Has venido a buscarme
cuando ya unos hombres me recuerdan a otros,
tus miradas a otras, tus palabras
a otras que hace tiempo me dijeron.
Y cuando ya he buscado detrás de las canciones,
de los nombres que acarició mi lengua,
de los cuerpos que ardieron ante mí.
Tantos incendios
fueron luces fugaces apenas presentidas
a lo lejos por dios o por el diablo
o por quien sea
que gobierne ese páramo desde el que me sonríes.
Debo decirte cuando me preguntas
en qué pienso o qué me preocupa
que vivir es también negarse a hacerlo.
Cómo voy a contarte las cosas que me pasan,
la sangre que me hierve mientras guardo
las formas y la voz. Y también guardo
algunas cicatrices y locas estampidas
de bisontes azules contra mi corazón,
los bisontes azules que golpean
y corren hacia mí o desde mí o acaso
galopan sobre mí. A veces duermen
dóciles por mis venas; tengo entonces
la sangre acariciada por un frágil ejército
de niños navegantes.
Pero cómo decirte que me duelen
y me gustan, sentirlos es sentir
y así es mi extraña vida. Si despierta
de noche la manada, yo quisiera
ser ellos, no ser yo; correr con ellos
-brutales y magníficos-, son ellos
mis canciones de amor.
Has venido a buscarme cuando sé
que estoy perdida. Vete
tras tu triste pedazo de realidad, conquista
con tu sangre tus propios desengaños.