendas hacia la huida?

Oscuras sombras se proyectan en la piel del muro.

Hay señales de lucha, de aguda agitación

que enrarece el aire.

Son los febriles pájaros de la sospecha,

su aleteo chasqueante en las esquinas,

en las cortinas dibujadas por la luz.

Pues vendrá el tiempo en su extensa curvatura

a encontrarme de nuevo, sentado aquí,

cuando todas las cosas se cumplan.

Pero no es miedo,

sino cansancio enorme de buque embarrancado,

mordido para siempre por rocas asesinas.

Eso sí es plenitud.

No la noche inevitable,

perdido ya el combate de antemano.