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CONTIENE UN ATRACTIVO MONOGRÁFICO SOBRE LUIS BUÑUEL

El próximo mes de junio, la revista TURIA presentará en Ciudad de México un número especial denominado “Letras de España y México” que protagoniza Luis Buñuel. Este espectacular sumario contiene textos inéditos de 100 autores hispano-mexicanos y ocupa 500 páginas. Sin duda, supone una magnífica oportunidad de fomentar la colaboración cultural entre ambos países.

El Centro Cultural de España en México y la Filmoteca de la UNAM serán los espacios donde, los días 8 y 12 de junio respectivamente, se dará a conocer la labor de estímulo  de la creatividad artística y literaria, así como de análisis y divulgación, que realiza TURIA.

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

5 de mayo de 2017

La veo tan moderna, tan poco preocupada

por lo que las generaciones

futuras digan de ella,

que no puedo evitar pensar en sus iguales

de hoy y de cualquier tiempo.

Pienso en cuántas posaron para cuántos mediocres,

cuántas fueron amantes del artista de turno,

cuántas quisieron serlo,

cuántas soñaron con la inmortalidad

de su cuerpo y su gesto,

nunca la de su nombre.

Tampoco hacía falta tanto:

una figura deseable,

un pudor que podía ser vencido

y alguna tonelada de vanidad hambrienta.

Escrito en Lecturas Turia por Amalia Bautista

5 de mayo de 2017

Ese árbol pequeño

no busca amparo

en ninguna mirada humana.

Cada día se recibe a sí mismo

hasta alcanzar sin memoria

su honda plenitud,

y así repartir su gracia

sin escuchar otra respuesta

que el vuelo quieto

de su propia respiración.

Ese árbol eres tú,

solitario canto enamorado,

en medio de un paisaje

que mudo también te responde

hasta amanecer

en todo lo que no sabes

pero que ya te inunda con su luz.

Escrito en Lecturas Turia por Javier Lostalé

5 de mayo de 2017

 

Tu mejor baza: hallarte en la frontera,

con un pie a cada lado. Como quien

salta para esquivar la raya tenue

de espuma en que terminan de morir

las olas, o se rinde a su caricia

y con los pies mojados se estremece

al experimentar la sensación

de hallarse en otro medio, de ser otro,

de haberse convertido en uno más

de los que chapotean sin reparos

a pocos metros de la orilla, dueños

de un mundo más ruidoso y arriesgado

(y que no es, todavía, el universo

de sólidas rutinas que gobiernan

a su manera los adultos). Juegas

en una de esas charcas como espejos

que hace el mar en la orilla. Retrocedes

al tiempo sin edad en que estrenabas

el tacto de la arena, el estallido

del agua bajo tus andares torpes,

el frescor como un don de la intemperie.

Puedes hacerlo todavía sin

acusar la impostura del adulto

cuando juega a ser niño, sin fingirte

otra distinta a la que eres: una

sombra líquida más entre las muchas

siluetas inasibles que el sol último

recorta contra la textura densa

de la arena mojada. Todavía

puedes tumbarte impunemente sobre

la lámina encendida y agitar

los brazos para provocar, de nuevo,

una lluvia de esquirlas luminosas,

como si el cielo fuera a deshacerse

sobre ti, sobre quienes te rodean,

bañándonos de luz agradecida.

Todavía te sabes animal

de la orilla, pez tibio, azogue vivo,

manojo de algas, nácar encendido,

rumor de caracola, comezón

de criatura traslúcida que busca

confundirse en la trama movediza

del fondo. Barro de la orilla eres,

arcilla modelada por el mar,

tocada por el sol que da la vida.

Y juegas como entonces, como siempre,

Sin dar el paso que te lleve fuera

del círculo privilegiado, en pos

de esas otras siluetas que destellan,

agua por la cintura, más allá

de donde rompe el oleaje, al filo

del mar inabarcable. Te levantas.

Te comparas con ellos. Eres casi

tan alta como alguno de ellos. Brilla

tu pelo al sol y tu cintura alcanza

el raso igualador del horizonte.

Y te unirías al tropel, de no

quedar en ti, por poco tiempo, un resto

de esa perplejidad con que los niños

miran a los que apenas han dejado

de serlo y ya campan al margen, fuera

de aquella protección interesada

que les brindaban los adultos. Tú

todavía te sientes protegida

por la mirada atenta del adulto,

a salvo de cualquier temor que no

responda a sus temores prefijados.

Tomas de nuevo posesión del charco

y tus manos deshacen el espejo

en el que empiezas a entreverte otra.

Y dura demasiado ese temblor,

Como si ya las aguas no supieran

devolverte la imagen de quien fuiste,

de quien ya pronto dejarás de ser.

Escrito en Lecturas Turia por José Manuel Benítez Ariza

2 de mayo de 2017

 

Julio Castedo es un médico y escritor madrileño de orígenes turolenses por parte de madre, hasta el momento ha publicado cuatro novelas: El jugador de ajedrez, Apología de Venus, El fotógrafo de cadáveres y Redención. Con todas ellas ha conseguido importantes éxitos, hasta el punto de que la última fue publicada por Planeta, editorial que ha vuelto a apostar por él y ha reeditado recientemente en su Colección Booket la primera, El jugador de ajedrez. Por si esto fuera poco, mañana se estrenará la película dirigida por Luis Oliveros, con guión del propio Castedo, y protagonizada, entre otros, por Marc Clotet y Melina Mattews.

Diego Padilla  -inspirado en la azarosa y cinematográfica vida del campeón del mundo Alexánder Aliojin, más conocido como Alekhine-  es el campeón de España de ajedrez de 1934, con motivo de la entrega de un trofeo es entrevistado por la bella periodista francesa Marianne Latour, de la que se enamora perdidamente y con la que poco después se casará y tendrá una hija, Margaux. Tras la guerra civil, partirá hacia Francia buscando la realización profesional de su mujer y un futuro mejor para la niña, pero se encontrará con un país vencido y entregado a la vorágine de la locura nazi que lo arrastrará consigo hasta una de sus cárceles, en la que logrará sobrevivir gracias a la afición por el ajedrez del oficial al mando, el coronel Maier.

A pesar del telón de fondo de la Guerra Civil primero y después del de la II Guerra Mundial, El jugador de ajedrez no es una novela histórica, es una novela epistolar de corte psicológico salpimentada con hechos históricos, mediante la cual el protagonista, Diego Padilla, un hombre bueno y honesto, se retrata como persona y se presenta a su hija recién recuperada junto con su libertad, y le cuenta su historia de pesadilla para explicarle su ausencia de cuatro años. En el fondo es una confesión de amor y de lucha por la vida, en la que su conocimiento del ajedrez, el juego de estrategia e inteligencia por excelencia, juega -nunca mejor dicho- un papel importante, pero que por sí solo, sin la decisiva presencia de los sentimientos, sin la tabla de salvación del recuerdo de ella y de su madre, de la esperanza de recuperarlas en el futuro, no hubiera sido suficiente para sobrevivir en el horror cotidiano de la prisión de las SS en la que ha estado encerrado todos esos años.

A diferencia del mundo bicolor del ajedrez, donde el objetivo es lograr la derrota del otro para obtener la victoria, la vida no es un tablero en blanco y negro, sino que nos ofrece una infinita gama de colores que hace más complejas nuestras decisiones y nos obliga a reinventar en cada momento las reglas del juego para llegar a un punto en que la victoria de uno no implique necesariamente la derrota del otro, las tablas en la vida son, en la mayor parte de los casos, la solución.

La prosa de Julio es sencilla, directa e impactante, fluye sin alardes y nos seduce invitándonos a seguirla hasta la última página sin hacernos perder el interés ni anticipar el final de esta hermosa historia de amor, supervivencia, bondad, amistad, traición, violencia, barbarie, mezquindad, egoísmo y, claro, como no, de la grandeza y emoción del ajedrez.

 

JULIO CASTEDO, EL JUGADOR DE AJEDREZ, Barcelona, Planeta, 2017.

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Juan Villalba Sebastián

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