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         Las novelas del escritor y periodista Carlos Pajuelo de Arcos, como el cine de Hitchcock, utilizan siempre un macguffin en su trama para terminar contándonos otra u otras cosas. ¿Qué fue del dinero robado por Janet Leigh en Psicósis, del microfilm de Con la muerte en los talones o del uranio de Encadenados? Nunca más se supo, tan sólo eran excusas argumentales de carácter flexible (se pueden intercambiar al gusto de unas películas a otras y daría absolutamente igual) para narrar una historia.

         En su última novela, El tetrapléjico, Carlos Pajuelo esbozará el macguffin de una compleja “trama rusa bancaria” para envolver de misterio la cotidianeidad de sus protagonistas, un tan prosaico matrimonio como anticipan sus propios nombres de pila, Cirilo Bonacasa Ferro y Facunda Malpie Trenza -¡ah, los nombres!, siempre tan importantes en la escritura de Pajuelo-, agotado por la rutina y el tedio del monótono discurrir diario, fatalmente interrumpido por un absurdo accidente doméstico: Cirilo se cae de una escalera, o mejor dicho, lo tira el perro de su mujer, cuando estaba poniendo un ventilador en su cuarto. A partir de ese momento, asistimos de la mano de sus hijos, Uma y Santiago, y de los propios recuerdos del ya tetrapléjico Cirilo, al descubrimiento de la existencia de una vida anterior y paralela del mismo ignota para todos ellos, incluida la mujer. De esta forma, tras la cortina de un mundo aparentemente rutinario, se esconde otro mundo lleno de secretos, que da paso a la dialéctica apariencia/realidad, al particular macguffin narrativo de Pajuelo.

         El tetrapléjico tiene pues ese carácter de crónica familiar, tendente siempre hacia lo social y hacia la comprensión -como mínimo, exposición- de una época, la que nos ha tocado vivir. El registro familiar, el sermo humilis, es parte de la herencia de la tradición realista de la novela decimonónica; es esa poética que coloca a la novela en la zona de frontera con la crónica, con el periodismo e, incluso, con la historia del presente, y es aquí donde nuestro novelista se mueve como pez en el agua –no olvidemos su condición de prolífico columnista de opinión y bloguero-. Así, con su estilo conversacional como medio de expresión y  con la familia como objeto de análisis, Pajuelo nos plantea la complejidad de la vida y de las relaciones humanas, y nos muestra su particular visión del mundo, un tanto -o más bien un mucho- paradójica, pues nunca antes en la historia de la humanidad se ha estado tan intercomunicados (Facebook, twitter, whatsapp, etc.) para estar tan solos, solos como su tetrapléjico protagonista, rodeado de gente pero absolutamente solo, solo con sus pensamientos en los que se confunden realidad y ficción, presente y pasado, incapaz de comunicarse con nadie. El tetrapléjico, en suma, es una historia de incomunicación, individual y colectiva.

         En suma, para Carlos Pajuelo contar la vida de un hombre o de una mujer dentro del seno familiar supone adentrarse en las vidas de quienes lo rodean (por muy simples que sean las pinceladas) y en consecuencia, dado que todo el mundo es producto o está inserto en su ámbito social e histórico, el relato de esta vida terminará deviniendo hacia lo colectivo y su crónica. En suma, la familia, gracias a los individuos que pertenecen a ella, le permitirá hablar de la pluralidad de tales vidas y, con ellas, de la vida con mayúscula, mediante agudas reflexiones sobre la realidad contemporánea -los bancos, los banqueros y bancarios; los médicos y la sanidad española; los problemas del mundo globalizado, la informática y los hackers, etc.-, expuestas con un humor ente fino y socarrón, en ocasiones, incluso, si me permiten el adjetivo aragonés, somarda. De hecho, Carlos Pajuelo no se corta e intercala numerosos artículos de opinión bajo la autoría de Uma, la hija periodista de Cirilo, convirtiendo de esta forma su novela en un cajón de sastre, donde todo tiene cabida, pero esto no es algo novedoso en su narrativa, sino una más de las constantes de su forma de novelar.

CARLOS PAJUELO DE ARCOS, El tetrapléjico, Valencia, C.P.A, 2014.

          

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por Juan Villalba Sebastián

LA SUYA ES TODA UNA VIDA DE AMOR POR LAS LETRAS NÓRDICAS

LA REVISTA TAMBIÉN SE OCUPA DEL REGENERACIONISTA TUROLENSE JERÓNIMO LAFUENTE

 

El nuevo número de la revista cultural TURIA, que se distribuirá a partir del 24 de marzo,  brinda a los lectores que se interesan por los asuntos o protagonistas aragoneses un atractivo repertorio de temas. En primer lugar, TURIA se ocupa de rendir tributo a uno de los grandes nombres propios de nuestra cultura, el traductor y poeta Francisco J. Uriz. A través de un excelente artículo de Juan Marqués, se analiza la extensa e intensa trayectoria intelectual de un zaragozano “tenaz, ilusionado y algo zumbón que tiene mucho de artesano pero también un poco de jornalero” de las letras. Sin duda, Uriz ha sido un incansable trabajador del idioma: bien traduciendo con maestría como certifica su Premio Nacional a la obra de un traductor, o bien como autor de una obra poética propia que merece ser muy tenida en cuenta.

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

SU AUTOBIOGRAFÍA “MI LUCHA”, UNA SAGA DE 3.600 PÁGINAS Y SEIS TOMOS, HA CONSAGRADO INTERNACIONALMENTE AL ESCRITOR NORUEGO

“TURIA” DA A CONOCER, EN PRIMICIA EN ESPAÑOL, UN FRAGMENTO DE “LA ISLA DE LA INFANCIA”, TERCER VOLUMEN DE LA SERIE

 

La revista cultural TURIA publica, en su nuevo número que se distribuirá el 24 de marzo en España y otros países, un avance de la edición en español de “La isla de la infancia”, del escritor noruego Karl Ove Knausgard. La obra, que será editada en mayo por Anagrama, es tercer volumen de su celebrada saga autobiográfica “Mi lucha”, una serie cuya aparición ha constituido en los últimos años todo un éxito internacional.

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

17 de febrero de 2015

En bastantes ocasiones hemos comentado con Sergio Gaspar la necesidad de que los intelectuales y los escritores se comprometan y hablen con claridad de los problemas que nos acucian en este momento. Es quizá un deber moral opinar, participar en un debate que pueda mejorar nuestro entorno y nuestra situación social y política.

Sergio Gaspar se ocupa de política y de literatura en Viento de tramontana. Ha vivido con intensidad el debate sobre el reparto territorial en España y obviamente el llamado “problema catalán”.

En Viento de tramontana se dice explícitamente lo que debería aportar una novela. Cuando un  bestsellero quiere contratar a un negro para ganar un premio literario --es genial el elogio a los negros literarios--, abundan las alusiones al tipo de  novela que se ha de escribir, y que resulta ser Viento de tramontana:

“¡Claro que nuestra novela tendrá tesis! ¡Faltaría más! ¿Qué escritor que valga la pena carece de ideas y de ideología sobre la realidad de la que habla y no pretende mostrarlas al mundo? Mostrarlas, sí, que no coincide literariamente con demostrarlas”  […] Toda buena novela, o contiene una tesis estimulante, hasta subversiva, o no es buena… No escondo mi tesis: una Cataluña independentista corre el riesgo de transformarse en una Cataluña grotesca. Y lo dramático llegará después: en una Cataluña independiente sustituiremos el viejo odio hacia el resto de los españoles por uno nuevo y antiguo: el odio entre nosotros, los catalanes” (p. 155).

Naturalmente, Sergio Gaspar, después de vivir en Barcelona durante toda su vida, la conoce muy bien. Puede hablar de primera mano de lo que se ha dado en llamar “el problema catalán” y ha decidido pronunciarse, desde la óptica más inteligente: la parodia, la risa. Indudablemente late en esta novela el espíritu grotesco del que tan bien escribió Bajtin (La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento).

Se trata de una parodia corrosiva e irónica al mismo tiempo que podría ser en algunos momentos cervantina (no en balde es Cervantes uno de los personajes que aparecen en Viento de tramontana). Ya lo dice en el prólogo: el autor ha seguido la recomendación del President de la Generalitat, cuando dice que hay que tomar las cosas con humor.

La parodia, desde el primer momento, nos sumerge en un mundo delirante, hilarante y esperpéntico, en el que todo es posible. Valle Inclán es una referencia fundamental para Viento de tramontana, especialmente Luces de bohemia, no sólo por la parodia grotesca que utiliza, sino porque, al igual que Valle, Sergio Gaspar dota  al lenguaje de una flexibilidad y capacidad expresivas sorprendentes, a través de neologismos, palabras compuestas, oxímoron imposibles… Una riqueza que no se encuentra fácilmente en lo que se publica ahora. No sólo la parodia, también el absurdo tiene una influencia notable en Viento de tramontana. Cuando Miguel de Cervantes se presenta, dice: “Tengo noventa y un años desde que morí”; en otra ocasión leemos: “Y el 6 de octubre de 1934 Lluis Companys, aún sin fusilar, proclama el Estado Catalán” (p. 232). Estas salidas de tono chispeantes, absurdas,  me recuerdan, la divertida biografía de Miguel Mihura.

 Con la misma contundencia que Valle dice en Luces de bohemia: “Ricos y pobres da igual: la barbarie ibérica es unánime”, en Viento de tramontana leemos: “Nuestra España eterna de derechas: la masía andaluza y el cortijo catalán intercambiables. Los señoritos de Madrid y los señoritos de Barcelona” (p. 43).

Estos temas no pueden ser tratados directamente, porque se perdería eficacia. Hay que desvelar su ángulo grotesco. Hay que ponerlos frente al espejo de la realidad y sacar del fondo del espejo el esperpento para desactivarlos. ¡Cuánta vigencia tienen las palabras de Valle Inclán a través de Max Estrella: “España es una deformación grotesca de la civilización europea. Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España”.

Todo es posible en Viento de tramontana, ya lo hemos dicho y, a la vez, absolutamente verosímil, porque la vida es así, extraña y divertida, al menos cuando se observa con la distancia de lo grotesco. Por debajo de la parodia, de la crítica mordaz, reconocemos perfectamente los males que nos afectan: desfilan alcaldes franquistas reconvertidos al nacionalismo; el falangista Samaranch; un constructor que se hizo rico en el franquismo y más rico en la transición;  instituciones nacionalistas que fueron fundadas por eminentes franquistas; el gusto artístico catalán,  pervertido por pastiches modernistas que han arramblado con lo demás; la deriva de la industria editorial, otro de los temas importantes de la novela, que va a llevarse a la Literatura española por delante, por haber caído, igual que la política, en la corrupción, en el dinero fácil y en el puro negocio.

Asistimos a escenas hilarantes como la del bestsellero --ya citada--, que encarga a un negro una novela para ganar un premio. Esa novela, que empieza igual que Viento de tramontana, se cierra en  sí misma, lúcida y autocrítica. El final no es menos hilarante: después de una paráfrasis de la escena 6ª de Luces de bohemia --son muy frecuentes las referencias literarias y la intertextualidad--, la novela se clausura con una escena teatral, parodia de un drama romántico,  en la que participan todos los ex presidentes de la Generalitat y Tarradellas de convidado de piedra.

En Viento de tramontana tiempo y espacio se usan con una libertad total.  Franco, Pla y Cervantes conviven. Ya no son necesarios flash back, sino que todo coexiste al mismo y en diferente tiempo y en el mismo y en diferente espacio. Mucho tiene de cervantina esta forma de escribir en libertad.

De “acronía” se habla para definir este libre tratamiento del tiempo en el que todo es posible. Asimismo los espacios se dan simultáneamente e incluso los personajes se trifragmentan, como es el caso de la joven editora.

También el narrador ejerce su oficio con libertad total. Sin transición y con una gran dosis de ironía coexisten el narrador en primera persona, el omnisciente  y el estilo libre indirecto.

El paroxismo de la simultaneidad y acronía se da en el momento en que un personaje compara su situación con la caída en el Infierno del Paraíso perdido de Milton: “Sin dimensión, donde las Medidas pierden su sentido --ni alto, ni bajo, ni cerca, ni lejos, ni pronto ni tarde, ni ahora ni luego, ni un metro ni mil-- porque sólo hervía en la profundidad de un magma silencioso sin espacio, sin tiempo y sincon y consin” (p. 77).

Viva la risa, la libertad y el goce de escribir lo que se quiere y todavía se puede en esta España en la que sería de desear que se escriban más novelas como Viento de tramontana

                                                          

Sergio Gaspar, Viento de tramontana, Barcelona, Edhasa, 2014.

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por Teresa Garbí

 

   El periodista afincado en Teruel, Francisco Javier Millán, fiel a su cita con el Festival Internacional de Cine Guanajuato GIFF, en México, de cuyo Consejo Consultivo es miembro, nos presenta su obra Un mundo de alambradas. Desplazados: cine y realidad, editado por el mismo Festival, con la colaboración del Gobierno del Estado de Guanajuato, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y la Fundación Expresión En Corto. Se trata de un riguroso ensayo, que como todos sus anteriores, aúna rigor científico, fluida escritura, amenidad y, sobre todo –verdadera seña de identidad de los escritos de  Millán-, compromiso social, en el que nos invita a conocer cómo el cine ha tratado el tema de los desplazados a lo largo de la historia con la finalidad de abrir una reflexión, personal y colectiva, sobre cómo se puede encarar el problema en la sociedad actual.

   El libro, magníficamente editado, presenta un apoyo gráfico valioso consistente en fotogramas extraídos de algunas de las películas comentadas, y cuenta además con la participación del fotógrafo francés, afincado en México, Philippe Perrin, quien además de la portada, ilustra el inicio de cada capítulo con fotografías alegóricas a la soledad y los desplazados, pertenecientes a la serie Lejano adentro, exhibida en diferentes salas de exposiciones.

   En su estudio, Millán utiliza el termino “desplazado” en el más amplio sentido de la palabra y comprende desde  aquellas personas que huyen por las guerras y persecuciones de toda índole -políticas, ideológicas, étnicas o religiosas-, hasta quienes se ven afectados por todo tipo de catástrofes naturales, pero también se refiere con él a todos aquellos que se marchan del campo a la ciudad dentro de su mismo país, e incluso a los afectados por el fenómeno contrario, mucho más reciente en las sociedades desarrolladas, de regreso al medio rural, como intento de garantizarse un medio de vida más humano.

   Javier Millán va de lo local a lo universal, desde lo próximo e inmediato, su tierra –Teruel-, al mundo globalizado en el que vivimos. Los primeros capítulos están dedicados a analizar cómo el desplazamiento forzado de las personas ha estado siempre presente en la historia de la humanidad, y de qué manera las religiones, o el uso manipulador de las mismas, contribuyen a ello. En este sentido, se nos recuerda que Adán y Eva podrían ser considerados como los primeros desplazados de la humanidad.

   Millán conoce Teruel y su provincia a la perfección, no en vano reside y trabaja en ella desde hace ya más de 20 años. Por desgracia, él sabe bien que se trata de un territorio que ha conocido en el último siglo el drama de los desplazados, primero durante la guerra civil española y después debido a la emigración por causas económicas, que ha situado a este territorio entre los más despoblados del continente europeo, por lo que se convierte en un magnífico microcosmos del problema planteado que le sirve al autor como punto de partida, para desde lo próximo extender sus observaciones al resto del mundo. De igual forma, la mirada cinéfila de Millán abarca desde la filmografía del calandino universal, Luis Buñuel, del que es uno de los mayores expertos, hasta directores de las cinematografías más recónditas y desconocidas del resto del planeta, en un alarde de ejemplificación tan exhaustivo como agudo en su análisis.

   A continuación se abordan algunos conflictos bélicos del siglo XX –Segunda Guerra Mundial (con especial atención a Polonia y al holocausto judío), Guerra Civil española,  Revolución Mexicana, antigua Yugoslavia  y los todavía no resueltos problemas del pueblo Kurdo, Palestina, Afganistán, Siria, etc., marcados todos ellos por grandes desplazamientos de personas.

   Prosigue estudiando los fenómenos migratorios y sus causas (tanto políticas, como sociales, económicas etc.), y los refugiados medioambientales debidos a fenómenos de todo tipo, analizando en profundidad el fundamento final de todos ellos: el cambio climático.

   Por último, se observa el fenómeno de los desplazamientos forzados en América Latina desde diferentes ángulos, tanto los causados por los conflictos armados (golpes de estado de Chile y Argentina, y sus consecuencias de represión y exilio) y las desigualdades sociales, como los que son por motivos políticos (balseros cubanos, entre otros) o por la violencia de la delincuencia organizada y el narcotráfico.

   Un mundo de alambradas es una propuesta tan interesante como comprometida que, como hemos anticipado, a pesar de que son cientos las películas comentadas y analizadas, no se queda en modo alguno en la mera erudición, sino que denuncia el problema y obliga al lector a pensar soluciones en aras de mejorar nuestro mundo.

 

Francisco Javier Millán, Un mundo de alambradas. Desplazados: cine y realidad, León, Festival de Cine de Guanajuato, 2014.

Escrito en Sólo Digital Turia por Juan Villalba Sebastián

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