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          “Al hombre que está en la cama, inválido, desde hace tiempo, han llegado a visitarle esa mañana unos amigos. Suelen venir  a menudo pero nunca avisan cuándo llegan ni de cuándo se van. Llegan de tierras lejanas y muchos de los libros que le traen están escritos en lenguas extrañas que no conoce, pero que aprende cuando reconoce las claves de su juego y las analogías que establecen con las cosas del mundo y con el mundo de las tierras lejanas o del tiempo remoto...”

          Las sombras del pasado desfilan sobre el hombre que anota, tras señalar el camino para llegar hasta donde se encuentra y aceptar los regalos que le llevan, todos los trazos del discurso que ha sido materia de su vida y transcurre ahora ante sus ojos. El hombre es Antoni Marí un escritor ibicenco, profesor de teoría del arte y poeta, ensayista y narrador a quien este amigo que lo lee hoy desde lo alto de un cantil gaditano, debe gratos momentos de placer literario hallados en su inolvidable “Libro de Ausencias”. La versión castellana de esta que, por ahora, es su última entrega poética (se publicó en lengua catalana en 2010 y la nueva redacción es suya) ha llegado a mis manos la pasada semana, precisamente en momentos en que cumplidos años suficientes para gustar a fondo su contenido, se da la circunstancia de unas fiebres súbitas que me mantienen en cama algunos días.

          La reflexiones desgranadas en amplios versos generosos y sin concesión alguna versan, cómo no, sobre el paisaje que las esperadas visitas detallan acerca de las experiencias vividas y las lecturas compartidas, y junto a ellas la misma vida desfila como en los versos de León Felipe “tras el cristal de la ventana”, donde “también la muerte pasa”. El lecho de los padres en el hogar familiar ya en reposo de otras presencias y ausencias, avivan recuerdos íntimos que se mezclan con los ruidos del instrumental quirúrgico y la frialdad de la mesa de operaciones que acude ahora mismo para poner contrapunto a su meditación;  presentes quedan el dolor, el olor y la soledad del postoperatorio.

           “¿Quién podría oírme desde el orden de los ángeles?”, clama ante la súbita alerta de la voz elegíaca de Rilke, hasta que los ecos de T.S. Eliot —con cuyos cuatro cuartetos ha comparado acertadamente este libro el critico y poeta Álvaro Valverde— lo calman: “Tuve la experiencia, pero no podía decirla./  Comprendí el nombre de las cosas,/ pero no pude explicar su significado”...

          Porque el sentido de la vida es para el sabio y el poeta el sentido mismo de la escritura. Gramática y Geometría unidas en la construcción del universo del hombre como quiso creer aquel alumno, el más insigne de la academia platónica, aquel que se marchara dando un portazo. Ciencia y arte unidos para hacer expresable en signos y mediciones, en tiempos imposibles de datar, en emociones, aquello que inexpresable. Acaso por ello colocó como enseña de su libro un fragmento de carta que escribiera Wittgenstein a Paul Engelmann desde el frente ruso en la primera guerra mundial:  “Y eso es lo que ocurre: sólo al no intentar expresar lo inexpresable conseguimos que nada se pierda. ¡Pero lo inexpresable estará —inexpresablemente— contenido en lo que ha sido expresado!”

 

“La hermana Clara me ha obligado

a sentarme junto al fuego

con una manta que me cubre las piernas

y me he quedado mirando las llamas y las chispas

de un calor que me hace temblar de frío y de pena;

pero debo mantenerme en este estado deplorable,

porque aquí está la razón de mi ser;

en las pérdidas, las faltas y el daño

que se han introducido, ahora,

en lo que es inaccesible,

secreto y permanente de mi persona. (...)”

 

¿Esa contradicción que llega ahora, cómo se resuelve, a la hora del recuento?

 

“Tendría que empezar por ahorrarme la poesía.

Tendría que renunciar al milagro de las analogías

que pretenden representar los actos de los hombres

dándoles una trascendencia que no tuvieron

ni siquiera las palabras.

Tendría que alejarme de los lugares comunes

de la poesía,

desde cuando Francesco, Guido, Dante o March

usaron las semejanzas alejadas

para nombrar lo inexpresable.

Lo que hicieron los maestros es volver a nombrar,

decir, describir y reescribir el mundo:

las viejas analogías se fundieron en la literalidad

y era preciso, renovarlas y abrirlas

al mundo de los acontecimientos.”

 

           Pero la poesía “(...) es dar alguna paz a la inquietud metafísica;/ por esta razón no puede evitar la búsqueda/ de la profundidad del lenguaje/ que todos utilizamos todo los días.” El hombre, ante el fuego, se ha preguntado cómo ahora, hecho añicos, puede hacer inteligible lo que no puede entenderse, y con ello se adentra en lo más profundo del misterio del conocimiento. Casi involuntariamente llama a su madre desde la cuna misma del habla.

           Ha hecho rodar la silla hasta el ventanal y mirado hacia fuera. Es la poesía, es la música. Ellas, las que generan la maravillosa gramática del mundo. Ha divagado sobre ello. En el recorrido de las visitas que como aves se han ido posando sobre el alféizar ha dialogado con amigos poetas, parientes, los aires y las plantas, versos todos que llegan a ayudarle a construir un ingenio que pueda mostrar “los estados más puro de la persona”, mas...

 

“Todo es sombra en esta obscuridad obstinada:

los amigos, los recuerdos, las ideas, los vivos y los muertos;

y esta naturaleza indiferente que, a su pesar,

quiero creer llena de sentido, de gracia

y de inteligencia.

¿Qué música podemos interpretar con estas sombras?

¿Qué melodía componer si van y vienen,

entran y salen, entre el alboroto de los vivos

y el rumor de la memoria

que todo lo confunde y desafina?

¿Cómo dar cuerpo a las sombras cuando las sombras

son el cuerpo de la nada, y la nada nada es?

¿Qué podría hacer para que todo se mostrara en su nada

y en su todo?”

 

           Ha mirado hacia fuera, ha visto que la lluvia parece querer romper los cristales, el viento estremecer los árboles. Pero nada se ve. Musita que “nos queda la esperanza del mediodía de mañana”. Ahuyentado el cuervo que graznaba “Never more”, ha ido a la mesa, ha tomado lápiz y papel, y ha empezado a escribir:

 

Han venido unos amigos, esta mañana, a visitarme”.

 

          Notamos cómo sonríen T.S. Eliot y su miglior fabbro. En su fin está su principio. Entonces puede pensar de nuevo,  piensa en orden de matemática y tiniebla, esencia de música y lenguaje; de la geometría universal de la escritura; de la polisemia que distribuyen las perseidas. De su propia vida  que se asoma al alféizar junto a la eterna compañera taciturna, para ser escrita con los signos abiertos y cerrados de las alas de las letras amigas. Escribe que ya sabe lo que es accidental, casual y azaroso de la existencia. Como Francesco, Guido, Dante, March, Rainer María o Thomas Stearns ha vuelvo a nombrar y ha hallado lo que creyó inexpresable de sí mismo. Queda pues escrito un nuevo texto sagrado.

 

 

 

Antoni Marí, Han venido unos amigos, Sevilla, Renacimiento, 2016.

Escrito en Sólo Digital Turia por Miguel Veyrat

Darío Villanueva: “Los españoles tenemos que superar de una vez el autodesprecio”

Una hora larga de conversación es poco tiempo para conocer a una persona. Podemos saber de sus quehaceres y acercarnos a sus opiniones, pero, ¿qué hay detrás de las palabras, del papel que el entrevistado representa? En primer plano, Darío Villanueva, director de la Real Academia de la Lengua desde hace poco más de un año, se muestra como un hombre resolutivo, dotado para la organización y confiado a la hora de enfrentarse a los desafíos, pero lo que asoma tras sus declaraciones, la impresión que queda, una vez culminada la charla, en el momento de escuchar la grabación y ordenar las preguntas y respuestas, es la de un hombre calmado, convencido de la necesidad de las pausas, afanado en poner perspectiva a las urgencias, al ritmo endiablado del presente.

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Escrito en Conversaciones Revista Turia por Emma Rodríguez

Clara Janés: “La intuición nos acerca al descubrimiento”

La Tierra es una cabeza que gira. La luz deja paso al sonido y la música de las esferas se hace a un lado ante el murmullo del cosmos. El espacio-tiempo es un contorsionista que escribe poesía, y la relatividad concede entrevistas y dice que se ve más absoluta ante el espejo. Fue dicho: dos agujeros forman una palanca de la que sale masa energizada. Cien años después, los físicos proclaman sin inmutarse que la coyunda de dos regiones negras del espacio es el suceso más luminoso de la creación.

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Escrito en Artículos Revista Turia por Fernando del Val

29 de junio de 2016

La literatura suiza tiene en Max Frisch a uno de los escritores más apasionantes del siglo XX. Que se pueda aplicar a Frisch este calificativo se debe no solo a su genialidad como creador de los más variados personajes literarios y a su faceta de novelista y dramaturgo, sino también al alto grado de compromiso social que manifestó a lo largo de toda su vida, tanto a través de sus composiciones literarias como de sus apariciones en público. Por otro lado, la obra de Frisch, tanto en el campo de la prosa y el drama como en el de la escritura diarística y el ensayo, está marcada por una linealidad difícil de encontrar en otros autores: la constante preocupación por dar una respuesta válida a la pregunta “¿qué soy?”, planteada ya en uno de sus primeros ensayos, y para la que toda su obra es un único intento de respuesta. Este hecho ha llevado a muchos críticos y estudiosos de su obra a definir la cuestión de la identidad como el tema central de su producción, algo que resulta demasiado fácil de afirmar si no se tiene en cuenta la enorme complejidad temática que presenta en sí cada una de sus obras en ese intento de responder a tan difícil pregunta.

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Escrito en Artículos Revista Turia por Isabel Hernández

Personaje de primera línea en la literatura italiana contemporánea, autora de numerosas y memorables novelas, de obras de teatro, de ensayos, de biografías de escritores y de volúmenes de recolección de artículos escritos para la prensa, Natalia Ginzburg (Palermo, 14 de julio de 1916 — Roma, 7 de octubre de 1991) fue sobre todo una protagonista esencial en la renovación cultural que llevó a cabo una brillantísima generación de escritores, intelectuales y artistas en la posguerra italiana. Una renovación que no sólo era estilística, estética y argumental, sino también política e ideológica. Se trató de una generación fuertemente ideologizada, sumamente comprometida con su tiempo y con la denuncia continua de todo tipo de injusticias, abusos y corrupciones que se iban sucediendo en los años del miracolo economico italiano. Es decir, los años del fuerte boom o despegue acelerado de la economía, que tuvo lugar sobre todo entre los años 50 y 70 del pasado siglo. Una brillante generación que destacó en todos los frentes (literatura, cine, teatro, filosofía, política) y que llevó a cabo su propia revolución doméstica e interior, sin dejar por un solo momento de poner al mismo nivel las más altas cotas de exigencia creativa.

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Escrito en Artículos Revista Turia por Mercedes Monmany

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