¿Tienes miedo Amaltheus?

Pequeño animalito, espiral de una hilaza

refugiada en su concha.

Fuiste madre, y fuiste hija, pero sólo

mucho tiempo después de ser madre. 

Mira el último brillo

del sol en las ventanas

de las lejanas sierras, mira

tu pequeñez delante del ocaso, Amaltheus. 

Nadaste en aguas limpias, oceánicas,

cuando tu juventud y el mundo.

Y ahora, sólo polvo en la roca, sólo forma

de caracol perdido, sólo un punto

asomado sin red al universo. 

Sí, tienes miedo del tiempo, ese gigante

con forma de muchacha

que ya no reconoces. Ay el tiempo,

el tiempo y sus hipérboles

que eran siempre tuyas, mientras la muerte

siempre fue de los otros. 

Tienes miedo, Amaltheus, no lo niegues.

Por eso te acurrucas y él por detrás te abraza, te rodea

igual que cuando niña

tiritabas de noche por los muertos,

y por la voz piadosa de tu madre

se abría un hueco cerrado, pequeñísimo,

entre ella y el padre.

Y se acallaba el miedo, y se aquietaba el frío,

y te dormías, como ahora en tu concha. 

De tu dique y tu vértigo sólo esta forma fósil.

Tan sólo la inscripción de lo que fue tu espacio. 

Descansa ya, Amaltheus, en la valva vacía. 

Era tan sólo el tiempo.