Cuando en 1991 aparecía El violín mojado significaba para su autor, el gaditano Javier Sánchez Menéndez, su tercer poemario publicado, después de los titulados Motivos y Derrota y muerte a los héroes. Ahora en 2013 sale a la luz una nueva edición del mismo cuando Sánchez Menéndez es ya un poeta sobradamente conocido -como referente nos sirve su antología reciente Faltan palabras en el diccionario, de 2011- , un editor de prestigio al frente de una empresa, La Isla de Siltolá, que da a conocer continuamente libros de indudable valor, y un activista cultural que vuelca su opinión y su pensamiento en ensayos novedosos y en una página que en internet registra más seguidores cada vez.

            Aparte del interés que la obra ofrece para todos los lectores que en su día no pudieron conocerla (recordemos que una de sus críticas aparecíó en ABC Literario en julio de 1991), la mayor novedad de esta reedición de El violín mojado es con seguridad el esclarecedor prólogo que le ha añadido Rocío Fernández Berrocal, por cierto, la misma que introduce magistralmente el poemario inédito de Juan Ramón Jiménez Idilios, publicado también por la Isla de Siltola en 2013. A él deberá echar mano el lector antes o después de su lectora de este libro del que algún crítico (Paco Huelva, concretamente) ha afirmado en fechas muy cercanas que recoge “las bases, el cimiento, el sueño dorado de un escritor que hace dos décadas manejaba por igual las esperanzas y los desasosiegos”. Si a esto sumamos los detalles que descubre la prologuista al anotar que “En las reseñas que le dedicaron a la obra cuando se publicó se consideró uno de los libros de poesía más innovadores de la última generación poética”, y que su “modernidad y frescura” de entonces “siguen aún vigentes”, ya tenemos las fundamentales razones para examinarlo con atención.

            Nuestra lectura nos lleva a advertir que ya desde el primer poema se hace presente la voluntad del autor de jugar con el lenguaje y de sacarle el máximo rendimiento a partir de su sencillez expresiva. Orillando, en su primera parte titulada La huella, el sentimiento del amor, lo recrea de múltiples formas siempre originales para abandonarlo por momentos y moldear líricamente otros leves asuntos de la cotidiana existencia. Poco a poco, el lector se va sintiendo cautivado por una palabra llana que se yergue, sin embargo, alentada por una innegable sinceridad y un sorprendente detallismo modelado con impulso inédito, con voz nueva, con tono diferente. La realidad emerge cambiante en cada poema pero a su vez aparece repetida, renovada, remanecida mediante el sintagma tu casa frecuentemente recurrente.

            La ironía, el humor, la antítesis no son desconocidos en estos versos de Sánchez Menéndez, pero es en la segunda parte de su libro, Impresión & Expresión, donde se observan como recursos constantes. Ahora, los juegos de lenguaje se reconcentran en contextos donde los significados se constituyen a partir de los campos semánticos “impresión” y “expresión”, vinculados además, sin cambio, al referente pictórico de Van Gogh: “La impresión es algo que soporto de veras, / lo mismo que a Van Gogh / le divierten inmóviles los girasoles”.

            En la tercera parte del poemario, Imaginar y recordar, vuelve la insistencia sobre el pensamiento del amor, de modo que un poema se titula Amor como principio y en un momento se puede escribir: “lo mismo da pero es amor / a ser posible el tema”. Continúa el poeta, en esta última sección, jugando consciente e inteligentemente con el lenguaje y aprovechando los significados que pueden vincularse al recuerdo y a la imaginación, entreverando con ellos un poso de incredulidad o desesperanza, en la convicción de que el amor pasa y cuando se acaba solo queda recordarlo, imaginarlo o desearlo nuevamente. Por ello llega a decirse en los últimos versos del libro que mejor que esperarlo es tenerlo, vivirlo: “que tengo toda la vida por delante, / a mí me gustaría / tener la vida alrededor”. Es en este poema de cierre donde hallamos además una expresión, “libre de la tormenta”, que serviría al autor -seguramente recordando de nuevo- para titular otro libro suyo de 2013 con ese mismo sintagma.

            Esa vida por la que el poeta quiere verse rodeado es la que estimula su escritura, pero debe tenerse en cuenta que en el proceso creador tiene un peso nada desdeñable la imaginación, por eso uno de los comentaristas del libro ha podido afirmar en su blog que este “te transporta a una irrealidad a la vez aséptica y profundamente personal”, añadiendo que “Te ves reflejado en esos versos cercanos, despiadados, cínicos, trágicos, enamorados, desenamorados...”. Con esta reedición de la que es -según precisa Fernández Berrocal- “obra significativa en la trayectoria poética de Javier Sánchez Menéndez”, todos tenemos una posibilidad inmejorable de conocer mejor la poesía de este autor y de comparar un estado poético anterior con las posibilidades líricas a que en la actualidad ha evolucionado su creación y que podemos detectar en sus títulos más actuales ahora en las librerías, como el aludido Libre de la tormenta y Los indolentes.- Antonio Moreno Ayora.    

 

Javier Sánchez Menéndez, El violín mojado, Madrid, Libros del Aire, 2013.