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8 de mayo de 2014

Empecemos por un lugar común. La mayoría de los autores, y Porchia es más un autor que un escritor, esconden su vida en su obra. En realidad en esta frase hay dos lugares comunes en vez de uno. El tópico que distingue al autor del escritor, en el que los franceses han abundado a conciencia, y el más universal del autor que instintivamente se oculta en su obra. Claro que algunos incluso lo hacen conscientemente. Y no importa que esa obra sean libros de poemas, relatos o incluso novelas, por limitarnos a la literatura, o a una concepción tópica de la literatura. La vida de Porchia está en sus Voces, “mis Voces es casi una biografía”, dijo en una ocasión, y Porchia, más que en cualquier aproximación que pudiéramos intentar a su vida, y hay algunas soberbias, de las que tal vez luego hablemos, está en sus Voces reunidas. Es decir, en todas sus Voces hasta la fecha. Porque parece ser que sigue habiendo voces desperdigadas por el mundo, que su autor iba dejando caer acá o allá al capricho de su humor, o de su amor. Y digámoslo ya sin mas dilación, esta espléndida edición de sus Voces reunidas viene a saldar nuestra incomprensible deuda editorial con una de las voces, valga aquí la redundancia, un procedimiento expresivo que no desdeñaría Porchia por cierto, más originales y sugerentes del pasado siglo. Porque de Porchia sólo conocíamos hasta la fecha sus Voces abandonadas (Pre-Textos, 1992). A no ser que posean ustedes alguna de las ediciones de Voces que hiciera Hachette en Buenos Aires, 1ª edición en 1943. La que yo poseo, un precioso regalo, es la decimoquinta, de 1982. Está dedicada a Roger Caillois, y empieza así: “Situado en alguna nebulosa lejana hago lo que hago, para que el universal equilibrio de que soy parte no pierda el equilibrio”. Estas Voces de Hachette están incluidas naturalmente en las Voces reunidas que hoy celebramos. Una edición magníficamente preparada por Daniel González Dueñas, Alejandro Toledo, y Ángel Ros, tres profundos conocedores de la obra de Porchia, que viene acompañada por un cd con una selección de Voces leídas por el propio Porchia, además de una completísima bibliografía y un emocionante apéndice fotográfico, por no hablar del prólogo y el epílogo de los editores. En una palabra, una edición integral en toda regla, como reza por lo demás en la cubierta del libro. Después de leerlo sabrán ya quién fue Porchia, y quién es Antonio Porchia. Y si todavía no se ha agotado su curiosidad, les aconsejo que visiten la página http://www.antonioporchia.com.ar. Preparada también por Ángel Ros, ofrece, además de varias ediciones de las Voces (texto íntegro) su biografía, imágenes, testimonios, y algunas agradables sorpresas más.

            Y ahora hablemos de las Voces. O, mejor aun, dejemos que hablen las Voces. ¿Son aforismos? ¿son sentencias? ¿máximas? ¿cohetes, como diría Baudelaire? Son todo eso, y no son nada de eso. “Jamás digan que escribo aforismos. Me sentiría humillado”. Sus Voces son literalmente eso, voces, siempre fulgurantes, destellos súbitos de pensamientos imposibles, un catálogo inmenso de figuras inverosímiles, silogismos ilógicos, negaciones que afirman y afirmaciones que niegan. Todo eso podrían ser o no ser. Porque el proceso de elaboración de una Voz no era, lo sabemos por su autor, un proceso intelectual. La Voz respondía a una experiencia vivida, íntima, un sentimiento, una emoción, la voz se iba formando espontáneamente poco a poco, o de golpe, emergía, tomaba forma, se articulaba. O bien se esfumaba para volver años después, ya crecida, pero todavía ingenua, inocente, cabal. Dicho en palabras de Caillois, que traduciría sus Voces y las daría a conocer en Francia, “esos pensamientos no son ideas, y escasamente son pensamientos; no revelan lógica ni psicología, sino más bien metafísica, y una metafísica donde hay que adivinar más bien que comprender”. Roberto Juarroz, posiblemente quien más haya hecho por la difusión de las Voces de Porchia, dijo de él en una ocasión: “Era un individuo con la disponibilidad para pensar lo que, según parece, no necesita ser pensado”. Y ¿qué es lo que no necesita ser pensado? ¿Lo superfluo? Seguramente, tal vez porque “solo lo superfluo es necesario” (esta Voz no es de Porchia, ¿es un eco de alguna voz de Porchia?).

          Estas sí son de Porchia: La seriedad es un rasgo de la niñez que en algunos hombres perdura (683) Para elevarse es necesario elevarse, pero es necesario también que haya altura. (542) A veces lo que deseo y lo que no deseo se hacen tantas concesiones que llegan a parecerse (514) La vida duraría más si las cosas de la vida no durasen tanto (852) Lo que haces no es lo que crees que haces (271) Quien ama sabiendo por qué ama, no ama (277) Estar en compañía no es estar con alguien, sino estar en alguien (1122) Hay fuegos que desde lejos dan calor y desde cerca frío (624)

            Son voces al azar, como recomendaba Borges leer las Voces de Antonio Porchia: En un momento de duda, alguien abre el volumen al azar… Y así es Porchia.- MANUEL ARRANZ

 

 

Antonio Porchia, Voces reunidas , edición, prólogo, tabla de variantes, anexo y epílogo de Daniel González Dueñas y Alejandro Toledo, con la colaboración de Ángel Ros, Valencia, Pre-Textos, 2006.

 

Escrito en Lecturas Turia por Manuel Arranz

7 de mayo de 2014

       Aún traía conmigo la nieve de la infancia

        Antonio Colinas

 

 

Es un latir apenas. Plumas que caen en el amanecer. Ladridos a lo lejos.

Es un horizonte de campanas y humo. El campo en la memoria. Lo que dejó de ser.

Humedad y pizarra, retales sueltos del tapiz de la infancia.

 

En este alcázar blanco que abrasa el sol.

 

Es el aliento apenas. Contener la respiración hasta domarla.

Que no galope el corazón,

que los pulmones cedan.

Si no respiras, si no aferras el latido a contralaire quizás no te expongas a la muerte, ancilla del dolor.

 

Lo que no vive no declina. Ni cae lo que yace ya en tierra.

Hieren los pensamientos, saeta en el azul.

Hiere la memoria, tormenta de luz brava.

Hiere lo no sufrido. Los errores que no ha sido posible cometer.

 

Hiere el lenguaje con sus mil alfileres inaudibles.

 

Hiere pensar la huida

sabiendo que vendrá

y que no hay compasión para el que huye.

 

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Pilar Blanco

7 de mayo de 2014

Acerca de lo que le sucedió al galán de la mirada de nardo

durante la visita que causó a la blanca niña

por voluntad de los futuros desconocidos nadie supo,

así que la versión que aquí a la sombra acontece

tiene que pertenecer, a la fuerza del ojo, a ella o a él.

 

Sucedió al borde del lago, clásicamente,

el tren arribó hasta la misma orilla, humedad y acero,

ella peinaba sus pies sobre el rail,

piedra que te quedarás para siempre

y la ondita crecía sobre el agua.

 

El hígado del joven descendió envuelto en un traje rayado

del vagón de primera, todavía,

lo que no era en él sorpresa, era en el pasado maletas.

 

Ni pensar que ella se alejaría del rail

ni pensar que él se descalzara,

el cuero de los botines recorrió el universo

de los pies de la que siempre había sido ya su amada,

le anduvo sin descanso, ella se abandonó,

los empleados de la línea del ferrocarril lloraron,

lloraron más intensamente que si la máquina

hubiera arrollado el cuerpo de la desgraciada.

 

 

 

 

Escrito en Lecturas Turia por Grassa Toro

6 de mayo de 2014

El escritor zaragozano, residente desde hace años en Barcelona, maestro del género fantástico y autor de grandes clásicos como La noche de Cagliostro y otros relatos, En la ciudad de los muertos o Fiesta perpetua ha conseguido con esta nueva entrega cautivar una vez más a los adeptos de lo fantástico.

 

De nuevo en Música muerta y otros relatos nos encontramos al Latorre más genuino, auténtico e impredecible. A lo largo de los veinte relatos, el lector queda atrapado en un incómodo estado de incertidumbre. Los narradores de cada historia consiguen contagiar el desasosiego, la angustia y la sensación de ahogo de los personajes, que página tras página no quedarán impunes ante los vuelcos y sobresaltos ficcionales cuyo elemento común es la sorpresa.

 

El abanico de los temas de la obra posee un tratamiento original y variado: los motivos clásicos del hombre lobo, los vampiros o los fantasmas se entremezclan con temas donde lo fantástico traspasa las fronteras de lo físico convirtiéndose en terror psicológico: las patologías psíquicas como demencias o fobias extremas no darán tregua a los personajes.

 

No resulta fácil destacar en este libro unos pocos relatos, ya que todos ellos desarrollan vertientes complementarias del mundo narrativo de J.M. Latorre. Así, “Cuervo” y “La máscara del diablo” son dos relatos de terror donde desde sus inicios, la atmósfera presagia la desgracia que va a cernirse sobre los personajes. La ambición de fortuna en “Cuervo” y la ambición de fama, gloria, respeto y superioridad en “La máscara del diablo” conducirán a los personajes a una muerte insólita, rozando lo absurdo, acontecida sin duda como castigo divino. “El depósito de agua” y “En los bloques de nichos” ofrecen una versión peculiar del motivo de las fobias (la claustrofobia) explotado de diversas formas: en el primer caso es el personaje quien sufre un encierro donde el fin y la liberación parecen no tener cabida. La angustia y el ambiente putrefacto, hediondo y fétido invaden por accidente la mísera vida del personaje a lo largo de toda la narración. En el segundo caso es el personaje quien liberará del perpetuo encierro a un ser aparentemente sobrenatural para, paradójicamente, dar encierro perpetuo a su propia existencia, carente de todo sentido en nuestra realidad.

“El regreso”, “Desapariciones”, “El hombre del cementerio”, “Invierno en la tierra” y “Sally en el pasado” suponen unos inquietantes relatos de suspense donde una especie de fantasía terrorífica sobrevuela los escenarios de cada una de las historias. Las dicotomías del amor y el odio; la vida y la muerte; lo visible y lo invisible; el pasado y el futuro y la crueldad y la humanidad se presentan como dualidades incompatibles y al mismo tiempo, inseparables. En “El regreso” lo invisible se hace “visible” para morir en vida o vivir en muerte…En “Desapariciones” cuando las palabras cobran vida, las personas mueren. En “El hombre del cementerio” la existencia marginal se materializara en crueldad. En “Invierno en la tierra” una explosión purificadora inmortalizará la muerte de la cultura y el nacimiento del amor y finalmente “Sally en el pasado” representa la idea de “la muerte de la muerte”: morir en el pasado para volver a morir en el futuro. “El experimento de Armando Lombarte” es un clásico en cuanto a su temática: el personaje principal posee un don sobrenatural imposible de dominar y controlar cuyo poder, previsiblemente, le conducirá a un fatal destino.

 

Los vampiros, hombres lobo y las creaciones horripilantes humano-fantásticas no podían faltar en esta colección. “Potocki” es una hábil y dinámica narración donde el motivo del hombre lobo es el motor principal de la historia. “Resurgam” y “El sacerdote suicida” suponen el plato fuerte de esta serie de clásicos de lo fantástico: el vampirismo. “Resurgam”, un relato cuyo tiempo de narración se corresponde con nuestro mundo contemporáneo, narra una magnífica historia de amor con un final extraordinariamente inmortal y fatal pero deseado. “El sacerdote suicida”, ambientado en siglos pasados, nos dejará insatisfechos ya que el final no es el soñado. No debemos olvidar el texto que tenemos entre nuestras manos. Los finales felices y los héroes inmortales quedan reservados para otros tipos de literatura.

 

Quienes sean fieles seguidores de este autor sentirán cierta familiaridad y sorpresa al encontrarse de nuevo con “Shelleyana”. (Al igual que lo hicieron con “Cuervo” y lo harán con “Simbad y la isla de la muerte”). No es la primera vez que el autor rescata un texto aportando nuevas variaciones. De nuevo, un “monstruoso” creador dará vida a un ser compuesto por diferentes partes de otros seres humanos con un final difícil de digerir.  Los espectros y fantasmas serán los protagonistas de “Música muerta” y “Sesión de espiritismo en una noche de lluvia”. En el primer relato, el que da nombre a esta obra, el concepto de la música olvidada, muerta, se materializará en un espectro que no aterrorizará a los personajes sino que los deleitará. En el segundo relato, de nuevo un castigo divino para dar vida al clásico género del ghost story: una charlatana farsante  supuestamente capaz de comunicarse con los muertos, engaña a una madre deseosa de poder comunicarse con su hijo muerto recientemente en un accidente. La timadora finge una sesión de espiritismo cuyas consecuencias serás nefastas al más puro estilo poltergeist.

 

“Los ojos muertos” y “Los ojos muertos: una variación” son dos narraciones con el mismo origen pero distinto final. La segunda versión cobra fuerza y resulta aún más inquietante. En ambos casos un cadáver sepultado en el lugar erróneo vaticina el trágico final. “La lengua de Basil” es, sin duda, desde mi punto de vista la obra maestra de este conjunto de relatos. Este texto breve pero intenso se trata de un microrrelato anclado en el medio de dos intensos relatos: “El sacerdote suicida” y “Sesión de espiritismo en una noche de lluvia”. Nos encontramos ante la presentación de un tema fantástico ¿sin explicación? cuya intención es crear, de nuevo, un efecto de sorpresa e incertidumbre.

 

El libro finaliza con “Simbad y la isla de la muerte”, un inquietante relato de aventuras similar a su precursor “Una sombra blanca”. Aventuras, exotismo y fantasía se entremezclan para dotar a esta historia de un dinamismo particular e insólito.

 

El peculiar tratamiento del lenguaje, elegido con sumo cuidado, contribuye a la creación de una determinada atmósfera propia de lo fantástico en cada uno de los veinte relatos que componen esta obra: unos relatos breves pero intensos.

 

Ya que “lo que vemos y lo que oímos es solo una mínima parte de lo que existe”, tal y como reza la frase inaugural del libro, quizá veinte relatos no sean bastantes para dar cuenta de ello, pero sí suficientes para dejarnos impacientes a la espera de una próxima entrega. – LORENA CASORRÁN LÓPEZ.

 

 

Latorre, José María, Música muerta y otros relatos, Madrid, Valdemar, 2014

                                  

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por Lorena Casorrán López

6 de mayo de 2014

 












(Basado en hechos reales)

 

He visto un hombre limpiando su coche un día de lluvia, a las doce de la noche.

He visto a los gatos andando hacia atrás, erizados ante la forma de la nada.

He visto los ojos de un icono ruso observando el crecimiento del tiempo.

He visto a un poeta desesperado por escapar de la palabra celeste.

He visto a mujeres combadas de dolor por un presagio.

He visto un ahorcado balanceándose levemente por el viento.

He visto a un potrillo salir al mundo sobre el heno, con el rostro triste.

He visto olas que no llegaban a romper, y regresaban.

He visto niños intentando recomponer a las hormigas rotas.

He visto a borrachos seguir bebiendo para perder el sentido. Todo sentido.

He visto a una mujer llorando de alegría, mientras miraba a su hombre.

He visto rectas circulares en carreteras infinitas.

He visto a pescadores acariciando el mar.

Y yo era el hombre.

 

Escrito en Lecturas Turia por Vicente Luis Mora

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