Cuando las panteras leen, se miran unas a otras queriendo descifrarse, descifrar el mundo, descifrar la vida. Primero se sitúan y reconocen el terreno, como apuntaba el naturalista Nabokov al describir la primera lectura que se hace de una obra. Ubican lo importante, lo necesario: los peligros y las presas, que en la lectura suelen ser lo mismo –Clarice nos lo susurra en su crónica La peligrosa aventura de escribir: “No se juega con la intuición, no se juega con el escribir: la caza puede herir mortalmente al cazador”–.
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