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24 de noviembre de 2014

A finales de 2011 apareció el primer volumen de la colección «Frontera», dentro de la editorial Valdemar. En el prólogo, a cargo de Alfredo Lara López, director de la colección, se establecía el propósito de ofrecer a los lectores en español las mejores obras de la literatura del Oeste. Aquel primer título –Indian Country- se debía a la novelista norteamericana Dorothy M. Johnson, autora de relatos que luego fueron llevados al cine en películas emblemáticas del género western como El hombre que mató a Liberty ValanceEl árbol del ahorcado o Un hombre llamado caballo

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Escrito en Sólo Digital Turia por Pedro Moreno Pérez

19 de noviembre de 2014

Entre los proyectos nonatos de Buñuel (papel sin celuloide), como Goya, Là bas, El monje, Johnny cogió su fusil, Agón, Fortunata y Jacinta, La casa de Bernarda Alba, Bajo el volcán, Pedro Páramo y tantos otros, sobresale uno por su singularidad y por la dilatación en el tiempo de la voluntad por convertirlo en película: Ilegible, hijo de flauta, un trabajo singular de Juan Larrea cuya trayectoria como proyecto cinematográfico transita desde 1927 hasta finales de la década de 1960. Varios de los guiones citados habían sido publicados anteriormente, sobre todo por iniciativa del Instituto de Estudios Turolenses, y ahora ve la luz éste último auspiciado por la editorial andaluza Renacimiento, en colaboración con el propio Instituto de la Diputación de Teruel y la Universidad de Bérgamo. Su profesor Gabriele Morelli es precisamente el encargado de realizar una edición que sobresale por su rigor filológico y que incluye toda la documentación necesaria para reconstruir la historia del texto. A saber: una introducción que contextualiza los avatares de su redacción, el proceso de correcciones e intervenciones sobre el original y el largo debate entre los dos creadores (que podría resumirse en una lucha de egos y de intereses intelectuales y económicos); la evacuación de la correspondencia entre Larrea y Buñuel, que pone en evidencia tanto la coincidencia de intereses (convertir el argumento en film a partir de un material literario de común sensibilidad) como las grandezas y miserias de una colaboración demasiado prolongada en el tiempo y destinada al fracaso reiterado; notas varias del escritor sobre su texto; la reproducción completa del argumento fechado en 1957 (el más elaborado de ellos y, por tanto, el considerado como definitivo por su autor); y la adaptación fílmica realizada por Buñuel a partir de él en forma de guión técnico.

            En 1927, una crisis espiritual lleva a Juan Larrea a escribir en París Ilegible, hijo de flauta, un relato breve que se nutre del –para entendernos- movimiento surrealista, que por esa misma época tanto influye en Buñuel y Dalí para su concepción de Un perro andaluz. Perdido el texto original durante la Guerra Civil española, será en 1947 cuando un grupo de amigos incite al escritor vasco para que colabore con el director aragonés, entregándole una sinopsis para que, ante el interés de una productora norteamericana, fuera convertida en película. El proyecto se duerme hasta diez años después, cuando es Buñuel quien toma la iniciativa de su realización tras convencer al productor mexicano Barbachano Ponce: Larrea, en colaboración con su hija Luciane desde Buenos Aires, alarga el texto para convertirlo en un guión de duración estándar, pero una desavenencia a propósito de una escena (la de los Testigos de Jehová) que el autor considera imprescindible pero Buñuel ha aceptado suprimir por problemas presupuestarios, rompe el acuerdo y la amistad entre ambos. En 1963, Buñuel vuelve a la carga, pues planea incluir Ilegible en un film de cuatro episodios (que incluye la adaptación de textos de Cortázar, Carlos Fuentes y Wilhelm Jensen); el proyecto vuelve a truncarse y sólo en 1980 el relato verá definitivamente la luz cuando, a instancias de Octavio Paz, la revista mexicana Vuelta decida publicarlo en sus páginas.

            Esa es grosso modo la historia imposible de Ilegible, hijo de flauta. Morelli describe el complejo argumento que ahora se hace público con el sintagma “entre el irracionalismo y el simbolismo”; es indudable la impronta surreal que constituye su columna vertebral, con imágenes chocantes y elementos que apelan al subconsciente. Larrea dinamita la lógica causal en el encadenamiento de aconteceres del relato, en una estrategia que evidentemente lo entronca con Un perro andaluz y que parece una reacción militante contra el cine naturalista que explícitamente condenó. El brote onírico y la ruptura espacio-temporal, el simbolismo agresivo y fulgurante y el disparate narrativo fueron materias primas con las que Buñuel edificó no pocas de sus obras, por lo que la unión de ambos talentos (sobre todo pensando en la capacidad del aragonés para verter en imágenes de manera productiva el torrente de ideas ideado por Larrea) hace pensar en la fertilidad de su hipotética conversión en forma fílmica. Policías que se suicidan en cadena, amantes escondidos en el armario, mujeres que se asemejan a la estatua de la Libertad o a la Venus de Milo, angelicales seres que expiran en brazos de Ilegible, un choque de trenes en la señera fecha 18 de julio de 1936, marineros que navegan en busca de una isla flotante, un cofre lleno de dentaduras postizas, una reunión de Testigos de Jehová, un león que dormita y se parece a León Felipe…, son algunas imágenes que, con una leve ilación, van desfilando a lo largo de unas páginas abiertas tanto al choque ilógico de ideas como a un simbolismo cargado de intenciones religiosas, políticas y culturales. La conclusión del texto es de una belleza conmovedora: “Destaca sobre el cielo un gran bulto de mujer, algo así como una inmensa estatua de la Venus de Milo con sus dos brazos completos el derecho levantado a la manera de la estatua de la Libertad. Como una antorcha parece tener el globo del sol en la mano. Esta mujer es exactamente la misma que alumbrada por el sol poniente se le mostró desnuda en el bosque. (…) El trigo sigue creciendo con tan rápida intensidad que en un momento oculta a Ilegible y Avendaño de nuestra vista”. Ilegible parece haberse instalado en un universo situado fuera del tiempo y el espacio, en el que el único valor sea la libertad, asociada (como en Cernuda) a la ausencia de deseo.

            La edición de Ilegible, hijo de flauta permite conocer mejor –si ello es aún posible- los métodos de trabajo de Luis Buñuel a la altura de 1957, no sólo por lo que se refiere a su voluntad por atenuar (a veces en contra de su fama) los desvaríos o los efectos gratuitos, sino también a la parquedad con que solventa el contenido técnico de su adaptación: generalmente éste se reduce a la escala de la toma (de close-up a full-shot) y los procedimientos de transición entre planos o escenas (corte, fade in), lo que hace pensar que el realizador dejaba para el momento del rodaje las soluciones lingüísticas, técnicas y estéticas de cada elemento fílmico. Pero sobre todo, se trata de un libro que viene a sembrar nuevas luces (y también sombras nuevas) sobre los avatares y problemas que genera un medio de expresión colectivo (y muy caro) como el cine cuando sobre él se vuelcan genios creativos y narcisismos incontrolables. Su historia está llena de estos conflictos, y éste es uno de los más singulares y reveladores. Así, la película Ilegible, hijo de flauta nunca vio el sol. Quedan, ahora, a disposición del lector los textos y, con ellos, una parte de la Historia de la cultura hispana del siglo XX. - PABLO PÉREZ RUBIO

 

Gabriele Morelli (ed.), Ilegible, hijo de flauta. Argumento cinematográfico original de Juan Larrea y Luis Buñuel, Renacimiento (con la colaboración del Instituto de Estudios Turolenses y la Universidad de Bérgamo), Sevilla, 2007.

 

 

Escrito en Lecturas Turia por Pablo Pérez Rubio

18 de noviembre de 2014

De noche, algunas veces,
cierro al invierno las contraventanas;
acallo todo mal, todo sonido
salvo las campanadas del reloj
y, tras unos instantes de penumbra,
enciendo alguna luz;
escojo un libro —casi
por mandato moral— y estudio.
                                                           Siempre
tengo a mi lado este papel en blanco.

El mundo se hace así
brevemente habitable:
deposito cenizas sobre el mar
o brasas en la nieve;
hago incisiones, podo, cavo, injerto
de palabras y ausencias un jardín
ignoto. Sueño el mar
junto a las escolleras, desatado...
y mi padre el dolor, como otras veces,
acaba por marcharse a descansar.

Yo le dejo dormir. Camino lento

para salir bajo mi lluvia, al raso;
frotarme con las manos la mirada
y en la sombra del agua revivir.

Luego regreso.
Él duerme ya, en figura de león.
                                                    Yo, el resto
de la noche afilada, bajo tierra,
me afano en el velar.

Escrito en Lecturas Turia por Agustín Pérez Leal

16 AUTORES LE RINDEN HOMENAJE A TRAVÉS DE 180 PÁGINAS DE TEXTOS ORIGINALES

EL AUTOR DE “EN LA ORILLA” PUBLICA EN “TURIA“  FRAGMENTOS INÉDITOS DE SU CUADERNO DE NOTAS 

Rafael Chirbes será el gran protagonista de la nueva entrega de la revista cultural TURIA. En un año en el que está obteniendo el aplauso unánime de crítica y lectores gracias a su novela “En la orilla”, Chirbes recibe el homenaje de 16 autores que publican en TURIA 180 páginas de textos originales en los que se analiza su personalidad y su obra literaria. El sumario se enriquece, además, con una amplia selección de fragmentos inéditos del cuaderno de notas de Chirbes bajo el título de “A ratos perdidos” y la más completa biocronología nunca difundida sobre su trayectoria.

El próximo día 27 de noviembre, TURIA dará a conocer en Teruel este nuevo número. Será un acto de reconocimiento a Chirbes que contará con la presencia del propio escritor homenajeado y con la del profesor y crítico literario Fernando Valls, que ejercerá de presentador y que ha coordinado el monográfico que la revista dedica a un autor que no deja indiferente a nadie. No en vano suele decirse de él que su literatura es la de un sabueso a la caza de la verdad.

 

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

17 de noviembre de 2014

La vida es un movimiento continuo en el que hay que superar fronteras, afrontar contratiempos y reubicarse de forma constante para adaptarse a las nuevas situaciones que surgen. El cine de José Luis Borau se acomoda muy bien a esta reflexión, como lo fue su vida, vinculada no solo a la industria cinematográfica sino también a la literatura y a la gestión cultural, puesto que no hay que olvidar al Borau presidente de la Academia del Cine así como de la SGAE o al académico de la Lengua que fue. El cineasta zaragozano ha sido muchas cosas y su obra, prolífica. Eso sí, no debemos tener en cuenta exclusivamente su vertiente cinematográfica, cuya filmografía como director tampoco es muy extensa, sino su amplia obra cultural, que abarca su faceta literaria como escritor y editor, al margen de su labor como guionista, sin olvidar tampoco la de productor e incluso actor.

De Borau se han publicado numerosas biografías y aproximaciones a su filmografía, las más conocidas las de Agustín Sánchez Vidal y Carlos F. Heredero, y junto a ellas otras no menos notables como la de Luis Martínez de Mingo y, una de las más recientes, el libro publicado por el Festival de Málaga en 2011 obra de José Luis Angulo y Antonio Santamarina. A la extensísima bibliografía sobre Borau hay que sumar otros proyectos editoriales que arrojan luz sobre el autor de Furtivos, como el libro catálogo de la exposición que el Festival de Cine de Huesca de 2009 acogió en torno a esta película, o el completísimo monográfico que meses antes le dedicó la revista Turia del Instituto de Estudios Turolenses en su número 89-90. Ahora se suma un nuevo volumen, José Luis Borau. La vida no da para más, de Bernardo Sánchez Salas, un proyecto que no es nuevo, sino que se remonta a hace un lustro, pero que ha atravesado por múltiples vicisitudes y que apareció por fin publicado poco antes de la muerte de Borau, convirtiéndose así, incluido su título, en el epitafio de quien ha sido una de las personalidades claves de la cultura española de las últimas décadas tanto por sus aportaciones cinematográficas como literarias, que hasta la fecha han resultado las más huérfanas de estudio. El libro de Sánchez Salas pretende cubrir ese vacío.

José Luis Borau. La vida no da para más es un libro extraño, atípico, chocante por su estructura y la disposición de su contenido, pero también porque aborda algo escasamente tratado en los trabajos sobre el cineasta, su obra narrativa escrita más allá de los guiones de sus filmes. El apartado dedicado a explorar esta faceta, bajo el epígrafe Un escritor de ida y vuelta, es por ello el más interesante de este ensayo y un complemento imprescindible dentro de los estudios realizados hasta la fecha sobre el realizador y escritor. El libro atravesó por varios contratiempos y su publicación se fue retrasando, por lo que su autor ha ido incorporando adendas y añadidos sin pretender alterar su espíritu inicial. La obra vio por fin la luz en 2012 dentro de la editorial Pigmalión y con el patrocinio, además, de la Semana de Cine Experimental de Madrid, la Fundación Autor y la SGAE.

El título hace referencia a un comentario que Borau le hizo a Sánchez Salas en uno de los múltiples intercambios epistolares que mantuvieron, cuando al requerirle las respuestas a un cuestionario que le había enviado, le pidió más tiempo para hacerlo porque sus múltiples compromisos le impedían contestarlo en el acto. “La vida no da para más”, le dijo, pero en el caso de Borau, la vida le dio para mucho, para ser uno de los personajes más importantes que ha tenido la cultura española en los últimos tiempos, por lo que es de esperar, y de desear, que todavía se publiquen muchos más trabajos sobre él. En este caso su rasgo distintivo reside en abordar, entre otros aspectos, esa vertiente literaria y editora a la que ya hemos aludido, además de contener la que probablemente sean la filmografía y bibliografía más completas del autor realizadas hasta la fecha.

El libro tiene una estructura muy ligada a las experiencias vitales de su autor y a la relación que éste mantuvo con José Luis Borau, que se tradujo en la posibilidad de acceder a relatos antes de su publicación y también a conocer los dos últimos guiones que dejó sin rodar, La Pajarita de Oro y Los hermanos del Don –en colaboración este último con Rafael Azcona–. Las reflexiones que se hacen sobre estos trabajos figuran entre las aportaciones más novedosas que el lector puede encontrar. No se propone Sánchez Salas abordar en profundidad toda la obra cinematográfica de Borau, sino que busca centrarse, sobre todo, en su producción a partir de 1990, dando por suficientes las aportaciones hechas antes de esa fecha por Carlos Fernández Heredero y Agustín Sánchez Vidal. A partir de esa premisa, el autor nos traslada al universo de Borau a través de sus últimos trabajos para el cine y la televisión, con continuas miradas hacia su filmografía anterior, teniendo presente como nunca se había hecho antes su obra narrativa escrita. En medio, el lector encontrará una inusual conversación entre Borau y Sánchez Salas, tras pasar una jornada juntos en Logroño y de contenido más anecdótico que otra cosa, aunque ayuda a comprender la forma de ser del personaje. Pero lo más destacado de este peculiar trabajo son esos vínculos que el autor establece entre cine y literatura, y de qué manera unos y otros están presentes al final en toda la obra de Borau, y cómo su actividad en el cine y las múltiples facetas que ha desempeñado son el desencadenante de los libros que publicó en las dos últimas décadas. Aflora así el escritor oculto, el que se escondía tras los guiones literarios del sus filmes, objeto igualmente de publicación como si de novelas se tratara, y en algunos casos transcritos de la imagen a la palabra por el propio Borau, lo que le confiere todavía más un valor literario, como fue el caso del guión de Furtivos publicado en la revista Viridiana. Sánchez Salas indaga en ese Borau escritor que no tiene ambiciones literarias pero posee un prurito literario que ha quedado patente en libros como El caballero D’Arrast, Camisa de once varas, Navidad, horrible Navidad, y Amigo de invierno, entre otros. Lo hace, además, profundizando, interesándose por comparar ediciones, como el original de Arituyena, primer relato que se conoce de Borau, publicado en 1952 en la revista del Colegio Mayor Cerbuna de Zaragoza y reeditado en 2008, reelaborado por el cineasta y con el nuevo título de El país de Arituyena. La conclusión a la que llega Sánchez Salas es que cine y literatura van de la mano en Borau, aunque precisa que lo primero no monopoliza lo segundo pero se trasluce, según sus propias palabras, “como una especie de guía o de ‘guión’ para atravesarla, incluso –en buena medida– sustanciarla y abrazarla”.- FRANCISCO JAVIER MILLÁN.

 

Bernardo Sánchez Salas, José Luis Borau, La vida no da para más, Pigmalión y Semana de Cine Experimental de Madrid, Madrid, 2012.

Escrito en La Torre de Babel Turia por Francisco Javier Millán

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