Cuando se cumplen 30 años de la muerte del gran poeta inglés, Philip Larkin, la editorial Impedimenta nos ofrece el privilegio de poder disfrutar en español con la lectura de una de sus novelas.

Reconocido sobre todo por su labor como poeta, Philip Larkin (1922-1985) mantuvo una tensa y cercana relación con la narrativa. Su afán de perfeccionismo hizo que destruyese, nada más terminarlas, tres de las cinco novelas que escribió a lo largo de su vida. Por tanto, solo dos de ellas llegaron a ser publicadas. Suficientes para constatar la altísima calidad de una prosa que llevó a su amigo Kingsley Amis, uno de los grandes narradores ingleses del siglo XX, a pedirle asesoramiento durante la escritura de su primera novela, Lucky Jim, texto que posteriormente le dedicó.

Centro y referente de toda una generación de intelectuales, escritores y académicos, entre los que se cuentan el propio Kingsley Amis, pero también John Braine, John Osborne, Edmund Crispin o Anthony Powell, Philip Larkin representa una de las cumbres de la literatura inglesa de todos los tiempos y está considerado por The Times el mejor poeta inglés posterior a 1945. A pesar de ello, Larkin rechazó la distinción de Poeta Laureado en 1984 porque, según él «había dejado de ser poeta hacía mucho tiempo». La aparición, por primera vez en castellano, de su «novela perdida», Una chica en invierno, coincide con un cierto revival de su obra, tras la publicación hace unos meses de su Poesía reunida, también con traducción de Marcelo Cohen, en este caso acompañado por Damià Alou. Ambos están considerados los mayores especialistas en Larkin en lengua castellana.

Cuando, en 1947, Larkin publicó Una chica en invierno, pensaba en ella como la segunda entrega de una trilogía que nunca llegó a concluir y que vendría inaugurada por Jill (1946), la primera novela que el autor firma con su nombre —antes utilizaba el pseudónimo Brunette Coleman—. Si Jill es un relato sobre la ingenuidad de la juventud, Una chica en invierno aborda, de un modo más pesimista, la pérdida de esa inocencia y el dramático paso a la edad adulta. La intención inicial de Larkin era dedicar la tercera parte a los años de madurez, entendidos estos como aprendizaje o como vuelta a la vida después de las decepciones. Pero la realidad es que jamás volvería a escribir prosa de ficción, con lo que Una chica en invierno se convirtió en la última novela del autor británico, que a partir de entonces se consagraría por entero a la poesía y el ensayo.

Una chica en invierno nos sumerge en un período de veinticuatro horas de la vida de Katherine Lind, una refugiada de guerra que trabaja como bibliotecaria en una ciudad inglesa de provincias. Katherine, cuya misteriosa procedencia nunca nos será revelada, está harta de su trabajo y de su jefe, que pesan sobre ella como pesa la misma ciudad y su grisura, un invierno que resume el invierno de toda una Europa inmersa en la Segunda Guerra Mundial. La posibilidad de reencontrarse con Robin Fennel, el que fuera su primer amor, le permite enfrentar lo invernal de su rutina con el verano de sus recuerdos, aquellas idílicas vacaciones en que ambos se conocieron. Pero Robin, aquel perfecto gentleman del verano de juventud, también ha cambiado con el paso de los años, y no del modo en que ella hubiese esperado. Una chica en invierno es un relato melancólico y desencantado, en el que Larkin introduce muchos elementos biográficos y demuestra su magistral dominio del lenguaje, con un estilo exquisito y con esa belleza triste que caracteriza también su escritura poética.

Impedimenta presenta esta obra, inédita en nuestro país, en una cuidada traducción de Marcelo Cohen, el mayor especialista en Larkin en lengua castellana. Escritor y crítico literario, traductor de clásicos como T. S. Eliot, Wallace Stevens o Scott Fitzgerald, Cohen está detrás de las versiones española de Jill y del poemario Ventanas altas, ambos publicados por la editorial Lumen, sello que también le confío la edición de la Poesía reunida de Larkin, recientemente publicada (2014).

Philip Larkin. Una chica en invierno. Impedimenta, 2015.