mi propio corazón una ciudad con un terrorista
atrincherado en el despacho del alcalde
Stephen Dunn
Si Padre llega tarde no es porque tenga miedo
ni porque arranque al fin la primavera
y con ella los coches deshuesados
que ponen rumbo al mar.
Si Padre llega tarde
a la tercera planta, Sala 6,
cardiología,
será por un despiste o porque quiere,
porque, con todo, es dueño —todavía—
de estas pequeñas cosas que no importan.
Y dicen nuestro nombre y me sonríe,
victorioso y anciano y en sus ojos
danza un pirata dueño de un secreto.
La doctora es más joven que el poeta
y el pirata me apunta con la pata
de palo y el secreto se posa en su hombro izquierdo:
Este es mi hijo, barbulla y ya no quedan
mesas libres en ninguna terraza y menudo día
para ser otra cosa; millonario
con camisa pistacho; surfer, mendigo al sol
con los ojos cerrados, sonriendo.
Un día para estar en otro sitio.
Un día sin tener que hablar de nada.
Este es mi hijo, el poeta.
Y el secreto aletea en la consulta
repitiendo la frase, poseído
por la ira de las arenas insomnes y por el blanco
impoluto de la bata. Mi hijo, repite mi padre
y el secreto regresa a su hombro izquierdo
y nadie dice nada en la tercera
planta, en la sala 6. Cardiología.