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27 de febrero de 2019

 

 

 “Escribir –declaró Milan Kundera hace ya más de una década- es el placer de contradecir, la dicha de encontrarse solo frente a todos, la alegría de provocar a los enemigos e incluso de irritar a algunos amigos”. De ahí que la literatura diarística, ese útil marcapasos de voluntades frágiles, amplíe nuestra capacidad de emanciparnos de este mundo enfermo y aburrido, de esta realidad resquebrajada. Nos permite la aventura permanente de desafiar a todos con nuestras provocaciones intelectuales, morales, geográficas y estéticas. Con esta humilde odisea de ir contando, negro sobre blanco, las peripecias y los desafíos que nos producen nuestras pesquisas interiores, nuestro inventario de sentimientos, sueños, certezas y desvaríos.

 

Fragmento del diario La nieve sobre el agua, publicado por Fórcola Ediciones)

 

 

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Raúl Carlos Maícas

EL NUEVO NÚMERO DE LA REVISTA DA A CONOCER TEXTOS DE PETER HANDKE, ALAN HOLLINGHURST, MILTOS SAJTURIS Y SOBRE EMMANUEL CARRÈRE

La revista cultural TURIA publica en su nuevo número, que se distribuye este mes de marzo en España y otros países, un sumario repleto de interesantes textos inéditos de grandes autores internacionales. Así, TURIA da a conocer un fragmento de la nueva novela del escritor austríaco Peter Handke, uno de los más relevantes nombres propios de la literatura universal de nuestros días. Un próximo libro que se titulará en castellano “La ladrona de fruta o Viaje de ida al interior del país” y en el que Handke realiza un muy original recorrido por el norte de Francia que le sirve para plasmar su particular visión del mundo y de la literatura.

 

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

12 de febrero de 2019

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Oh, tú, lengua desamparada.

 

Tal vez yo me haya convertido en tu último apóstol.

 

Los hijos de los mexicanos que nacieron

en la tierra de Abraham Lincoln

a duras penas hablan

la lengua de sus padres.

 

Oh, tú, lengua de los pobres.

 

A ellos, sí, a ellos,

cuando los veo en las prósperas

ciudades anglosajonas trabajando

en los peores trabajos,

les digo con amor: “háblalo,

enséñalo a tu hijos,

el español,

estas sílabas nuestras,

estas sílabas caídas”.

 

Ellos me miran con gesto interrogante,

incómodo, como diciendo “cállese, se lo ruego”.

 

Oh, sílabas españolas dichas

en voz baja

para que no sean oídas por el gringo rico.

 

“Cállese, cállese, se lo ruego,

usted viene de España,

usted tiene suerte,

pero yo no”.

 

Cocineros de bares humeantes,

dependientas en tiendas outlet,

camareras y camareros,

conductores de autobuses,

limpiadoras y sirvientas,

pieles oscuras en trabajos duros, en obras,

en fábricas, en la industria tóxica,

en la basura,

oh, lengua desamparada,

allí dicen tus sílabas con miedo y vergüenza,

con pena.

 

Oh, lengua desamparada

ven a mi corazón desamparado.

 

Dila a tus hijos, yo les digo,

y el verbo decir se disuelve para siempre.

 

Oh, lengua de los humillados,

yo soy tu último apóstol.

 

Tu novio, tu sangre, tu amor.

 

Oh, lengua de los sacrificados

para que el mundo rico siga siendo rico,

yo te doy el último beso.

 

Oh, lengua del desamparo,

vuelve a mí,

entra en mi corazón,

contempla cómo tu soledad

halla hermanamiento

con la mía,

que es siete mil veces más grande

y más antigua

que la tuya.

 

Escrito en Lecturas Turia por Manuel Vilas

12 de febrero de 2019

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahora todo gana,

conquista su sentido

y clama por sí solo.

 

Cada tono me muestra

–y cada forma–, 

los firmes filamentos

que enlazan tu mirada

a todo lo visible;

cómo pierden las sombras

su relieve de noche y se despiertan

hacia la nueva luz que les da vida.

 

Ahora crece en tus ojos

el mundo que yo quise,

ése que nunca vi

tan claro como ahora

porque tú me lo muestras.

 

No es un espejo más

–ni es un reflejo–:

más honda que el azogue,

más viva que la cal que no se apaga,

tu visión me desnuda,

me quema la ceguera

con el sol impensable de tu vida.

 

Ahora por fin te veo.

 

  

Escrito en Lecturas Turia por José Saborit

12 de febrero de 2019

I. Halo

Aquella mirada era la misma, y no. En cuanto la levantaba, situada frente a las tres sillas, volvía a lo incierto. La casa se llenaba de espectros frente a sus ojos, daga al centro, en la boca del estómago. Circuitos, entonaciones donde la redondez de la confesión brilla. Alienación cóncava, gestos de musicalidad; soledad redescubierta en la comisura del ojo. Mientras el barrio, afuera, ardía, un hombre de pie entona el silabeo previo a tocar su propia herida. Dolencia: habitación al ras de agujeros negrísimos.  

 

 

 

II. Relámpago

Tras la ventana alguien dibuja en el vaho. Lo que se refleja es lo no evidente. La ausencia compartida de quienes albergan un destino. Copas de licor afrutado, especias. Mano en el hombro. Suavidad de palabras al oído. Cerrar los ojos no ayuda a levantar el derrumbe. Orfandad fosforescente entre los dedos.

 

 

 

 

III. Dislocación

De pie, de costado, aligerando los pesos del cuerpo, fragilidad de pisada para establecer coordenadas. Casa vértigo, palabra imán, cuadrícula que sostiene. Mira la circunferencia del secreto, mírale el exacto perfil de tu nombre: pequeñas constelaciones y flotas de estrellas ardiendo. Detritus. Sangre conversa: agua; pozos, atajo hacia la transformación de los susurros. Anudamiento. El banquete ha comenzado hace horas, pan en la boca, pan compartido. La noche entra sobre la luz. Mira la presencia, la revelación de lo distante.

 

 

 

IV. Retrato en fondo oscuro

En ocasiones el tropel de arácnidos sobrepasa al ruido interno. Aquellas voces que se escuchan en lo que es. Lo que es. Cada mañana, desde el círculo negro, desde el fondo del tiempo, un rumor esparce el tintineo de una gota que cae nombrando las instancias del mundo: objetos arquitectónicos donde vive un hombre de sonoridades de agua salada, recuerdos calcinados por llamas, piruetas y exilios donde se esconde el movimiento de un brazo sobre el hombro, silencios; el pensamiento breve de un joven cuya reflexión es saberse mortal. Vacío. Aquellas voces de los hombres que esconden los pliegues de su casa bajo la lengua. Pintar en la oscuridad la nada. Aleteo.

 

 

 

V. Huella

Al agua ponerle las sílabas necesarias para apremiar el hambre de enunciar. Por ti daría hasta la última gota del agua de mi cuerpo. Agitación del reflejo. Evanescencia de una caricia. Recuerdo de pintura abstracta (estallidos negros pueblan la nuca, brochazos ocres cultivan la opacidad de una mirada), imágenes de puerta sobre el piso (entrada hacia el caos) donde la entrada es la curvatura propia. Por ti daría las nervaduras sanguíneas. Recortes fílmicos para atravesar las construcciones invisibles de la palabra cardo.

 

 

 

Coda

Acercarse a la cosa recordada. Acechar el instante del flujo de las cosas. Proceso. Gravedades donde el objeto, sus circularidades acuosas, relacionan apariciones. Cuando el agua descienda, bordaremos nuestros nombres en el tiempo oculto de los credos. Densificación. A primera vista las figuras son sólo eso, figuras, pero al entrar en sus cavidades, en sus superficies, el líquido entona la verdadera textura (remiendos, siempre remiendos) de la imagen: abismo, sangre común de los hombres, lenguaje para aparecer/desaparecer en el mundo.

 

 

 

Escrito en Lecturas Turia por Rocío Cerón

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