
Traducción de Carlos Vitale
Cesare Pavese nació en 1908 en Santo Stefano Belbo (Cuneo, Piamonte) y murió en Turín en 1950.
 Entre otros libros, ha publicado: Lavorare stanca, Verrà la morte e avrà i tuoi occhi y La luna e i falò.
MUJERES APASIONADAS 
 
 En el crepúsculo las muchachas descienden al agua,
 cuando el mar se desvanece, extenso. En el bosque
 cada hoja se agita, mientras emergen cautas
 sobre la arena y se sientan en la orilla. La espuma
 hace sus juegos inquietos, a lo largo del agua remota.
 
 Las muchachas temen a las algas sepultadas
 bajo las olas, que aferran las piernas y los hombros:
 cuanto está desnudo del cuerpo. Suben rápidas a la orilla
 y se llaman por sus nombres, mirando a su alrededor.
 También las sombras sobre el fondo del mar, en las tinieblas,
 son enormes y se las ve moverse, inciertas,
 como atraídas por los cuerpos que pasan. El bosque
 es un refugio tranquilo, en el sol poniente,
 más que el pedregal, pero a las oscuras muchachas les agrada
 estar sentadas al aire libre, en la sábana recogida.
 
 Están todas acurrucadas, apretando la sábana
 contra las piernas, y contemplan el mar extenso
 como un prado al crepúsculo. ¿Se atrevería ahora
 alguna a tenderse desnuda en un prado? Desde el mar
 saltarían las algas, que rozan los pies,
 para agarrar y envolver el cuerpo tembloroso.
 Hay ojos en el mar, que se vislumbran a veces.
 
 Aquella desconocida extranjera, que nadaba de noche
 sola y desnuda, en las tinieblas cuando cambia la luna,
 desapareció una noche y ya no volverá.
 Era alta y debía de ser blanca deslumbrante
 para que los ojos, desde el fondo del mar, llegaran hasta ella.
 LA CASA
 
 El hombre solo escucha la voz calma
 con los ojos entornados, como si un suspiro
 le soplara en el rostro, un suspiro amigo
 que se remonta, increíble, desde el tiempo pasado.
 
 El hombre solo escucha la voz antigua
 que sus padres, en otros tiempos, han oído, clara
 y recogida, una voz que como el verde
 de las charcas y de las colinas se oscurece al atardecer.
 
 El hombre solo conoce una voz de sombra,
 acariciadora, que brota de los tonos calmos
 de un manantial secreto; la bebe abstraído,
 ojos cerrados, y no parece que la tuviera al lado.
 
 Es la voz que un día ha detenido al padre
 de su padre, y a todos los de la sangre muerta.
 una voz de mujer que suena secreta
 en el umbral de casa, al caer la noche.
 TIERRA ROJA…
 
 Tierra roja, tierra negra,
 tú vienes del mar,
 del verde árido,
 donde existen palabras
 antiguas y fatiga sanguínea
 y geranios entre la grava –
 no sabes cuánto traes
 de mar, palabras y fatiga,
 tú, rica como un recuerdo,
 como el campo yermo,
 tú, dura y dulcísima
 palabra, antigua por la sangre
 recogida en los ojos;
 joven, como un fruto
 que es recuerdo y estación –
 tu aliento reposa
 bajo el cielo de agosto,
 las olivas de tu mirada
 endulzan el mar,
 y tú vives, revives
 sin sorprender, segura
 como la tierra, oscura
 como la tierra, molino
 de estaciones y de sueños
 que a la luna se descubre
 antiquísimo, como
 las manos de tu madre,
 el cuenco del brasero.


