En La casa insomne (Adeshoras), la escritora Tere Susmozas (Madrid, 1974) explora, recrea, conjura el territorio del extrañamiento, convirtiéndolo en un estado del alma que impregna al lector. Dos niñas, unas tumbas enigmáticas, un ser deforme que crece en un sumidero, un perro atado, un caballo que se marchita, y un puñado de personajes entre lo formidable y fascinante que conviven en la casa conforman un mapa onírico de tan enorme altura lírica como aguda hondura anímica.

 

“Hay lugares o paisajes que más que habitarlos nos traspasan”

 

- ¿De qué modo los lugares de la infancia condicionan nuestra identidad?

- Más que los lugares en sí, considero que es la conexión emocional que establecemos con ellos. La casa insomne trata precisamente de eso: de cómo lo visto y lo vivido se instala en nosotros. Y que, bajo esa mirada subjetiva, hay lugares o paisajes que más que habitarlos nos traspasan, hasta el punto de que parece que ellos habitan en nosotros y, a través del tiempo, seguimos encontrando sus resonancias en cualquier otra parte. La novela recrea el espacio de una casa, con sus alrededores, que sigue viva a lo largo de los años en la memoria de la protagonista, como lo hace en sus sueños y en sus insomnios. Es el retorno a un paisaje marcado por pérdidas irreparables a través de la muerte y que supone también el lugar donde acontece la pérdida de la belleza auroral que la infancia sugiere como reflejo de plenitud.

 

- ¿En qué casos conviene convertirse en “alguien que soñando permanece despierto”?

- Cuando no se puede bajar la guardia porque la realidad amenaza y lo irreparable acecha. Pero hay una doble intención en esa frase. Las niñas están adormiladas casi todo el tiempo porque el sonido de una campana interrumpe su sueño cada noche, manteniéndolas después insomnes. Pero al mismo tiempo, para evadirse del encierro en la Casa, se entregan a todo tipo de ensoñaciones. Así que hay un doble espacio onírico en la novela, el que pertenece propiamente al sueño nocturno y el de las ensoñaciones de las protagonistas, según la terminología de Gastón Bachelard, o como diría Borges, el espacio de los sueños de noche y el de los sueños de día.

 

“Cuando algo se nos revela extraño o inquietante, emergen el miedo y la angustia”

 

- ¿En qué punto la curiosidad propia de la infancia, el juego por el juego, se convierte en lo siniestro?

- Lo siniestro surge de todo aquello que se relaciona con el espanto que pueden llegar a provocarnos cosas o aspectos de la realidad cotidiana que, de súbito, se tornan amenazantes. Cuando esa quiebra tiene lugar y algo se nos revela extraño o inquietante, emergen el miedo y la angustia. Seres monstruosos, objetos que parecen animados o acontecimientos dolorosos, forman parte de los placeres de la imaginación, nos atraen y, a la vez, nos repelen, porque excitan nuestra curiosidad. En la novela, contribuyendo a esa atmósfera un tanto siniestra, cada elemento del paisaje, de la casa, tiene su relevancia simbólica en ese juego de sombras entre la vigilia y la noche que el insomnio teje.

 

- Para que alguien como Sorah consiga, adulta ya, quedarse en paz con su pasado, ¿qué se requiere?

- Asumir que las cosas no pudieron ser de otra manera. Y, sobre todo, entenderse. Eso es lo que pretende Sorah volviendo a la casa. Se instala así en una realidad sensible donde entran en juego tiempo y memoria, elaborando una revisión del pasado en base a sus expectativas sobre el futuro. Esa memoria dista mucho de la nostalgia, en la que los recuerdos son como una proyección inmóvil, porque es una memoria viva, ávida, que se renueva para descubrir nuevas significaciones. Contemplar ese tiempo subjetivo, que fluye en todas direcciones, la ayuda a indagar en su propia identidad. Por eso la historia está escrita de modo fragmentario, con saltos continuos de la voz de la adulta a la mirada de la niña.

 

- La amistad entre Sorah y Lenka, con sus espacios de misterio e incomprensión, de complicidad e intimidad configuran un retrato altísimo. Sin embargo, el amor no es capaz de salvarlas. ¿El amor no todo lo puede?

- Ojalá fuera así. Pero con amor, muchas veces, no basta. Y no siempre es por falta de saber entregarlo o recibirlo, que a eso también debemos aprender, sino por las circunstancias. De algún modo Sorah ve reflejada en Lenka, la otra niña protagonista, la misma soledad que ella siente. Esa soledad las hermana, tiende lazos de afecto entre ellas. Aunque su amistad tiene también oscilaciones, claroscuros, principalmente porque cada una de ellas está en un momento vital distinto: Sorah en el de romper el muro que se interpone entre la realidad y sus ensoñaciones, mientras que Lenka es más realista, ya ha atravesado lo frágil, conoce la imperfección la vida y de lo humano. Pero, en cualquier caso, se trata de una amistad como refugio para quien siente que no encaja en el mundo. Y que perdura hasta que una de ellas reta al vacío. De esa fuga de Lenka, se infiere la posibilidad, en este caso simbólica, de la propia fuga de Sorah.

 

- ¿Cómo reconocer a “los seres frágiles de benévola monstruosidad”?

- Creo que todos somos un poco eso. Es reconocer lo humano, con la parte de luz y de sombra que todos tenemos. Dentro de la novela, ese ser frágil de benévola monstruosidad, es Sissa. Una niña recién nacida, deforme, que las protagonistas encuentran en el sótano de la Casa. Y que hace de espejo a Sorah. Porque también lo monstruoso y lo siniestro nos puede inspirar ternura, ella siente hacia esa niña una compasión que no es capaz de sentir hacia sí misma.

 

“Somos seres frágiles. Cada uno con sus defectos y sus talentos, intentando siempre equilibrar la balanza”

 

- A este respecto, ¿cada uno de nosotros es, de alguna manera, un tarado, un mutilado, un ser roto?

- Seres frágiles. Cada uno con sus defectos y sus talentos, intentando siempre equilibrar la balanza. Es cierto que todos esos personajes que acompañan a la protagonista son seres mutilados, extraños, que contribuyen a que sea incapaz de entender lo que sucede a su alrededor, abriéndose una grieta entre la realidad y sus pensamientos. Pero en su extrañeza, he intentado que sean personajes también muy pregnantes, y para ello he marcado mucho sus carencias, su falta, como reflejo de lo auténticamente humano.

 

“Me gusta explorar en mi propia experiencia onírica cuando escribo”

 

- ¿Cuánto de onírico tiene la vigilia y la escritura?

- Me gusta explorar en mi propia experiencia onírica cuando escribo y utilizar en mis textos esas imágenes sugerentes, cargadas de poesía, que el sueño nos brinda.  

Respecto a la novela, todos los sueños incluidos forman un hilo que enlaza las distintas secuencias. Y pueden pertenecer tanto a la protagonista de niña como ya adulta. En ellos halla una puerta hacia un mundo lleno de significados donde se encuentra a sí misma con pertenencias del pasado y del futuro.

 

- La historia tiene muchos personajes que casi exigen, por sí mismos, su propia historia: la directora y su aspecto de “mujer inconclusa”, el guardián con la traqueotomía que recibe cartas que no sabe leer, las cinco lápidas blancas, las hermanas siamesas condenadas a detestarse, separadas al nacer “por un conjuro al azar”, Agda y su fragilidad propia de seres espectrales, Sigrid y su querencia por afilar lápices con los que lastimarse… ¿Cómo conseguir que ninguno de ellos arrastre a la narradora?

- De los personajes que citas, la directora y el guardián tienen algo que produce rechazo en la protagonista, pero también compasión. Las gemelas y Agda le provocan curiosidad y ternura. Sigrid le muestra otra manera de gestionar las emociones, más perniciosa. Con ellos establezco un juego de paralelismos y contrarios. Todos le muestran a Sorah una faceta de sí misma. Y a través de ellos, indaga en su propia identidad.

 

- De todos los inquietantes personajes que deambulan por la novela y pueblan esta casa insomne, ¿por cuál de ellos siente especial querencia y por qué?

- Quizá con Agda por su capacidad de adaptarse a la realidad sin perder la ilusión, idealizando un poco las cosas. Y porque protege a las niñas, contagiándolas de esa ilusión. También es un personaje que narrativamente me ha permitido remarcar la propia deriva de la protagonista. Todos los juegos que propone están relacionados con la idea de reparar el tiempo, de volver al pasado para intentar cambiarlo o anticiparse al futuro para sentar las bases del provenir. Es el personaje más amable de toda la novela, que irradia luz, a pesar de su aspecto gigantesco y sus limitaciones físicas.

 

“Autores como Kafka o Cortázar han influido mucho en mi escritura”

 

- A su juicio, ¿qué causa el extrañamiento?

- Se trata de intentar transformar lo cotidiano, dotándolo de algo de misterio para provocar asombro. Es decir, poner una mirada distinta, extraña, en un ejercicio de desfamiliarización de las cosas, provocando así, bajo esa mirada subjetiva, el goce estético del lector. Autores como Kafka o Cortázar han influido mucho en mi escritura. Y considero que la pericia del escritor en cuanto al manejo del lenguaje y la originalidad de su voz ayudan también a conseguir ese efecto. Al igual que una atmósfera turbadora o personajes inquietantes, como era mi intención con esta novela. A ese extrañamiento contribuye que la historia no trata solo de la mirada de la protagonista sobre el mundo que la rodea, sino de la mirada de sí misma dentro de ese mundo.

 

- ¿Cómo quebrar esa sensación de ser “alguien que se siente encerrado, aunque esté libre”?    

- Esa frase corresponde a un capítulo en el que hablo de Sombra, un perro enfermo que permanece casi todo el tiempo atado y que, sin embargo, Sorah, la protagonista, es capaz de verlo sano y corriendo libre, como desdoblado. Y es que la sensación de encierro en la Casa es tan agobiante para las niñas que solo les es posible escapar de ella a través de diversos juegos de imaginación. La Casa se convierte así en un espacio simbólico con el que la protagonista se identifica. Lo interno y lo externo se unen, hasta el punto de que materializa sus emociones a través de esa casa, que siente como algo vivo, y sus aledaños: una montaña que parece tener voluntad para moverse, un jardín que esconde secretos, un cobertizo que a veces se eclipsa y desaparece o el sonido inapelable de la campana de medianoche.

 

“El escritor debe tener una disposición a permanecer siempre alerta”

 

- La escritura, ¿se asemeja al insomnio?

- Sí, en tanto el escritor debe tener una disposición a permanecer siempre alerta. Estar atento y esperar a que, remitiéndome a María Zambrano, se abra un claro en el bosque, en cuya intermitencia algo nos sea revelado y la inspiración salga a nuestro encuentro.