Tere Irastortza Garmendia nació en Zaldivia en 1961 y reside en Olaberria. Profesora, creadora del master de escritura Idazle Eskola en UNED-Bergara. En 1980 publicó su primer libro de poesía, Gabeziak, y desde entonces ha compuesto una obra poética muy prolífica. Ese mismo año ganó el Premio de la Crítica de poesía en euskera por esta obra.

Hostoak. Gaia eta gau aldaketa (1981) recibió un accésit del Premio Resurrección María de Azkue. Este trabajo fue publicado por la Caja de Ahorros de Bilbao tras la concesión de su premio en 1982.

En 2003 repitió el Premio de Crítica Nacional con Glosak esana zetorrenaz. Así mismo, fue nominada finalista en el Premio Nacional de Poesía.

Sin dejar de lado la poesía, también ha abordado el ensayo, publicando en 2008 Izendaezinaz, que trata sobre el concepto de Dios y su innombrabilidad y la humanidad del siglo XXI,1112 y en 2017 Txoriak dira bederatzi, repleta de reflexiones de la autora, aforismos, poemas, etc, finalista también del Premio Nacional de Ensayo.

Tere Irastortza también se dedica a la traducción, traduciendo del catalán la obra de Marià Manent y del francés la de Edmond Jabès y la de Marina Tsvetáyeva.

La poesía en lengua euskera es rica, y en ese contexto, la poesía escrita por algunas poetas mujeres es realmente interesante. Pero por desgracia, salvo algunos nombres que siempre representan al grueso de un panorama más amplio, no son suficientes las traducciones al castellano, para poder conocer una poesía particular, con características únicas y propias. Por eso es de celebrar la edición bilingüe por Olifante el libro publicado primero en euskera por Pamiela en 2015, Llenabais el mundo. Mundua betetzen zenuten, en traducción de la autora.

Pero vayamos al libro, al tomarlo en las manos nos atrae su título, de la metáfora, fluida, esa coma que parte, que separa y a la vez añade, es la punta de un hilo que nos invita a tirar, seguir un recorrido que nos irá deteniendo en cada poema, un ovillo que es vida, es pensamiento, y es luz.

La poesía de Tere Irastortza es, quiero decirlo con admiración, asentamiento, poso lento, de vivencia personal. La poeta mira hacia adentro y busca en un recorrido vital en el que la lengua, el vehículo de la escritura, es doble. Y eso le hace descubrir un peso, la obliga a hacer una elección. Cuando aparece la necesidad de elegir, cuando surge una dificultad de tanto calado, y la persona se ve obligada a cuestionarse y a cuestionar todo el entorno recibido, salta la luz.

Conviven dos formas de comunicar, lo que la poeta descubre en su manera de acercarse al entorno, y aquello que acaba imponiéndose a la hora de destacarlo en la escritura. Dos conceptos, elige uno pero ambos conviven, se complementan, insisten y se salta a la superficie algo nuevo, para darle un sostén a una peculiar y definitoria experiencia. Y por todo eso la lengua tiene un peso, que hay que ir limando, definiendo, cortando, hasta dejar el lenguaje en pura médula, arrancando capas de lo evidente, y destacar aquello que punza.

Escribir es por supuesto una manera de traducir. La poeta crea lentamente su universo personal acumulando lecturas y experiencias, y con las influencias y la insistencia en los poetas cercanos, se encuentra el camino. Traducir un universo personal, pasarlo a escritura, limarlo, ajustarlo. La poesía de Tere Irastortza es un ejercicio límite, por un lado, y un equilibrio, por otro, entre el silencio tan buscado aquí y cultivo de una mirada única. Relacionar mundos, hacerlos propios, un “sentimiento abierto”, adueñarse, sin miedo, sin prejuicios, de todo lo que resulta necesario: “Si todo no será, finalmente, nada – si la nada no proviene del / Todo – si todo no es, incluida la nada – todo lo que es.”

Hay un hilo comunicante entre realidad vivida, experiencia propia, y me atrevo a decir - sueño. Ese estado en el que todo es permitido y que abre el subconsciente, del que evidentemente la poeta se nutre, es aquí una vía de conocimiento, y sin llegar a ser un ejercicio cercano a las teorías del surrealismo, el sueño le permite llegar más allá, indagar y dudar, ver y sentir, descubrir y descubrirse. Hay una manera de pensar que busca la aclaración, una explicación que se comparte entre poeta y lector, el lector puede entrar y estar, y así vemos en este poema de la p. 63: “Recuerdo que comentabas / que ella olvidaba cubrir la comida en el frigorífico, / y que temías que desvariara, / pues últimamente cambiaba de lugar / los zapatos y otras cosas por el estilo.”

Pero la poeta sabe que sea como sea hay que apoderarse de algo indebido, de la vida, de la otra existencia, y de esa forma abrir un espacio desconocido que tanto la diferencia. Llenabais el mundo. Mundua betetzen zenuten es un libro lleno de rayos de luz, es un libro flecha, dardo, un punzón. Un escalpelo que pincha y suelta todas las preguntas y posibilidades sobre la propia identidad, la propia de la autora, la nuestra como lectores, con tanta precisión que constatarlo hasta duele. Escribir con todas las palabras, pero las palabras justas, aquellas que son imprescindibles, y acompañada de una lupa para ir cultivando el asombro. Todo para convivir con la libertad, absoluta libertad personal.

 

Tere Irastortza Garmendia, Llenábais el mundo, Zaragoza, Olifante, 2022.