Sucede en la voz de otros (apuntes mundanos de poesía) reclama y reivindica y nos convierte (al autor también) en lectores, pero no desde aburridas teorizaciones o desde aquella buenista convención de que el receptor crea el poema junto al emisor de este. Juan Manuel Macías barre convencionalismos de todo tipo, desde géneros, clasificaciones y taxonomías existentes, a corrientes, categorías y modas tan insulsas como la de los poetas jóvenes y la del escritor enfermo de escritura.
Ciertamente, es una desmitificación mitificadora del poeta como un ser habitual, Juan Manuel no desea ser una máscara, por ello despierta la literatura como a los sabios de Ball of Fire (Hawks, 1941). A través de una prosa -y no es que por ello no sea poesía, ni que la “poesía en prosa” fuera un perjurio, ni para la poesía ni para la prosa., pues mediante esa prosa cuidadísima, delicada, elegante, perfectamente sincopada y dulce, inocente, pero a la vez irónica y humorística y cotidiana cuando debe, nos adentramos en pequeñas cápsulas poéticas: filias, fobias, recuerdos, ilusiones, sueños, destellos, lecciones de helenismo y literatura… pero ante todo, asombro, sensación a la que apela Juan Manuel siguiendo a Borges. Y recuperando el juego y el verdadero yo, a lo Gerardo Diego, vamos atisbando en estos pecios que cobran unidad en esta agrupación, una honda reflexión sobre la mundanidad y derrumbes literarios y sobre el ser humano, desvelando nuestra naturaleza ficcional, más profunda de lo que podemos asimilar. Incluso se atisbarían ficcionalizaciones vitales-literarias cuasi unamunianas en la existencia de “Juana” y en las desviaciones de “Las impropias traducciones”.
También es una lectura, que por la buena nostalgia y melancolía, rejuvenece y provoca benevolencia por el pasado; y perdón y comprensión amable por ese ser que fuimos, desde destruir sonetos, a emocionarse con una sola maraca. Al columpio que bien podría haber sido al que subiera Dylan Thomas.
Y de hecho, es tanta la positiva ligereza que desprende esta obra, que yo invitaría a leerla (y no porque mi primera lectura fuera así) dejándose llevar por el vuelo de la casualidad y el encuentro fortuito, abriéndolo al azar. Y esta preferencia y sugerencia de lectura no pretende ir disfrazada de vanguardismos caducados y trasnochados. Solo del misterio que debe tener una voz propia. Y si puede ser oral, mejor. Maravillosa invitación a la recuperación de la oralidad, o puede que la única y verdadera realidad física para el poema.
Y gracias a todo es un viaje, una sutil odisea en plena verbena por quién fue el autor y por quién hemos sido: desde arqueólogos troyanos a helenistas, por islas sofonisbas, los Parises de María, y macedonias con la mujer dormida. Y King Crimson de fondo aderezado con parsley, sage, rosemary and thyme.
Juan Manuel Macías, Sucede en la voz de otros (apuntes mundanos de poesía). Ediciones de la Isla de Siltolá, Sevilla, 2015.