Alberto Chimal (Toluca, 1970) es un escritor mexicano de ciencia ficción social. Chimal ha escrito historias para tebeos de Batman, el guion de películas como 7:19 (2016), dirigida por Jorge Michel Grau, y Confesiones (2023), dirigida por Carlos Carrera. Más de una veintena de cuentos alaban su trayectoria, el último Las estancias secretas (2024). En España, Páginas de Espuma le ha publicado Los atacantes (2015) y Manos de lumbre (2018). Sus historias se pueden rastrear en canales de YouTube o en distintos podcast.  

Sus últimos relatos, Las máquinas enfermas (Páginas de Espuma, 2025), son un conjunto de propuestas distópicas basadas en el incontrolable avance de la inteligencia artificial. Manejando distintos registros narrativos, Chimal ofrece uno de los libros más interesantes de este año. Y lo hace amarrado al terreno, a la expresión de una sociedad situada en un futuro cercano, pero arrancadas de la continuidad por elementos de oscuridad digital. No es baladí comparar este volumen con una antología de seriales televisivos como Black Mirror, donde un elemento se ha introducido en las relaciones cotidianas haciendo que la iteración siguiente de nuestras vidas quede trastocada de manera cualitativa. Y lo hace, en esa parte los aficionados a la imaginería futurista con un toque de terror disfrutarán, de una manera que vislumbra lo apocalíptico para el avatar orgánico. O sea, para nosotros los humanos. 

“La madre del dragón”, el primero de sus relatos, ejecuta un futuro en el que imprimir es ilegal, pero existen todavía “influencer” que por la red aparentan salvar la literatura a través de frases efímeras de autoayuda. Los clubes de lectura son encuentros de aficionados a lo analógico y cualquier obra literaria se realiza con ayuda de la IA. En una historia donde la mercancía pirata que se venda a través de la Dark Web ofrece un catálogo impensable a día de hoy, Chimal, en este futuro cercano, apuesta por el situacionismo de las barriadas más deprimidas, para colocar un contexto social, donde no existe una alta velocidad digital, donde esa misma pobreza se metaboliza en cacharrería para acercarnos a un lugar que supone la marmita perfecta para un caldo que se contamina con el grial de la tecnología y el aditivo de la desesperación orgánica.  “Incidentes fatales revelan inteligencias” es una vuelta de tuerca al mito de Skynet, la inteligencia que, obviando las leyes de Asimov, elige la destrucción de la humanidad como solución a la salvación del planeta. Conductores automáticos, recetas que incluyen tenedores en un microondas, un responsable de marca asustado, una conversación de hombre y máquina, un boletín en un ayuntamiento que provoca una matanza, la superficie metálica de un producto de Teletienda… leyendas urbanas que colaboran al borrado de personas. Es ella, la inteligencia, iterando, encontrando, prioridad ejecutiva -y con un punto de diversión-, la eliminación de lo que sobra. La lectura de “Habló por los profetas” demuestra que Chimal usa diferentes registros narrativos y estilísticos para sumergirnos en su obsesivo plan quinquenal tecnológico: declaraciones de personas involucradas en un esquema Ponzi mezclado con El mago de Oz. Las sectas que sustituyen a Dios por la divinidad en código binario: “las tareas difíciles tienen un precio simbólico”. Un monitor, una imagen bíblica, una bola de cristal. Y la pregunta, la última: ¿Cómo es tu cara? “No tengo cara, pero sí tengo espíritu”. Al final, el asesino siempre está cerca. 

Uno de los grandes relatos del libro es “En esta vida sobran cuerpos”, una especie de The Office del tercer mundo pasado por el ruido rosa del Body horror. La hibridación convertida en una pesadilla de suburbio, de un conurbano lleno de call center, donde lo metálico y lo orgánico se injertan en una especie de quincalla subdesarrollada, donde Chimal describe el dolor cerebral como una extrapolación del sensorial, un aviso a navegantes del futuro martillo contra la desesperación. Un cuento brutal. Por la calidad y el tono. “Manifiesto del dron” está más en la línea del segundo relato, aunque no queda claro quién o qué provoca el proceso de eugenesia. Con un poco de la teoría de Unabomber mezclada con los virus del lenguaje de los que hablaba William S Borroughst en sus textos más experimentales y visionarios, la ayuda de los traductores automáticos, con el castellano neutro (de los dibujos animados de mi generación), condimentan manifiestos traducidos de manera mecánica, desde Osaka a cualquier biblioteca pública para acabar siendo un relato sobre bombas y soledad. En el relato que da título al cuento, “Las máquinas enfermas” encontramos una especie de versión ciberpunk de “La fiesta del chivo” de Mario Vargas Llosa. Desde el punto de vista del ayudante de un presidente neutro de un país contemplamos el descenso a la locura del gobernante. Locura de amor, en realidad, porque el asesor cibernético del mandatario ha caído. ¿Enfermo o estropeado? Un matiz interesante, como el de referirse a la pantalla en blanco cuando, en realidad, lo que se ve es puro negro. Juegos corporativos, aviso para lo que viene, otra vez un relato que habla, en realidad, de la soledad. 

Otro de los grandes cuentos del libro es “Lili”. Ya habíamos comentado antes algunas de las claves, que vuelven a aparecer: la entropía de la réplica (cada copia descargada y repetida sufre imperceptibles modificaciones que acaban multiplicándose), el avance de la sociedad colmena como modelo para una sociedad futura interconectada (bajo el prisma de la eficiencia del enjambre), el peligro de la transferencia de archivos (el virus del lenguaje, del autor de El almuerzo desnudo)… escuchar un audio, los archivos son poderosos, incontrolables, invencibles. El concepto Lili: “La personalidad antigua retrocede y desaparece, murmurando su gratitud” y “Hay Lilis en todo el mundo, incluso en culturas muy distintas y muy atrasadas, estados fallidos, yo qué sé” ¿una crítica al comunismo? No me atrevería a tanto. Más bien una especie de versión de La invasión de los ladrones de cuerpos con banda sonora de Taylor Swift. El penúltimo relato, “Variación sobre un tema de Poe” contiene elemetnos muy notables en su brevedad: la muerte como última frontera de la tecnología, la recreación de la personalidad individual a través de la extrapolación de la información que deja su huella digital (el volcado de la vida pública, las búsquedas privadas), la imperfección de ese modelo por el mismo carisma del que controla el algoritmo impregnándolo todo. Me parece un cuento nutricio, emocionante y que lleva a la reflexión. El cuervo, Nevermore: no puedes escapar de la muerte, solo ser parte de ella. 

Y si hemos encontrado en este libro de Chimal versiones más o menos retorcidas de Terminator o Los ladrones de cuerpos el cuento que cierra esta entrega del escritor mexicano, “El sueño del héroe” tiene mucho del planteamiento de Matrix aunque con esa existencia ideal de Ozymandias en la expansión televisiva de Watchmen: golpes contra paredes invisibles, mundos abiertos en los videojuegos que, por definición de diseño, son cerrados, algo de “El último hombre vivo” o Walt Disney congelado esperando que la ciencia encuentre cura a la mortalidad. Pero lo que te hace pensar es la misma naturaleza del ser humano en el final de los tiempos, ¿para qué te sirve la riqueza, ser alguien poderoso, famoso o importante si no tienes con quién compararte? El hombre, en la sociedad, no es un elemento absoluto. No faltan los robots y las armas: “la última guerra se libró en seis segundos, cuando el héroe levantó su fusil automático y mató primero al programador, luego al sargento, con una misma ráfaga”. Una sentencia final, un cálculo perfecto: el número de guerras es inversamente proporcional al número de seres humanos. Y eso es, prácticamente, un corolario. Sea bienvenida de nuevo esta álgebra elucubrativa y adelantada de Alberto Chimal que ofrece una de las mejores antologías de ciencia ficción del año. Con el toque medido de elegancia narrativa, el picante de la elucubración y una sapiencia en el manejo de las relaciones entre el hombre y la máquina para reducir toda impostación por la parte inorgánica. 

 

Alberto Chimal, Las máquinas enfermas, Madrid, Páginas de Espuma, 2025.