Dicen que cuando un escritor importante muere, su obra ingresa en un limbo que dura unos diez años. Al cabo de ese tiempo algunos elegidos regresan y sus libros son relanzados: se actualiza su lectura y la crítica los estudia y comenta. Con otros no sucede lo mismo: quedan para siempre en el limbo de los nombres importantes cuya obra es citada pero no leída. No vuelven a la vida.
El caso de Mario Levrero es singular –y comparable, aunque en menor escala, al de Bolaño– porque luego de su muerte, en agosto del 2004, su obra no paró de difundirse, ganando lectores y reconocimiento internacional. En 2005 se publicó póstumamente la que para muchos es su obra cumbre, y seguramente su libro más ambicioso, La Novela Luminosa,
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