A nadie se le oculta la difícil situación que está viviendo la cultura en los últimos años. El auge de las nuevas tecnologías y el rodillo implacable del progreso están dejando en un lugar secundario todo lo relacionado con el ámbito de las Humanidades y, especialmente, lo que se refiere a la Filosofía, no sólo como disciplina escolar y universitaria sino como proyecto de investigación.

La obra Huérfanos de Sofía, prologada por Javier Gomá y coordinada e introducida por Àlex Munbrú, es una reflexión de docentes y profesionales de la filosofía sobre la problemática de esta materia a principios del siglo XXI. Este ensayo colectivo aglutina la experiencia de trece pensadores que contrastan ideas, proponen nuevos retos y apuestan decididamente por un futuro para la filosofía no sólo como asignatura impartida en el bachillerato y en la universidad sino, sobre todo, como vehículo privilegiado del amor al saber. El libro, subtitulado acertadamente Elogio y defensa de la enseñanza de la filosofía, está abierto al debate, a la reflexión lúcida y a una argumentación basada en el día a día en el aula o en el cada vez más difícil quehacer investigador.

Javier Gomá anticipa en un jugoso prólogo las bondades de la filosofía a la que valora como una actividad intelectual no positivista y no especializada y a la que considera como parte esencial de la cultura de una comunidad. Àlex Munbrú se lamenta en la introducción del daño que la reciente Ley Wert – LOMCE – va a causar a la filosofía, que está cada vez más desamparada por las instituciones y queda relegada al ámbito de la optatividad en bachillerato y a un minoritario número de alumnos en la universidad. Hace especial hincapié en el concepto de utilidad – “¿Para qué sirve la Filosofía?” – y afirma que, por sorprendente que parezca, lo verdaderamente revolucionario hoy día es consagrarse a las Humanidades.

La parte más interesante del libro es la que recoge la experiencia docente de algunos profesores de enseñanza secundaria que conocen la problemática del aula y están cada día al pie del cañón. Alguna de estas aportaciones, como la de Manoel Muxico, está enriquecida con la opinión de cinco antiguos alumnos que proponen diversas iniciativas como replantear el temario, acotar la parte histórica o presentar la materia en forma de seminarios. Todos coinciden en algo tan importante como fomentar la opinión propia y el espíritu crítico consolidando así una buena base humanística. En esta misma línea se sitúa la profesora Ana Lacalle que dibuja con precisión el perfil del estudiante de filosofía en el bachillerato y opina que el papel del profesor en el proceso de aprendizaje debe ser de liderazgo y de orientación. Cita a Gregorio Luri, que establece tres ejes para que funcione el sistema educativo: la confianza de la sociedad en la escuela, el desarrollo del esfuerzo y la voluntad del alumno y la autoridad del profesor.

            Otros docentes abordan con clarividencia el problema y proponen nuevos tratamientos de la asignatura tanto en secundaria como en bachillerato. Ramón Sánchez Román critica el modelo magistral que venimos arrastrando y aboga por un diálogo profesor-alumno que enriquezca a ambos. Cita para ello a Ángel Gabilondo: “El mejor método educativo es querer a los alumnos, hablar bien de ellos, esperar algo de ellos”. También ofrece aportaciones interesantes el profesor Damián Cerezuela, que insiste en la importancia de la filosofía en secundaria y propone una nueva visión de la moral y de la ética. Se lamenta además de la desconexión entre la Facultad de Filosofía y la práctica docente y abre nuevos caminos pedagógicos como el “Diario filosófico” o el cine como herramienta didáctica. Finalmente, el coordinador Àlex Mumbrú juega irónicamente con el nulo papel de la filosofía en la sociedad actual y se plantea la importancia de esta materia como un motivo enriquecedor para la competencia “aprender a aprender” y un instrumento para potenciar la habilidad y conciencia lingüística en el proceso educativo.

            Esta defensa de la filosofía por los docentes de secundaria se complementa con una crítica del tratamiento de la materia en el ámbito universitario: Salas Sánchez aboga por una filosofía analítica, en la línea anglosajona, y critica el excesivo historicismo; Ignacio Pajón reconoce que la filosofía está arrinconada en los últimos planes de estudio  y propone otras salidas laborales al margen de la docencia; Begoña Román insiste en la responsabilidad social de la ética aplicada y Jacinto Rivera insiste en que la reflexión filosófica ha de ocuparse de los problemas sociales: “La actividad filosófica nos enseña a pensar y a dialogar y, por tanto, construye la base subjetiva necesaria para una convivencia moral y democrática” (p. 159). En esta misma línea, aunque desde la atalaya de la jubilación, Francesc Perenya cita a Husserl para valorar la importancia de la filosofía en secundaria aunque expresa el temor de que esta disciplina vaya camino de convertirse en una “maría”.

            El volumen se completa con aportaciones de pensadores que inciden más en la reflexión filosófica que en la propia labor docente: Agustín Serrano vuelve a insistir en la mediocridad de la enseñanza de la filosofía en España; Josep Maria Bech ofrece un diagnóstico poco alentador y unas perspectivas poco risueñas para el cultivo de la filosofía en nuestro país y José María Sánchez de León defiende la apertura mental de la cultura contemporánea, critica el dogma como incultura institucionalizada y perfila la misión de la filosofía como adquisición de la visión global de la totalidad del conocimiento.

            Son muchas las razones para aconsejar la lectura de este libro. Una lectura recomendada no sólo para los profesores de filosofía sino –  ¿por qué no? –  para todo aquel ciudadano interesado en aportar sus conocimientos y reflexiones para mejorar el mundo. La frase de la UNESCO que cierra el ensayo es claramente ilustrativa: “La filosofía tiene el poder de cambiar el mundo, pues está dotada de esa capacidad de transformarnos, dando mayor peso a nuestras indignaciones ante la injusticia, más lucidez para formular las preguntas que incomodan, más convicción para defender la dignidad humana”. – JOSÉ MARÍA ARIÑO COLÁS.

 

VV.AA. Huérfanos de Sofía. Elogio y defensa de la enseñanza de la filosofía, Madrid, Fórcola Ediciones, 2014.