¡VIVA MÉXICO! París es magnífico pero... ¡qué chulo es México!
Se dice de Buñuel, más o menos con razón, que es uno de los directores que más atención ha recibido a lo largo de la Historia, junto con otros cineastas como Charles Chaplin, John Ford, Sergei Eisenstein, Alfred Hitchcock o Akira Kurosawa. Basta con echar un vistazo a la entrada “Buñuel” en el catálogo de la Filmoteca española para comprobar la cantidad de documentación existente sólo en dicho acervo. Y, lejos del olvido, el interés por Buñuel en la actualidad sigue gozando de una excelente salud gracias, en parte, a la actualización de conocimientos aportada por recientes investigaciones, así como por el alcance de numerosos proyectos culturales diseñados para difundir su vida y su obra. En ese sentido, el llamado periodo mexicano es un terreno muy fértil, tanto porque profesionalmente fue el más productivo de su carrera: 20 de las 32 películas que dirigió fueron hechas en México; como por ser el lugar donde fijó su residencia desde el año 1946 hasta su muerte en 1983. Y, más allá de las interpretaciones y el continuo interés por su cine, o la fascinación por su filosofía de vida rebelde y surrealista, es importante hablar del impacto de Buñuel en México midiendo el alcance de los proyectos derivados en torno a su figura.
Una de las intervenciones más interesantes realizadas con relación al rescate y difusión de Buñuel en México ha sido la adquisición de la que fuera su casa en la Ciudad de México, ubicada en la calle Cerrada de Félix Cuevas 27 de la Colonia del Valle. Me gustaría empezar hablando de este lugar que conocí de cerca y que, tristemente, en la actualidad se encuentra en penumbras, acumulando polvo en su interior y maleza en las fachadas.
Buñuel empezó a construir su casa tras adquirir un terreno de 554 metros cuadrados al sur de la ciudad en el año 1952, seis años después de su llegada a México, con ayuda del arquitecto Arturo Sáenz de la Calzada. Ambos se conocían de haber coincidido en la residencia de Estudiantes de Madrid en los años veinte y se reencontraron porque Sáenz de la Calzada había llegado con el exilio a México en 1939. En la entrevista que le realizó Max Aub para su proyecto Buñuel: novela el arquitecto recuerda: “cuando le hice la casa, (Buñuel) me dijo: «Bueno, pero no creas que aquí vas a ver a muchas estrellas de cine y de tal, no, no. Yo llevo una vida muy sencilla y muy retirado del mundo, y no.»”.
Al igual que la Residencia de Estudiantes de Madrid, la casa que Buñuel diseñó destaca por el uso del ladrillo rojo, aunque también incorpora elementos de piedra volcánica, un material muy típico en las construcciones del sur de la Ciudad de México. El inmueble tiene tres niveles pero, antes de entrar, el visitante se encuentra con un gran muro, del cual Buñuel conversa con Robert Valey en la entrevista que este le hace para el primer capítulo de Cinéastes de notre temps (1964), contando que el muro de su casa es tan alto para evitar la entrada de ladrones, no para aislarse de la sociedad mexicana. Tras el muro, un patio donde nunca quiso tener plantas por temor a las arañas. Sin embargo, una de las paredes quedó adornada con un mural de flores pintado por José Moreno Villa y una frase: “las flores que no planté, crecieron en mi jardín”. En la parte trasera, una parrilla donde hacía paellas los domingos. En la parte delantera, un porche con garaje. El interior de la planta baja, de 240 metros cuadrados, tiene la cocina, el desayunador, una sala con chimenea, un comedor con acceso al patio y, al fondo, el lugar preferido de Buñuel, donde pasaba las mejores horas del día: el bar.
En el primer piso, cuatro habitaciones: la del hijo menor, Rafael; la del primogénito, Juan Luis; la de Jeanne, o como cariñosamente se le conoce: Juanita, esposa y compañera fiel durante casi seis décadas; y la de Buñuel. El matrimonio dormía en cuartos separados, unidos por un balcón que daba al patio, donde Jeanne hacía ejercicio, en ocasiones, con un cigarro en una mano y un tequila en la otra. Buñuel instaló su cama junto a la biblioteca y su escritorio. Cuando Rafael se mudó a Estados Unidos, esa recámara pasó a ser la de Buñuel, era la más pequeña y en donde se guardaban también los muebles y objetos viejos que no se utilizaban.
El segundo piso era para instalar a los visitantes: familiares y amigos que se hospedaban en Félix Cuevas cuando viajaban a México. Aparentemente, ser anfitrión por mucho tiempo no era lo que más le agradaba a Buñuel. En una carta que envió a Eduardo Ducay en agosto de 1971 hace un amargo y quejumbroso recuento: “Mi casa está llena. Cuente: menáge Jeanne y Luis, hijos Juan Luis y Rafael, nuera Joyce, la nieta, la amiga de Rafael. Y cuatro en la cocina. Entre nosotros: horrible”. A pesar de no ser amante de las grandes multitudes, como él mismo deja claro en sus memorias, su predilección por la soledad era sólo “con la condición de que venga de vez en cuando algún amigo a hablarme de ella”. Por eso, por su casa pasaron muchos amigos españoles, franceses y mexicanos de todas las etapas de su vida, como George Sadoul que, invitado por Jeanne, visitó la casa en diciembre de 1960, tras participar como miembro del jurado en el Festival de Acapulco, aunque Buñuel estaba en Madrid y no coincidieron.
Entre los que visitaron a Buñuel en su casa, todos destacan la sobriedad del lugar. Pocos objetos de lujo exceptuando el famoso retrato hecho por Dalí en 1924, que actualmente se exhibe en el Museo Reina Sofía de Madrid junto a la proyección permanente de Un perro andaluz (Un chien andalou, 1929); otro retrato hecho por Moreno Villa; el cuadro de Leonora Carrington, Le Bon Roi Dagobert; o los grabados que le regalaron Alberto Gironella o el padre Julián Pablo. También tenía una espléndida biblioteca, que actualmente es parte del Archivo Buñuel de la Filmoteca Española. Y, en uno de los armarios de la casa, el mayor tesoro: copias de sus primeras películas y de su etapa en Filmófono, que donó a la Cineteca Nacional en 1974 y que, con toda probabilidad, se perdieron en el incendio del 24 de marzo de 1982, que inició casualmente mientras se exhibía la película La yegua de fuerza de Joyce Buñuel, la nuera de Luis Buñuel.
Las paredes de esa casa fueron testigos de un sinfín de anécdotas, como las que narra Jeanne Rucar en Memorias de una mujer sin piano o Claudio Isaac en Luis Buñuel: a mediodía. Por ejemplo, las fiestas de disfraces con los amigos del exilio; la visita del Presidente de México Miguel de la Madrid, que se quedó comiendo y bebiendo hasta tarde; las sesiones espiritistas donde Buñuel se entretenía hipnotizando; la convivencia con los animales, como el loro de Robinson Crusoe, las ratitas blancas, el perro León y después, la perra Tristana; los encuentros con otros directores, compañeros de profesión y admiradores, como un jovencísimo Michel Ciment, crítico y editor de la revista francesa Positif, que visitó a Buñuel aprovechando un viaje que hizo a México a sus 18 años; o las paellas y borracheras con los amigos más íntimos. El lugar también aparece de fondo en numerosas fotografías y algunos documentales que se hicieron sobre Buñuel en México como El náufrago de la calle Providencia, documental de Rafael Castanedo y Arturo Ripstein o El Buñuel mexicano, dirigido por Emilio Maillé.
Tras la muerte de Luis Buñuel, en 1983, su viuda Jeanne Rucar siguió viviendo en la casa, como contó en sus memorias, acostumbrándose poco a poco a la ausencia de Luis. Los hijos, Juan Luis y Rafael vivían en Francia y Estados Unidos respectivamente y, tras el fallecimiento de Juanita en 1994, decidieron poner la casa en alquiler. Curiosamente, el lugar se convirtió en oficina de una productora de cine, Casa B Productions, que hizo la película Días de gracia (2011) del director Everardo Gout, estrenada en el Festival Internacional de Cannes. En el 2008, Juan Luis volvió a visitar la casa de Félix Cuevas en compañía del guionista Jean-Claude Carrière y Claudio Isaac para el rodaje del documental El último guión. Buñuel en la memoria (2008), dirigido por Gaizka Urresti y Javier Espada; fue por entonces que se hizo pública la intención de vender el inmueble.
La casa fue adquirida por el Ministerio de Cultura de España, siendo ministra Ángeles González Sinde, también cineasta. La operación se llevó a cabo a mediados del mes de agosto del año 2010 por un valor de 284.228,00 €. Los medios recogieron la noticia a partir de diciembre de 2011 con motivo de la inauguración de la exposición Viridiana 5.0, a la que acudieron las autoridades culturales de España y México, sellando un acuerdo de cooperación entre ambas naciones para sumar esfuerzos en ambos lados del Atlántico con el propósito de mantener viva la memoria del gran cineasta compartido.
La exposición Viridiana 5.0 se exhibió con la vivienda casi en las mismas condiciones que cuando su uso era privado. Para darle un nuevo uso como centro cultural, era necesario realizar obras de mejora y adaptación de los espacios. Para ello, a mediados de 2012, se inició la ejecución de un proyecto de remodelación integral, a cargo del despacho JSa Arquitectos, quienes respetando la estructura original por su valor histórico, realizaron las intervenciones necesarias: se instaló un acceso para minusválidos, se amplió la zona de servicios y se quitó el muro que separaba los cuartos principales. También, hubo que remodelar el jardín, protegiendo las pinturas de Moreno Villa y poniendo grava donde antes había pasto. Tras limpiar la fachada, sanear las tuberías, realizar las instalaciones eléctricas, pintar todo y equipar los baños y la cocina, a inicios de 2013 el lugar quedó listo para empezar una nueva etapa.
Casa Buñuel en México se llamó y pasó a depender del Instituto de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas español (ICAA), –organismo autónomo adscrito a la Secretaría de Estado de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España–, desde donde se buscó la complicidad de instituciones mexicanas para compartir el impulso y la ilusión por la creación en este espacio de un centro cultural con residencia para artistas e investigadores. Con este fin, se creó un comité en donde, junto al ICAA, participó la Oficina Cultural de la Embajada de España en México y la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre todos diseñamos un programa de trabajo cuyos objetivos eran: 1) Recopilar, promover el estudio, difundir y poner en valor la obra de Buñuel. 2) Constituir un espacio de residencia, encuentro, trabajo y formación para creadores, investigadores y profesionales del arte y la cultura. 3) Fomentar la investigación, el conocimiento, el pensamiento crítico y la difusión de la cinematografía y de las artes. 4) Promover la creación y la formación de profesionales y públicos en el ámbito de las artes cinematográficas y audiovisuales. 5) Configurar políticas de intercambio, reflexión y cooperación cinematográfica.
Para cumplir los objetivos, se llevaron a cabo numerosas iniciativas en todos los programas que se lanzaron durante el tiempo que Casa Buñuel estuvo en funcionamiento. Para fomentar la creación artística, Casa Buñuel funcionó como sede del “Programa de Residencias Artísticas para Creadores de Iberoamérica en México” del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) mexicano. En el programa académico, en colaboración con la UNAM, se ofertaron varios talleres con invitados de primer nivel, como Harun Farocki. Para la programación de cine, se creó un cineclub junto con la Cátedra Bergman de la UNAM, el cineclub Fårö, donde cineastas mexicanos e internacionales presentaron sus últimas películas y debatieron con los invitados. Se hicieron varias exposiciones también, como la que organizó el cineasta y productor Roberto Fiesco con su colección de fotografías de actores españoles exiliados en México. Y, además, gracias a la cesión en comodato por parte de Marco Aurelio Torres H. Mantecón, se rescató uno de los elementos más importantes de la memoria de la casa: el famoso piano de “una mujer sin piano”.
Casa Buñuel, en definitiva, funcionó intensamente como un entrañable espacio de encuentro para la comunidad cinéfila, visitado con el mismo interés por aficionados anónimos, como por conocidas figuras como la escritora Elena Poniatowska, la actriz Ángela Molina o el director húngaro Béla Tarr. La recepción que tuvo entre la población local fue excelente, así como el grado de implicación de las instituciones mexicanas que colaboraron en los proyectos. Un aspecto también muy importante fue el impacto que tuvo en la opinión de las personas que conocieron o colaboraron con Buñuel en México, –como Arturo Ripstein, el padre Julián, Silvia Pinal, José de la Colina, Sergio Olhovich, Pilar Pellicer, entre otros–, que volvieron a visitar la cerrada de Félix Cuevas durante los actos de homenaje que se organizaron con motivo del 30º aniversario luctuoso del cineasta en 2013, y se mostraron muy agradecidos por la existencia de un proyecto pensado para el beneficio de los jóvenes creadores y la preservación de la memoria de Don Luis.
En enero de 2015, Casa Buñuel fue cerrada indefinidamente sin explicaciones oficiales. Desde mi punto de vista, el cierre se debió principalmente a dos motivos. El primero puede ser, por decirlo de algún modo, legal u organizativo: Casa Buñuel nunca existió con personalidad jurídica propia en México ni en España. Se encontraba en una situación administrativa muy particular; es decir, como un proyecto adscrito al ICAA con unos objetivos específicos, pero a más de 9,000 kilómetros, en otro país, en otro continente, muy alejado geográficamente y, tal vez, también de las prioridades de quienes debían liderar el proyecto. Por otro lado, al no contar con una estructura administrativa, era imposible recibir directamente los recursos necesarios para su funcionamiento. Todo lo necesario, –incluyendo el personal, reducido a tres personas: un guardia de seguridad, la señora de la limpieza y un coordinador de actividades–, debía ser gestionado por intermediarios: la Embajada de España en México, la Filmoteca de la UNAM o la Empresa de Transformación Agraria (Tragsa), empresa especializada en encomiendas para la ejecución de obras y actuaciones de emergencia. ¿Cómo iba a sobrevivir un proyecto como Casa Buñuel con esa configuración tan desestructurada?
La segunda cuestión tiene que ver con aspectos más históricos: la acción cultural española en el exterior, desde el franquismo, se ha llevado a cabo desde el Ministro de Asuntos Exteriores; actualmente, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). En el año 2013, España en México contaba con una oficina cultural junto a la Embajada, un gran centro cultural, recién remodelado y ampliado en 2011, dotado con un buen presupuesto y a espaldas de la catedral; también, financió la remodelación de un centro conjunto para el Ateneo español, la Consejería de Educación de la Embajada y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), ubicado en un bello edificio de una de las colonias más céntricas de la ciudad, capaz de albergar exposiciones y actividades culturales. Por esto, desde el Ministerio de Asuntos Exteriores se desaconsejó la adquisición de Casa Buñuel, pues las actividades culturales podían encontrar acomodo en cualquiera de los tres centros españoles existentes en la ciudad. Por tanto, con relación a este proyecto, no hubo una colaboración efectiva entre el Ministerio de Exteriores y el de Cultura.
En febrero de 2016, con motivo de la celebración por su 70º aniversario, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) se propuso mudar de lugar sus oficinas y se fijaron como prioridad la Casa Buñuel. Para ello, desarrollamos un proyecto de adaptación de los espacios y objetivos fundacionales de Casa Buñuel en línea con los requerimientos de una nueva sede para la AMACC. En el documento presentado y aprobado por los Secretarios de Cultura de España y México, se contemplaba un espacio de oficinas; otro para miembros de la AMACC que quieran trabajar o convivir donde lo hacía Buñuel; un tercer uso para el hospedaje de creadores e invitados especiales; y, por supuesto, varios espacios para el público interesado, con biblioteca, una sala de cine y un salón para todo tipo de actividades culturales. El espíritu que motivó esta iniciativa, fundamentalmente, se basó en el anhelo de volver a ver ese lugar de nuevo funcionando como lo que siempre fue: el epicentro de nuevos proyectos y testigo de momentos inolvidables. La noticia fue anunciada públicamente en mayo del mismo año en la ceremonia de entrega del premio Ariel. No obstante, por el cambio de los titulares de cultura en los gobierno de México y en el de España, un año más tarde la transformación aún no se ha ejecutado.
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Pase lo que pase con Casa Buñuel, el rescate del legado del director aragonés no debe depender sólo del interés de los burócratas. Hay mucha gente repartida por todo el mundo interesada en investigar, analizar y descubrir cosas nuevas sobre Buñuel, aunque sea de un modo independiente. Aún queda mucho por hacer. Ahí está, por ejemplo, la investigación sobre las fotografías que hizo Buñuel en México, un proyecto que actualmente desarrollo junto a la Cineteca Nacional. El trabajo fotográfico de Buñuel apenas ha sido analizado; sólo se conoce una pequeña parte gracias a las exposiciones comisariadas por Elena Cervera y Javier Espada. Sin embargo, los escasos textos críticos que hay ponen su interés en comentar las fotografías en función de las escenas a las que sirven de referencia, más que en otros enfoques posibles. Este material es susceptible de un análisis más amplio, que busque conexiones entre el contexto histórico, las fotos y la praxis profesional del director. Además, puede ser útil para conocer mejor el proceso de descubrimiento del contexto local por parte de Buñuel: su mirada en los viajes que hizo y sus compañeros de aventuras mexicanas.
Como señalé al inicio, gracias a las publicaciones hechas en la última década por investigadores como Agustín Sánchez Vidal, Román Gubern, Paul Hammond, Fernando Gabriel Martín, Amparo Martínez Herranz o Ian Gibson, entre muchos otros, es posible afirmar que estamos siendo testigos de un nuevo boom en los estudios sobre el director calandino. Sin embargo, para que esta labor sea exitosa, es imprescindible sumar más voces mexicanas a la causa porque, como bien saben los estudiosos de Buñuel, aún queda mucho por decir sobre su periodo mexicano. Es obvio que hay una desproporción cualitativa con relación a los conocimientos que se tiene sobre su primera etapa entre España, Francia y Estados Unidos. En parte, esto se debe a que la documentación de las productoras mexicanas con las que trabajó –Ultramar Films, Internacional Cinematográfica, Producciones Barbachano Ponce o Gustavo Alatriste–, o documentos antiguos del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC), no están localizados.[1] La biografía definitiva de Buñuel en México es un proyecto pendiente y que podría empezar por rastrear y encontrar fuentes de información tan relevantes como las que acabo de mencionar. También, los guiones de trabajo de dos películas que hizo en México y que no han sido localizados: Abismos de pasión (1953) y La muerte en este jardín (La mort en ce jardin, 1956). Por todo lo anterior, es imprescindible mantener vivo el interés de todos los que ya están implicados a la vez que se fomenta la entrada de nuevas generaciones de investigadores mexicanos.
En definitiva, por sumarse a esta tarea, considero que debemos un gran agradecimiento a la revista Turia, a la Dirección General de Fomento Editorial y Publicaciones de la UNAM, a la Filmoteca de la UNAM y al Centro de Estudios Mexicanos en España (CEM-España) de la UNAM por juntar esfuerzos para la edición y publicación de este monográfico. La constante aparición de Buñuel en Turia desde su fundación hace más de 30 años en Teruel, la provincia natal de Buñuel, ha hecho que esta revista sea uno de los espacios más significativos para la publicación de textos relacionados con el director aragonés. Como bien sabrá el lector asiduo, Buñuel ha sido el protagonista en cientos de sus páginas, con artículos firmados por los principales expertos a nivel mundial. Concretamente, Buñuel está presente en el número 23, el 26, el número doble 28-29, el 50, el 76, el 88 y en el número doble 105-106. Gracias a su incansable labor, Turia se ha ganado un merecido lugar entre las principales referencias para todo aquel que desee conocer la obra y la vida del cineasta turolense más ilustre.
En esta ocasión el nº 123 de Turia dedica su cartapacio a Buñuel en México, dando importancia a las preposiciones y cediendo el protagonismo no sólo al periodo histórico, sino también a la versión mexicana de los hechos. Por eso, se buscó que la mayor parte de los colaboradores escribieran sobre Buñuel en México y desde México, lo cual se logró un 70%.
El número se abre con el texto de Aurelio de los Reyes, investigador emérito de la UNAM, De la vanguardia a la retaguardia. Luis Buñuel: su aprendizaje del oficio, donde narra los inicios de Buñuel en el cine así como las motivaciones que lo llevaron a adentrarse en ese mundo, sobre las influencias en sus primeros filmes y cómo va adquiriendo mayor dinamismo a la vez que manifiesta ciertos retrocesos en sus diferentes películas; describe sus tendencias teatrales y los elementos que se vuelven una constante, casi una marca particular, en su trabajo.
En Crónica de un encuentro, Amparo Martínez relata los eventos que llevaron a un Buñuel en situación precaria a buscar nuevos caminos para establecerse en México. “Buñuel iba de paso”, pero la ayuda de amigos y el apoyo fundamental de Óscar Dancigers le muestran un país con un abanico de posibilidades seductoras.
Eduardo de la Vega hace un análisis del México de los años cincuenta, enfocado a los motivos que suscitaron que algunos filmes de Buñuel fueran menospreciados o infravalorados. Tal fue el caso de La ilusión viaja en tranvía (1953), del cual identifica elementos de índole documental, que hacen de esta película una mirada a la situación de extremos radicales de esa urbe en crecimiento descontrolado que fue la Ciudad de México durante esa época.
Rafael Aviña describe el impacto que tuvo para el cine mexicano la entrada del primer presidente civil a México (Miguel Alemán Valdés). Por medio del análisis de tres filmes de Buñuel, –El río y la muerte (1954), Él (1953) y Ensayo de un crimen / La vida criminal de Archivaldo de la Cruz (1955)–, Aviña nos muestra la manera “atípica, subversiva y de una extraña mezcla de drama y humor negro”, en que el director retrata su visión de la época.
La Filmoteca de la UNAM, gracias a su extenso archivo, se dio a la tarea en el año 2000 de homenajear el centenario del nacimiento de Buñuel, en algo que denominaría: El Buñuel Mexicano. José Manuel García Ortega nos relata cómo la Filmoteca unió fuerzas con otras instituciones, y con la embajada de España en México, para la adquisición de una colección completa y basta que sirviera para la exhibición. Además, cuenta los hallazgos y hechos afortunados que resultaron de este acontecimiento; siendo uno de los más destacables el descubrimiento de un segundo final para la película Los olvidados (1950), que nunca había sido presentado al mundo y que, gracias a esto, fue dado a conocer.
Jo Evans y Breixo Viejo presentan un fascinante texto sobre dos de las figuras más destacables de la cultura latinoamericana, Luis Buñuel y Carlos Fuentes, centrándose en los intentos por trabajar juntos en tres proyectos cinematográficos. Primero, con la intención de Buñuel por adaptar al cine la novela corta de Fuentes, Aura. Después, con Bajo el volcán, novela que Buñuel buscaba llevar a la pantalla con la ayuda de Fuentes y por último Cumpleaños, una nueva versión de Aura que el escritor ansiaba que su amigo dirigiese. Los autores del texto muestran un panorama general e inédito sobre los métodos pre-producción y las vicisitudes a las que se tuvo que enfrentar Buñuel y su equipo de trabajo para ver finalmente frustrados algunos de sus proyectos.
Miguel Errazu titula su texto El maravilloso plano de Lorenzana, donde analiza y describe un plano particular en la película La ilusión viaja en tranvía (1953). El autor nos adentra en ese pequeño instante de la mirada del niño “Lorenzana”, volviéndolo un elemento de gran poder por lo inusitado, único e inesperado que resulta su presencia en la filmografía de Buñuel. En síntesis, este texto se encarga de la descomposición de ese plano, - de apenas dos segundos de duración -, en todas sus partes y nos contagia de lo extraordinario de su significado.
En Susana, el diablo se disfraza de mujer, Armando Casas y Leticia Flores hacen una revisión del conocido uso irónico de Buñuel hacia la moral y las prácticas conservadoras, como se refleja en su película Susana (Carne y demonio) (1950).2[2] En este texto se hace un análisis de los personajes y algunas escenas del film, donde se deja ver cómo una mujer de apariencia angelical, pero alma demoníaca, pone en riesgo el equilibrio de toda una sociedad hecha a las buenas costumbres y la devoción cristiana. Los autores hacen notar la ironía que Buñuel pretendió plasmar en “un final milagrosamente feliz” que se prestó a múltiples malas interpretaciones.
Jordi Xifra, actual director del Centro Buñuel de Calanda, aporta una visión de los elementos pertenecientes al hogar de infancia de Buñuel y aquellos que aparecen en la película Él (1953). Hace notar la importante influencia de la casa familiar de Calanda, –que conoce mejor que nadie–, en la elaboración del film, dato que el mismo Buñuel afirmara. El autor señala en este texto las características más interesantes del edificio, las cuales hacen que se convierta en un “protagonista fundamental de la historia”, aportando elementos que contribuyen a la psique del film; haciendo notar por qué esta podría ser la película más autobiográfica del director.
En El México de Buñuel, Nelson Carro narra la evolución del arte y la cultura en el México de los años cuarenta. Nos cuenta sobre el gran auge y el crecimiento que hubo en este terreno después de la segunda Guerra Mundial, donde el país supo aprovechar el conflicto a su favor, y la situación económica favoreció el desarrollo de instituciones como el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Nacional de Bellas Artes. Del mismo modo, se impulsó la producción de cine mexicano, permitiendo la aparición de nuevos directores durante la llamada Época de Oro. Sin embargo, después llegaría una crisis económica, coincidiendo con la llegada de Buñuel a México, donde el panorama se complicaría para los cineastas debutantes.
Para la realización de este cartapacio de dedicado a Buñuel en México, se contactó con algunas personas que estuvieron personal o profesionalmente cercanas a él. Mediante la obtención de testimonios se buscaba revivir la memoria de algunos momentos especiales de la vida en México del director aragonés y de su quehacer profesional. Al final, estas colaboraciones resultaron ser una fuente privilegiada de anécdotas que nos permiten reconstruir una idea más o menos aproximada de la relación de Buñuel con el contexto mexicano.
Es preciso señalar que las conversaciones que se incluyen con Silvia Pinal, Julián Pablo y Gillian Turner fueron transcritas tras haber sido grabadas y que, por razones de extensión, no se reproduce íntegramente todo el contenido. En su lugar, se ha optado por reconstruir el discurso en primera persona de cada uno basándonos en los fragmentos más sustanciales para el propósito de este especial de Turia. Las grabaciones originales de estas entrevistas se encuentran depositadas en el Archivo de la Filmoteca de la UNAM, al alcance de cualquiera que sienta más curiosidad por el diálogo que mantuvimos con las personas mencionadas anteriormente.
Por otro lado, hay que reconocer que para convertir estas conversaciones orales en textos escritos se hicieron algunos ajustes a expresiones excesivamente locales o coloquiales, haciendo un gran esfuerzo por no transformar sustancialmente y, mucho menos, amputar el mensaje de estos colaboradores. No me queda más que agradecer sinceramente a todos ellos por la generosidad y la valiosa contribución que ofrecieron a este proyecto.
Los testimonios de dos mujeres que conocieron estrechamente a Buñuel: Silvia Pinal y Elena Poniatowska, nos acercan a alguien extremadamente puntual, agradable y cómico, pero estricto y ordenado en el trabajo según refiere Pinal, que trabajó con él por primera vez en la película Viridiana (1961). El relato de Poniatowska cuenta la visita de ambos al Palacio de Lecumberri (penitenciaría mexicana que alojó varios presos políticos) donde se dan cita para ver a Álvaro Mutis. Elena nos cuenta sobre un Buñuel generoso, que no deja de asombrarse ante esa cara del México lleno de contrastes, a pesar de estar tan familiarizado con ella.
Un amigo cercano de Buñuel, Julián Pablo Fernández, narra de manera íntima la manera en que lo conoció, ese "clic" que hubo entre ellos desde la primera charla que tuvieron, y las frecuentes visitas de Fernández a casa del director. Lo describe como un verdadero amigo, generoso y de un particular buen humor. Según refiere Claudio Isaac en su libro, el padre Julián Pablo era a la única persona que Buñuel solía buscar: “tomaba el teléfono y lo buscaba, algo que no hacía por nadie en absoluto”.
Marco Aurelio Torres Mantecón fue casi un pupilo para Buñuel y él, a su vez, un tercer abuelo para Marco Aurelio. Cuenta sobre los libros que Buñuel le regaló y le dedicaba de manera “ingeniosa y divertida”, sobre la amistad de Buñuel con su abuelo Mantecón y las anécdotas sobre las reuniones de ambas familias; una de ellas es esa particular broma donde Jeanne pierde su preciado piano a cambio de unas botellas de champaña.
Gillian Turner, viuda de Tomás Pérez Turrent, relata cuán admirador fue su esposo de Luis Buñuel y cómo sucedió que Pérez Turrent y José de la Colina iniciaron el viaje, primero para persuadir, y luego para la realización del libro de entrevistas con Buñuel, junto con el de Max Aub, más importante que se ha publicado: Prohibido asomarse al interior. En su testimonio, Turner habla de las entrevistas, pero también de las reuniones para comer, beber y fumar con Buñuel.
En el apartado de materiales inéditos, dedicado a la relación entre Luis Buñuel y Gabriel Figueroa, encontramos una lectura que nos deja ver de cerca la buena relación entre Buñuel y el que fuera “su fotógrafo predilecto”, según refiere el propio director en una de las cartas que publicamos. Se presenta una entrevista inédita realizada por el crítico y programador de cine Nelson Carro a uno de los cinefotógrafos más importantes del cine mexicano que, además de trabajar estrechamente con Buñuel, se convirtiera en confidente de sus planes profesionales, como se alcanza a percibir con esta documentación.
En el texto que cierra este cartapacio, junto al periodista y crítico de cine turolense Javier Millán, presentamos una cronología que va desde 1938, primera aparición de Buñuel en México de la que se tiene constancia, hasta el presente. Intentamos recoger los hechos más destacables de su vida en México: sus proyectos profesionales; la obtención de premios; la participación en festivales; los viajes de ida y vuelta a Europa; en definitiva, ofrecemos una aproximación más o menos amplia a la vida del cineasta en su país adoptivo, redactada con base en los documentos que se conservan en el archivo Buñuel de la Filmoteca española, más algunas entrevistas, conversaciones, libros claves y el proyecto de publicación del epistolario escogido de Buñuel, facilitado amablemente para esta tarea por Jo Evans y Breixo Viejo. La cronología se completa con los hechos más importantes sucedidos desde la muerte de Buñuel hasta el presente, orientados al rescate y a la difusión del legado del director, con énfasis en el contexto mexicano.
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Me gustaría agradecer, antes de concluir, a todos los autores de los textos que aquí se presentan, deseando que sigamos nutriendo este gran proyecto colectivo y polifónico que consiste en dar a conocer la figura de Buñuel. Gracias a estas colaboraciones, el periodo más largo y productivo del realizador cuenta con una mirada actual y, en buena parte, hecha en México. Una deuda que se ha ido acumulando desde Mi último suspiro, libro dictado por Buñuel y escrito por Jean-Claude Carrière, injusto con la etapa mexicana por el poco espacio que le dedica y, cuando lo hace, se limita a transmitir una opinión negativa de aspectos que considera culturales, como la violencia o la corrupción. Sin embargo, leyendo con detenimiento la correspondencia que mantiene con una serie de amigos íntimos, – como Lulu Jourdain, Rubia Barcia, Luis Alcoriza, Carlos Fuentes o Gabriel Figueroa –, es posible darse cuenta que Buñuel confesaba sin complejos un gran aprecio hacia México. Por ello, debemos mantener estos espacios de reflexión en torno al Buñuel mexicano, que permitan dar visibilidad y compartir qué significó Buñuel para México y México para Buñuel: las imágenes, las palabras, las personas y los lugares que dieron forma y sustancia a su cine y a su vida en “la patria de Juárez” y que permanecerán indivisiblemente ligadas a él para siempre, como en el poema que reproducimos a continuación, escrito por su amigo José Moreno Villa, con México y su familia como protagonistas.
Dedicado a Luis Buñuel, en la Ciudad de México, 22 de febrero de 2017.3[3]
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3[3]Agradezco a Javier Millán, Breixo Viejo y Sharold Camacho sus comentarios y aportaciones al borrador de este texto. Y, muy especialmente, a Javier Martínez por el empeño que puso en la realización de este proyecto editorial.