I

 

Aquí comienzan los días nuevos,

tienen uñas blancas y son impacientes;

puedes nombrarlos despacio

y reconocer en ellos su locura.

 

Comienzan cuando decides ahogarte en una mesa de cristal

llenando tu garganta de amapolas;

y a nadie le sorprende el temblor de tus labios

en la lenta hermosura de cada suicidio.

 

 

II

 

 

Han sido tantas

las horas que pasé sin detenerme

apretando el paso,

firme en mi decisión de no sentirte,

 

que ahora

no conozco el camino de regreso

a mi pequeña casa,

 

a la sombra azulada de todos los momentos

que guardé entre los dientes de la risa

cuando no eras la voz de este silencio

 

 

III

 

 

Siempre aparecen rincones imposibles

para que nunca me quede allí

y tenga que marcharme con congoja,

sin apenas haberme despedido.

 

Tu casa era infinita por los huecos

que llenamos de desorden y de risas;

pero estabas atado a tiempos inciertos

y me tuve que ir.

 

Ahora cuando recorro tu calle,

y Madrid se vuelve lluvioso,

me paro en el portal y pienso

que tu casa es demasiado pequeña

para los grandes viajes.