(Natalia Ginzburg, sobre Sandro Penna)
Me va creciendo la tristeza
día a día
en mi caparazón de plástico,
se me refleja insomne
en las pupilas, en la orejas
y en cada paso que se ahoga en la silla.
Por la ventana
sesgo el vaivén de la inmodestia
cada noche a las tres,
poco más o menos,
en que repaso el aire
que no remueve ni un átomo de boca.
Sólo la paza,
lujosa soledad del equilibrio
inestable y desnudo. Ni siquiera
un brillo, un pequeño destello de almohadas
me incita ya a escarbar un afluente. No
me atrae la obstinación de las truchas,
el discurso anodino y meliloto
del arco iris amor azanahoriado
Callo y espío
echado en la cama, telefoneo.