En el número 131 de Turia publicamos algunos poemas de Judith Herzberg (Países Bajos, 1934), como anticipo de su primera antología en traducción al castellano, Todo lo que es pensable (editorial Pre-Textos, 2019).
Una de las voces más destacadas de la literatura holandesa, es hija del también escritor Abel Herzberg, de quien se editó hace poco en España Amor fati (ed. Siruela, 2021), siete ensayos sobre el campo de concentración alemán Bergen-Belsen. Abel y su mujer Thea sobrevivieron a los campos tras dejar a Judith y sus hermanos en diferentes casas de acogida, donde permanecieron ocultos durante la Segunda Guerra Mundial. Esta experiencia marcó la juventud de Judith así como el posterior desarrollo de su postura como artista.
La consciencia de que es necesario mantener viva la memoria de aquella guerra y la preocupación por tendencias fascistas que siguen amenzando nuestra sociedad occidental están presentes a lo largo de sus numerosos poemarios y obras de teatro. Su implicación en lo que ocurre a su alrededor lleva a una alternancia de poemas de indignación social o política con otros de asombro, añoranza y empatía. La atención y los cuidados son conceptos que se perciben en todas y cada una de las páginas de sus libros de poesía.
El lenguaje es bastante cercano, aunque con frecuentes quiebros que descolocan al lector, que avivan su capacidad de entrever conexiones insospechadas. Versos llenos de sonoridad, y en su mayoría sumamente concisos, se caracterizan asimismo por una cierta ligereza, sentido del humor, guiños e incluso un punto naíf.
A continuación traducimos para esta web un poema que recitó recientemente en una cadena de radio después de una entrevista sobre la guerra en Ucrania, aunque el poema fue concebido antes. Le siguen cuatro poemas más antiguos, uno de los cuales escribió al hilo de su estancia en Córdoba, donde participó en la edición de 2007 de Cosmopoética, y terminamos con un brevísimo poema reciente.
Títulos originales y primera publicación de estos poemas: «No pensé»: «Dacht niet», en el poemario Vormen van gekte (Formas de locura, 2019). «Ese que casi nunca duerme»: «Die bijna nooit slapende», en Bijvangst (Captura accidental, 1999). «Prudencia»: «Behoedzaamheid», en Soms vaak (A veces con frecuencia, 2004). «En vano»: «Vergeefs», también en Soms vaak. «Córdoba»: en la revista de poesía Het Liegend Konijn (2009). «Asombrado»: «Verwonderd», en 100% Hopla’s (100% Aúpas, 2022).
Todos se publican aquí por primera vez en castellano. Traducción: Ronald Brouwer.
JUDITH HERZBERG
No pensé
«No pensé en mi madre
cuando coloqué el fusil
en la ventana abierta.
Tampoco pensé en ella
cuando sospeché
que en el lado contrario
alguien resultó herido.
Solo volví a pensar en ella
cuando a la noche metí el fusil adentro.
Cómo pasó la punta del delantal
por la mesa cuando otra vez la manché
y cómo dijo: ¡ten cuidado
el alféizar está recién pintado
no vaya a ser que se raye!»
Ese que casi nunca duerme
Como a veces yo ya sabía lo que ibas a responder
me adelantaba, pero tú, siempre ávido de competición
enseguida te oponías, jocoso, con un giro inesperado,
sabías algo todavía más preciado, te carcajeabas, ganabas.
¿Dónde estarán ahora tus gafas, esa montura fuerte
de lentes gruesas, detrás de las cuales te armabas?
Te las quito y te doy un suave beso en el ojo
por un instante cerrado, ese que casi nunca duerme.
Tratarlo con mimo
el recuerdo se acaba
se convierte en recuerdo
del recuerdo
a la larga deja
de emitir olor.
Prudencia
Prudente no es lo mismo que cuidadoso,
prudente es dos manos como una cúpula
sobre algo valioso. Por un pelo no puedes
verlo pero es algo, adivinas, de valor.
Prudente tampoco es lo mismo que cuidadoso
cuando te acercas a algo huidizo. No tienes
miedo pero sí eres circunspecto. A ese otro,
que sí tiene miedo, se lo quieres ahorrar.
En vano
El en vano pende en forma de mil manzanas
maduras del árbol que se apoya
en dos pesados codos. Está vallado.
El en vano siempre presume
de todo aquello a lo que no aspira
como si así se legitimase.
El en vano prolifera en forma de (consultar,
no se encuentra en plantas comestibles)
invadiendo lo que en su día fue el huerto.
El en vano se prodiga en añicos
en calcinación pero más todavía
en ceniza y polvo.
El en vano nunca se ha preocupado por cosas
de las que se rompe una parte:
el brillante interior de un termo.
El en vano no ha sabido evitar
convertirse en lo que se convirtió; hubiera
preferido seguir siendo locución adverbial.
El en vano siempre acecha
sospecha, pero
no asalta.
De la paz conoce el en vano los enconados
deseos. El una y otra vez
ansiado de repente.
El en vano nunca se ha interesado
por la entrega corriente,
la cotidiana.
Córdoba
El silencio no caga
desde lo alto
sobre los tableros de cristal
de las mesas en el patio.
Aun así el silencio
es ahuyentado
junto a los gorriones
por fuertes estampidos.
Asombrado
Se trastabilla
el presentimiento con el recuerdo
un área de juegos
sin niño dentro.