En cada novela, en cada poema, en cada relato hay una partitura. Ningún autor fue tan claro sobre el carácter musical de la literatura como Homero: la Odisea consta de 24 cantos y otros tantos componen la Iliada. Ambos poemas son como dos grandes óperas wagnerianas, rebosantes de dramas y pasiones. Homero pulsa todas las cuerdas de su lira -desde la más grave hasta la más aguda- para contar, o mejor cantar, las hazañas y amores de los dioses y los hombres. En  la buena literatura siempre es posible escuchar la melodía. El inglés Neil Gaiman, seleccionado entre los diez mejores escritores vivos por el prestigioso Dictionary of Literary Biography, tiene un agudo sentido musical. Su obra posee un ritmo extraordinario y una prosa en clave de ingenio. Explorador de casi todos los géneros – novela, cómic, relatos, poesía, guiones, teatro, cuentos para niños y hasta letras de canciones para Tori Amos-, Gaiman podría hacer suya la definición que daba de su trabajo el artista holandés M.C. Escher: “Lo que yo hago es un juego, pero un juego muy serio”. La última novela del inglés publicada en España, Los hijos de Anansi, es tan fascinante como divertida. Y su banda sonora está a la altura: el libro comienza con la música de fondo de What’s new Pussycat?, ese tema memorable de Tom Jones, y finaliza con The Lady is a Tramp, un clásico de Frank Sinatra, y Yellow Submarine, de los Beatles. Entre ambos, Gaiman relata una historia tan inolvidable como esa música.

El protagonista de la novela, Gordo Charlie, vive en Londres desde que sus padres se separaron en Florida, cuando él tenía diez años. Gordo Charlie -que no está gordo, pero conserva el apodo que le puso su padre- tiene una novia llamada Rosie -que se niega a acostarse con él hasta que estén casados- y trabaja para un agente de actores -que lleva años estafando a sus clientes-. Su vida es pura rutina hasta que la muerte de su padre le obliga a viajar a Florida para asistir al entierro. Cuatro ancianas, amigas del fallecido, ponen su vida patas arriba cuando le revelan: 1) que su padre era la reencarnación humana del dios africano Anansi y 2) que no es hijo único, sino que tiene un hermano, Araña, que ha heredado los poderes mágicos de su padre.

La aparición de Araña en la casa londinense de Gordo Charlie no hace más que complicar aún más las cosas. Su desconocido hermano es guapo, seguro de sí mismo, divertido, sin escrúpulos y con una labia espectacular. También es egoísta e inconsciente. Antes de que Gordo Charlie se dé cuenta, Araña le ha robado la novia, se ha instalado en la mejor habitación del piso, ha conseguido que le despidan del trabajo y que la policía le persiga por fraude y como sospechoso de asesinato. Pero Gordo Charlie se siente, sobre todo, profundamente humillado: Rosie, que se negaba a acostarse con él, ahora se niega a abandonar la cama de Araña.

Decidido a librarse de su hermano, Gordo Charlie regresa a Florida. Con ayuda de las cuatro ancianitas, que practican una peculiar forma de vudú, convocan una fuerza poderosa y malvada. Pero cuando dicha Fuerza Oscura actúe, las cosas empezarán a ir realmente mal para todos. Gordo Charlie deberá adentrarse en un mundo tenebroso, habitado por antiguos dioses con forma animal, para intentar salvar a su hermano y al mundo del daño que ha liberado. En ese espacio mítico, los hermanos Anansi vivirán, al igual que Odiseo durante su largo viaje de retorno a Ítaca, aventuras terribles, emocionantes y algunas muy graciosas mientras luchan por regresar a la normalidad.

Clasificar esta novela genial y disparatada es imposible, incluso para el propio autor. Escúchenle: “Los hijos de Anansi es una divertida historia de miedo. No es exactamente un thriller ni una novela de terror, tampoco una novela de fantasmas (aunque en ella aparece algún fantasma) o una comedia romántica (aunque hay varios romances y partes muy cómicas, si exceptuamos las partes terroríficas). En realidad, si tuviera que definirla diría que es una épica familiar-cómico-romántica-de fantasmas-thriller-mágica-de horror, aunque eso deja fuera la parte policíaca y gran parte de la comida”.

Con poco más de 40 años, Gaiman goza de un prestigio considerable gracias a su manera magistral de moverse entre la fantasía y la realidad. Ese lugar fronterizo y en penumbra, donde se confunden ficción y no ficción, es el terreno en el que se desarrollan sus libros y donde mejor brilla su imaginación. Es el espacio del mito homérico, donde dioses y hombres intercambian a menudo sus papeles. En Los hijos de Anansi, Gaiman convierte el mito del dios africano Anansi en un escenario donde conviven sin estridencias algunos de los dioses que llevaron los esclavos a Estados Unidos junto a policías, agentes de actores, enamorados sin esperanza y hombres y mujeres con problemas familiares.

Parece mentira que un autor como Neil Gaiman sea tan poco conocido en España. O quizá sería más adecuado decir: tan poco reconocido. Los aficionados al cómic le conocen por su brillante serie Sandman, pero en el mundo de la narrativa aún está por descubrir. Ha conseguido numerosos premios en todos los géneros que ha cultivado, pero su principal galardón es el entusiasmo y el asombro maravillado que suscita su lectura. Los hijos de Anansi es un placer y posee además un raro don: hace reír. Uno de los mejores espectáculos que existen es la risa solitaria del lector hipnotizado por las páginas que tiene delante.

Algunos de los premios que adornan su solapa son los siguientes. Su novela American Gods obtuvo los premios Bram Stoker, Nebula, Hugo, SFX y Locus; Neverwhere ganó el Premio Julia Verlanger para la Mejor Novela de Fantasía y Ciencia-Ficción; Stardust consiguió el Premio MythoPoeic a la Mejor Novela para Adultos; Smoke and Mirrors logró el Premio PEN para el Mejor Libro de Relatos. La serie de cómics Sandman obtuvo los premios Will Eisner y Harvey, consiguió el primer galardón literario concedido a un cómic, el World Fantasy Award, y se convirtió en el primer libro de este género que aparecía en la lista de los libros de ficción más vendidos del New York Times. Sus novelas infantiles han obtenido un éxito similar: Coraline ganó los premios Elizabeth Burr/Worzalla, BSFA, Bram Stoker, Nebula y Hugo, y será llevada al cine. Entre sus libros ilustrados, Los lobos de la pared ha sido adaptado para la ópera. Neil Gaiman ha obtenido asimismo el Premio a la Defensa de las Libertades que concede el Comic Book Legal Defense Fund. Su obra ha sido traducida a 28 idiomas.

Los hijos de Anansi comenzaba con una canción y una tesis: “Las canciones permanecen. Perduran. Una canción puede convertir en bufón a un emperador o derrocar dinastías. Seguirá viva mucho tiempo después de que los hechos que narra y sus protagonistas se hayan transformado en polvo y sueños, condenados al olvido. Tal es el poder de una canción”.

Cuando cierren esta novela, se descubrirán moviendo los pies al ritmo de su jubilosa melodía interna.

 

Neil Gaiman, Los hijos de Anansi, Barcelona, Roca Editorial, 2006.