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Configurar sentido descendente

En una de sus obras más deliciosas, La infancia recuperada, Fernando Savater (San Sebastián, 1947) confiesa que sigue “invariablemente fiel al mundo narrativo” de su niñez, a esas historias que “fundaron los objetos primarios” de su subjetividad. No cabe la menor duda de ello cuando se visita su casa en Madrid, un auténtico museo, como él mismo dice con sonrisa, en el que adquieren protagonismo personajes legendarios del cómic, de la ciencia-ficción, de los relatos de fantasmas y de aventuras que siempre le han acompañado, que no han dejado de ser sus héroes. Una enorme y terrorífica careta da la bienvenida al visitante que, poco a poco, va reconociendo las figuras de Shrek, Tintín, Milú, la Sirenita, toda la familia Simpson, el inolvidable Spock y otros protagonistas de la saga original de Star Trek, a las órdenes del capitán Kirk. Están colocadas en el suelo, en las estanterías, delante de libros de cuyas páginas tal vez algunos de ellos han conseguido escapar. Todos saben del afán coleccionista del pensador, de su deseo de no desprenderse de sus referencias, de sus señas de identidad.


“Esta casa es como un museo y la que tenemos en San Sebastián más todavía. Ahora que estoy jubilado he llegado a plantearme abrir sus puertas y vivir de cobrar entradas”, señala riendo Savater, mientras toma asiento en la esquina de un sofá decorado con cojines de llamativos estampados. En un ambiente tan barroco, parece hundirse, empequeñecerse, como un diminuto actor en medio de la grandilocuencia del escenario, y por un momento quien esto escribe tiene la impresión de charlar con el niño, ese niño que dice seguir llevando a cuestas y no con el hombre polémico, controvertido, dispuesto siempre al combate dialéctico, a decir sus verdades pese a quien le pese. Pero se trata de un espejismo, un espejismo fugaz que dura el tiempo que tardan todas las figuras inanimadas que llenan la estancia en hacerse familiares, en perderse en el túnel del tiempo. Los derroteros de la conversación conducen irremediablemente al presente, al presente de quien reconoce estar un poco cansado de su imagen pública, de esa irremediable necesidad de discutir, de discutirlo todo, siempre.

 

Empezamos hablando de El traspié (Anagrama), una breve y estimulante comedia filosófica que nació para ser representada en TVE hace ya 20 años y que ahora se ha decidido a reescribir por completo. La que es su última entrega hasta el momento gira en torno a Schopenhauer y, curiosamente, hablando de Schopenhauer, a través de las afinidades y distancias con el pensador, se toca irremediablemente a un Savater retirado ya de la enseñanza, que ha dejado atrás los apuntes, el bullicio de los jóvenes en las aulas. Ahora, según dice, es tiempo de leer, de disfrutar de las carreras de caballos que tanto le han gustado siempre, de charlar con la gente, de tomarse la escritura con más calma. “No me aburro, la verdad, pero ya me voy a ir quitando de tanta agitación”, asegura.

 

- Schopenhauer fue uno de los primeros filósofos que leyó Fernando Savater y uno de los últimos que dejará de releer, según confiesa en El traspié. ¿Cómo fue esa primera lectura, en qué circunstancias, a qué edad...?

- Pues resulta que mi madre había estudiado filosofía antes de la guerra con don Eduardo Ovejero, un profesor importante de la época, que, además, era traductor de Schopenhauer. Cuando yo tenía poco más de 15 años ella encontró la edición antigua de Aguilar, con los tres volúmenes de El mundo como voluntad y representación, traducidos por Ovejero. Los compró y me los regaló. Yo entonces ya era un monstruito que leía muchas cosas (risas) y Schopenhauer tenía frente a otros autores la ventaja de ser muy claro y muy fácilmente entendible. Puede que precisamente por eso no tenga éxito en los ambientes docentes. Los profesores de filosofía vivimos de los autores difíciles, de esos que la gente no entiende y necesitan ser descifrados, pero como a Schopenhauer se le lee y se le entiende mejor que al profesor que quiere explicarlo, se le suele tener cierta tirria o se le deja un poco de lado. Yo no leí al completo esos tres volúmenes que me regaló mi madre, pero sí las partes que me parecieron más sustantivas, más interesantes. Con el tiempo llegué a Nietzsche porque precisamente era un autor que hablaba de Schopenhauer, al que dedicó un apartado de sus Consideraciones intempestivas.


- ¿Qué descubrió el joven Savater en esa lectura temprana, qué fue lo que le aportó?

- Principalmente esa idea de la voluntad como fondo de un mundo que no está gobernado por el bien. La visión de Schopenhauer es la más contraria a las visiones religiosas que existen, porque toda visión religiosa, de un tipo o de otro, parte del hecho de de que nosotros, los seres humanos, somos los malos, los pecadores, y en cambio la naturaleza, el cosmos o la idea suprema, llámese Dios o lo que sea, representa lo bueno. Si algo le irritaba del cristianismo era esa parte consoladora de que el mundo era una especie de creación de un Dios bueno, pero en cambio sí estaba de acuerdo con la tesis de que había que renunciar al mundo, ésa le parecía adecuada porque a él el mundo no le gustaba, a diferencia de Nietzsche. Todo eso a mí me interesó mucho en su día. Encontré un auténtico estímulo intelectual en la idea de la existencia de un Dios malo, tan opuesta a los principios cristianos.

 

“El que le pone condiciones a la vida es que no la ama realmente”

- ¿Y qué hay del pesimismo, del famoso pesimismo de Schopenhauer?

- Bueno, a mí el pesimismo siempre me ha parecido algo tónico, vigorizante. Lo que de verdad me deprime es toda esa gente que siempre busca razones para querer amar la vida. Me parece una actitud similar a la de quienes cuando van a comer un plato determinado tienen que encontrarlo a la temperatura deseada y están pendientes todo el rato de la motita que se le ha caído encima o de cualquier otro pequeño detalle. Eso le pasa a la gente que no tiene apetito. Los que tenemos apetito no nos fijamos en las estupideces de esos cocineros empingorotados. Lo que nos gusta es comer y precisamente por eso no estamos siempre fijándonos en el tipo de salsa que se ha puesto o en otros aspectos similares. En la vida sucede lo mismo. A mí, como soy muy vitalista, me deprimen las personas que están buscando siempre justificaciones para que el mundo esté bien. Hay que amar al mundo tal como es, con sus dolores, con sus frustraciones. El que le pone condiciones a la vida es que no la ama realmente.


- ¿Sigue estando vigente Schopenhauer? Como se pone de manifiesto en El traspié, él mismo decía que en la posteridad aguantaría 27.000 años.

- Lo decía y la verdad es que actualmente es uno de los autores que más se sigue leyendo, partiendo por supuesto del hecho de que los filósofos son siempre unas lecturas minoritarias, para nada masivas. Él es de los que siempre están presentes, no su obra entera, pero sí selecciones de la misma. Yo hablo en mi libro de la que hizo en su día el novelista Vicente Blasco Ibáñez en la editorial Prometeo, que dirigía en Valencia, bajo el título “El amor, las mujeres y la muerte”. Era un primer compendio de textos del libro Parerga y paralipómena, que se hizo muy popular y que todavía se sigue reeditando. Además, hay que tener en cuenta que Schopenhauer ha sido mucho más leído por los artistas que por los propios filósofos. Los que empiezan la carrera de filosofía comprueban que se le menciona poco, que se alude a él como una especie de pensador original, extravagante, pero en cambio la mayor parte de los creadores, sobre todo de la última mitad del siglo XIX y principios del XX, lo consideraban el filósofo por excelencia. Esa era la opinión de Proust, de Borges, de Pío Baroja... En sus textos encontraban esa visión del mundo como una apariencia que podemos reinterpretar desde nuestra voluntad, como una especie de combate permanente entre el deseo y las realizaciones. Todo eso, que luego a través de Freud se ha convertido casi en un tópico, está en el fondo en Schopenhauer. Y además de de sus ideas esenciales, Schopenhauer tiene análisis muy profundos sobre asuntos como la risa o la homosexualidad -él fue de los primeros filósofos que habló de la homosexualidad-. Hay muchos temas que son como corolarios de su obra y que están descritos con esa fuerza expresiva que tenía y que le hace tan interesante.

 

“En todas las épocas se ha tenido la sensación de que tan malo como entonces nunca ha sido el mundo”

- A través de su libro, las ideas, las observaciones de Schopenhauer resultan muy cercanas al presente. Escribía del reinado de la estupidez, refiriéndose a su época, y expresaba sus dudas sobre el buen discernimiento de las generaciones futuras. “Los hombres de mañana serán igualmente abyectos, traicioneros, lo doy por seguro”, decía. Denominaba a los políticos “males genéricos de la naturaleza humana” y criticaba su arrogancia, su rapacidad y corrupción.

- Es que si nos asomamos a la Historia nos damos cuenta de que siempre se ha creído eso y se han formulado críticas semejantes. En todas las épocas se ha tenido la sensación de que tan malo como entonces nunca ha sido el mundo. No existe una etapa en la que se haya pensado que todo el mundo era inteligente, bueno y honrado. Jamás se ha dado eso. Las quejas se han repetido una y otra vez. Borges tiene un cuento, que viene al caso, donde habla de un antepasado suyo y dice: “le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”. Ante la frecuente  impresión de haber tenido en nuestra vida la mala suerte de conocer a mucho sinvergüenza, a mucho idiota, sólo tenemos que mirar al pasado, al siglo XVI, por ejemplo, para comprobar que ese tipo de gente existió en la misma medida, que entonces tampoco toda la gente era estupenda. Y en cuanto a los políticos y la corrupción, que tanto nos escandaliza ahora, tenemos que saber que desde siempre, desde los griegos, ha habido corrupción. ¿Qué sucede, que los que están representados en las estatuas eran todos buenos y a nosotros nos han tocado los malos? Pues no, los gobernantes de las estatuas no eran tan diferentes, aunque, por supuesto, no basta con tener esto claro. Hay que conocer las variantes, las circunstancias concretas de cada época, porque el siglo XIX no es el XX ni el XXI. No lo es ni en lo que respecta a la población, ni a la economía, ni a la tecnología... Schopenhauer resulta cercano, claro. Los filósofos no piensan exclusivamente en el presente, piensan en los seres humanos. Cada pensador es hijo de su tiempo, está al tanto de las circunstancias históricas, de los avances científicos del momento que les toca vivir, pero en última instancia sobre lo que reflexiona es sobre el ser humano dentro de esas circunstancias. Y los seres humanos son muy parecidos en todas las épocas. Pueden llevar una toga como los romanos o un iPad como sucede en la actualidad, pero en el fondo se parecen mucho, y eso es lo que busca, lo que le toca al filósofo.


- Otra de las ideas de Schopenhauer es la de que la vida es hermosa para ser contemplada, pero no para ser vivida. En eso no coincide para nada con su visión vitalista.

- No, en absoluto. Yo en eso soy más de Nietzsche que de Schopenhauer. La belleza para él es la contemplación de algo que vivido no tiene ninguna gracia. Por ejemplo, pensemos en un paisaje que suele gustarnos mucho, el del mar embravecido, que es precioso, y demos un paso más allá hasta plantearnos que nos encontramos en una barca en medio de toda esa belleza. Eso ya no nos iba a gustar en absoluto. Ahí es donde se sitúa Schopenhauer, en ese disfrute del mundo que se da cuando se nos apacigua la voluntad de vivir y vemos las cosas que en él acontecen como si no fueran con nosotros. Por eso disfrutamos tanto con las tragedias que nos muestra el teatro o el cine, porque no estamos ahí metidos. A nadie le gusta que le suceda una tragedia, pero verla representada es algo distinto. Puede resultar hasta divertido.

 

- Además de Schopenhauer, ¿qué otros filósofos le impactaron en sus comienzos?

- Bueno, recuerdo especialmente La sabiduría de Occidente, de Bertrand Russell, que ha sido uno de los autores a los que he sido devoto a lo largo de toda mi vida. Este título en concreto lo leí cuando tenía 15 o 16 años. Era una historia de la filosofía ilustrada, de las que hoy son tan comunes y que entonces resultaban bastante raras. Se convirtió en una especie de guía que me acompañó durante mucho tiempo. Pero al principio lo que a mí realmente me gustaba eran las ficciones, la literatura. Yo he escrito mucho de la infancia y puedo decir que conservo bastante fuera al niño que fui, no lo tengo para nada encerrado, sino que está muy presente. Después de Ética para Amador, el libro con el que he tenido más éxito ha sido La infancia recuperada, que está dedicado a mis lecturas de entonces. Ahí está todo, poco más puedo decir.

 

Llegados a este punto hagamos un inciso y abramos las páginas del libro como quien se asoma a una ventana y ve ante sus ojos distintas escenas de un ayer que no acaba de irse, que sigue siendo presente: el niño Savater devorando historias de aventuras, del oeste, de fantasmas, de futuros soñados, sobre todo una particular temporada de la niñez en que por motivos de salud hubo de guardar cama y que recuerda como un prodigioso lapsus de felicidad. “La historia más hermosa que jamás me han contado es La isla del tesoro. Raro es el año que no la releo al menos una vez; y nunca pasan más de seis meses sin haber pensado o soñado con ella”, confiesa Savater, del mismo modo que asegura conservar a Guillermo Brown sentado en la alfombra del alma, jugando con su escopeta de corchos o chupando pensativo una enorme barra de regaliz”. Moby Dick, Veinte mil leguas de viaje submarino, El mundo perdido, de Conan Doyle, La guerra de los mundos, de Herbert George Wells, las exóticas andanzas de Sandokán y tantos otros títulos y personajes asoman en unas páginas cargadas de pasión y de enseñanzas. Por ejemplo, la reflexión sobre la audacia a partir de “La isla del tesoro” o sobre la epopeya del esfuerzo y la perseverancia, contenida en “Viaje al centro de la tierra”. Todo en la memoria del adulto consciente del nutriente de esas fuentes a las que se acercó a beber y cuyo sabor permanece intacto.

 

- ¿Los niños de hoy, con tanto ordenador, se están perdiendo todo esto?

- ¿Qué puedo decir...? Algunos de los autores que a mí tanto me gustaron se siguen leyendo, por ejemplo Jack London, pero Salgari ya no se lee, ni Julio Verne en igual medida. Puede que obras como La isla del tesoro o Los tres mosqueteros  hayan resistido el paso del tiempo, pero no los libros de vaqueros, que tanto nos encantaban por esa época. Ya no los lee nadie y ningún niño de hoy sabe quién es Guillermo Brown. El equivalente podría ser Harry Potter. En fin, cada época va imponiendo sus gustos. Tampoco vale de nada lamentarse.

 

- Al principio de la charla apareció su madre en escena. ¿Fue decisiva en su formación lectora?

- Por supuesto. Mi madre me influyó desde el momento en que era ella quien me compraba mis primeros libros y me animaba a ir descubriendo cosas. Era una gran lectora y me fue orientando. También le gustaba mucho discutir, era una polemista temible, y estoy seguro de que mi gusto por la discusión arranca de ahí. Yo discutía mucho, de todo, con ella. Era una mujer religiosa y me gustaba llevarle la contraria desde mi incipiente rebeldía. Lo hacía porque mis ideas eran contrarias a la suyas, desde luego, pero también porque me encantaba tenerla como contrincante y si estábamos de acuerdo no había discusión posible. Schopenhauer decía que el carácter es eterno y que no hay manera de modificarlo, pero el mío se ha modelado en buena medida gracias a esas charlas tan encendidas con mi madre, de eso estoy convencido (risas).

 

- ¿Qué influencia ha ejercido en su manera de ver el mundo su tierra de origen, el País Vasco, San Sebastián?

- Muchísima. Yo he sido siempre muy donostiarra y San Sebastián ha sido el lugar del corazón, la geografía a la que he estado más vinculado. Permanece en mi imaginación y no puedo estar mucho tiempo sin volver allí. Incluso en las épocas en las que lo he tenido más complicado, siempre he querido regresar. Es uno de esos sitios en los que uno se acaba reconociendo.

 

“Una enseñanza laica es básica en toda democracia”

- La ética ha sido el motor que ha movido gran parte de la obra de Fernando Savater como pensador. ¿Cree que ahora mismo, en las sociedades actuales, la ética es una asignatura pendiente?

-Bueno, en lo que respecta a mi obra, prefiero hablar de la filosofía de la acción. A mí lo que me ha interesado siempre son los motivos y los valores de la acción, la idea de que la libertad necesita motivos y hay que reflexionar a fondo sobre esos motivos. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, lo que yo creo es que tanto la ética como la filosofía deberían ser asignaturas propias de un bachillerato laico. Considero que una enseñanza laica es básica en toda democracia; después de todo tanto la filosofía como la ética nacieron con la propia democracia, a la vez, en el mismo sitio, en la misma época. Están fuertemente vinculadas. Lo que la democracia representa en el terreno político, la filosofía lo representa en el terreno intelectual. En ambos casos se impone la idea de que el portavoz del sentido es el individuo libre y no una colectividad legendaria y tradicionalista. En España venimos de 40 años de religión obligatoria en los colegios. Hubo un momento en el que la ética fue una alternativa, pero siempre se ha mantenido la religión. Nadie, ningún gobierno se ha atrevido a romper el concordato con la Iglesia que obliga a tener la religión en las escuelas y los capellanes en mitad de los regimientos. La asignatura de Educación para la Ciudadanía nunca llegó a cuajar del todo, los socialistas la incluyeron en los planes de estudio, pero de manera muy tímida, y ahora los populares la han suprimido directamente. Eso va en contra de lo que debería ser el conocimiento y la formación de ciudadanos en una democracia moderna.

 

Otro inciso. Mirada al pasado reciente. 1991. Felipe González, al frente de los socialistas, había iniciado su tercera legislatura y gobernaba un país que ya formaba parte de la entonces denominada Comunidad Económica Europea, un país inmerso en la euforia de la prosperidad económica que tuvo su colofón un año después, con la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla. ETA era entonces la  principal preocupación, el gran temor de un pueblo que se adaptaba a la imagen del éxito colectivo a raíz de un proceso de Transición modélico, que tardaría tiempo en ser cuestionado. En esas circunstancias, cuando se asumía con normalidad y complacencia una bonanza que se creía perpetua, Fernando Savater publicaba Ética para Amador un libro que se convirtió en su particular best-seller, que ha acompañado ya a varias generaciones y que sigue gozando de plena vigencia. Fue toda una sorpresa para el autor. Cómo iba a imaginar algo así de una entrega nacida de un encargo. Un encargo motivado por la ausencia de manuales de texto que diesen a los profesores las pautas para enseñar esa nueva asignatura de ética, tan esencial como compleja, que había entrado en las aulas para formar a los ciudadanos modernos, del mañana.

 

“A mí no se me hubiera ocurrido escribir una obra así, pero tenía muchos amigos y amigas que daban clases en institutos y que habían de recurrir a comentarios sobre noticias aparecidas en los periódicos para impartir la asignatura de ética. Ellos me pedían una y otra vez que hablara de circunstancias, de temas concretos, pero yo aproveché la ocasión para explicar la disciplina como yo entendía que se podía contar a un joven”, comenta Savater, quien una y otra vez insiste en que él más que filósofo ha sido profesor de filosofía. “Esos amigos docentes”, prosigue, “entendían que la ética tenía que ser transversal, que no sólo debía concentrarse en una materia, sino que debía planear, de manera difuminada, sobre todas las asignaturas, para lo que era necesario que el conjunto de los profesores se implicara aportando el ejemplo de sus propias conductas. Yo le daba vueltas a todo eso y me parecía un gran reto enseñar ética a niños que no habían leído a Spinoza, ni a Kant. Se trataba de transmitir que la ética es una cosa de cada cual, que estamos destinados a inventar nuestro destino sin segundas oportunidades, que podemos equivocarnos y cometer atrocidades, pero también, en base a los errores cometidos, ir transformando nuestras vidas e ir inventando sus contenidos. Yo no me creo que porque se impartan clases de ética en las escuelas la gente se vaya a volver buena, pero sí creo que es muy importante para el desarrollo intelectual, de la sensibilidad valorativa, de la reflexión acerca de porqué actuamos como actuamos. Con todo esas ideas en la cabeza, me puse manos a la obra y al final publiqué el libro en una editorial pequeñita de Barcelona, Ariel, sin pensar en absoluto que eso iba a tener tanto éxito”.

 

- ¿Influyó el hecho de ser padre, de tener un hijo, en el enfoque, en esa cercanía a través del diálogo que es, sin duda, uno de los grandes aciertos de la obra?

- Bueno, eso ayudó. Mi hijo entonces tenía 15 años, que era un poco la edad de los adolescentes a los que tenía que dirigirme, y se llamaba Amador, que quedaba bien para un título. Si su nombre hubiera sido Eufrasio, lo habría desechado (risas). Yo tenía miedo de ponerme demasiado doctoral, esa era mi preocupación cuando empecé a escribir. Lo que me interesaba era hablar directamente con el joven, pero no desde el punto de vista del profesor. Esa fue la gracia del libro, lo que hizo que tanta gente llegase a conectar con él.

 

- ¿Ha cambiado mucho el Fernando Savater que escribió Ética para Amador?

- Inevitablemente, espero que sí. Hay constantes que permanecen inalterables: aficiones, gustos... pero me molestaría seguir siendo exactamente igual, permanecer estático a través del tiempo como si fuera una pirámide o algo por el estilo. Yo soy una persona que lee varios libros todas las semanas; que ve películas; que disfruta en el trato con otros seres humanos. Todo eso, todas las cosas que he ido viviendo, me han cambiado, a lo mejor para bien, y espero que siga sucediendo así, sin perder de vista el paso del tiempo, claro. El envejecimiento es un proceso que no suele ser muy bueno, pero que nos transforma.

 

“La ventaja de la vejez es que nos quita lo más nocivo de la vida, la idea de futuro, y entonces se puede vivir de verdad el presente”

- ¿Qué ha ganado Fernando Savater con la edad y qué ha perdido?

- La pérdida es lo más fácil de percibir. ¡Hay tantas cosas que pierde uno con la edad! La humillación de la vejez consiste en que nos quita muchas de las cosas sin las cuales no podíamos vivir, pero precisamente también por eso es un ofrecimiento, un regalo, la demostración de que podemos vivir sin mucho de lo que considerábamos esencial. Sobre todo nos quita algo que es de lo más dañino para la vida, la idea de futuro. Cuando eres viejo ya no tienes futuro y es entonces cuando puedes vivir el presente de verdad. Esa es una ventaja. Y si tienes cierto ánimo deportivo la vejez convierte la vida en un deporte de riesgo. Todo, absolutamente todo, ya puede ser fatal y eso proporciona una emoción especial al vivir. Yo, que siempre he disfrutado de las pequeñas cosas y por supuesto de las grandes, ahora soy consciente de que debo resignarme a cultivar las pequeñas porque he perdido muchas de las grandes, algunas de las cuales, confieso, no dejo de echar de menos.

 

- Cuando escribió Ética para Amador tenía un hijo y pensaba en las enseñanzas que quería transmitirle, pero al mismo tiempo, me imagino que emergía la imagen del Savater joven, que pensaba en sus anhelos de entonces, en todo aquello que le hubiera gustado recibir a sus 15 años.

- Bueno, esa fue una de las mayores dificultades, porque cuando escribí el libro ya tenía una cierta edad, más de 40 años, e irremediablemente no me situaba ante un joven de 15 años real sino ante el que yo fui, que era algo muy distinto. Un chico de esa edad de mi época no tenía nada que ver con uno de principios de los 90 ni mucho menos con uno de hoy. Es algo muy complejo porque el proceso de maduración ha ido en aumento en muchos aspectos y en otros, en cambio, no se termina de madurar de la misma manera. La relación con las tecnologías, con las marcas comerciales, etcétera, era algo impensable en mi etapa de adolescente. Yo tenía que pasar por encima de eso, vencer esa distancia, intentar hablar al joven en lo que los 15 años tienen de permanente. Ahí sí me ayudó tener un hijo de esa edad. Fue decisivo para llegar al joven que yo fui, al que vivía en el momento presente en que escribía y quizás al del futuro. Por eso precisamente renuncié a utilizar una jerga juvenil, lo cual fue una tentación, y me decidí por un lenguaje neutro, incluso más culto de lo esperado. Si hubiera optado por el otro camino, si hubiera recurrido a las expresiones habituales en ese momento, probablemente el resultado habría empeorado, el libro se habría convertido con el tiempo en algo mucho más anticuado.

 

- Amador ya ha crecido, ha tomado, como su padre, el camino de las letras, de la reflexión. Escribe en medios de comunicación... ¿Tiene algo que ver con la persona que Savater soñó que podría llegar a ser, ha sido usted de esos padres que tienden a proyectar el futuro de sus hijos?

 

- Yo me alegro de que los intereses de mi hijo sean la lectura, el pensamiento, los problemas sociales. La verdad es que si se hubiera dedicado a broker en la Bolsa me habría gustado mucho menos, pero fuera de eso... Yo creo que la idea de padre o madre debería tener una fecha de caducidad, como los yogures. A mí me gustaba el niño. Guardo la foto del niño de 8, 9, 10, 11, 12 años... Pero ahora ese niño ya se ha convertido en un señor de 38 años, un señor con barba que me parece muy bien y al que le deseo lo mejor del mundo, pero a veces cuando estoy con él tengo la sensación de que es mayor que yo (risas). Ya no me siento como antes. Uno es padre del niño; el otro ya es hijo de sí mismo.

 

- Pero, ¿Cuál es la relación con ese señor que fue su niño?. ¿Ha mantenido con él las vibrantes discusiones que entabló con su madre?

- Por prudencia mutua mi hijo y yo procuramos mantener los temas más controvertidos fuera del ámbito familiar. Los dos tenemos mucho carácter, aunque debo decir que el mío es peor que el suyo, y si a esas ciertas cosas que siempre hay entre padre e hijo, encima le introducimos temas para el enfrentamiento, pues nos amargamos la vida y le amargamos la vida a la familia. No merece la pena, cada uno tiene sus propias ideas y nos respetamos mutuamente, aunque es inevitable que de vez en cuando haya roces sobre temas en los que pensamos de manera distinta.

 

- ¿El 15-M, por ejemplo?

- Bueno, pese a que algunos lo creyeron así, yo nunca llegué a rechazar lo que supuso el movimiento 15-M, aunque sí critiqué que se atacara a las parlamentarios en Barcelona y sostuve que eso no se podía quedar ahí, que tenía que pasar a la participación, a la acción política. Eso es algo de sentido común, que sigo pensando y en lo que el tiempo me está dando la razón.

 

- Recientemente, como una secuela de Ética para Amador, publicó Ética de urgencia, donde precisamente habla del 15-M, de las nuevas tecnologías, de las fisuras del capitalismo y la democracia, e irremediablemente de las grandes cuestiones: la libertad, la solidaridad, la muerte... ¿Qué supuso enfrentarse a la misma situación?

- Ética de la urgencia  es simplemente una conversación con jóvenes que se han educado y que han leído mi Ética para Amador de hace 20 años. Su pretensión fue ver sobre qué problemas ellos están proyectando ahora esas reflexiones éticas. No es un libro escrito sino hablado por mí con los jóvenes. La imposición del tiempo, su carácter urgente, de actualidad, tiene más que ver con los temas concretos sobre los que esos amigos que daban clases en institutos me pidieron que hablase en su día: el divorcio, la píldora, la bomba atómica. Entonces yo dije que no, que no me veía con autoridad para decir lo que se tenía que pensar sobre tales asuntos, que yo hablaría del fundamento de la ética a partir del cual se podría reflexionar sobre todo eso y sobre cualquier otra cosa. No aludí a ninguno de los problemas circunstanciales del momento y gracias a eso la obra ha durado 20 años y ahí sigue. En cambio, ahora sí, en Ética de urgencia sí se habla de las cosas que hoy están preocupando, con el convencimiento de que probablemente dentro de cinco años esos problemas, al menos algunos de ellos, ya no serán los mismos, serán sustituidos por otros.

- Fernando Savater ha escrito muchos libros de pensamiento, pero también de ficción. La ficción ha sido su debilidad, su pasión, y sin embargo, pese a ganar premios como el Planeta, no ha tenido la misma repercusión en ese territorio.

- Lo cierto es que yo, ante todo, siempre he sido un escritor. Un escritor que se ha dedicado al pensamiento, a la enseñanza de la filosofía, porque tenía que ganarse la vida, pero que siempre quiso construir ficciones, inventar historias y que nunca ha dejado de escribir novela y teatro. El problema es que esa parte se ha quedado más oculta, por decirlo de algún modo, y la gente me ha encasillado en facetas como la del autor de Ética para Amador. Ahí conseguí alcanzar ese punto tan difícil de llegar a conectar con muchísimas personas, pero tras el éxito si algo tuve claro es que eso no podía convertirse en una especie de bloqueo para el resto de mi vida. Ha sido algo estupendo, pero debo reconocer que me fastidia un poco el hecho de que cosas mejores que he escrito en el campo de la ficción no hayan sido reconocidas en igual medida, que hayan pasado más desapercibidas.

 

- ¿De los libros de ficción que ha escrito cuál prefiere?

- Hay uno de teatro, El último desembarco, que es el que más se parece a lo que yo he querido hacer siempre, y en el terreno de la novela  está Los invitados de la princesa, que considero lo mejor que he escrito nunca. Lo que tiene de bueno la ficción es que no necesitas estar exponiendo continuamente tu opinión, lo que tú crees de las cosas. Cuando me pongo a escribir de ética tengo que contar lo que pienso, pero la ficción me permite inventar situaciones y personajes con los que no tengo nada que ver, que pueden tener creencias completamente contrarias a las mías. La trama es una narración, no una argumentación, y para mí pasar del mundo de las argumentaciones al de la narración es muy satisfactorio. Con Los invitados de la princesa hice durar el proceso de la escritura un par de años porque me gustaba refugiarme un poco en la historia que estaba contando, en su mundo, en sus atmósferas. Eso es algo inusual en mí. Tengo la mala tendencia de escribir muy deprisa, empiezo las cosas con mucho entusiasmo pero a los pocos meses estoy deseando acabar y cambiar de tema. La ficción me ha impulsado a dejar atrás la prisa, pero también sucede que aquellos géneros en los que te encuentras más seguro son los que te proporcionan más placer. Por eso cuando escribo un artículo corto, que sé que me va a salir bien, estoy muy satisfecho, mientras que una novela es un reto mucho mayor, hay que esforzarse más y eso produce mayor inquietud, inseguridad.

 

- Schopenhauer, Bertrand Russell... ¿Y ahora?, ¿sigue habiendo descubrimientos o se ha quedado anclado, por decirlo así, a un autor de cabecera?

- Bueno, ahora ya estoy en la fase de las relecturas. Si tuviera que quedarme con algún filósofo, cosa que afortunadamente no sucede porque la gracia de la filosofía es que es se trata de una tradición, de una corriente en la que todo el mundo se aporta cosas, elegiría a Spinoza. Ha sido el filósofo que más me ha interesado después de esos primeros escarceos y quizás hoy, en cierta medida, mi visión del mundo se parece más a la de Spinoza que a la de ningún otro. Me lo sé mucho, bastante, pero sigo leyéndolo.

 

- ¿Y en cuanto a los filósofos actuales, de su tiempo: Sloterdijk, Morin...?

- A Sloterdijk lo leo mucho. Hemos coincidido muchas veces y yo hice el prólogo de la primera obra suya que se publicó al español. Curiosamente, nacimos el mismo año: yo, el 21 de julio y él, el 22. Nos llevamos apenas un día y yo siempre que estamos juntos hago bromas. Le digo cosas como: “Haz caso a tus mayores. Tú todavía eres joven, cuando llegues a mi edad, ya sabrás...” (risas). Me interesa mucho, sí, y he leído también a Edgar Morin, a Gianni Vattimo, que también es mi amigo. Por supuesto que estoy al tanto de mis contemporáneos, pero sucede que llega un momento, cuando se alcanza mi edad, en que uno tiende a releer a los clásicos. El problema de quienes hemos leído mucho desde jóvenes es que nos hemos acercado a los grandes autores demasiado pronto, no solamente a los filósofos sino a los grandes narradores. Si has leído Crimen y castigo  con 15 años no te has podido enterar de todo lo que encierra. Te ha impresionado, pero no tiene nada que ver con la lectura que puedes hacer años después. Y no digamos con otras obras mucho más relacionadas con la madurez como Madame Bovary. Yo ahora tengo el afán de volver a releer cosas a las que me acerqué en su momento un poco de pasada, tanto en el ámbito de la literatura como en el de la filosofía. Voy a volver a Platón ahora que ya no tengo que dar clases y que no tengo que leerlo pensando en los apuntes. Voy a leerlo por gusto, de manera relajada. Eso me parece magnífico. Y, por supuesto, en lo que respecta a la ficción, sigo muy apegado a la literatura popular, a las novelas policiacas, de terror, de ciencia-ficción. Me gusta seguir a los autores que van a apareciendo en estos géneros. El descubrimiento de Fred Vargas en Francia, por poner un ejemplo, me ha dado grandes alegrías últimamente.

 

“Haberme convertido un poco en hombre anuncio de mí mismo no deja de resultar un tanto pesado”

- Fernando Savater es un hombre de muchos matices y perfiles: profesor de filosofía, escritor, hombre de teatro y personaje público, muchas veces controvertido, polémico. ¿Hasta qué punto ese personaje ha podido llegar a eclipsar, a perjudicar a los demás?

- Sí, efectivamente. Ha llegado un momento en el que todo parece condicionado por esa imagen. A los amigos les parece bien cómo actúas y lo que dices y a los enemigos les parece mal, pero ya ni unos ni otros te hacen caso respecto a lo que verdaderamente estás haciendo. Unos te dan la razón, un poco como a los locos, porque eres amigo o porque comparten tus opiniones, mientras los otros te niegan el pan y la sal sin llegar a escucharte siquiera. Haberme convertido un poco en hombre anuncio de mí mismo no deja de resultar un tanto pesado. Lo tiñe; mejor lo destiñe, todo. Tal vez he entrado demasiado en la polémica, no he sabido resguardarme tan bien como esos autores que caen bien a todo el mundo, que son elogiados tanto por la izquierda como por la derecha. No sé. Tal vez, simplemente, han tenido más suerte.

 

- ¿Siente que determinadas polémicas le han desgastado, que han requerido demasiadas energías?

-  En momentos concretos, sí. Hay ocasiones en las que uno llega a obsesionarse demasiado y yo, que soy una persona muy colérica, muchas veces me he enfadado conmigo mismo por haber llegado a implicarme tanto con determinados asuntos. Pero, ¿cómo he podido prestar tanta atención a esto con la cantidad de cosas mucho más interesantes que hay en el mundo?, me he reprochado muchas veces a mí mismo. ¿Cómo me he centrado tanto en personas con tan poca sustancia con la cantidad de gente que hay que merece mucho más la pena?. No sé... Tal vez aquellas antiguas discusiones con mi madre tienen la culpa de este cariz polémico que me ha acompañado siempre (más risas).

 

“El nacionalismo es una de las fuerzas reaccionarias más potentes que existen”

- Uno de los asuntos que más parece irritarle es el de los nacionalismos. Y, como usted mismo ha dicho, cuesta salir indemne cuando se ejerce la crítica al respecto.

- Así es. La verdad es que no deja de sorprenderme el éxito que ha tenido el nacionalismo. Cuando se es marxista o liberal, algo de bibliografía tiene que haber detrás, pero para ser nacionalista basta con sentirte de un lugar concreto. Debe ser que las ideologías más simples, para tontos, son las que más posibilidades tienen de extenderse. En mi opinión el nacionalismo es una de las fuerzas reaccionarias más potentes que existen. Como todo el mundo sabe, ha sido fatal durante el siglo XX, desgraciadamente ha provocado cosas atroces, y lo sigue siendo en nuestra época. Es malo el nacionalismo de los grandes países porque dificulta las uniones internacionales, como estamos viendo en la Unión Europea, y por supuesto también es negativo hacia dentro porque es un elemento disgregador en nombre de supuestas identidades inmutables de los estados modernos, que están basados precisamente en el ensamblaje de lo diferente y no en la perpetuación de lo único. En mi caso, lo que sucede es que hay demasiadas asociaciones de ideas erróneas, ciertos estereotipos que funcionan y a los que mi actitud no responde. Cuesta entender que ser españolista no es ser conservador; que el nacionalismo y el separatismo son las cosas más reaccionarias del mundo aunque se tiende a relacionarlas con la izquierda. El problema son los epítetos. Yo he procurado ser siempre progresista, pero, claro, el progreso tienes que buscarlo dónde está, no donde otros han querido ponerlo. Pensemos en la República, en la Constitución republicana del año 31. Lo primero que nos dice es que en España hay solamente una lengua oficial, que es el castellano, y que las demás lenguas serán respetadas pero no consideradas oficiales. Eso no lo dijo Franco, lo dijo la República, y así muchas otras cosas. Manuel Azaña, Indalecio Prieto, y tantos otros, tenían ideas diferentes, pero coincidían en que eran españoles y no otra cosa. Pero ahora mismo han surgido personajes reaccionarios de diversas tribus que parecen ser los progresistas. Eso a los republicanos de aquella época, pienso, por ejemplo, en María Zambrano, les habría parecido una cosa bastante risible.

 

- ¿Se siente un incomprendido?

- No. Eso es un poco ñoño. Prefiero pensar que si no se me comprende será que no he sabido explicarme bien. No. No creo que la gente me tenga que prestar tanta atención. No soy un enigma de otro mundo (risas).


- Es contradictorio abrazar el nacionalismo en la época de la globalización, pero ¿no resulta la globalización igualmente dañina?

- La globalización es un hecho, el impulso del ser humano le conduce  precisamente a ir rompiendo fronteras y separaciones. La primera globalización fue la de la Iglesia Católica y hoy todos estamos conectados, todos llevamos en el bolsillo un adminículo que nos permite entablar comunicación con los lugares más remotos. Podemos enterarnos de las noticias de lo que ha ocurrido en la otra parte del mundo al minuto. Todo eso, por supuesto, tiene aspectos positivos y aspectos negativos: los capitales se deslocalizan, las empresas buscan a los trabajadores que menos cobran y que menos derechos tienen porque eso abarata sus costes. Pasó lo mismo con la electricidad, que tuvo muchas cosas buenas, pero también dio lugar a la silla eléctrica. Todos querríamos una electricidad sin silla eléctrica y una globalización sin sus aspectos malos. Pero las cosas no funcionan así.

 

- ¿Qué reflexiones le despierta la actual crisis económica?

- Para mí es una manifestación de los errores que ha habido en el sistema, de los controles que debían funcionar y no lo hicieron. Una cosa es el capitalismo de producción de bienes y otra cosa es el capitalismo de la especulación, que se ha disparado, que se ha conducido sin control. Y precisamente todo esto demuestra que los Estados son necesarios, que son ellos los que deben establecer las necesarias garantías de juego limpio. Yo siempre he creído que la socialdemocracia es el sentido común aplicado al mundo, lo que pasa es que también se ha demostrado que mucho socialdemócrata no ha sabido cómo actuar de acuerdo con sus principios.

 

“Las democracias siempre han estado en peligro, desde Atenas”

- ¿Hoy están en peligro las democracias? ¿Cómo se ha llegado a la pérdida de confianza en los políticos que existe actualmente?

- Siempre, las democracias siempre han estado en peligro, desde Atenas. Es un régimen peligroso. Juvenal ya hablaba de los males de su tiempo, que sirven también para el nuestro. La pregunta sigue siendo: ¿quién controla a los que ejercen el control? Parece que los seres humanos siempre necesitamos a otros que vigilen al vigilante. La pérdida de confianza que vivimos hoy en España se debe precisamente a que muchos controles han fallado. Y no ha sido porque no existieran sino porque quienes tenían que aplicarlos fallaron, miraron para otro lado, guiñaron el ojo... En el Evangelio ya hay una parábola en la que el capataz de una finca acuerda con los deudores bajarles la deuda para asegurarse tener amigos fuera en el caso de ser despedido. La corrupción ya existe en el Evangelio y ahora estamos viviendo eso a gran escala. Pero no nos engañemos. Los casos de corrupción llevaban un tiempo produciéndose, en estos momentos están surgiendo los responsables. Mucha de la gente que ahora se indigna es la misma que estaba contenta antes. Si llega a seguir la burbuja la mayoría seguiría igual de satisfecha con el sistema. Lo que les ha hecho despertar es que sus intereses se han visto perjudicados. En ese momento es cuando nos volvemos buenos y hablamos de la transparencia. Hay que ejercer un poco la autocrítica. Incluso los más ignorantes en estos temas, entre los que me cuento, ya sospechábamos algo de todo esto cuando las cosas iban bien. ¿Cómo era posible, por ejemplo, que hubiese tanta gente con segundas residencias, o que se pidiese hipotecas para todo, incluso para bodas y comuniones? No había que ser un genio para sospechar algo. Yo no quiero decir que todo el mundo viviera por encima de sus posibilidades. No es eso, pero sí es cierto que se creó una cierta insensibilidad y que nos parecía bien lo que sucedía: el hecho de que los jóvenes dejaran de estudiar a los 16 años para ir a servir copas a los turistas por las noches o a trabajar en la construcción. A raíz de Ética para Amador yo me pasaba los días visitando institutos para convencer a los estudiantes de que debían intervenir en política y todo el mundo se me reía en las barbas.

 

- Pese a todo, ¿tiene Fernando Savater una visión optimista del presente?

- Creo que estamos, como en otros momentos de la Historia, ante un espejo que refleja las dos caras, la buena y la mala. Hay una milonga argentina que dice que muchas veces la esperanza son ganas de descansar y yo añadiría que la desesperanza también. Hay gente que dice: “no te preocupes, que todo se arreglará solo, con el tiempo”, e inmediatamente se va a echar la siesta. Hay otros que dicen: “no hay nada que hacer y por lo tanto me voy a tomar una ración de gambas”. Ni unos ni otros hacen nada. Los que despotrican o los que celebran se quedan sin actuar. Mi visión es muy sencilla: hemos nacido rodeados de males y vamos a morir rodeados de males. A lo más que podemos aspirar es a que los males del final no sean los mismos que los del principio.

 

“Luchar contra los terroristas me ha mantenido vivo, alerta”

- Uno de los conflictos en los que más energía y más tinta ha gastado ha sido el del terrorismo etarra, del que, como tantos otros, ha tenido que protegerse... Ahora se indigna cuando se habla de proceso de paz.

- Es que yo no sé qué es eso del proceso de paz. Ha habido un grupo terrorista que, afortunadamente, gracias a las fuerzas de seguridad y a algunos que nos hemos molestado un poco, ha sido puesto en cuarentena. La paz es consecuencia de las leyes, de la Constitución, de las instituciones. Lo del proceso de paz es un invento de los etarras, que quieren sacar algo de todo ello. En cuanto a lo que yo he padecido, otros han sufrido mucho más. Lo mío fueron incomodidades, pero la vida de otros se tiñó de tragedia. Ahora, a cierta distancia, puedo afirmar que ETA me ha dado disgustos, pero también reconozco que me ha dado mucha vida. Gracias a la fuerza, al sentido de esa lucha, he mantenido la juventud más tiempo de lo debido. Luchar contra los terroristas me ha mantenido vivo, alerta.

 

- Antes hablábamos del 15-M, de la necesidad de la acción. ¿No le parece que la consecuencia más positiva de aquella explosión de descontento ha sido la movilización y la constitución de plataformas ciudadanas?

- Sí, pero las plataformas ciudadanas no son algo nuevo, las más importantes nacieron en el País Vasco como reacción contra el terrorismo. Gesto por la Paz fue de las primeras. Ahí estuvimos en un momento en el que lo peor no era que un policía te pegara con una porra un día porque se ponía nervioso. Había bastantes más peligros... No consiguieron amedrentarnos, seguimos adelante y eso fue evolucionando. Muchos de los implicados en Basta Ya pasaron a formar partidos políticos. Unión, Progreso y Democracia nació precisamente de gente que estuvo en plataformas ciudadanas. Yo continúo en sus filas porque a la hora de valorar lo que ofrecen unos y otros es el partido que menos me disgusta.

 

- El bipartidismo es uno de los problemas que impiden la regeneración democrática en España, pero la reforma de la ley electoral parece lejana...

- Así es, pero la gente en vez de estar quejándose de unos y de otros lo que debería es buscar otra cosa, que es lo que hicimos nosotros. La ley electoral no solamente no ayuda, sino que es un impedimento. Hay que convencer a los que sacan ventaja de la actual ley electoral para que la cambien y eso resulta muy difícil. Ni los grandes partidos, ni los nacionalistas, van a querer cambiar una ley que les beneficia. Más allá de las siglas de los partidos tiene que ser la ciudadanía la que siga exigiendo, cada vez con mayor contundencia, una transformación.

 

“En una democracia, políticos somos todos”

- ¿Cuál es el consejo que puede dar ahora mismo a tanto ciudadano insatisfecho?

- Intervenir, intervenir en política. En una democracia, políticos somos todos. La visión reaccionaria por excelencia es la que imagina que los políticos, buenos o malos, son como los actores que están encima de un escenario. Y no se trata de quedarse en el patio de butacas aplaudiendo o abucheando a los que lo hacen mal o gritando para que se vayan fuera. No existe esa diferencia. Nosotros también estamos en el escenario. No podemos limitarnos a silbar o aplaudir, tenemos que intervenir, buscar los cauces para hacerlo. Lo que pasa es que vivimos en una sociedad de masas y es difícil que todo el mundo se ponga de acuerdo. Una de las cosas interesantes del 15-M es que ha impulsado las asambleas. La gente se ha reunido en las plazas a debatir y se ha dado cuenta de lo complicado que resulta ponerse de acuerdo. Todos coincidimos en que determinadas políticas o políticos no nos gustan, pero es más difícil decidir qué hacer para cambiar eso. Siempre que se ha elogiado el coraje y el valor que hemos tenido en el País Vasco, yo he dicho que la virtud política por excelencia y la más difícil es la paciencia. Todos podemos ser héroes un día, salir a la calle, dar una patada a una farola..., pero lo difícil es asistir todos los días a reuniones pesadas, tomar decisiones, buscar acuerdos con otros que no te entienden... Esa es la política.

 

- ¿Cómo lleva alguien como usted la adaptación a la era digital?

- Pues la estoy llevando, como todo el mundo. Ética para Amador fue precisamente el primer libro que escribí con un ordenador y ese ordenador ya estará en el museo arqueológico. No estoy a la última en nuevas tecnologías, para nada. Siempre las he considerado medios, no fines, y doy gracias a los poderes celestiales porque nos facilitan las cosas, pero mi vida no gira en torno a ello. No tengo tiempo para dedicar a las redes sociales, por ejemplo, y de nuevo vuelvo a ver los dos lados del espejo. Todo lo que tiene tantísima fuerza es peligroso, se puede utilizar bien o mal. Sucedió con los automóviles y hubo que crear una legislación severa. Ahora tiene que establecerse una serie de prevenciones, de vigilancia, en lo que concierne a Internet. Pero hay mucha hipocresía al respecto. La gente vive en sus casas con las puertas cerradas, como es lógico, pero se escandaliza al saber que puede ser vigilada, que sus datos pueden ser controlados. Queremos sentirnos a salvo de los malos, pero no que nos vigilen... Ahora se critica a los medios de comunicación. Se dice que las empresas periodísticas están en manos de poderes financieros, pero yo me pregunto: ¿qué es google o facebook? Los grandes servidores son los grandes piratas de Internet. No todo es tan simple. Hay muchos matices, tenemos que ser ser un poco menos ingenuos con todas estas cosas, pensarlas un poco más despacio.

 

- La felicidad es un tema que ha preocupado a los filósofos desde siempre. ¿Es posible alcanzar sociedades más felices, no tan volcadas en lo material?

- La felicidad es algo personal. ¿Con qué instrumento la medimos? Hay gente que mantiene la alegría y gente que no. Ante el lucro no tenemos más que renunciar a ello. Nada ni nadie nos lo impide. La felicidad no tiene nada que ver con la sociedad y no hay que olvidar que la del presente es mucho más positiva y mejor que la de hace años: hay una cierta estructura de derechos sociales, de protección; existe libertad de expresión; podemos salir a la calle y protestar. Por supuesto que hay muchos motivos de infelicidad, de disgusto. Pero seguro que si resolvemos los actuales motivos habrá otros que ahora ni siquiera imaginamos.

 

- Tales de Mileto, mientras miraba a las estrellas, se cayó al fondo del pozo y fue visto por una sirvienta que se burló de él. “Que un simple mamífero pretenda comprender el universo resulta bastante cómico, admitámoslo”, leemos en el prólogo de El traspié. ¿Cree que los filósofos de hoy siguen mirando a las estrellas o no les ha quedado más remedio que quedarse a ras de suelo?

- Así comenzó la filosofía, con la caída de Tales de Mileto, y hoy en día los filósofos seguimos cayendo al mismo pozo. Puede decirse que es una enfermedad profesional.

 

Escrito en Lecturas Turia por Emma Rodríguez

A contraluz

24 de marzo de 2014 09:39:06 CET

Un enorme abismo interior relampaguea.

Joan Brossa

 

 

 

 

 

 

 

Nunca más tendrás el silencio en ti.

Tan dentro hurgaste, escuchando el sonido

del origen, que por siempre más hondo

perdurará el fuego germinador.

 

El dolor sufrido por conocer,

crepita en la ceniza de tu mente.

Frotas una y otra vez el papel blanco

y prendes fuego, incendias la memoria.

 

Hay chispas por doquier, avanza el fuego,

salta lindes, nada podrá calmarlo,

tantos son los ojos al rojo vivo,

el universo hirviendo incandescente,

 

tantos lectores en llamas, clamando

el dolor, poeta, que tú has infectado.

Suma el dolor de otros a tu dolor

y oirás el sordo grito del cosmos.

 

 

(Versión de José Carlos Cataño)

 

 

Escrito en Lecturas Turia por Vicenç Altaió

Cuando volví a casa

20 de marzo de 2014 11:25:16 CET

Cuando volví a casa para el entierro de mamá

Julia había pensado en todo. Sólo quedaba

echarme a llorar, pero no lo hice. Fui directamente

a su dormitorio. Las cosas seguían

cada una en su sitio. Nuestros retratos

de primera comunión en la mesilla de noche, el gato

con los anillos de mamá insertados en la cola,

un libro del que sobresalía el marca páginas

hacia el final, su despertador de agujas al que olvidaba

darle cuerda, aunque siempre se despertó puntual

cuando hacía falta estar a una hora para algo

importante. ¿Puedo lavarme las manos? Conoces

el camino, respondió. Voy a preparar un té.

¿Quieres? Si es rojo, sí. De camino al baño

crucé por delante de mi habitación, de la que había

sido mi habitación, pero pasé de largo. Al mirarme

en el espejo comprobé que la espinilla de la ceja

me había dejado un feo cerco rojo. Con agua fría

las ideas parecen volver a su sitio. Solo que hoy

no tenía ideas que ordenar. La toalla todavía

conservaba el perfume de mamá. El de jabón

de Marsella. Mi dormitorio se había convertido

en cuarto de estudio. Con un ordenador

y unas estanterías de tek y un sofá-cama verde

botella. No estaba mal. Sencillo. Práctico. Julia

tenía buen gusto. Voy a subir

al Complejo dentro de un rato, me dijo. De acuerdo.

Puedes dormir en la cama de mamá.

Si no te importa, añadió tras unos segundos

de silencio. No me importa nada. ¿Quieres

que te prepare algo de comer antes de irnos?

Gracias, pero no tengo hambre, mentí. Cuando quieras.

Escrito en Lecturas Turia por Antonio Ansón

De animales

18 de marzo de 2014 08:11:55 CET

 La hormiga persuasiva

 

            Aquella hormiga había nacido elefante. “Os voy a hacer una demostración”, dijo. Trenzó una trompa con sus antenas, ocultó un par de extremidades bajo el abdomen y comenzó a caminar sobre cuatro patas. Ni de lejos parecía un elefante, pero ella insistía en que el hormiguero no era su sitio. Quería unirse a la gran manada y sus padres le dieron permiso. “Pronto se  percatará de su error”, convinieron. Sin embargo, pasó el tiempo y como la pequeña no regresaba, se fueron a buscarla. “¡Aquí no hay nadie!”, lloraron al encontrar la llanura vacía. Ya se marchaban desconsolados cuando una trompa despuntó en la tierra. El suelo crepitó, se desgajó en enormes terrones y del fondo de la corteza, emergieron cien paquidermos. Al frente de todos, venerada como una emperatriz, la tenaz hormiga. Ella les había persuadido de las bondades de vivir bajo tierra y excavando galerías, admitámoslo, la hormiga era el mejor de los elefantes.

 

 

Cucarachas

 

            Una niña atravesó la acera de enfrente. Contaba cucarachas mirando al suelo. Extraño juego para una noche de verano, pensé y la dejé ir. Me sorprendió encontrármela al día siguiente, en otra calle y a la misma hora. La niña volvió a pasar de largo hipnotizada por sus insectos. Tan absorta andaba tras su procesión de caparazones negros que a punto estuve de atropellarla. No volví a verla en mucho tiempo. Recorrí mil veces las mismas avenidas, inspeccioné los callejones oscuros, la busqué acurrucada entre los embalajes de cartón y ayer, por fin, respiré al descubrirla en la otra punta de la ciudad. Anochecía y ya era invierno. Tirité al reconocer su liviano vestido de mangas afaroladas. La melena le ocultaba el rostro y los huesos afilaban sus articulaciones. Esta vez no pude resistirme. Me aposté a esperarla en una esquina y cuando pasó a mi altura, la sujeté por los hombros. “Suélteme por favor. Voy a perderlas”, susurró siguiendo con la vista el último bicho que sorbía la alcantarilla. “Tranquila. No voy a hacerte daño”, le dije. Su cuerpo todavía era más leve en mis manos. “Sólo quiero saber por qué persigues cucarachas”. Ella me clavó sus ojos grises. Tenía las mejillas blancas y los labios transparentes. “Como en el cuento de Hansel y Gretel”, contestó. “Sólo que en vez de piedras blancas, puse cucarachas y ahora no encuentro el camino a casa”.

 

 

Diferente perspectiva

 

“Sobre todo, que siempre sepan quién manda. Éste es un oficio de valientes”, dice el domador veterano y con ademán solemne, entrega el látigo a su hijo. Fuera de la caravana, bajo una luna de pista central, la escena se repite en la jaula de los leones. En el idioma de los leones. “Sobre todo, que siempre crean que mandan —dice el viejo felino—. Retrocede ante su fusta, atraviesa los aros y abre mucho la boca cuando introduzcan en ella su ridícula cabeza. El público aplaudirá y al fin y al cabo, hijo mío, no está mal este oficio de payaso”.

 

 

Cívica condena

 

            Las hormigas atraparon al oso que las devoraba y como eran muy civilizadas y rechazaban la pena de muerte, lo condenaron a cadena perpetua. Lástima que sus cárceles fueran tan pequeñas. Cortaron al oso en pedazos y encerraron cada trocito en una celdita.

 

 

 

DEL AMOR Y DEL DESEO

 

Esposa

 

            Él que una vez, apretando el puño, juró poseer la fuerza de comprimir el carbón para fabricarle diamantes. Él, este día de sesenta años más tarde, se yergue apenas dentro del autobús en marcha. Una mano asida a la barra vertical, la otra apoyada en el respaldo y cuando el vehículo frena en López de Hoyos con Cartagena, soltar ambas como lanzarse desde un trapecio. Es decir, confiar en que ella lo recogerá de nuevo y alcanzarán la salida. Ella que jamás le pidió un diamante por no humillar su puño.

 

 

Avisos de desastre

 

            Conocernos de otra forma. Tal vez tú demasiado viejo y yo demasiado joven. Yo fascinada por los pliegues de tus ojos y tú alentado por los pliegues de mi sexo. O mejor, yo vieja y tú de veinte. Alumno y profesora de plata a la luz de la luna. Quién sabe. Los dos ya muy ancianos o los dos tan críos que nos recordáramos hasta la muerte. Pero la pelota de tu hijo rodó hasta el banco donde yo acunaba al mío. Tu esposa te lanzó un beso desde la colina. Mi marido regresaba con el pan. Al agacharte bajo mi falda, tu mano rozó mi tobillo y abrazaste la pelota como si fuera un ancla. Yo estreché a mi bebé de plomo. Dos vidas tan conclusas que haría falta un cataclismo.

 

 

 

Chicas especiales

 

            Los otorrinos se inclinan por mujeres de laringe angosta. Los endocrinos prefieren muchachas de joviales glándulas secretoras y los podólogos adoran las damas de pronunciada bóveda plantar. Si los hepatólogos se pirran por un enfático conducto biliar y los hematólogos se rinden ante chicas de singular hemoglobina, yo que sueño con hembritas corrientes, díganme: “¿en qué especialidad debo matricularme?”

 

 

DE LA VIDA Y DEL DESTINO

 

Guerra

 

            Los soldados recogían a los supervivientes de su compañía cuando identificaron al capitán  y se arrodillaron ante él.

            —No funcionó —masculló el superior.

            —¡Pero si no está cargado, señor! —examinaron su rifle.

            —A eso me refiero —contestó el capitán—. A la buena voluntad.

 

 

Atentado

 

Que me amenazara con una navaja y que me hiciera andar hasta la parte más frondosa de Central Park; que pateara mi maletín y que me atara las muñecas a un tronco; que me arrancara las bragas y que comenzara a restregar su polla contra mi culo; que escucháramos el impacto y que el fuego avanzara veloz hasta mi oficina. Que oyéramos los gritos y que él me estuviera salvando de todo aquello.

 

 

Fe

 

            La furiosa pregunta despegó de la boca del hombre arrodillado, ascendió a través del ramaje, sorteó los picotazos de los mirlos y sobrevivió a violentas corrientes de aire. Más arriba se enfrentó a una plaga de langostas, alcanzó la exosfera, la termosfera, la estratosfera donde todo estaba oscuro y hacía frío. Incluso las estrellas que brillaban desde la Tierra se iban extinguiendo a su paso. Supo entonces que allí no había nadie. Abandonó su duda en mitad del universo, recompuso el gesto, se secó los ojos y con la misma boca que antes había gritado, besó la tierra que abrazaba el cuerpo de su hijo.

 

 

Retratos

 

            Como algo tiene que comer, el pintor trabaja para la policía. Su misión consiste en dibujar delincuentes según las descripciones que le proporcionan. Lo cierto es que le gustaría ser más indolente, esforzarse menos total para lo que le pagan. Pero no puede. Delinea hebra por hebra los cabellos encrespados por el alcohol y el desánimo. Traza las cicatrices de rostros donde nunca germinó una caricia y hasta los rictus más crueles inspiran ternura perfilados por su mano. La luz de su pincel tiempla los iris asesinos, las bocas malhechoras se disponen a hablar. La palabra compasión. La palabra fragilidad. El pintor es despedido. La policía quería retratos robot.

 

 

 

DE PADRES, MADRES E HIJOS

 

El viaje

 

            Llevaba rato sin oír a los niños y me acerqué a espiarlos. ¡Increíble! Habían construido una nave espacial con dos sillas y una sábana y se habían metido dentro. Todos los cascos eran distintos. Marina llevaba un cubo pintarrajeado; Juan, una caja de cartón y Sergio, una canasta de baloncesto puesta del revés. Para comunicarse usaban vasos de plástico. Pero hablaban y reían bajito porque temían que yo los descubriera y les obligara a abandonar su viaje. Entonces no me atreví y ahora no sé si obré bien. Se han hecho demasiado grandes y cada vez les cuesta más encontrar postura.

 

 

Hijos y casa

 

            Acabo de hacer la cama y arrugan la colcha. Esperan a que limpie el baño para encender los grifos. Dejan huellas sobre el suelo encerado. Si abrillanto las ventanas, dibujan con vaho sobre los cristales. Mientras riego los geranios, desordenan las estanterías. Una vez chamuscaron al canario. Arañan las puertas con tenedores, ensucian la ropa planchada, amputan la porcelana, escalan las cortinas y esconden insectos y tripas de perro bajo las alfombras. Por fin los hijos crecen, me llevan a la residencia y acuerdan vender de una vez la dichosa casa encantada.

 

 

Tubérculos

 

            Tía Adela no era la típica solterona. Era alegre, cultivaba su propio huerto y en la taberna, hablaba con los hombres de tú a tú. Cuando teníamos un hijo, lo envolvíamos en una toquilla e íbamos a su casa a presentárselo. Ella sonreía, posaba su mano sobre la cabeza del bebé y decía: “hermosa cebolla”. Ahogábamos la risa porque su severo glaucoma le impedía distinguir un bulbo de un niño. Así lo comprobamos cuando murió y nos hicimos cargo de sus cultivos. A la sombra de una higuera, brotaban manitas.

 

 

‘Les Luthiers’

 

            Mi padre murió sin haber visto a ‘Les Luthiers’ y a mí me remuerde la conciencia. Él los adoraba y yo nunca encontré el momento de acompañarlo. Hoy actúan en mi ciudad, he comprado dos entradas y he quedado con él en el teatro. Nos reímos a gusto. Sin embargo, aún no estoy satisfecho. Quería que mi padre presenciara la mejor de sus actuaciones, un éxito, un llenazo total. La prensa aseguró que había un asiento vacío.

 

 

Engaño

 

            “Mejor que no salga”, le dijo el doctor a mi madre. Yo sonreí pues no quería ir al cole y había puesto el termómetro en el radiador para engañarlos. Al principio estuvo bien. Todo eso de los mimos, de los tebeos y de las visitas. Pero un día, de repente, llegaron todos y me abrazaron. Desde entonces me aburro mucho en esta habitación. Mi madre no deja de llorar al otro lado de la puerta y por mucho que arrastre los muebles para que me hagan caso, nadie ha vuelto a entrar en mi cuarto. Salvo los hombres que vinieron a arreglar el radiador.

 

 

 

SÚBITOS

 

Alicia

 

            Y Alicia crecía y crecía, pero también crecía la madriguera, así que nadie se daba cuenta de lo que estaba sucediendo.

 

 

Lo normal

 

            Porque lo normal es perder un guante, fue encontrar tres en mi bolso y volvérseme el mundo una incógnita, un planeta sin leyes, un abismo sin baranda hasta que hallé a la mujer de tres manos y se los regalé.

 

 

Amor-odio

 

Con una mano le peina los cabellos. Con la otra, recoge las hebras que caen y confecciona la soga.

 

 

La separación

 

            Él le decía adiós con la mano y ella se alejaba cada vez más deprisa. Llorando. Aquel había sido su pueblo, aquel su hombre y sobre todo, consideraba esa pérdida como un vínculo irreemplazable, aquella había sido su mano.

 

 

Inconciliable

 

            Los problemas surgen cuando por ejemplo, se desea ser clavo y madera, bailarín y asesino, monja y prostituta y uno se queda hecho pinza, torero, madre adúltera los lunes mientras los niños están en el cole.

 

 

 

DE CUERDOS O DE LOCOS

 

Tecnología 1

 

            No teme al tigre de afiladas garras, heredero del dientes de sable, trescientos kilos de peso, predador de búfalos y de jabalíes. De quien no acaba de fiarse es de su rifle: un Mauser deportivo, culata de nogal, calibre ochocientos y mira telescópica. El silencio es absoluto. El animal no huele el peligro, se pone a tiro y la mano certera del cazador aprieta el aire donde una vez estuvo el gatillo. Donde estuvo el cañón y la empuñadura. Ese compendio de tecnología que, maldita sea, olvidó contra aquel árbol cuando se detuvo a orinar. El tigre devora al hombre, pero al menos, no lo decepciona.

 

 

Tecnología 2

 

            Se inventaron unos rifles muy, muy pequeños cuya diminuta munición podía atravesar el corazón de un insecto. La precisa tecnología que requería semejante prodigio se pudo desarrollar gracias a numerosos viajes espaciales en los que de paso, se descubrió Saturno y se avistó alguna que otra galaxia. “El riflecito. Lo maneja hasta un niño y adiós bichos”, decía la publicidad. Imposible calcular el sinfín de  constelaciones que tuvimos que descubrir para alcanzar el sincretismo del actual matamoscas.

 

 

Costumbres

 

            Cuando me gusta un pantalón me compro dos por si se me rompe. Tengo cuatro felpudos con cuatro copias de la misma llave y de pequeño, certificaba la carta a los Reyes Magos. No me gustan las sorpresas. Soy un hombre de hábitos. La semana pasada se me rompió la tele y fue una tragedia. Vinieron unos hombres y se la llevaron. Yo la besé antes de despedirme. “Abra un libro en su lugar”, me aconsejaron. Yo les hice caso. Abrí el Quijote y lo coloqué en el hueco del armario. Ya me voy acostumbrando.

 

 

Razón y deseo

 

            Por la mañana, sopló un diente de león; por la tarde, lanzó un euro a la Fontana de Trevi y por la noche, dispuso sus zapatos en el alféizar. Antes de acostarse, temeroso de que su boca revelara el secreto, temeroso de que sus manos se lanzaran a recuperar la moneda, temeroso de interceptar con su mirada a los emisarios de la noche se arrancó la lengua y las manos. Si fuera un cuento perfecto, también se hubiera arrancado los ojos. Por suerte, nada lo es.

 

Escrito en Lecturas Turia por Isabel González González

Nelly Sachs. Antología poética

14 de marzo de 2014 08:07:23 CET

Los hitos más importantes en la vida de Nelly Sachs son su nacimiento en Berlín el 10 de diciembre de 1891 en el seno de una familia judía, un experiencia amorosa entre 1908 y 1910 que influirá poderosamente en su obra, la ayuda de Selma Lagerlöf que le permite escapar a la persecución nazi en 1939, el exilio sueco que permite la creación de lo mejor de su obra, comienzo de la correspondencia y amistad con Paul Celan en 1957, el reconocimiento constante de la misma desde 1958 por importantes premios suecos y alemanes y la admisión en diversas Academias, la recepción del Premio de la Paz en Frankfurt en octubre de 1965 y la del Premio Nobel el 10 de diciembre en 1966. Murió el 12 de Mayo de 1970.

La poesía completa de Nelly Sachs, que se publicará en mi traducción en la editorial Trotta, es una obra muy compleja, no sólo por su tema, sino por su resolución. Se trata del tema del holocausto, el exterminio de los judíos europeos por parte del régimen alemán nazi. Sobre este tema ya se conoce la frase del filósofo Theodor Adorno que escribir poesía después de Auschwitz es algo bárbaro. Precisamente han sido dos poetas judíos, Paul Celan y Nelly Sachs, amigos en la segunda mitad de su vida, los que han dado respuesta con sus obras a la afirmación del filósofo. Y la respuesta no ha podido ser más grandiosa desde el punto de vista estético y moral.

En el caso de Nelly Sachs, 1891-1970, esa respuesta surge de la propia experiencia de huida obligada de los nazis, que le lleva al exilio en Suecia para el resto de su vida, así como de la memoria de la historia de exilio y retorno del pueblo de Israel, de la superación de la catástrofe, de la metamorfosis de la destrucción. El título general de su obra es literalmente: “Viaje adonde el polvo no existe”, que yo he traducido por “Viaje a la transparencia”. La búsqueda de esa transparencia, de esa resurrección, de ese nuevo estado tras el que la crisálida del dolor logra una nueva vida, cuyo orden entre las estrellas del creador nadie sabe, es una búsqueda por amor, una búsqueda de amor. Y ese amor que emana constante de cada verso de su poesía lo expresa Nelly Sachs como San Juan de la Cruz por los caminos que no se conocen. Nuevas combinaciones de todos los elementos de la expresión sentimental humana se unen a los más inesperados elementos cósmicos, a los más sensibles de la naturaleza, con los más significativos de la historia del pueblo judío, en una sorprendente taracea de palabras que nunca habíamos oído así, en esas relaciones, mostrando que es el viaje del poema, la búsqueda de la nueva expresión,  lo que lleva a la transparencia, su  expresividad es la crisálida del polvo para la nueva existencia. Esa nueva expresión necesita del constante recuerdo de todas las existencias anteriores, de sus debilidades, de sus limitaciones, de su pasión y su dolor y de sus olvidos; es la memoria en la nueva expresión lo que abre no sólo el ensueño de la nueva existencia, sino la conciencia del sentido de las otras y sus amarguras como viaje a la transparencia, es decir a la trascendencia incógnita y sin embargo evidente de nuestra polvorienta significación. El poema que inicia esta pequeña antología de su obra lo resume muy bien 

 

QUIÉN SABE, donde están las estrellas                                                            

en el orden de gloria del creador

y donde comienza la paz

y si en la tragedia de la tierra

la agalla del pez arrancada con sangre

está determinada

para completar la constelación

Martirio con su rojo rubí,

a escribir la primera letra

del lenguaje sin palabras –

 

Sin duda posee amor la mirada

que a través de los huesos va como un rayo

y acompaña a los muertos

más allá del aliento –

 

pero dónde los rescatados

deponen su riqueza

es desconocido.

 

Las frambuesas se delatan en el más negro de los bosques

por su olor,

pero el peso del alma dejado por los muertos

no se delata a ninguna busca –

 

y puede sin embargo temblar

alado entre hormigón y átomos

 

o siempre allí,

donde un lugar para latidos

había sido olvidado.

 

QUÉ BUSCAS huérfano

sintiendo aún en la tierra

la era glacial de tus muertos –

las azules lunas

aclaran ya la noche extrajera.

 

Más rápida que el viento

mezcla  la muerte las cartas negras

tal vez un arco iris

desprendido de las escamas del pez

cerró ahora los ojos de tu padre,

sal marina y lágrimas

en la venda de muertos transitoriedad.

 

¿Tal vez

el beso omitido de la madre

descansa en el bramido de polvo

de la garganta del lobo?

 

El verdugo

en las tinieblas cargadas de culpa

ha escondido su dedo profundamente

en el pelo del recién nacido

que ya hace brotar años luz

en cielos no soñados.

 

De la tierra la lengua de ruiseñor

canta

en tus manos – huérfano –

que buscan

en el adiós que se volvió negro

de la arena

 

lo amado buscan

 

que hace  tiempo

desapareció

de dientes de estrellas

aserrados cortantes –

 

TIERRA, VIEJO PLANETA, tú mamas de mi pie

que quiere volar,

oh rey Lear con la soledad en los brazos.

 

Hacia dentro lloras tú con ojos de mar

los escombros del sufrimiento

en el mundo del alma.

 

En tus rizos de plata millones de años

la corona de humo de la tierra, delirio estrellado

en el olor del incendio.

Y tus niños,

 

que ya arrojan tus sombras de muerte,

pues tu  giras y giras

sobre tu lugar de estrellas,

mendigo de la vía láctea

con el viento como perro de ciego.

 

UNA RÁFAGA DE VIENTO

con los alientos de los muertos.

El pescador de caña saca el pez de plata

a través de la sociedad verdadera de los ángeles.

 

Oración de las agallas sangrientas.

 

Pero en el oficio divino

duermen las mujeres ancianas

a pesar del perfume de lavanda

y de las letras que salen ardiendo

y les consumen los ojos.

 

EN LA LEJANÍA AZUL,

donde camina el rojo manzanal

con pies de raíces que suben al cielo,

se destila el anhelo

para todos los que viven en el valle.

 

El sol que yace al borde del camino

con varitas mágicas,

ofrece parada a los viajeros.

 

Los que se detienen

en la pesadilla de cristal,

mientras el grillo araña finamente

lo invisible

 

y la piedra bailando

cambia su polvo en música.

 

Y NOSOTROS, que pasamos

por todas las hojas de la rosa de los vientos

una grave herencia hacia las lejanías.

 

Yo aquí,

donde la tierra ya se vuelve sin rostro,

el polo,

de la muerte blanca succión de abeja

en el silencio blancas hojas hace caer,

 

el alce,

asomándose a través de cortinas azules,

pálido huevo de sol empollado

lleva entre sus paletas –

 

aquí, donde el tiempo de mar

se disfraza con máscaras de hielo

bajo la llaga helada

de la última de la estrella

 

aquí en este lugar

depuse yo los corales,

los sangrantes,

de tu mensaje.

¿SON TUMBAS respiros para el anhelo?

¿Suave columpiar en los aros de estrellas?

Agonía en la sombra de la noche,

antes que toquen las trompetas

a la ascensión de todos,

a la vida los podridos granos de semilla?

 

Suave, suave,

mientras los gusanos

devoran los astros de los globos oculares.

 

TRANSMORIR como el pájaro el aire

hasta en el alma del bosque

que se estrecha en la violeta,

hasta en la agalla sangrienta del pez

música de pena y fin del mar –

 

Hasta en el volverse tierra

detrás de la mueca de delirio

donde la fuente con la salida subterránea

tal vez corrió detrás del lecho de dolor

de las lágrimas.

 

EN EL CREPÚSCULO MATUTINO,

cuando la moneda de la noche acuñada de sueño

se voltea

y costillas, piel, ojos

son llevados a su nacimiento –

 

el gallo con la cresta blanca canta,

llega el terrible momento

de la pobreza sin Dios,

se alcanza una encrucijada  –

 

Delirio se llama el tambor del rey –

Sangre sosegada corre –

 

¡NO SÓLO PAÍS es Israel!

De la sed en el anhelo,

de la raíz de medianoche calentada al rojo

a través de las puertas del cereal del campo

hasta los espíritu-azules bebedores de aliento

detrás de la gracia de azucarado brazal* de ciego.

Alas de la profecía

en el hombro de arena del desierto.

Tus pulsos cabalgando en la tormenta nocturna,

los pies de bronce

de tu montaña que resopla eternidad

galopando

hasta en la espuma blanca como leche

de las oraciones de los niños.

 

Los circulares meridianos de tus huellas

en la sal del pecado,

tus verdes raíces de bendición adormecidas

en el martirizado cielo del desierto,

la abierta herida de Dios

en el plumaje del aire –

 

¡TARDÍO PRIMOGÉNITO!

Con la pala llegado al hogar

a lo no excavado,

no carpinteado,

sólo en la línea,

que corre de nuevo

a través de la sinagoga del anhelo

de muerte a nacimiento.

 

Tu arena de nuevo,

máscara de oro de tu desierto,

ante un cielo combado hacia abajo

por las luchas de los ángeles,

ante los frutos ardientes

de tu noche que habla a Dios.

 

Tardío primogénito,

rosa de sal,

con el sueño de los nacimientos

como un oscuro pámpano

colgando de tu sien...

 

TODAVÍA MEDIANOCHE en esta estrella

y los ejércitos del sueño.

Sólo algunos de los grandes desesperados

han amado tanto

que saltó el granito de la noche

ante la cornamenta que corta en blanco de su rayo.

 

Así Elías; como un bosque con raíces arrancadas

se levantó bajo el enebro,

pulió, sangría de un pueblo,

sangrientas piezas de anhelo detrás,

siempre pegado a su gravedad el dedo de ángel

como un rayo de luna que sorbe cansancio,

abismos llevando hacia casa –

 

¡Y Cristo! En la cruz del fervor

sólo inclinada cabeza –

colgando la mandíbula,

con la roca:

Basta.

 

AQUÍ OS HAGO PRISIONERAS

palabras

como vosotras deletreándome hasta la sangre

me hacéis prisionera

vosotras sois los latidos de mi corazón

contáis mi tiempo

ese vacío designado con un nombre

 

Déjame ver al pájaro

que canta

si no creo que el amor iguala a la muerte –

 

DELANTE DE MI VENTANA

el pájaro que chirría

ante la ventana  seca

el pájaro que chirría

Tú lo ves

lo oyes

pero distinto

yo lo veo

lo oigo

pero distinto

 

en el mismo sistema solar

pero distinto

 

EL PANTANO DE LA ENFERMEDAD

tira hacia abajo

Fuegos fatuos dicen no al día

La noche bosteza de misericordia

Morir juega bien ramificado –

 

Cada rincón con el mal caduco recibe

con brazos oscuros

Negro es el color preferido del suplicante:

Ven y regálame sueños –

Escrito en Lecturas Turia por José Luis Reina Palazón

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