Ha escrito Almudena Vidorreta (1986) un libro femenino y feminista, explicó Ana Garriga en la reciente presentación La cicatriz de la selva en la librería Enclave de libros. Tiene razón la profesora de Brown University, cuando abordó la lectura de este último poemario escritora aragonesa (Zaragoza, 1986), a la que debemos algunos trabajos de referencia sobre Santa Teresa de Jesús, o sobre la literatura sardo española, en tiempos en que Cerdeña pertenecía al Reino de Aragón, y luego a España hasta el siglo XVIII. Además, esta distinguida arteria paralela, la creación poética, no le ha abandonado, como a tanta gente en la madurez, a esta investigadora y docente (ha sido profesora de la Universidad de Nueva York, entre otras), desde que se dio a conocer en 2009, que yo sepa, con Algunos hombres insaciables. Almudena Vidorreta ha sabido guardar los tiempos de escritura para atenderse con verdad, con necesidad y capacidad de cantar sin impostura -mercado-, como alguna vez le escuché a José Hierro, que supo hacerse esperar hasta el Libro de las alucinaciones, porque sabía que no tenía nada nuevo que contar hasta ese momento.
La cicatriz de la selva llama la atención desde la invención, la inventio, dijo Quintiliano, al abordar el asunto de la maternidad, no solo de la maternidad, sino también de la pérdida y de la herida en el cuerpo, del aborto no deseado, si prefieren, con unos lenguajes de gran realismo, sin desabrimiento en la destilación del dolor, donde no se elude un léxico necesariamente lírico cuando quien lo escribe es poeta. O si prefieren, alguien ajeno a las servidumbres al mercado como primer objetivo (Saturno devorador de quienes lo anteponen al poema para estar en el tenderete a toda costa y hacen olvidar al estimable poeta -aunque sea de unas pocas ocasiones y con sencillez primaria de observador atento, por exceso de producción y falta de capacidad para evolucionar en lo fundamental -pienso ahora en la reiteración en Karmelo Iribarren (Roger Wolfe dio un paso al lado), entre muchos-; asunto que vaticinó Ángel González en “¿Malos tiempos para la poesía?”, aduciendo que ya entonces había demasiado “hummus”). No es el caso gracias a esa originalidad en el asunto (pienso en la Juana Castro cuando habló del alzheimer), vivida y vívida, reflexiva, además, plena, que dota de verosimilitud al libro. Esa verdad de fondo, escrita desde ella cuando el libro se impone, elegíaca o de la pérdida (el estupendo “Buitres”), viene acompañada simultáneamente el amor al hijo concebido, al que se rinde amor en otro momento-ese hápax único- junto a la esperanza de una nueva y deseada maternidad.
En efecto ese desgarro, esa herida explícita en el canto, en la convivencia con el embrión muerto hasta el legrado, es palmaria igualmente en el léxico: vagina, neuroendocrino, regla, flujo sodio, hospital, cicatriz, legrado, aborto, extractores de leche… de la misma manera que lo es en el hilo umbilical que reúne a la mujer entre generaciones, atención al estupendo poema “Caja de costura”. Libro de la mujer, femenino, reivindicador de la maternidad, de la misma manera que otras escritoras de cierto fuste, pienso en Rosa Berbel, plantean los problemas de su juventud desde ella, tal y como hizo la estupenda Elena Medel en su libro de referencia, Mi primer bikini (pese a esfuerzos posteriores a ese libro trampa, que la atrapó y sobre el que no sobresalió después como escritora). Estamos ante un ejercicio de madurez, donde cada palabra está pensada tras haber sido sentida, sin malabarismos, y traspasada de dolor o esperanza “Sin donde” según toque, con poemas espléndidos desde esa rotundidad de lo sufrido. Me refiero, entre tantos, a poemas como “Antes del aborto” o “Regla nueva” escribiendo poesía de lo aparentemente antipoético…y algo dijo Pablo Neruda, no solo, sobre esas cuestiones cotidianas elevadas a la emoción del poema que así puede llamarse, como es el caso. Si a todo ello le unimos capacidad plástica, tropología inusual, propia, desde esa circunstancia a pie de tierra, la sangre o “compota de grosella sobre el mármol”, sabremos del esfuerzo por decirse desde un proceso de amor y dolor simultáneos. Un proceso o diario de emociones, sensaciones, de esperanza y empeño, donde caben también otros registros ocasionales, los viajes y los sitios con sus músicas y bailes interpretados desde el ser mujer, poetas (Alfonsina Storni)-por ejemplo-, sobre esos otros de la gestación y pérdida. Cumplen su cometido y enriquecen el libro, no son meras adendas, sino que cumplen su función, alivian clímax y tensión, sirven de contrapunto a este libro distinto, valiente y hondo, legible, maduro.
Almudena Vidorreta, La cicatriz de la selva, Barcelona, La Bella Varsovia, 2025.