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Configurar sentido descendente

Impedir que la poesía se convierta en algo inútil

5 de septiembre de 2025 12:09:29 CEST

“Un hombre de mimbre/ y en el corazón yo/ ardiendo dentro” como el casto y puro sargento Neil Howie que, precisamente por eso, es elegido como víctima y sucumbe quemado en el muñeco de mimbre de la película de Robin Hardy del mismo título. Lo importante de todo, más allá de la simbología propuesta por este interesante poeta leonés (muy distinto al reciente ganador del premio de la Crítica, el zamorano-leonés, Tomás Sánchez Santiago), es hallarse ante una extensa auto antología que lo es, y no antojolía, por lo cuidada edición de cuantos poemas ha considerado Vicente Muñoz principales, y se encargan de presentarnos los avales de Nacho Escuín y José Ángel Barrueco.

Un libro muy apetecible desde el pistoletazo de salida por esa vulnerabilidad confesional del autor, verosimilitud, legibilidad para “impedir que la poesía/se convierta en algo inútil”. Y así ocurre cuando Vicente Muñoz se dispone con el corazón en la mano a contarnos su balanceo y funambulismo existencial, crítico con la sociedad de consumo y el capitalismo tardío (por decirlo a la moda Jameson), desde el extrarradio lejano de quienes ahí sobreviven y pelean sin pacto hasta arder, tal y como le pasa al hombre de mimbre junto a la chica raptada. Su estar fuera del mundo que critica voluntariamente, como divergencia y resistencia, se declara desde la orfandad de quienes no se suman y se disponen a la crítica, y que se consolida en su avance hacia el proema o poema en prosa o en los libros finales, y hacia cierto minimalismo donde ha recalado o evolucionando su carveniarismo inicial. O, si prefieren, ese mundo que limitaba con Roger Woolf, que supo retirarse a tiempo o Karmelo Iribarren, cuyo gracejo efectista se ha ido volviendo mimético y mecánico en buena medida, en su sobreabundancia y falta de evolución, aunque haya momentos apetecibles. No ocurre este mecanicismo en Vicente Muñoz, a quien, quizá, le sobren igualmente algunos declarativismos, pero ha tenido el valor de evolucionar en las maneras de contarnos su inadaptación y desasosiego, al hilo de la vida y lejos del automatismo de los poetas rentistas. Vicente Muñoz pelea con la vida y sus diablos interiores con autenticidad cambiante (y eso se percibe), con sus alzamientos desde la singularidad y la pobreza, en su evolución hacia el amor frente al encapsulamiento ácido; o hacia una introspección reflexiva (con motivos cambiantes y pensativos desde la inicial la tropología del mar hecha en su evolución bosque y monte como interlocutores), y donde ha empezado a coquetear con el Tohu y el Bohu, el caos y el vacío, pero también a reflexionar sobre el carpe diem y sortear el dramatismo apresador. Y así nos lo cuenta en esa última fase de diálogo con sus resistencias y desalientos, ciclotimias.

Tiene el lector, por consiguiente, una buena oportunidad de leer una poesía apartada del hermetismo y lo fragmentario, propia en sus imágenes e imaginario, muy personal y alejada de los trabalenguas que parecen decir más de cuanto cuentan, como el peor Lezama Lima (no el de Fragmentos a su imán. No todo el mundo es Marosa di Giorgio, aunque a veces recargue de más) para acercarnos a una obra difícil de conseguir por su dispersión y que, ahora, gracias a Editorial Páramo y su cuidada puesta en escena, nos llega finalmente, pues era esperada. No le decepcionará al lector acercarse a ella, ni conocer su verdad sin trampa en esta cuidada selección de libros de la juventud, desde sus desarreglos en Canciones de la gran deriva a su evolución hacia Animales perdidos, de tan explícito título en su camino de perfección; o los poemas en prosa de Días de ruta, hasta el último Poesía es un arma que carga el diablo. Y es lo que no es un blablablá chachachá huero y fingido, es atractivo siempre, se esté de acuerdo o no con su propuesta estética. Y ese talento en el saber decirse nunca nos decepcionará en este libro que pongo al alcance de mi mano en la biblioteca.

 

Vicente Muñoz Álvarez, Hombre de mimbre. Antología poética (1999-2025), Valladolid, Editorial Páramo, 2025.

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Rafael Morales Barba

El primer párrafo de "La caracola" de Marisa Madieri

5 de septiembre de 2025 11:52:03 CEST






Para Claudio

  





La conchiglia

 “I manutara sono ritornati. Giungono ogni anno dal mare, in grandi stormi, indecifrabili messaggeri del l'ignoto. All'orizzonte appare dapprima una macchia scura, che sembra immobile mentre si gonfia impercettibilmente. Poi, d'improvviso, la macchia si avvicina, è una nube veloce che s'allarga, si distende, incombe su di noi, il cielo è trafitto da mille frecce. Con alti stridi gli uccelli iniziano a volteggiare disordinati sopra l'isola, senza osare scendere, ancora increduli d'esser giunti a destinazione. I più scelgono gli scogli di Motu Nui e Motu Iti per nidificare”.[1]

 

La caracola

 “Los manutara han vuelto. Llegan todos los años desde el mar, en grandes bandadas, indescifrables mensajeros de lo des-conocido. En el horizonte se ve primero una mancha oscura, que parece inmóvil mientras se infla imperceptiblemente. Después, de improviso, la mancha se acerca, es una nube veloz que se ensancha, se extiende, se cierne sobre nosotros, mil flechas traspasan el cielo. Con chillidos agudos, los pájaros comienzan a revolotear en desorden sobre la isla, sin atreverse a descender, todavía incrédulos de haber llegado a destino. La mayoría elige los peñascos de Motu Nui y Motu Iti para nidificar”.[2]

 

Ex conchis omnia, motto de Erasmus Darwin.

 

I

 

Una voz personal que habla en nombre de muchos –noi– describe un espectáculo cósmico. Recuerda a cierta poesía surrealista en la que el yo queda elevado, como su voz, a una dimensión colectiva y ancestral. Pienso en el René Char de Los primeros instantes: 

“Mirábamos correr ante nosotros el agua creciente. Borraba la montaña de golpe, escapando de sus flancos maternales. No era un torrente que se ofrecía a su destino sino un animal inefable en cuya palabra y sustancia nos habíamos convertido. Nos mantenía enamorados sobre el arco todopoderoso de su imaginación. ¿Qué intervención hubiera podido obligarnos? La mediocridad cotidiana había huido, la sangre arrojada era devuelta a su calor. Adoptados por lo abierto, apomazados hasta lo invisible, éramos una victoria que no terminaría jamás”. 

Se nos ofrece aquí también la descripción de un inmenso e insondable movimiento circular. Pero ya había otro círculo: el de la caracola del título. Unos pájaros llegan del mar o, más bien, desde el mar. Llegan como mensajeros de lo desconocido y asoman al principio muy lentamente por el horizonte. Son muchos. El mar, la mer de Valéry es fecunda. Llegan con un aire marcial, aunque terminarán por perder el orden de la formación. No está describiendo un paraíso. Stormi tiene resonancias de milicia; como ocurre a menudo con la naturaleza aparece la violencia de la fuerza que rompe el satus quo: asalto, tormenta, stormo, storm, Sturm… Una masa negra, una mancha que se acerca, por mucho que sea una mancha familiar. 

Pero, si no está describiendo el paraíso, ni una escena genésica (no es un principio sino un ciclo), ¿ante qué estamos? Ante una una machia (mancha) en el cielo, los manutara (mensajeros de lo desconocido) que chillan –alti stridi (chillidos agudos)- como mugían las bestias que otros pueblos sacrificaban a los dioses del mar, en otra expresión mitológica de la adoración a la fecundidad. 

Aquí el movimiento de los pájaros, hasta cierto punto insidioso, viene del mar de los dioses a la tierra de los hombres. Es su destino. Llegan con un mensaje desconocido. Un mensaje celestial que lanzan como saetas a unos destinatarios que apenas comprenden nada, aparte de lo esencial.

 

 II

 

No puede ser que toda esta construcción no signifique nada. “La traducción del lenguaje de las cosas al de los hombres es la traducción de lo mudo a lo vocal; es la traducción de lo innombrable al nombre” escribió Walter Benjamin al final, en otra suerte de testamento. Imposible no asociar estas imágenes (la mancha oscura, los pájaros mensajeros del cielo, las flechas que se lanzan sobre los hombres) con la realidad de la escritura: el cielo es la página y los pájaros escriben, en un lenguaje ignoto, el mensaje en forma de caligrafía divina. Para los griegos, los trazos angulosos de las bandadas de grullas pueden haber estado en el origen plástico de algunos de los primeros caracteres alfabéticos: la formación en V de esas y otras aves sería la inversión de la delta mayúscula. El carácter adivinatorio, cosmogónico y sagrado de los primeros alfabetos está presente también en los inicios de la escritura jeroglífica egipcia: Thot, dios de la escritura, era simbolizado por un ibis blanco. Por no hablar del uso, tras la invención china del papel (siglo I), del cálamo hecho de las plumas que ocas y gansos mudan anualmente. 

Pero no hay que fiarse del cielo de los hombres. El Talmud advierte de las amenazas que se ciernen sobre quienes se aventuran por los salones de los palacios superiores. La autora sabe limitarse a describir y no interpreta los mensajes, lo que sería tanto como producirlos. Estamos ante palabras poéticas, no rituales. Un poema no del Cielo sino “en aras del cielo, sí, y del resplandor del mundo”. El poeta no es un ángel del Dios vivo. Ni el narrador tampoco. No, tan solo un personaje que recuerda a su mujer. 

El desorden de los pájaros evoca un texto del Zohar. “Una letra golpea desde abajo, y sube y baja y dos letras vuelan sobre ella. Son letras masculinas y femeninas”. 

Sobre el baile celeste de las letras y sobre las frases impecables de un párrafo perfecto como este, escribe Pound: “Tres o cuatro palabras en perfecta yuxtaposición son capaces de irradiar una energía de potencia inmensa: estas palabras deben amplificarse y no neutralizarse mutuamente. Esta peculiar energía que las alimenta es el poder de la tradición”. Tradición que se esconde con elegante pudor en el lenguaje.

 

III

 

¿Sabemos algo del mensaje? Sí. Sabemos que los pájaros han venido a nidificar. A hacer sus nidos. Es su destino, pero aún no se lo creen y por eso revolotean lunáticos sobre el mar y los riscos. Para criar. Para resguardarse. Para descender y asentarse (del germánico ne-der, del indoeuropeo ni). Por eso en italiano nicchio (nicho) se refiere también a la concha marina: allí donde el molusco hace su casa. Los nichos de las peñas y la conchiglia en la arena de la playa están íntimamente conectados. 

En este caso sabremos por la continuación que la concha es una caracola (palabra que proviene, a través del latín cochlea y del griego kochlías, de la raíz indoeuropea konkho, común a concha y caracola). Figura en espiral. Conformada en círculos, de nuevo el ziggurat babélico con su simbolismo erótico. En escalera que, como hacen las flechas aladas de los pájaros, sube y baja en la vida de los hombres. Como en el acto sexual evocado más tarde en el libro en un movimiento bellísimo de entrega en el que la mujer recordada, en cuclillas sobre el agua, se ofrece con toda su belleza al ser amado. O en la escena final en la que, jugando como niños, él la sumerge y la levanta sobre la blanca espuma del mar, mientras sus cabellos negros caen brillantes sobre su piel morena “cubierta de mil gotas relucía como el interior nacarado de una caracola”. Nada había existido antes que nosotros”). Hombre y mujer fuente de vida. Nada había existido antes que nosotros. Últimas palabras de un texto que están ya en el título: cuando ella recoge la caracola arrastrada por las mareas lunares y se la pone al oído (otra concha) se la encuentra vacía. El animal ha muerto y ya no está. La caracola es al tiempo imagen de la vagina, de lo que puede nacer de ella y también el lecho fúnebre que a todos nos espera. No nace una generación nueva sin que la anterior muera. La llegada de la bandada marca marcialmente los tiempos. 

“La concha es la palabra que decimos –escribe Shabestari en la Rosaleda del misterio–; la concha simboliza el corazón”. Concha-animal-perla; hombre-mujer-hijo; misterio–signo–significado. Tres tríadas que a mí me parecen reconocibles en estas primeras líneas mágicas. 

La voz personal que habla en nombre de muchos lo hace en presente: I manutari sono ritornati (atención al ritmo y la rima consonante: dos palabras de cuatro sílabas cada una con una monosílaba y una bisílaba logran el milagro de un suave crescendo). Describe algo que se repite circularmente (ri-toranti), que marca los tiempos de los hombres en su iteración y que se acerca a algo intemporal y en ese sentido fijo. Por eso, imperceptiblemente también, como los pájaros se despliegan en el cielo, la voz en el texto se torna más impersonal y aparecen los verbos en tercera persona y los pronombres reflexivos: “la macchia si avvicina, è una nube veloce che s'allarga, si distende, incombe su di noi, il cielo è trafitto da mille frecce” (“la mancha se acerca, es una nube veloz que se ensancha, se extiende, se cierne sobre nosotros, mil flechas traspasan el cielo”). 

La voz consigue el milagro de estar describiendo a un tiempo lo que ve y lo que recuerda. Escribe entre figuración (lo que ve con los ojos) y abstracción (lo que sabe y recuerda). De ese modo se funde con el movimiento natural que, marcando el tiempo humano, está fuera de él.

 



[1] MADIERI, M. La conchiglia y altri raconti. Libri Scheiwiller (1998)

[2] MADIERI, M. Traducción de Valeria Bergalli y César Palma, en María y otros relatos. Minúscula (2021).

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Álvaro de la Rica

Un panteón postmoderno

29 de agosto de 2025 10:18:33 CEST

Razón del inconsciente, de Javier Asiáin, es el nuevo libro del poeta y gestor cultural pamplonés, editado por Chamán Ediciones. Un compendio de poemas donde se acercan, mito y origen, hacia la psicología y la mitología clásica, bruñida con algunos elementos de cultura pop que acompañan y actualizan la propuesta. Abrir, con la cultura clásica: “Para encender el núcleo / de la mente humana”, seguir con Adonis: “Funesta alegoría / de la hormona del crecimiento”. El enfrentamiento entre Afrodita y David, el Antiguo Testamento y la Odisea, mezclar los imperios romanos, occidente y oriente, verbalizar estadios adaptados: “La impotencia sexual / lo condena a un frío eterno”. Viajar de Suiza a la playa helada de Ingmar Bergman, en la partida de ajedrez donde Woody Allen convive con la muerte: “Que ataviado con una guadaña / atentarás contra tu padre”. ¿Qué son las dimensiones? ¿Reglamentación euclídea? "No hay mayor titán que el miedo". Me encuentro a Cenicienta y Campanilla conviviendo en el Mediterráneo, ¿Qué laberinto habita el minotauro? 

Gestiona este poemario las preguntas a través de sus propias interrogaciones, metáforas actualizadas del inconsciente colectivo. Existe un filamento de niebla que devora el recuerdo, pensando en Ariadna. Diana, la mujer maravilla de los tebeos que nos acompañan: “El erotismo de creerse excepcional / fue llama y, a su vez, ceniza”. Pienso en Gal Gadot, claro. Puesto que no solo nos entregamos a la oscuridad, está Hamlet y está Fausto: “Ahora entiendo que con tanta presunción / Mefistófeles te comprará a bajo precio”. De la Biblia al péplum, “Un día acabó contigo / a base de rendirse cuentas”. Sófocles y Antígona: “Te hizo esclava de su necesidad / y anciana de tu juventud” y sigue con “El día de tu entierro / apareció tu nombre en la necrológica”. Guardar y consumir ejemplares, meter la vida en cajas, llenas de libros, voluminosa poesía: “Acaso nadie les enseñó / qué hacer con la abundancia”. Cera, sol, ceguera. Ese sol estaba tan alejando en aquellos tiempos que parecía una estrella, así que enhebramos la galaxia, en el cribado de las distancias: “Y no existe un arte para el vuelo / cuando no se ha aprendido a caer”. Vengo de una lectura anterior donde apareció Francisco de Goya, alrededor del fuego, abrazo a los hijos de Saturno, así que me reconforta esta explosión lírica. En la escucha activa se refleja el autor y el lector, elementos activos, paralelismos, imágenes construidas, lenguaje no verbal: “Ya ha existido un sesgo / un latido ínfimo”. Lectura, subrayado en rojo, un lector distanciado de la poesía que se acerca a este libro, un autor que contempla por encima del hombro, que lee y acompaña, artista y lector, una especie de diálogo a tres bandas, entre el autor, el lector y los protagonistas de los versos. Así que, encontrándonos en otra dimensión, saltar hacia otro espacio, de Peter Pan a Caperucita Roja, ejerciendo un simbolismo constante y disciplinado: “La niña feroz y el dulce lobo/de ojos misericordiosos/se aman a escondidas del mundo / en el mismo cuento”. Saltar de lo clásico a las leyendas de ayer, que cristalizan en trastornos, movimientos, teorías: “¿Qué importa si nadie entiende / ese vínculo encendido entre memoria / y carne ensimismada?” Amor indisoluble, no circunstancial. El estímulo condicionado, la salivación del animal, ¿qué esperas de la existencia, pregunta el poeta? “El niño obedece al índice / y aprende el camino a las estrellas”. Una poesía que actualiza los referentes, que construye sobre el mito, que ejerce de demiurgo entre panteones y versos. Poeta que se reproduce en todas las voces posibles, paternidad, vida y cielo. Cierro, copio, paladeo: “Un poema es un acto de redención / en la penumbra”.

 

Javier Asiáin, Razón del inconsciente, Chamán Ediciones, Albacete ,2025.

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Octavio Gómez Milián

Ramón Acín, doctor en Filología, catedrático con una extensa trayectoria en crítica literaria y ensayos, figura indispensable de nuestra literatura más lúcida y comprometida, regresa con Las historias de la Historia (Viajes de papel), publicado por Prensas de la Universidad de Zaragoza. Un libro singular, inasible en su género, que cabalga entre el ensayo, el relato confesional y la crónica cultural. Con la complicidad de quien ha vivido con pasión sus lecturas, Acín nos invita a recorrer un mapa sentimental y crítico de la historia reciente de España a través de las novelas que ha leído, releído y pensado. Porque sí: leer, como vivir, es un viaje.

Este libro no es un ensayo histórico al uso. Es una invitación a explorar la historia a través de la literatura, un mosaico de voces y tiempos que da vida a la memoria colectiva mediante la palabra escrita. A lo largo de más de 300 páginas, Acín traza un recorrido profundo y poliédrico desde el convulso siglo XIX hasta la España contemporánea, entretejiendo historia oficial con experiencia literaria y personal.

Así, el lector encontrará reflexiones que parten de la poesía de Miguel Hernández para comprender el drama humano de la Guerra Civil, o que se apoyan en la narrativa de Carmen Martín Gaite para adentrarse en las complejidades emocionales y sociales del franquismo. Estos y otros autores —devorados con pasión por Acín— son las lentes con las que propone leer y sentir nuestro pasado. Porque Las historias de la Historia no solo es un libro sobre historia y literatura; es también un autorretrato del lector que escribe, una confesión sincera donde se vislumbra la íntima relación entre conocimiento, memoria e identidad cultural.

El libro se estructura en una serie de ensayos breves y reflexiones fragmentadas que pueden leerse como piezas autónomas. Esta disposición no fragmenta el sentido, sino que enriquece la experiencia lectora: permite saltar de tema en tema como quien hojea un álbum de recuerdos, descubriendo distintos ángulos de un mismo paisaje. Cada capítulo es un “viaje de papel”, en el que la literatura y la historia se entrelazan para mostrar cómo las letras han sido testigos y agentes de los procesos sociales y culturales que han moldeado España.

Acín subraya esta conexión en una frase que atraviesa toda la obra: “Leer la historia a través de la literatura no es solo un ejercicio académico; es un modo de revivir el pasado, de sentirlo con los sentidos del alma. En cada texto, hay una memoria viva que reclama ser escuchada más allá de los datos y las fechas.”

Hay en estas páginas muchas confesiones, sinceras y directas, en las que Acín se muestra no solo como lector y crítico, sino como ciudadano. Su percepción de España se revela a través de las novelas leídas: historias que nos muestran cómo hemos sido, cómo nos vemos y cómo hemos cambiado. La memoria, el viaje, la relectura y la imaginación se convierten en las herramientas principales para tender puentes entre el pasado y el presente, sin caer en simplificaciones ni eslóganes. Porque, como bien dice, sin conocer el pasado —con su dolor y alegría— no es posible ser verdaderamente ciudadanos.

Hay capítulos que destacan por su implicación personal, como el dedicado a la Guerra Civil parcelada por autonomías, o el que revisa con mirada crítica la Transición española, alejándose del relato idealizado que durante décadas se impuso. Otros, como los que abordan la corrupción y las incertidumbres del último tercio del siglo XX, interpelan especialmente al lector joven o desencantado. En todos ellos, se aprecia una profunda apuesta por la relectura como acto ético y político, como modo de resistir frente a la ignorancia, la manipulación o la banalización.

Tampoco faltan ecos literarios y filosóficos que enriquecen el discurso: citas de pensadores y escritores que acompañan la reflexión, la apuntalan o la matizan, recordándonos que las letras no solo explican el mundo, sino que lo sostienen. Walter Benjamin, José Saramago o Paul Auster aparecen en estas páginas como aliados de un pensamiento que se niega a rendirse a la amnesia colectiva. Porque sí: somos memoria. Y la imaginación, nos dice Acín, es necesaria para mirar de frente la dureza de esa memoria sin dejarnos arrastrar por el odio o el cainismo que han marcado buena parte de nuestra historia.

Las historias de la Historia está dirigida a lectores interesados en la literatura y en la historia cultural, en una visión más humana y plural del pasado. No busca una cronología académica ni una verdad definitiva. Es un libro que se abre como una conversación, con sus pausas, sus desvíos y sus momentos de emoción. Para quienes no conozcan aún a fondo la literatura española contemporánea, puede ser un excelente punto de partida. Para quienes ya la habitan, una forma distinta de volver a ella, de releerla con otros ojos y otra conciencia.

En definitiva, Ramón Acín nos regala un viaje apasionante donde la historia deja de ser una sucesión de fechas para convertirse en una experiencia viva, narrada con sensibilidad, rigor y hondura emocional. Este libro es una invitación abierta a recorrer ese territorio compartido donde la memoria y la literatura construyen, capítulo a capítulo, la historia de España. Un viaje de papel con destino a lo más hondo de lo humano.

 

Ramón Acín, Las historias de la Historia (Viajes de papel), Zaragoza, Prensas Universitarias, 2025.

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Juan Villalba Sebastián

Cuando el paisaje invade el poema

25 de julio de 2025 10:45:30 CEST

Estamos ante uno de los primeros resultados del grupo de investigación surgido en la Universidad de Zaragoza y reconocido por el Gobierno de Aragón, el Laboratorio de Investigaciones Literarias Abisal Margen y que, en el marco de sus actividades durante el periodo 2023-2025 ha generado este compendio de estudios que lleva por título: “Una mirada al horizonte. Geografía y paisaje en la poesía hispánica contemporánea”. Artículos de investigación en los que se encuentran reconocidos autores que estudian el marco de lo geográfico y el paisaje en distintos autores del canon poético español, tanto de este como del pasado siglo. 

En esta reseña revisamos alguno de ellos, sin deseo de ser exhaustivo y con un deseo, sobre todo, divulgativo y, sobre todo, pasional, como el interés que despierta el primero de ellos, “Cancioneros urbanos”, dedicados a la obra de Manuel Vázquez Montalbán y Luis García Montero, donde se mezcla cultura popular y rock con los versos de dos autores reconocidos por el penúltimo canon de la literatura española. Más allá de las motivaciones de cada uno de ellos, su impacto entre la crítica y, sobre todo, el público, compiten con la presencia mediática y política, donde, para el análisis, hay que separar obra y persona. Manuel Vázquez Montalbán, primero poeta, con su aparición entre los Nueve novísimos poetas españoles (1970) y que, utilizando sus recuerdos de la primera posguerra y los años previos al desarrollismo, utiliza un collage acumulativo para dar rienda a su pasión por la copla, los personajes de las revistas de la época (en el escenario y en el papel), incluyendo revistas y todo mezclado con el cine negro y los barrios rojos (o chinos) de su ciudad de Barcelona. Adentrándose en el tono camp de parte su obra, capaz de unir a Vicente Aleixandre y el Dúo Dinámico. La presencia de una canción como “Tatuaje”, que serviría de título para la primera novela de su icónico personaje Pepe Carvalho es el ejemplo claro del intento del autor barcelonés de capturar la derrota, la pena, el hambre a través de las canciones de la radio y, más tarde, trasladarlas a los versos. No aparece por encontrarse fuera del friso temporal propuesto, pero no está de más recordar la adaptación que realizó Gabriel Sopeña para Loquillo del poema “Inútil escrutar tan alto cielo”, que apareció en 1998 como parte del disco Con elegancia, dedicado a los autores contemporáneos, y que, de alguna manera, entronca con la propuesta de Luis García Montero, conocido en años posteriores por sus andanzas pop junto a Joaquín Sabina o Benjamín Prado, en una especie de intelligensia progre, de inviernos en Madrid y veranos en Rota, pero que, en los albores del primer gobierno de Felipe González, en 1983, ya pivotaba con gracia entre el underground y el poder. Rimado de la ciudad con poesía musicada, con el comienzo de la movida de Granada, TNT y Magic, antes del advenimiento de Joe Strummer siguiendo a García Lorca, mucho antes de 091 o de Los Planetas. Consiguen revisar un poema de García-Montero y llevarlo, recordando las letanías ochenteras de Lou Reed, a diez minutos. Endecasílabos arriba y abajo, subidos a lo eléctrico. 

De la canción ligera a “El paisaje en la poesía de Olvido García Valdés” por Cristina Bartolomé que se apoya en la poesía completa de la autora, donde destaca la importancia que en su obra tiene la captación a través de lo visual. Otro tipo de "Paisajes", es decir, se inclina por describir escenas pictóricas, dibujos o cuadrados de espacios naturales creados otros artistas, en el denominado bloque de la exposición: Amadeo de Souza- Cardoso, artista portugués de estilo de vanguardia, La caída de Ícaro en otro, Elegía a la madre muerta, ella, los pájaros. El contacto de este tema con la naturaleza “miro los campos / comienzo por la blanca primavera / nade me habla / anido en un anciana silenciosa”. Trozos de vida arraigados muy en el fondo y que sustentan la densa materia que es la vida. En su obra encontramos repetición, de las mismas imágenes que actúan como un hilo conductor, resaltando la universalidad y la pertenencia de ciertas experiencias. “Lo solo del animal”, pájaros, árboles, agua y dejando claro que el paisaje en la poesía de Olvido García Valdés no forma parte únicamente del escenario de fondo, sino que es fundamental en la construcción de una identidad lírica, tal y como ya anuncian sus veros. La descripción no solo indica lo visual, también es filtrada a través de los sentidos y alcanza un sentimiento corporal. 

El capítulo dedicado a “El paisaje en la poesía de José Ramón Arana, una lectura desde la ecocrítica” a cargo de David Bendicho Muniesa, donde nos muestra la manera en la que un autor, es capaz de realizar la ecocrítica, una forma de adscribir los poemas al entorno y el paisaje. El estudio previo de Javier Barreiro resulta altamente nutritivo, con la forma de añadir el productor del desarraigo que el exilio y la Guerra Civil producen en un autor. Ese exilio resulta, dentro de la poesía, una nueva patria, donde el choque entre la realidad y el recuerdo permite o busca el refugio en el interior, idealizando aquel mundo anterior, una España que, desde la nostalgia, se sueña de manera colectiva. La imaginería de la poesía y la salida, el recuerdo de España, acaba, desde México, en una especie de concepto de las Españas, cercana a través de la redacción de la revista Aragón, donde se aglutinan los escritores de todas las tendencias en la búsqueda de la concordia. La contradicción, el enfrentamiento, la tierra árida frente a la contemplación del mar. Se inunda el recuerdo con la muerte y la muerte abona la tierra. 

El capítulo a cargo de Nacho Escuín es, sin duda, uno de los más nutritivos y enlaza, de alguna manera, con la ficción de su última novela, Algo parecido a un sueño o a un poema de Robert Frost editada por Los libros de El Gato Negro este año 2025. “Notas para una geografía del afuera” sigue la línea de investigación científica  en la que el autor turolense se ha centrado en estos  últimos tiempos: el estudio de la evolución de la poesía nacional desde el centro a la periferia. Una poesía que no tiene que pivotar sobre Madrid, que no acude a Barcelona, que tiene otros lugares, otros puntos: esquiva Madrid como lugar de nacimiento, como mucho de desarrollo, Lucas Rodríguez o Sofía Castañón, en Barcelona Myriam Reyes, cuando las editoriales y ciertos circuitos se encuentran en el norte, Gijón con David González y  León con Vicente Muñoz y  Antonio Gamoneda, mezclando el academicismo  del blues castellano con fanzines como Vinalia Trippers. Híbridos, antologías, estado y habitantes, geografía...  Sur, Antonio Orihuela, el encuentro con Uberto Stabile, las "Voces del Extremo" en Huelva, en Punta Umbría. Sin olvidar la importante labor de Canarias a través de la editorial Baile del Sol o la tradición de Andalucía, siempre floreciente, con Pablo García Casado como referente canónico (parte de la importante cantera de la mítica editorial DVD) pero, sobre todo, con la labor de La Bella Varsovia, con Elena Medel y libros como los de Yolanda Castaño o la anteriormente citada Sofía Castañón que supusieron un punto y aparte en la nueva poesía española de final de siglo. No podía quedar fuera Logroño, con la editorial 4 de agosto, su fondo de autores a través de las plaquettes editadas a lo largo del año y, sobre todo, en su festival Agosto Clandestino... puede que sea el pudor lo que haga que no se detenga en Aragón, en Zaragoza más bien, y en esa década entre 2005 y 2015 de editoriales, recitales y escritores. Sí que es importante, dentro de la dinámica de la geografía, los nombres de Enrique Villagrasa y José Luis Gracia Mosteo que, partiendo de capitales de provincia, lejos ya de sus lugares de origen, regresan con sus versos a un estudio emocional de su pasado amparándose en la reconstrucción del paisaje. 

“Castilla” en “Poesías” de Miguel de Unamuno: el producto de unas “Impresiones de viaje” por Valeria Grancini, de la Universidad de Zaragoza. Recordando la manera tardía en la que Miguel de Unamuno se incorporó a la poesía para producir una obra basada en el recorrido, las pasiones geográficas, la gran España. Entre las distintas tierras elige Castilla, desde las murallas de Ávila, la basílica de San Isidoro de León, o el Monasterio de la Granja de Moreruela. Disfruta el lector aragonés: “las tierras trágicas de la sobremesa aragonesa”, tierras tristes, saháricas, esteparias: “pero muy hermosas, solemnemente hermosas”. Dios, Castilla, en la rugosa palma de tu mano: escribe con teorías sobre un Dios-Mundo que con sus brazos lo abarca todo. Unamuno en su lírica parece encontrar la paz en los retiros de las viejas y pequeñas ciudades que parece que no se muevan ni progresan. La revisión de la obra de Gerardo Diego a cargo de Rafael Morales Barba incide en la presencia de los paisajes del mar cántabro en el poeta español. Una Cantabria de mar y montaña, con Santander, ciudad estirada y larga, una ciudad que uno visita y se encuentra atrapado por el metal, la náutica, la mar brava. La ciudad había aumentado en el tiempo en el que el poeta escribe sobre ella y el mismo considera que los grandes bloques dificultan el aire puro: “Habitaciones de hotel”, Santander ciudad, la relación con el Cantábrico: “Otra vez el mar/se ha declarado en huelga/y no quiere acompañar”. Gerardo Diego, gramática del poeta, mar, creaciones, saber que mirar el mar es eterno, que alcanza el desierto del alma. Sea luna, ola, plata y gemido. 

En los últimos artículos nos encontramos primero con otro de los coordinadores del volumen, Antonio Pérez-Lasheras, que se adentra (nunca mejor dicho) en el poema “Geografía” de Julio Antonio Gómez, el poeta, el más moderno entre los que se atrevieron a serlo, más allá de la Zaragoza gusanera, nunca, en realidad, superado. Julio Antonio Gómez, personaje de novela, extremo como los que habitan los sueños, homosexual cuando serlo era peligroso, casi delictivo, Paul Bowles, William S. Burroughs, Tánger... Zaragoza, Canarias, Acerca de las trampas, el lago. En el poema aparece Zaragoza como un ente poético, en una década o en todas, es difícil de saber por la condición mutante que la capital Zaragoza llena ofreciendo en estos lustros infinitos de iteraciones y exigencias, para ella y sus habitantes, más sufrientes que hambrientos. Judíos feroces pintados de negro, cartografía mítica, intuitiva y nutricia. Silencios y abrir los ojos a los cielos. Poemas leídos en el seminario de poesía de la universidad de Zaragoza en el año 1970. Cárcel de Torrero, fuera de la generación de Félix Romeo. Ira del Cierzo, de Miguel Labordeta. Zaragoza amarilla, poética y política. La composición “Geografía” no forma parte de ninguno de sus poemarios conocidos y su única edición en papel apareció, junto al resto de sus obras completas, en 1992. Los libros de Julio Antonio Gómez, en especial la reedición realizada por los Libros del Señor James en el 2011: Al oeste del lago Kivu los gorilas se suicidan en manadas numerosísimas, ofrecen una profundidad lírica absoluta, una valentía y modernidad que es nutricia para cualquiera de los poetas de distintas generaciones. En el texto el poeta va describiendo la ciudad, Zaragoza, des los cuatro puntos cardinales, pero, curiosamente no describe su interior, su esencia sino sus fronteras, junto al nombre de la ciudad: “Zaragoza limita”. Es decir, el poeta nos marca los límites, circula por las márgenes de la ciudad. Emparentada, generacionalmente y geográficamente -claro-, con la poesía de Miguel Labordeta, ambos encuentran en los accesos y los decesos de la ciudad lugares hermanados. 

Cierra el compendio de artículos coordinados un texto de Alfredo Saldaña, uno de los referentes en lo ético y lo estético del grupo Abisal Margen. Un estudio referido al desierto como elemento de la poesía y las poéticas en construcción. Bajo el título “Apalabrar el silencio”, Saldaña trata la palabra desierto como algo epifánico, un lugar donde el silencio encuentro su lugar infinito, proponiendo (no disponiendo) si ese lugar es hospitalario o inhóspito. La palabra es nutricia y recobra su fuerza bajo tierra, allí resulta, a la vez, revelada y reveladora. “Desierto” es un lugar en el que la arena es al mismo tiempo amenaza y protección para el sujeto, sumido en una poesía que se construye en una silenciosa tierra de frontera. Con la presencia de José Ángel Valente, “Viene de un no lugar”, la palabra se forma cuando se hace el silencio. El silencio es el territorio de la palabra, la palabra viene de una larga espera, de un prolongado silencio. La aparición en el texto de otro poeta, José Emilio Pacheco, acompañando el discurso de Alfredo Saldaña: “Aquí está / la sequía que nombra el desierto / atravesarlo de sol”. Saldaña cierra con su intención, la se apalabra el desierto sin cercarlo, quitando el alambre a las palabras, haciendo que la poesía sea el lenguaje que otorgue presencia a la metáfora, ausencia, identificada del desierto, así el silencio cubre al poeta con su aliento blanco.

 

Antonio Pérez Lasheras y Nacho Escuín (coords.), Una mirada al horizonte. Geografía y paisaje en la poesía hispánica contemporánea, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2025.

 

 

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Octavio Gómez Milián

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