Diario de un cuerpo es la última obra del escritor francés Daniel Pennac. Cuando vino a Zaragoza hace unos meses, dentro de su gira de promoción, convocó a un público numeroso, lo que, sin ser una sorpresa, fue una muestra más del seguimiento que este escritor tiene en nuestro país. Entre ellos, algunos se reconocían lectores de las novelas de la familia Malaussène, una serie con elementos de novela negra y humor que le hizo muy popular. Ha dedicado textos al público infantil y juvenil, y diré ya que las partes que más me han gustado de Diario de un cuerpo se corresponden principalmente con la infancia y juventud del protagonista: Pennac parece tener una sensibilidad y una habilidad particulares para regresar, de adulto, a los miedos e incertidumbres de los menores, como ya demostró también en el tratamiento que hace del estudiante “zoquete” en su ensayo Mal de escuela.

                        Diario de un cuerpo es una novela que se presenta bajo el artificio de ser un diario real escrito por un hombre que acaba de morir. Este diario fue redactado entre los doce y los ochenta y siete años, y cuenta con la peculiaridad de que en sus entradas no se hace constar asuntos de la “vida interior” o psíquica del protagonista, sino sólo de aquello que tenga una dimensión corporal –de ahí el título de la novela. De modo que podemos decir que es un libro lleno de escatología y de vísceras, como un modo, aunque pudiese parecer lo contrario, de acercarse a la interioridad emocional humana: desde el episodio en que el niño protagonista se mea encima por miedo, a las competiciones de mear lejos o “hacer bola” con el músculo del brazo; desde las erecciones, las poluciones y los cambios fisiológicos de la adolescencia, a las decrepitudes de la vida adulta –o a las aprensiones que conservamos, aun a nuestro pesar, como sucede en el pasaje en que el autor del diario cuenta cómo descubre que una señora mayor rechaza el asiento que le ofrecen en el autobús porque secretamente le da asco sentarse en un lugar todavía caliente por otro. En cierto modo, aunque Diario de un cuerpo es una novela, no se encuentra lejos del ensayo, o del tipo de ensayo que Pennac ha venido escribiendo: un ensayo ligado al relato de la experiencia propia, donde no tiene obstáculo en citar películas o libros que le vienen a la mente, y que trata del hombre en todas sus edades, y no sólo la de la madurez intelectual.

                        Esta novela de Pennac, sin más hilo narrativo que los episodios por los que va pasando el protagonista a lo largo de los años, resulta ciertamente entretenida. En sus mejores páginas se transita con rapidez de lo divertido a la descripción de detalles con capacidad de conmover. Se ha señalado que en los libros de este autor hay en general un tono jubiloso, una joie de vivre, una celebración de lo humano, y eso es algo que no falta en este volumen. Hay en Pennac un sentido de la humanidad, de la piedad, que antes que a la gravedad le lleva al sentido del humor. En particular, en este libro no sólo hay momentos que mueven a la risa, sino que, contra lo que suele ser común en esta clase de textos, cuenta chistes –tengo anotados media docena de ellos. Y es que, realmente, la narrativa de Pennac no está muy lejos de la oralidad. Pennac ha venido haciendo en teatros franceses lecturas de obras literarias en voz alta, un género en el que le gusta recrearse y que también ha reivindicado en su ensayo Como una novela. Pennac ha escrito a menudo sobre el modo en que accedemos a los libros, y ha defendido una actitud desenfadada, desacralizada, para hacerlo. Esta clase de textos le han acercado al mundo de la pedagogía y a la reflexión sobre la lectura.

                        Esta “heterodoxia” de Pennac ha hecho que sus ensayos se muevan en un terreno también difícil de clasificar. Y es este el campo que a mí más me gusta de este autor, en particular tal y como lo lleva a cabo en Mal de escuela, quizá el libro suyo que prefiero: ese mezclar autobiografía con reflexiones sobre el mundo que ve, o ese incluir referencias del cine o la literatura como quien, de pronto, aconseja una lectura, más que como quien busca un argumento de autoridad. Y, como digo, tampoco están muy lejos de esta miscelánea los episodios narrados en el falso diario de la novela que comentamos aquí, ni faltan referencias a otros libros, como ventanas que el autor abre en medio de su texto. Entre los autores españoles cita en varios momentos a García Márquez y a Montalbán –lo que no es extraño en un autor de novela negra con toques de humor como él–, además de a Buñuel. De este cineasta se refiere, dentro del género “corporal” del que trata el libro, al momento de sus memorias en que celebra en su vejez haberse liberado de la libido –si el Diablo le hubiera propuesto una segunda vida sexual, decía Buñuel, la habría rechazado, prefiriendo antes que fortaleciera su hígado y sus pulmones para poder seguir bebiendo y fumando.

                        Resulta quizá paradójico que su ensayo Como una novela, que trata sobre el hecho de leer, haya tenido tanto eco en nuestro país, que cuenta con un índice tan bajo de lectores –como si la lectura tuviese que ver con una extraña clase de militancia, en lugar de ser sencillamente un hábito social, natural y enriquecedor. En todo caso, se puede decir que si aquel texto trataba sobre el leer, este Diario de un cuerpo trata, veladamente, sobre el escribir. Al fin y al cabo, no es más que la crónica de un cuerpo que escribe. Y se puede decir también que, si Mal de escuela era un libro contra la sociología –en cuanto que esta ciencia nunca tiene la última palabra para explicar a las personas; o en cuanto que buscando “causas” que explican los problemas de la sociedad, deja fuera lo que para Pennac es el centro: la luz que mueve a cada persona, la responsabilidad individual y nuestra capacidad de salvar a “otro”, como le salvaron a él unos pocos buenos profesores–, este Diario de un cuerpo lo es contra la psicología. Todo queda reducido a un conjunto de humores, huesos, temores e íntimas certidumbres, sin que podamos realmente separar unas cosas de otras.

 

Daniel Pennac, Diario de un cuerpo, Barcelona, Mondadori, 2012.