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Configurar sentido descendente

26 de febrero de 2016

Querido profesor Souto, hoy por fin liquidaré al Meta, y tengo el propósito de que de esta confesión mía sea usted el primer destinatario, tras tantos años de sentirme obligado a guardar solo para mí tantas regurgitaciones de aborrecimiento.

Aunque soy persona de natural pacífico, desde que lo conocí sentí hacia él una inquina tan honda que se convirtió enseguida en la aversión que no tengo más remedio que llamar aniquiladora, decisiva. Hoy conseguiré por fin realizar lo que durante tantos años ha sido casi mi única idea estimulante.

La primera vez que coincidimos fue en un congreso, en un país del Caribe. Entonces yo todavía escribía novelas, pero aunque la crítica me respetaba, no vendía casi nada;  él, más joven que yo, era eso que se dice “un autor de culto”, ya en aquellos años muy jaleado en las reseñas culturales y en los suplementos literarios.

Allí había bastantes escritores, pero entre los españoles que residíamos en el mismo hotel –con el Meta y yo, Gloria P. y Alicia S.- se estableció una relación particular, por la coincidencia en los desayunos y en determinados momentos de la jornada. Algunas noches cenábamos los cuatro juntos. Por aquella época él bebía mucho y se ponía pesadísimo.

- Vosotros no me queréis -repetía, una y otra vez- no me queréis nada.

- Que sí que te queremos, Paúl, mi vida - le decían Gloria P. y Alicia S..

Sin embargo él seguía, dale que te dale:

- A lo mejor vosotras me queréis un poco, pero Tuñón no me quiere nada, no me puede ver, se le nota- insistía.

- Anda, Pedro, cielo, dile a Paúl que le quieres un montón, para que se tranquilice de una vez- me pedían ellas con mucha sorna, pero a mí aquel beodo pelma me sacaba de quicio:

- Si sigues así no solo no te querré nunca, sino que te odiaré durante el resto de mi vida- repuse, sintiendo en mi boca el sabor pleno y verdadero de aquellas palabras.

Fue por entonces cuando le pusimos el mote “Meta”, de metaliterario, porque consideraba las cosas de la vida exclusivamente a través de la propia literatura, y solo mostraba interés hacia el posible vínculo entre lugares y literatos. Para él no existían los espacios por donde no había pasado un escritor famoso. Presumía de  haber dormido en las mismas habitaciones hoteleras que sirvieron alguna vez de alojamiento a Karen Blixen, Tristan Tzara, Robert Walser y muchos otros más. “Aquí estuvieron Anaïs Nin y Henry Miller en el 33”, decía mientras paseábamos por el barrio antiguo, y hasta preguntaba a los sorprendidos viandantes sobre algún eventual recuerdo de aquellos añejos turistas. “Cuenta Naipaul que esto lo visitó con Paul Theroux a finales de los ochenta”, explicaba mientras atravesábamos una comarca selvática. A los de la recepción del hotel los mareaba en busca de posibles huellas de Hemingway o Paul Auster.

Gloria, Alicia y otros, como la idiota de mi sobrina Bibí, que lo considera un genio, aseguran que el Meta tiene mucho sentido del humor, pero según ha ido pasando el tiempo yo he ido viendo en él más bien una disposición irónica patosa, ignorante de lo que no esté teñido de literatura, y su convicción de que escribir sobre autores y peripecias literarias es suficientemente narrativo en sí mismo me parece demasiado ingenua y vacua. El caso es que él ha seguido escribiendo, cada vez con mayor eco y fortuna, y yo he ido encontrando cada vez menos lectores y mayor reticencia editorial. Y así, hasta que me fui de la literatura.

Cuando estaba todavía en activo como escritor, unos años después de aquel congreso caribeño, volví a coincidir con él en la feria del libro de un país centroamericano. Ambos participamos en una mesa redonda y él estaba ya tan satisfecho consigo mismo que se limitó a leer, durante casi media hora, el arranque de su último libro. Nos alojábamos en el mismo hotel, uno muy bueno que en la última planta tenía un servicio de bar gratuito para ciertos clientes. Él ya no bebía tanto, pero una tarde estábamos allí tomando algo mientras esperábamos que viniesen a recogernos. En el salón había tres niños, calculo que tendrían alrededor de los siete años, que no paraban de moverse y de jugar, aunque el lugar era tan grande que no molestaban. Sin embargo, el Meta los observaba con reprobación y les hizo señas para que se acercasen. Cuando los tuvo delante les preguntó, poniendo en la voz una intención dañina:

- ¿Vosotros sabéis que vuestros papás se van a morir?

Los niños lo miraron con extrañeza y luego se apartaron y murmuraban algo entre ellos, mientras nos contemplaban con un aire que me desasosegó. Ése es el estilo del gran sentido del humor que lo caracteriza.

Al día siguiente nos llevaron a visitar una zona de la selva donde habían instalado un teleférico silencioso que sobrevolaba el arbolado hasta lo alto de una colina. Las cabinas eran muy pequeñas y sencillas, artefactos de base sólida rodeados solamente por una balaustrada fina que permitía entrar en contacto directo con la atmósfera del lugar, escuchar los gritos de los monos, divisar los grandes pájaros multicolores. Íbamos nosotros dos solos y él llevaba en la mano un libro.

- Por aquí anduvo Bruce Chatwin cuando ya tenía el sida. No escribió nada acerca del lugar, pero seguramente echó una meada al pie de alguno de estos árboles - dijo.

Debajo de nosotros se divisaba la exuberancia del abismo vegetal y fue en aquel mismo momento cuando decidí intentar cargármelo. Nunca he matado a nadie ni he tenido impulsos homicidas, pero sentí que liquidar al Meta no pertenecía al universo del asesinato, sino a ese de las bellas artes de que habló Thomas de Quincey.

Sin embargo, todo asesino, aunque no sea profesional, debe ser cauteloso. Yo imaginé enseguida mi coartada. Simulé que perdía el equilibrio y la cabina se bamboleó. De inmediato me lancé sobre él gritando “¡Cuidado, que me caigo!”, y lo empujé con todas mis fuerzas obligándolo a rebasar la cadena que cerraba la parte trasera de elemental vehículo y sujetándome bien a la balaustrada.

Y el Meta cayó a la selva, desde treinta metros de altura.

Pero no se mató, ni siquiera se magulló. El libro que llevaba en la mano fue su protector en los sucesivos golpes contra las ramas, que fueron haciendo cada vez más lenta su caída. E incluso el libro llegó al suelo antes que su cabeza, amortiguando el golpe final. Como es lógico, aparenté consternación por haber sido la causa del accidente, pero él no llegó a sospechar lo que había habido de intención criminal en mi tropezón, e incluso mostraba muy ufano el libro, una biografía de Marguerite Duras que, según él, le había salvado la vida.

- Su verdadero apellido era Donnadieu - decía, como si esto lo explicase todo.

Aquel fracaso en mi primer intento de asesinato resultó muy deprimente para mí y hasta creo que fue uno de los factores iniciales en mi alejamiento de la literatura. No obstante, mi idea de eliminar al Meta se convirtió en una meta, qué bonito, y busqué surtirme de elementos capaces de ayudarme a hacerlo en alguna otra ocasión en la que coincidiésemos. Ni pistolas ni armas blancas, porque aborrezco la violencia sanguinaria, pero hay muchos otros medios: supe por Internet que la estricnina es perfectamente soluble en alcohol, y letal en una pequeña dosis, y me hice on line con una buena porción.

La ocasión para mi nueva tentativa surgió en esa conmemoración de la Residencia que congrega todos los veranos a  muchas gentes de las artes y de las letras. Fui pronto y preparé dos mezclas tóxicas, una de vino blanco verdejo y otra de güisqui con mucho hielo, que es como al Meta le gustaba. No tardó en aparecer y me apresuré a acercarme a él para ofrecerle lo que prefiriese, pero rechazó los dos vasos:

- Ya no bebo nada- aclaró, tajante. -Mi vida ha cambiado en lo que toca al alcohol.

Y se alejó de mí para acercarse a alguien que lo saludaba con júbilo.

- No importa- dijo un periodista cultural muy influyente, que había sido testigo de la escena, -yo tomaré ese güisqui.

Me lo arrebató de las manos antes de que yo pudiese impedirlo, y se lo bebió de un trago.

- ¡Qué sed! –exclamó luego, y debieron de ser sus últimas palabras, porque yo me separé de él de inmediato.

A los quince minutos hubo revuelo en aquel lugar del jardín, poco después se escucharon los sonidos de una ambulancia, y a la media hora se nos indicó, a través de los altavoces, que razones muy graves, de fuerza mayor, obligaban a clausurar la fiesta, y que se nos rogaba que nos abstuviésemos de seguir consumiendo nada líquido o sólido. Como se sabe bien, la muerte del periodista fue atribuida a un atentado terrorista, cuyos autores no han sido todavía localizados, pero que por suerte solamente consiguieron contaminar uno de los vasos, donde al parecer han aparecido numerosas huellas digitales, ninguna significativa.

Pero por fin, de modo providencial, ha llegado para mí la oportunidad definitiva. Mi alejamiento de la literatura y mi mayor dedicación a mi empleo oficial facilitaron que fuese yo el encargado de controlar la edificación el monumento a Roberto Bolaño que va a alzarse frente a la estatua de Galdós, en el parque del Retiro.

El Meta, como último galardonado con el premio internacional que lleva el nombre del escritor chileno, va a ser el encargado de inaugurar el monumento, junto con los alcaldes de Madrid y de Santiago de Chile. La escultura no es muy grande, pero tiene envergadura suficiente como para destripar a quien encuentre debajo cuando se derrumbe.

Lo he calculado de manera muy meticulosa: la distancia a la que deberá encontrarse quien desvele la placa conmemorativa, en el pedestal; la pequeña carga explosiva, en determinado punto bajo la escultura, que haré estallar en el momento justo en que el Meta, a menos de un paso, haga correr la pequeña cortina; la caída de la escultura sobre él; su aplastamiento seguro. Lo veré todo con claridad, porque estaré muy cerca. Otra operación terrorista… No podemos vivir tranquilos…

Nota del comisario investigador: Esta misiva autógrafa de José Tuñón, al parecer nunca enviada y entregada a las autoridades por su sobrina, prueba, entre otros delitos, su autoría de la voladura de la estatua recién inaugurada, aunque el cálculo erróneo en la cantidad de explosivo hizo que la única víctima del desplome fuese precisamente él. Está probado que el profesor Souto, que le dio clases durante algunos cursos de la licenciatura, es totalmente ajeno al caso.

 

(Este texto forma parte del libro La trama oculta -Cuentos de los dos lados, con una Silva Mínima-, que será próximamente publicado por la editorial Páginas de Espuma)

 

 

 

Escrito en Lecturas Turia por José María Merino

LA REVISTA TAMBIÉN SE OCUPA DEL MONOLITO DE LOS POZOS DE CAUDÉ

El nuevo número de la revista cultural TURIA, que se distribuirá a partir del 16 de marzo,  brinda a los lectores que se interesan por los asuntos o protagonistas aragoneses un atractivo repertorio de temas. En primer lugar, TURIA publica un artículo sobre el hallazgo del que puede considerarse el primer trabajo literario de repercusión nacional que realizó un jovencísimo Ramón J. Sender: los guiones de una ficción cómica infantil titulada “Cocoliche y Tragavientos”. Un rescate documental que ha sido obra del investigador Javier Barreiro y que ahora es analizado con detalle en las páginas de la revista. Comprobaremos, una vez más, la razón que tenía Sender cuando aseguraba a su madre: “No te preocupes por mí. Con un kilo de cuartillas y un litro de tinta, sabré defenderme en cualquier parte”.   

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

El novelista, semiólogo y ensayista italiano Umberto Eco (Alessandria, Piamonte, 1932) ha sorprendido de nuevo a sus miles de lectores con una recopilación de conferencias y artículos, escritos entre 2000 y 2005. Este acreditado intelectual proyecta su mirada inquieta y privilegiada sobre el inicio del tercer milenio y deduce que, a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la humanidad ha entrado en un declive progresivo y ha iniciado una preocupante marcha atrás.

La metáfora popular que da título a esta obra recopilatoria – utilizada ya por el alemán Günter Grass en una de sus últimas novelas – se convierte en afilado estilete con el que el escritor piamontés va diseccionando el mundo actual en sus diversas vertientes y se va haciendo eco de las paradojas del progreso, de lo absurdo de las actuales guerras, de las contradicciones de las nuevas tecnologías y del carnavalesco populismo mediático de la política berlusconiana. El subtítulo de la edición castellana – Artículos, reflexiones y decepciones – difiere del original italiano – A paso di gambero: Guerre calde e populismo mediatico –.  En ambos casos se sugiere, sin embargo, esa actitud abiertamente crítica y ese poso de insatisfacción que nacen con espontaneidad de la pluma de este intelectual curtido en mil batallas dialécticas.

El autor de El nombre de la rosa razona en un breve prefacio el por qué del título de esta obra recopilatoria: “Parece que la historia, cansada de dar saltos hacia delante en los dos milenios anteriores, se encerrara de nuevo en sí misma y volviera a los fastos confortables de la tradición”. Afirma también que le llena de orgullo le consideren antipático, debido a su talante inconformista, a su pensamiento escéptico y a sus planteamientos aparentemente pesimistas e impopulares. Eco agrupa sus ensayos en ocho grandes apartados, para facilitar al lector el acercamiento a los diversos temas y  una adecuada interpretación. La mayoría de estos escritos fueron publicados en los diarios L’espresso y La Repubblica.

El tema de la guerra, tristemente actualizado a partir de los atentados contra las Torres Gemelas y de las invasiones de Afganistán e Irak, ocupa la primera de estas agrupaciones temáticas. El autor retoma, para ello, algunos asuntos ya planteados en un ensayo de su obra Cinco escritos morales (Lumen, Barcelona, 1998), que motivó una serie de reflexiones sobre la primera guerra del Golfo. Umberto Eco acuña los neologismos paleoguerra y neoguerra para referirse a los conflictos de Kosovo y a las invasiones de Afganistán e Irak como productos mediáticos y como un retroceso, en cierta medida, a los conflictos bélicos tradicionales. Para hablar de la paz como una palabra de naturaleza equívoca, el ensayista propone similares planteamientos y la presenta utópicamente como un retorno al primitivismo de la humanidad o a la tan cacareada “Edad de Oro”. El inicio de la guerra de Irak en marzo de 2003 – que sigue produciendo un goteo continuo de víctimas inocentes – inspira numerosos artículos del pensador italiano. Sus clarividentes premoniciones se han cumplido: un ataque a Irak  no ha acabado con el terrorismo, las distintas posturas adoptadas frente a este conflicto han mostrado a una Europa dividida, en el origen de la invasión de las tropas estadounidenses ha predominado el casus belli y, al igual que en la Primera Guerra Mundial, se ha seguido la retórica de la prevaricación.

Una cita del libro Política y cultura (1954), del pensador Norberto Bobbio, orienta las reflexiones antibelicistas de Eco hacia el ámbito de la ilustración, de la cultura y del sentido común: “Sólo el buen pesimista está en condiciones de actuar con la mente despejada, con la voluntad decidida, con sentimiento de humildad y plena entrega a su deber”. Partiendo de esta peculiar filosofía, el autor habla de la importancia del sentido común, de la progresiva pérdida de privacidad, de los eufemismos para referirse a lo políticamente correcto y de la importancia de la cultura y de la educación. En este sentido, hace especial hincapié en la tarea de la escuela en una sociedad multicultural, en el derecho democrático a una auténtica libertad y en la distinción entre ciencia y tecnología.

En la segunda parte, el autor orienta más su crítica hacia los problemas domésticos. El ensayista critica abiertamente la peligrosa tendencia al populismo del gobierno de Berlusconi y alerta sobre los peligros de una nueva política economicista y de un avance progresivo de la incultura en todos los ámbitos. Umberto Eco no puede evitar leves alusiones a su infancia bajo el fascismo y teme, por tanto, una nueva vuelta de tuerca. Su defensa de la libertad de expresión y de las manifestaciones callejeras supone un pequeño impulso a una sociedad todavía imperfecta y perfectible.

Los conflictos bélicos como situaciones de regresión, como retorno a las Cruzadas y como “el modo más absurdo de resolver las cuestiones internacionales”, ocupan gran parte del resto de la obra. Los artículos del piamontés adoptan un enfoque más irónico y un tono crítico cada vez más acebo. Insiste, de nuevo, en la importancia de la cultura para prevenir las guerras, ataca todas las formas de intolerancia –  tanto el fundamentalismo islamista como el integrismo cristiano –  y propone una cultura de la paz basada en la aceptación de las diferencias. Reclama, para ello, una educación en la tolerancia, la ausencia de determinados símbolos en las escuelas y unas propuestas realistas para superar episodios de xenofobia.

Un libro que presenta una visión retrospectiva del presente no podía terminar sin una alusión paradójica al futuro, aunque sólo sea a través del tamiz del sueño: ¿Cómo será el mundo después de una hipotética tercera Guerra Mundial? El autor deja abiertos varios interrogantes y prefiere optar por una reflexión filosófica sobre la muerte. No como un final inevitable, sino como una pérdida del tesoro de la experiencia.

Filosofía, crítica social, disquisición política,…toda una rica miscelánea de temas y propuestas para el lector inquieto por las turbulencias contradictorias de este nuevo milenio.

 

Umberto Eco, A paso de cangrejo, traducción de María Pons Irazazábal, Barcelona, Debate, 2007.

 

 

 

 

    

Escrito en La Torre de Babel Turia por José María Ariño Colás

18 de febrero de 2016

         A finales del pasado año, cuando se cumplieron los 275 años del nacimiento de Donatie Alphonse Fraçoise de Sade, escritor, filósofo, militar y, sobre todo, revolucionario y trasgresor, el artista multidisciplinar, plástico y visual, Paco Rallo, editó Tras las huellas de Sade, un trabajo coral firmado por quince escritores y veintidós artistas de diferentes edades, tendencias y procedencias geográficas. Tras Rocío erótico, esta publicación es la segunda de la colección La delicia del pecado, un proyecto personal de Rallo en el que además de editor, es diseñador gráfico, coordinador y participa también con colaboraciones propias, en este caso con la fotografía e infografía titulada “Divino marqués”, con la que se compone la portada del libro.

         El “Divino Marqués”, como lo proclamó André Breton, vivió entre escándalos y pasó más de un tercio de su vida encerrado en cárceles y manicomios, de manera que ha pasado a la Historia como paradigma de la perversión, de la obsesión patológica hasta casi la locura, pero lo cierto es que Sade fue un verdadero filósofo, un espíritu libre adelantado a su tiempo que dejó “huella” en escritores e intelectuales de la talla de Flaubert, Dostoievski, Rimbaud, Nietzsche, Freud, etc., y en todos los creadores del movimiento artístico más importante del siglo XX, el surrealismo, su figura resulta imprescindible para entender la obra de creadores como Dalí, Buñuel, etc.

         Tras las huellas de Sade aborda al pensador “libertino” desde diversos ámbitos: el ensayo, el relato, la poesía y las artes visuales, ya sea pintura, fotografía o creación gráfica mixta, conformando un volumen de 329 páginas que se encuentra a medio camino entre el homenaje a su persona y el estudio riguroso de su pensamiento y obra.

         Los ensayos los firman el escritor y catedrático de literatura, Javier Barreiro, La recepción en España del marqués de Sade y su obra; el historiador y crítico de arte, Manuel Pérez-Lizano, Ilustraciones para la cambiante imaginación de Sade, y el doctor en Historia del Arte y profesor, Manuel Sánchez Oms, autor del más extenso  de todos -ocupa casi la mitad de la publicación, e incluye más de trescientas notas-, SOPHIE o las virtudes del objeto, en el que sostiene que Sade fue el primero en desarrollar el sexo como asunto intelectual. En definitiva, estos trabajos sirven para situar la obra literaria y filosófica de un escritor aparentemente conocido y estudiado, pero del que descubrimos con la lectura de estos documentados trabajos que se trata de un gran desconocido para el común de los mortales.

         El segundo bloque del libro lo constituye una cuidada selección de ilustraciones de  artistas plásticos que utilizan las más variadas técnicas: fotografía -digital y analógica-, fotomontajes de todo tipo, infografía, acrílicos, dibujo, pintura, etc.

         El tercer bloque está dedicado a la creación literaria, son  once relatos que se aproximan al universo sadiano desde tan diferentes como imaginativas perspectivas: una muy particular versión fetichista de un nuevo Frankenstein encarnado en un conejito de peluche; el cuento infantil, casi navideño, en el que en lugar de campanadas suenan azotes; la perversa fantasía incestuosa y sádica de un niño que pasa una tarde solo; la represión sexual como potenciadora del solitario placer de la masturbación; las fantasías sadianas hechas realidad y llevadas a sus últimas consecuencias por un escritor voyeurista voluntariamente postrado; el manuscrito encontrado que recupera a Sade en su estancia en prisión y lo convierte en el maestro-amante, único amor de la protagonista; el espectáculo circense de sexo extremo; la reflexión metateatral sobre el proceso creativo trufada de simbolismos eróticos y guiños sadianos; la biografía apócrifa de Fernando Guinard de Rosellón, “fundador del primer Museo de Arte Erótico Americano MaReA”, cuya visita recomendamos encarecidamente desde aquí (http://www.revistaojos.com/), para así poder contemplar a las inspiradoras y bellas “nínfulas” de sus sobrinas que dan origen al relato; el voyeurismo extremo y la muerte a “sangre fría”; las “confesiones de un presbítero” en su lucha constante por ser un buen cristiano y escapar del “demonio de la lujuria”.

         Cerrando esta parte de creación literaria, Jesús París nos presenta su provocador y subversivo poemario con voz de mujer,  en el que presenta con profundo lirismo, descarnado erotismo y mucho humor, un amplio repertorio de prácticas sexuales.

         Tras el cierre de un relato y el comienzo de otro, se intercalan citas del Marqués, reflexiones que demuestran con claridad meridana la modernidad y agudeza de su pensamiento, como muestra estos botones: “¿Creéis que hay gran diferencia entre un banquero de una mesa de juego robándoos en el Palais-Royal, o Matasiete pidiéndoos la bolsa en el bosque de Bolonia? Es lo mismo, señora; y la única distancia real que puede establecerse entre uno y otro, es que el banquero os roba como cobarde, y el otro como hombre valiente”; “Ninguna religión vale una sola gota de sangre”; “Es tan injusto poseer exclusivamente a una mujer como poseer esclavos” “No hay más infierno para el hombre que la estupidez y la maldad de sus semejantes”; “Los hombres tienden a desear una mujer con cuerpo de virgen pero mentalidad de puta”; “Si no viví más, fue por que no me dio tiempo”.

         En definitiva, se trata de un libro que pretende profundizar en la compleja personalidad del "divino marqués" a través del erotismo y desde distintas disciplinas y ópticas; desde la palabra, la imagen y el estudio. En suma, una obra bien editada y con un contenido digno de figurar en las bibliotecas de los erotómanos más exigentes.

VV.AA., Tras la huella de Sade, Zaragoza, PR-Ediciones, 2015.

Escrito en Sólo Digital Turia por Juan Villalba Sebastián

LA REVISTA INCLUYE EN SU NUEVO NÚMERO TEXTOS DE CHARLES SIMIC, JULIAN BARNES, DAVID LE BRETON, RAFAEL CADENAS Y EDMUNDO PAZ SOLDÁN

La revista cultural TURIA publica, en su nuevo número que se distribuirá el próximo mes de marzo en España y otros países, un sumario repleto de interesantes textos inéditos de grandes autores internacionales de nuestros días. Así, TURIA da a conocer un avance de “El lunático”, el nuevo libro de Charles Simic, premio Pulitzer de poesía y uno de los más relevantes poetas contemporáneos en lengua inglesa. Los nuevos poemas de Simic resultarán familiares a los conocedores de su obra pero, más allá de su condición de variaciones de motivos, situaciones y paisajes ya habituales en sus libros, “ello no les quita un ápice de su gracia burlona y asombrada, su rara melancolía, las ganas de niño travieso con que se asoman a mirar la realidad por la mirilla del absurdo”, como asegura Jordi Doce en su nota previa a los textos que ha traducido.

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

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