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Configurar sentido descendente

1 de abril de 2016

 

 

Roberto Mussapi nació en Cúneo (Piamonte) en 1952 y reside en Milán.
Entre otros libros, ha publicado: Gita meridiana, Antartide y La stoffa dell'ombra e delle cose.

 

 

 

 

 

 

 

 


LLANURA

Tengo angustia de la llanura, en mi corazón

evoca el mar inmóvil y desanimado

de la bonanza, cuando no sopla brisa

y las velas cuelgan como vampiros por la mañana.

Recuerdo las dunas del desierto, las extensiones,

las largas caravaneras y el lento paso

al mundo de los tártaros, al oriente lejano:

allí fui consustancial a la llanura,

al descenso hacia un continuo ignoto.

Y en mí vive también el viaje de los Magos,

montes llenos de nieve, luego altiplanos,

y largas extensiones lisas donde se posaba el cielo.

Y luego el viento y las olas crestadas,

allá, allende Gibraltar y Cabo de Hornos, hacia Occidente,

en los mares donde el sol se ahoga y muere.

Fueron pesadillas los días de llanura,

mar sin alma, cielo sin aliento,

y nosotros inmóviles sobre la toldilla, como expiando.

Se convirtió en un atlas, aquella aventura:

todo fue allanado y extendido,

nada quedó desconocido.

Así murieron deseo y amor

mientras el dibujo del mundo se cerraba.

 

Luego, desde la oscuridad y desde el vacío de la bodega

descendimos a las cavernas y tocamos la luna,

el fondo, el origen de la sangre y de la especie,

y allá, en lo alto, hacia las estrellas y el cielo.

 

Ayúdame a volver a la llanura,

a creer que no ha muerto la aventura

incluso allá abajo donde el tiempo se ha estirado, 

ahora que el horizonte no me angustia,

ahora que sé que no sé,

que estoy de nuevo sucio y en la calle,

que he aprendido otra vez a llorar y a rezar.

 

 

SAILING FROM VENEZIA

Esto es el cristal, se hincha

con el soplido, coge la forma de la respiración,

todo lo que tintinea, que ríe, fue soplado,

sientes los labios del hombre en el borde del vaso,

he aquí porque ríen así, las muchachas,

con esas voces argentinas, de brindis,

eso es el cristal donde todo espejea,

el canal, mira, la ciudad reflejada,

los cimientos en paz con las aguas,

como una flota detenida en un océano

de cristal y de silencio,

esto es el parabrisas, en agosto,

los mosquitos aplastados, la prueba del viaje,

del pie en el acelerador, de la noche,

lloverá, el tiempo será marcado por el limpiaparabrisas,

los párpados palpitan con el ritmo de la respiración,

se abren inspirando,

desde allí yo veo el mundo.

 


AS TEARS GO BY, OFELIA 

a Marianne Faithfull

 

Luego fueron sílabas aquellas que habían sido palabras

y versos que me desgarraban la garganta,

pedazos, grumos de vozsangre

de toda imagen que antaño había sido,

ahora perdida en el fondo bajo arena vidriada.

E inhallable como quien es mudo

de golpe y con la voz su mirada ha perdido

por un dolor que sólo puedes intuir

en esa córnea de repente vacía,

o como de golpe a ciento sesenta en un túnel

con el pie hipnotizado en el acelerador

y yo, yo, lengua quebrada, yo, ahogada.

 

He interpretado a Ofelia, conozco la locura,

y sé que te golpea por exceso de amor,

cuando tus ojos no sostienen una silla

si ves en su paja las tramas de oro,

y el aura de aquella cátedra y su luz,

y los beatos que se posaron en inconsciente plegaria,

si tiemblas por una persona que se sienta

y se acerca al centro del fango y de los grandes ríos,

y sé qué significa exceso de amor,

cuando aquel al que amas se disipa y calla,

o no consigue responderte, y tú mueres,

por extinción, deshidratada en piedra.

Yo estoy ahogada en la charca y subida

entre hojas caídas, muertas y siemprevivas,

desde el fondo limoso subiendo a la luz,

desde el fondo he encontrado génesis y amor,

ahora que vuelve a ser mía, en mí, mi voz,

nada que pedir, subir despacio

como la linfa del cálamo a la flor

después de ser estrangulada por el invierno y por el hielo

entre hojas podridas, y el rito humoral

asciende a los campos y al oro de las gavillas

entre casa y casa, entre las luces y las calles.

Conozco la locura y estoy ahogada,

y ahora sé que era solamente amor.

 



PALABRAS DEL ZAMBULLIDOR DE PAESTUM

Yo soy el alma de tu padre, el zambullidor:
te he seguido cada día, estoy a tu lado,
conozco como entonces tus zonas de sombra,
el lenguaje de los movimientos trazado por tu cara,
nada ha cambiado desde entonces, en este sentido.
Esto es lo primero que he descubierto,
lo primero que quería decirte: no cambia la percepción
de tus momentos, como no cambiaba
de noche, en el sueño, o por la distancia.
Sé que este soplo mío (desde el fondo del agua,
entre las anémonas)
será para ti como mis palabras de antaño:
que te infundían memoria y valor,
más que el vino o que una mujer que te mira.
Mi primer descubrimiento, la primera verdad es que nada
se rompe en el secreto del alma.
El resto es confuso, es pronto
para intentar contarte,
corales, anémonas, vidas que se dibujan con un movimiento
de agua y se disipan al instante.
No todo es luz, transparencia, silencio,
galerías de oscuridad, respiraciones contenidas, luego voces
que inhalan en mí como si hablase.
Me deslizo hacia un fondo cada vez más distante
y siento que una luz sumergida me llama desde oriente:
no sé dónde acaba, por ahora,
no sé qué es, pero sé qué amor
la mueve y determina su respiración.
De este viaje hablaré más adelante,
cuando la experiencia sea conocimiento,
puedo hablarte de cuanto he dejado,
sobre la superficie azul de las aguas,
entre las arenas blanquísimas, las palmeras,
la sombra de los olivos, el vino
vertido de las ánforas:
ama la tierra rosa en el ocaso,
sumérgete en el mar para jugar, como un tritón,
saborea la fruta, el pan, bebe y come,
escucha las risas de las muchachas,
busca su boca, ríe y desespérate,
agradece cada día tu país resplandeciente.
Yo no soy tu padre sino su alma,
no soy aquello que vivo sino recuerdo,
la ribera, la piscina, los colores que forman
el extraño dibujo de la vida mortal.
Vive en esa cerámica deslumbrante y espera
cuanto sabré decirte más adelante, al final del viaje.
Pero ahora que duermes como cuando en una cuna
parecías buscar los secretos del mundo,
ahora que tienes las espaldas más anchas y los cabellos más ralos,
escucha las palabras de mi alma
no sé mucho de ella, de mí misma,
(es pronto, hijo, no conozco bastante,
apenas he comenzado, estoy nadando),
no pienses en mi cuerpo (es tarde,
perlas, los que fueron mis ojos,
y mis labios reducidos a corales),
pero conozco su matrimonio,
cuando vivían al unísono en el mundo
y yo, el alma de tu padre, el zambullidor,
te entrego sólo esta experimentada certeza
(desde el fondo del abismo, en el escalofrío de la zambullida):
que también el hombre puede amar eternamente.

 

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Roberto Mussapi

Enrique Vila-Matas: "Soy el que se desconoce"

La primera idea fue rechazar el proyecto. Dominique Bourgois le había pedido que volcase por escrito su relación con otra dominique: Gonzalez-Foerster. Fue al darse cuenta de que no tenía por qué abarcar la obra casi infinita de la artista cuando lo tomó en serio. Conan Doyle hizo lo demás.

Había quedado con DGF en el Museo Rodin de París. “Apuntó, o me pareció que apuntaba, que teníamos algo de Holmes y Watson. Era evidente que nos espiábamos en la distancia”.

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Escrito en Conversaciones Revista Turia por Fernando del Val

Fernando Sinaga: "El que haya visto alguna vez un pintor en mí, se equivoca"

Atiende mucho a lo biográfico para buscar respuestas a su manera de proceder a lo largo de su trayectoria, y otorga un valor especial a lo innato frente a lo aprendido. Destroza prejuicios y acaba con etiquetas. No ha sido nunca un minimalista, pese a que la corriente le influyó sobremanera. Tampoco un artista conceptual, ni un pintor… Fernando Sinaga es un creador excepcional, no sólo por su especial relación con lo escultórico y lo especial, sino también porque ha sabido labrarse un lenguaje propio en función de un contexto.

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Escrito en Conversaciones Revista Turia por Ferando Sinaga

16 de marzo de 2016

En varias de las solapas de sus libros, Conget o sus editores (por lo general, cómplices muy eficaces) han definido tres de ellos (Cincuenta y tres y octava, Vamos a contar canciones y Una cita con Borges) como “libros de difícil clasificación”. La solapa del último añade que “recoge algunos ensayos que parecen ficción y dos ficciones que parecen ensayos”, frase tomada del propio prólogo del escritor. Pero iremos viendo que no son los únicos casos de deliberada ambigüedad genérica… Es patente que al autor le place imaginar la sensación de perplejidad que asaltaría a un hipotético bibliotecario que debe clasificarlos y optar por “novela”, “ensayo” o “autobiografía”, pues de todo tienen algo.

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Escrito en Artículos Revista Turia por José Carlos Mainer

16 de marzo de 2016

Hace casi veinte años, un doctor en literatura por la Universidad de Frankfurt am Main, que se ganaba la vida como lector autónomo para algunas importantes editoriales alemanas, concibió la idea de consagrar su tiempo a la redacción de una nueva biografía de Kafka. Se embarcaba al hacerlo (ya resulta imposible saber si era consciente) en una tarea que habría de ocuparle dieciocho años, y que seguramente (tal vez esto tampoco lo sabía) le va a asegurar un lugar de privilegio en la germanística universal durante… bueno, durante un tiempo imprevisible.

El lector en cuestión se llamaba Reiner Stach, había nacido en Rochlitz en 1951 y no venía avalado por ninguno de esos sonoros títulos que tanto abundan en el mundo académico. Aparte del doctorado, y de haber dado alguna clase en la Universidad durante un solo curso, no estaba en los círculos de la alta investigación, e incluso su trabajo para las editoriales era en aquellos años como lector de textos científicos, no germanísticos ni literarios.

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Escrito en Artículos Revista Turia por Carlos Fortea

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