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10 de junio de 2025

Los lectores de Aloma Rodríguez están acostumbrados a los géneros híbridos en su obra, Puro glamour (La Navaja Suiza, 2023) era una miscelánea de relatos con brotes de autoficción, continuista con Siempre quiero ser lo que no soy (Milenio, 2021) donde se ensayaba la madurez, la maternidad y el oficio de escribir. Por el medio, en una primera edición de 2016 en Xordica y la reedición del pasado año en La Navaja Suiza, Los idiotas prefieren la montaña, un relato sobre su relación con el poeta y compositor Sergio Algora, un arrebato de juventud que suponía un punto y aparte en su propuesta narrativa. De esa propuesta y de las distintas presentaciones del libro, convertido en una especie de proyecto multidisciplinar que incluía spoken word, música en directo y un work in progress donde se amalgamaban sus textos y los de Algora, surgieron algunos de los fragmentos que dieron lugar a Una inesperada ilusión, editado por Prensas Universitarias de Zaragoza dentro de su colección de poesía, “La Gruta de las palabras”. Y es que este libro en vez de huir de las etiquetas las contiene todas: listados, comienzos y finales, prosas y miscelánea lírica, amagos de guion, dietario y un fuerte efecto Georges Perec adoptado a los distintos universos literarios cuánticos de la autora. 

Existe un cierto placer extra, un disfrute cualitativo en la lectura si uno conoce los códigos de la obra de Aloma Rodríguez: desde su dedicación a la prensa cultural, su manera de tratar el modelo disfuncional del escritor español medio y su pasión por el mundo audiovisual e, incluso, el gusto por la canción ligera. Aloma Rodríguez te lleva siempre a Aloma, sus cuentos, novelas, reseñas. Es pura, salvaje y corrosiva. El libro tiene fragmentos de potasa, de sulfúrico, pero esa mezcla, ácido más base, te devuelve sal y agua, es cálida, cercana, usa el humor para acercarse, en su ritmo, a la manera somarda de la literatura fragmentaria de sello aragonés, la de Mariano Gistaín y el reivindicado Félix Romeo. 

Quizá al estar encuadrado en una colección de poesía, la lírica que destila recuerda a los poemas en prosa de Pablo García Casado o la lúcida construcción multivariable de Sara Herrera, pero lo que queda, lo permanente, es Aloma Rodríguez, en el eco francés, el más habitual, sensual e independiente de Annie Ernaux, pero que, en la manera de apuntalar los adjetivos de manera breve y ser poética en lo sensible, nos lleva hacia Hiroshima, mon amour con su calor y su sudor, con su piel de Indochina, en las palabras de Marguerite Duras, provocando con sus miniaturas, comienzos que aparentemente no llevan a ningún lugar, ligeramente hinchada por la especial testosterona umbralina y trubaniense (de Jonás, evidentemente) pasando por las frías playas de Daniel Veronese. 

Un libro parcialmente escrito para ser recitado, haciendo que Lydia Lunch y Luis Felipe Alegre se sientan orgullosos mientras crujen guitarras como las de Javier Aquilué o Lorién Vicente. Un libro que no existe, una destrucción programada, con preaviso, un libro que deja en cada cuento un sabor metálico y abisal en la boca. Una madre, una hija, dueto que se repite, como el terror, en una metaliteratura de ajenos. El escritor de la capital como arquetipo de la superficialidad y la miseria. Un poco de izquierda oficialista adicta al postureo y la ayuda a la edición y creación: Aloma, superviviente, no utiliza las palmaditas en la espalda ni los euros deslizados en el bolsillo por el papá estado (o comunidad o diputación). 

Aloma evita el funcionariado ruinoso de otros colegas de generación, sobrevive, pura, en prensa y presa, madre, esposa, cantante y escritora. Propone una serie, dos series, tres series, como aquella cinta de Moebius que era Seinfield (el programa de televisión) en los noventa, una comedia sobre unos personajes a los que no les sucedía nada, un lugar en el que no importaba lo que pasaba porque no pasaba nada. 

En esa especie de blues de Joe Costanza, lo que importa en el libro son los personajes y los que los miramos/leemos. Propone y dispone: secretos de familia, muertos, Mafalda, antologías, escritores músicos, escritores dibujantes, escritores periodistas. Cualquiera escribe, sobre todo el que tiene más “Me gusta”. Un día ordinario, oxímoron en realidad, una desaparición, muerte, un día que se salva del aburrimiento por una tragedia. 

Apuesta fuerte Aloma Rodríguez, sin etiquetas o con todas las etiquetas, ya lo he escrito. Siempre construyendo una caja regalo para el lector. El día y la sorpresa, la oralidad, el libro de cuentos, los cuentos con su principio y sin final, en eso está el verso, en la Aloma juglar, con sus cajones y discos duros llenos de ideas, como en un viejo diskette de 5 y ¼, que no se puede leer en ningún dispositivo, solo la memoria.

Hoteles, un libro como un continente, una península más bien. Algo físico. Coincide con alguno de los últimos poemas de Fernando Sanmartín, citando a Jorge Luis Borges, ¿qué haría Borges con ello? Y a Louise Gluck que completa la mano francesa con Albert Camus en una mezcla de sexo, familia y método. 

Poco apasionado. Los libros, las novelas, jugando al escondite por la casa, en cajones u ordenadores, hasta que se les olvidan y se convierten en fantasmas, en apariciones por los castillos o la Cuesta de Moyano. De la ciudad grande a la pequeña hasta la playa minúscula. Los párrafos, los textos, los poemas, son geografía literaria, la más real de todos.  Emparentada, también, con la última entrega de Julio José Ordovás, más por lo reflexivo que lo situacional. Una mujer y un hijo muerto, ahí vamos otra vez. Las amistades maduran, los hijos, los de los ojos grandes, enormes, de madre a hija. La fotografía, la interpretación, la autoedición es la palabra que termina el crucigrama. Un catálogo de hilos, de seda y lana, para enhebrar, coser, realizar a medida tus propias historias. 

Un libro en 3D sobre Jane Birkin. La playa y la piscina. Sentencias rotundas sobre el aburrimiento y sobre la lectura, sobre la obra, la propia y la de los demás. Hay un momento en el que hay que elegir: “Centrarse en la obra propia o estar atento a la de los otros. Cuando más lees menos escribes”. Ser Woody Allen o un personaje de su obra. Más listados: chicos, cineastas, películas, carreras, olvidos, hijos, pareja, mujer, separación, crisis, otros hombres, otros hijos, tus propios hijos, amantes literarios, baños limpios, madre española, con el botellín de agua y la manta, la maternidad abrazada con el mismo entusiasmo que el rock amateur o las drogas de diseño. Primero Félix Romeo, después Sergio Algora. El consomé, el pescado fresco, las hortalizas y los champiñones. Discos de bandas poco conocidas de la invasión británica, la vida como contemplación, la estación que nos alcanza y deja atrás, hasta convertirnos en personas perdidas, amigos, atriles, veinte minutos para que todo cambie, tres minutos, la vida en una canción de Vainica Doble, en otra de Kiev Cuando Nieva, Franco Battiato. 

El color emancipado. La sensación de siempre. El ridículo, propio y ajeno. Las piscinas y la playa, también lo he escrito un poco antes: La piscina, una novia con piscina, una novela con piscina, las diferentes familias que las han usado, el tipo que recorría las mansiones, de piscina en piscina, el agua clorada, la sirena en una quinta donde vivir para siempre, como en estos textos, cada punto y aparte es un universo paralelo distinto, como si un dios jugara con sus dados cuánticos y literarios. Ya lo explica Aloma Rodríguez, dejando el camino despejado para los críticos literarios: es un libro que va contra la muerte. Por lógica, en el axioma, un libro para la vida. 

 

Aloma Rodríguez, Una inesperada ilusión, Zaragoza,  Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2025. 

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Octavio Gómez Milián

LA REVISTA TAMBIÉN DESCUBRE LA FÉRTIL Y PRECOZ CREATIVIDAD COMO ESCRITOR DE ANTONIO SAURA, UNO DE LOS GRANDES ARTISTAS ESPAÑOLES DEL SIGLO XX 

33 AUTORES ARAGONESES PARTICIPAN EN EL NUEVO NÚMERO DE TURIA 

IMÁGENES ORIGINALES DE LA VIOLINISTA E ILUSTRADORA TUROLENSE ANA SIMÓN HINOJO,  ENRIQUECEN GRÁFICAMENTE LA REVISTA

El nuevo número de TURIA ofrece a los lectores, entre sus principales contenidos con protagonistas aragoneses, un interesante artículo inédito en el que se analiza y pone en valor la relación del famoso y original escritor norteamericano Henry Miller con nuestro célebre cineasta Luis Buñuel. Se trata de un atractivo estudio divulgativo que ha realizado Javier Herrera, reconocido investigador buñueliano, y en que se brinda un anticipo de un futuro libro que reconstruirá los vínculos de Miller con el calandino universal, así como los diversos textos que dedicó a su obra fílmica y que acreditan el gran impacto que le produjo su cine. 

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

Fernando Sanmartín, convertido en un referente en el panorama literario aragonés, ofrece en su nueva entrega poética, editada con gusto y mimo por Papeles Mínimos, un paisaje lírico de su estancia en Suecia durante el verano de 2023. Como él mismo explica en la nota final del libro, estos versos son fruto accidental de su estancia en el centro de arte y cultura de Konstepidemin, en la ciudad sueca, puesto que su primera intención era comenzar un libro de viajes, pero la poesía es un géiser incontrolable y el viajero Sanmartín, que el año pasado entregó Archivo fotográfico (Cuadernos el mirador, 2024) y dos años antes, Evitar la niebla en esta misma colección, está levantando a través de entregas contenidas una penúltima obra poética plena de mimo, viajes y refugio, en su doble papel sensible y geográfico. 

Una portada de pantone verde mar, las palabras de Jorge Luis Borges, con la oscuridad del comienzo y la sensualidad del cierre en Marguerite Duras (dos de las coincidencias con la obra última de Aloma Rodríguez, por cierto. No las únicas), son la cohesión que necesita este catálogo nórdico de paz clara y vapor tibio: “Otra noticia me muestra el inventario / de los espejos”. Escandinavo contraste, el del carbón ardiente y el frío lixiviado de la nieve, con el paso del tiempo, en la lectura de Heráclito: “No hay agua pantanosa”. 

Sanmartín utiliza el mar como espejo blanco que refleja la luz hacia el tono elegido: “En un faro siempre hay un límite / como en nosotros”. Un instante, para el viajero, en el que las palabras Jack Kerouac van de la comisura al estómago, el camino como exigencia y esa calidez que ofrece el final del mundo, allí donde termina el tranvía, donde el paganismo sitúa el abismo que recibe todas las aguas del mundo. ¿Todavía tienes cobertura, Fernando?  

El poeta no puede huir de todo. Debe permitir que un poco del mundo, de la ciudad, quede dentro de él: “El olvido es como la nieve / ¿a dónde voy?” con la civilización disfruta el poeta laminero, al que conocíamos de otros libros, como al azar, un compañero, una inspiración. Media tarde, casi noche de la vida: “Miro la memoria y está lejos el invierno”. Evita las vulgares dimensiones euclídeas, como el tiempo y la distancia, para entregarse al recuerdo como distorsión para la electricidad de su lírica. Manipula como un alfarero lo que contempla, la plasticidad de los lugares y sus nombres, como un conflicto, intercambiables para el lector que termina por interiorizar la distancia. Una bisagra, la de la lejanía que se cuida con grúa y pez (siendo pez a la vez, animal y alquitrán, llenando los boquetes). Destilados que llena mares hasta convertir la ínsula en continente. Por un segundo, atrapados abruptamente en la calidez artificial del alcohol, disfruta de un sabroso bacalao con salsa de eneldo o una pasta con vodka, alimentos, que más allá del superlativo, son nutritivos, dolor y sal, la supervivencia: Louise Glück y Ramiro Garirín, Pink Floyd y Luis Eduardo Aute. 

Un libro de cuerpo entero, de ropa de abrigo, de fragancia frente a un mar de botella verde profunda (repito y repito por lo profuso del color, en portada y en verso), el ferri, donde el vidrio va y viene: “El viento es su discípulo / el alma todavía no tiene túneles”, el destino juega con los jóvenes a un escondite de arrugas y promesas que se cumplen. En un archipiélago de libros los de geografía de EGB tienen permiso a ser olvidados, un porfolio de términos: “El agua no desafía al bronce”, el amor infiel, el amor apurado por el frío de la calle que convierte la pasión en humo, aire saturado hasta que colapsa, exige diligencia. Sanmartín observa: “Se hacen una foto junto a ese barco / el enigma rodea la balanza / lo incierto”. Pescado que saben a pasado, el aplauso de una mujer que nunca está sola, la acompaña su amante o la música, Bach: “Descifran la despedida / el terreno de los sabios”, tiene que “Escoge el fin o el frío”. 

En la contemplación de las plazas de Europa, donde abunda el café y las catedrales. Catedrales apócrifas, en el cuerpo o la religión: “Escribo / no ser derrotado por la herencia del ruido / dar de beber al humo / tender una herida junto a la ropa”. Poeta de conciencia, de cuerpo, poeta de los colores en la Europa septentrional, donde el Mediterráneo es memoria y el frío una excusa para retener las pasiones. La conciencia, la exigencia más bien, de un náufrago cuando lo rodea el mar, un océano de alga y ajenjo, una posada, el nombre de una parada, la mujer y el hijo: “La luz es un gato abandonado / hay un folleto en los silencios / amanece pronto”. Otro, espejo, cuerpo, máscara. 

En la segunda parte, un jardín botánico: “Sin pacto con los párpados / la indiferencia es una rama en el suelo”, el bolígrafo en la acera, el doppelgänger de Julio José Ordovás que pide una nota explicativa. La ciudad, esta vez, no está atrapada por la sed. Postales que son, claro, botellas, el mismo vidrio de la portada, café y recuerdos: “El miedo sabe que ya no le obedezco”. No hace falta citar referencias, Sanmartín es un caso de observación, las notas y los autores son sugerencias explícitas en su escritura, como el café o el té, el guiso o el pan recién hecho, la ternura del vino, la frescura de la cerveza. Roberto Bolaño como excusa, la distancia cualitativa entre un camping de la Cataluña interior y una residencia en Suecia, pero, al final, ambos capturan la vida en óleos, en el equilibro entre el pintor y el coleccionista, el meandro y el caballete. Te los imaginas, niños siempre, tachando con su bolígrafo los cromos de la infancia. 

En el parque el poeta deja caer sus frutos y el sustrato del verso crece, la poesía es una sorpresa y el regreso, a la vez, pérdida y alivio: “Me encaramo al pasado como a un muro”. Los dioses del trueno, tuertos y cansados, en el fin de semana de Göteborg rememoran sus glorias pasadas, dioses sin culto, dioses divorciados de la gente… hablar, en el viaje, del regreso es como un enemigo imposible de esquivar: “La vida no es un idioma extraño que deba traducir / echaré de menos la ca

sa / abandonar más despacio el territorio / la autoría del tiempo”. Sanmartín no sabe despedirse: “Uso palabras como un superviviente / que se habla a sí mismo”, deja pedazos de su continente en los lugares, un contenido infinito antes de volver y cargar de queroseno su corazón y su pluma, la tinta junto al Ebro. ¿Para qué estás preparado? Para contener al mundo, toda su belleza, en unos pocos versos. Como estos. 

 

Fernando Sanmartín, Costa Oeste. Poemas de Göteborg, Fernando Sanmartín, Madrid,  Papeles Mínimos Madrid 2025

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Octavio Gómez Milián

Tal y como se explica en el exhaustivo prólogo de la mano de José María Fernández Vázquez y Consuelo Triviño Anzola, Jorge Urrutia es mucho más conocido por una dilatada y brillante obra académica, que por su obra literaria en verso y prosa. Ha venido a solucionarlo con esta estupenda reedición De una edad tal vez nunca vivida, aunque yo esperaba una renovada antología de su poesía, incluidos los proemas o poemas en prosa. Me he encontrado, sin embargo, con unas memorias líricas, pulcras y entrañables (no solo, pues también son testimoniales), llenas de ecos de una/s vidas complejas, que, aunque conocidas, pues aparecieron en Bartleby en 2010, se renuevan con esa ubicación precisa hecha por los prologuistas.  

Memorias llenas del testimonio de una España y un oikos en sus intersecciones, reencontrados o recuperados a través de lo más íntimo, la familia o el propio asumir y mirar, adentrarse, acuñar perspectivas desde la poesía de la edad, es decir, reflexivas. En efecto, Urrutia tiene una larga y casi secreta trayectoria lírica, eclipsada en buena medida por la académica, desde Lágrimas saladas (1966) - pero no es un poeta tardío como tantos profesores, pues de raza le viene al galgo- y cuya trayectoria se ha continuado, con nuevas entregas y antologías, hasta los de 2020.

Normalmente la crítica ha destacado Delimitaciones (1985) y Cabeza de lobo para un pasavante (1996) o El mar o la impostura (2004), junto a esta reedición, también echada en falta. Una trayectoria que ha sabido evolucionar desde lo colindante inicial con la materia realista (desligada de lo mimético con los orígenes de esa perspectiva y en camino hacia la ruptura de los 60/70), comprometida o como quieran llamarla, hasta la aventura de la irrupción del lenguaje, pero con el ancla puesta en un Antonio Machado, y a quien Araceli Iravedra acaba de dedicar un fantástico trabajo: “Son sus huellas el camino. Antonio Machado en la memoria poética del siglo XX”. Y en la de Jorge Urrutia, como no podría ser menos, también.

Con De una edad tal vez nunca vivida, libro dividido en tres partes, asistimos a un esfuerzo por la identidad, la memoria y la interpretación de la vida desde los vencidos en la guerra de 1936, también a las memorias personales ahí enraizadas, pero con otro vuelo. Y desde uno de los poetas importantes, Leopoldo de Luis, no solo por su poesía, sino por los trabajos que delimitaron el fin de una época y el comienzo de otra a través de la celebérrima antología sobre la poesía social, reeditada en el 2000 y en la mente de todos, Poesía social contemporánea, antología (1939-1968). La prosa de Jorge Urrutia, precisa, brillante, sucinta, va rastreando un ramillete de asuntos en breves escenas desde el yo y la familia, recuerdos, pasajes, circunstancias, algunas tan duras como las de los hermanos obligados a cavar su propia tumba, o la de un padre que es enlace del maquis, entre muchas otras entrañables, o “la memoria, el tiempo y el olvido”.  También asistimos a reflexiones de la edad tardía, por decirlo con Luis Landero, o a lecturas, solo las “prospectivas” diría el recientemente fallecido Andrés Sánchez Robayna, de un momento de España que es el que hemos vivido muchos a través de nuestros padres, cada uno con su circunstancia, y convierten al libro en un testimonio y una sentimentalidad de un momento. Sin tristezas, pese a todo, porque como sabe decir, animoso, Jorge Urrutia, pese a todo, “quedan los lugares, la amistad y el recuerdo. Porque la vida hizo en mí su nido”.

 

Jorge Urrutia, De una edad tal vez nunca vivida, Madrid, Cátedra, 2025.

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Rafael Morales Barba

GABRIELA ADAMESTEANU NO SÓLO ES UNA DE LAS AUTORAS MÁS DESTACADAS DE LA LITERATURA RUMANA, TAMBIÉN ES UNA MUJER COMPROMETIDA CON LA DEMOCRACIA EN SU PAÍS: “MI ÚNICO CREDO HA SIDO NO MENTIR, PERO EN UNA SOCIEDAD TOTALITARIA NO RESULTA SENCILLO”  

TATIANA TÎBULEAC, OTRA DE LAS ESCRITORAS RUMANAS DE GRAN PROYECCIÓN INTERNACIONAL, LO TIENE CLARO: “ERA MÁS FELIZ CUANDO NO ESCRIBÍA” 

TURIA TAMBIÉN PUBLICA UN OPORTUNO ENSAYO INÉDITO DE JORGE FREIRE SOBRE LA CONTROVERTIDA TRAYECTORIA Y OBRA DE ARTHUR KOESTLER, ESCRITOR, PENSADOR, ESPÍA Y PERIODISTA HÚNGARO-BRITÁNICO 

Los lectores del nuevo número de la revista TURIA, que se distribuye este mes de junio, podrán disfrutar de dos entrevistas a fondo y en exclusiva con dos grandes protagonistas de las letras rumanas y europeas contemporáneas: Gabriela Adamesteanu y Tatiana Tîbuleac. Un diálogo fructífero y revelador que complementa el espectacular monográfico de 150 páginas y veinticinco autores de textos originales que la revista dedica a la literatura actual de su país. De perfiles y edades diferentes, ambas escritoras comparten un evidente atractivo, por lo que dicen y por cómo lo dicen. Sin duda, y si tenemos en cuenta la proyección y el reconocimiento que sus respectivas obras y trayectorias han obtenido a nivel internacional, resulta acertado afirmar que son dos nombres propios de indiscutible relevancia para los lectores de un amplio número de naciones e idiomas.

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

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