En silencio la casa.
Una lámpara en pie con su universo
pequeño y armonioso,
y en el balcón la luna con su peplo.
Peplo, una palabra culta
para vosotros, hijos.
¿No oís en el cristal de la ventana
la mariposa acometiendo ciega?
No le bastan la noche de verano
ni todas las estrellas.
Quiere también entrar,
coronar vuestras frentes y libar
en esas blancas manos
que el cansancio amoldó sobre el embozo,
mazapanes de un horno.
El ruiseñor se ha ido y la lechuza
de la vieja almazara ulula y piensa
con sílabas lejanas
para no despertar vuestro reposo.
Dormís, dormís, y vuestro padre al lado
va escribiendo estos versos,
e igual que la falena misteriosa,
golpea en el papel como en un vidrio
y en la poesía trata así de entrar,
como en la luz la noche.
(1989)
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(*) Este poema, inédito, es de los tiempos en los que empecé a colaborar en Turia. No sé por qué no lo publiqué nunca. El que lo haya conservado siempre a mano indica una relación especial con él. Su título, "Dedicatoria", hace referencia al lied de Schumann del mismo título, canción unida para mí a mi niñez y a la de mis hijos, a quienes el poema está dedicado.