Se ha colgado del techo en un segundo
y extraña es todos los días esta vida:
Imágenes y dolor y tantas letras.
No va más, se dijo, y se colgó.
Pasa la tarde y esta muerte rebosa
y se oscurece y es más densa.
Qué lejos las playas de las tortugas
y los cantos de los indios en la sierra.
Árbol y flor bajo una capa parda,
miradas que cerraban los labios,
las piedras puntiagudas del camino
y ese sol azul que borraba el cielo.
Ahora todo es una habitación,
aislada, sin puerta a la calle,
el soplo aturdido del silencio,
unos ojos sin vida ya muy cerca.
Y, como cada cuerpo es un tesoro,
sólo el aire lo posee y lo alimenta:
no le deis tierra ni caja ni fuego
y dejad que se pudra donde quiso.