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Javier Cercas: “Quien no asuma riesgos, que no sea escritor”

La entrevista empieza sin haber empezado. Javier Cercas se frota las manos, un gesto inocente si no desprendieran cal contra el suelo. Acaba de terminar un libro, faltan semanas para que llegue a las tiendas y la energía que le ha sobrado la va a emplear aquí. Pero, como lo último no es lo último sino lo siguiente, no está ocupado en él, sino en unas ponencias que debe dictar el año que viene en Oxford, donde ha sido invitado como Weindenfield Visiting Professor por el departamento de literatura comparada del St Anne’s College.

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Escrito en Lecturas Turia por Fernando del Val

24 de noviembre de 2014

Pocos vocablos han sido tan utilizados a lo largo de la historia como la palabra paz. Sus connotaciones son tan variadas, sus usos tan diversos, sus aplicaciones prácticas tan relativas que, en ocasiones, llega a perder su esencia y a convertirse en un término manido y, a todas luces, ambiguo. De todos modos, encontrar el filón de la paz en medio de tanta escoria es una tarea reservada a unos pocos privilegiados. El camino de Gandhi y de miles de pacifistas anónimos es muy difícil de seguir con todas sus consecuencias.

            Carmen Magallón – que ya ha mostrado en numerosas publicaciones su preocupación por el papel de las mujeres en la sociedad – conoce por propia experiencia los caminos, las sendas y las encrucijadas que conforman una red universal de encuentros y desencuentros en busca de la paz. De la Paz con mayúscula. Por eso nos ofrece en el ensayo Mujeres en pie de paz una serie de ideas en torno a la construcción de la paz desde la base, desde dentro, desde la intrahistoria, desde lo cotidiano. Tal como afirma la escritora aragonesa en el epílogo, “el libro rescata iniciativas y debates protagonizados por mujeres que, en distintos momentos del siglo XX, desafiaron la dinámica de la violencia y propusieron vías alternativas y valores contrapuestos al enfrentamiento armado”.

            Pensamiento y prácticas se dan la mano – como reza el subtítulo –  en esta obra rica en planteamientos, iniciativas, encuentros y experiencias compartidas. El debate permanece abierto desde el principio: ¿Por qué las mujeres? ¿Acaso son ellas más pacíficas que los hombres? La respuesta no es fácil, porque la búsqueda de la paz concierne a todos y es importante, de antemano, romper la dicotomía: mujer pacífica/hombre violento. Aunque es justo reconocer que las mujeres han desempeñado a lo largo de la historia – desde la antigua Grecia hasta los acontecimientos más recientes – un papel más relevante en los procesos de paz, no tanto por su protagonismo directo como por su implicación en movimientos por y para la paz.

            Fueron las redactoras de la revista En pie de paz, en la que colaboró la autora, las que fueron trenzando una sutil red y las que marcaron una pauta que aglutinaría a cientos de mujeres de todo el continente con una única aspiración: desterrar la violencia de cualquier lugar de la geografía terrestre. A ellas va dedicado el libro y de ellas se nutren numerosas experiencias y reivindicaciones. En un breve prólogo, Estela B. de Carlotto, Presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, alude a los desaparecidos durante la dictadura argentina, en 1976. Sus palabras son un impulso y una sutil llamada de atención: “Las mujeres ignoramos la capacidad y fuerza que llevamos en nuestro interior”.

            Esta capacidad de lucha y sacrificio para construir la paz y expulsar la guerra de la historia se nos transmite a los lectores en la primera parte del ensayo: “El protagonismo de las mujeres en la causa de la paz”. Un protagonismo que abarca toda la geografía mundial y que recorre el convulso y controvertido siglo XX, desde la Primera Guerra Mundial, hasta los últimos conflictos en Oriente Medio. La autora parte primero de su propia experiencia y desgrana con sutileza algunos recuerdos de la posguerra española durante su infancia en un pueblo del Bajo Aragón turolense. Frente a la crueldad de la guerra, los conflictos ideológicos y las duras condiciones de la vida cotidiana, emerge la figura de sus abuelas como protagonistas de una alternativa a la violencia y como mujeres fuertes en un entorno difícil y deshumanizado. Abuelas, madres e hijas jóvenes. Todas unidas y hermanadas como víctimas de la violencia y como impulsoras de iniciativas a favor de la paz.

            El siglo XX ha sido testigo mudo de situaciones de violencia contra las mujeres. No sólo en las guerras, donde sufren violaciones indiscriminadas, sino en tiempos de aparente paz. Carmen Magallón nos recuerda el problema de las mujeres en los campos de refugiados, la discriminación cotidiana por razón de sexo, las agresiones físicas como la ablación genital o circuncisión femenina. La tarea es tan urgente que los grupos de mujeres que construyen la paz nacen en cualquier rincón del planeta: las Madres de la Plaza de Mayo, las Mujeres de Negro contra la ocupación israelí,… Esfuerzo compartido que culminará – o encontrará un importante punto de inflexión – en  la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad (octubre de 2000) que reconoce que “el acceso pleno y la participación total de las mujeres en las estructuras de poder y su completa implicación en los esfuerzos para la prevención y la resolución de los conflictos, son esenciales para el mantenimiento y promoción de la paz y la seguridad”.

            La segunda parte de la obra es más reflexiva y tiene un carácter más prospectivo. La autora rinde un homenaje implícito a las diez mujeres que han obtenido el Nobel de la Paz y recuerda las ideas de Virginia Wolf sobre las raíces sociales del militarismo en su novela The Guineas.  Plantea, además, la filosofía del “paternaje” o pensamiento maternal y aboga por una paz desde dentro, desde las mentes, “las primeras que necesitan desarmarse”. El camino es arduo y está sembrado de claroscuros. A pesar de los avances científicos, a pesar del irreversible ritmo del progreso, el mundo es cada vez más vulnerable. Carmen Magallón nos contagia así un cierto desasosiego no exento de esperanza. Pero no hay que dormirse en los laureles, pese a  tímidos logros – al menos en nuestro entorno – como la Ley contra la violencia de género o la Ley para la conciliación de la vida familiar.

            Completan la cuidada edición una selección fotográfica con Bertha Van Suttner – Nobel de la Paz en 1905 – y Estela Carloto como protagonistas o el grupo de mujeres de la revista En pie de Paz, en uno de sus últimos encuentros cerca de Barcelona. Hay que valorar también la selecta y completa bibliografía que remite al lector a publicaciones de todo tipo sobre el tema de la paz. Un ensayo claro, con un enfoque didáctico y con un doble carácter experimental y reflexivo. JOSÉ MARÍA ARIÑO COLÁS.

 

Carmen Magallón, Mujeres en pie de paz, Madrid, Editorial Siglo XXI, 2006.

 

 

           

 

 

Escrito en La Torre de Babel Turia por José María Ariño Colás

24 de noviembre de 2014

A finales de 2011 apareció el primer volumen de la colección «Frontera», dentro de la editorial Valdemar. En el prólogo, a cargo de Alfredo Lara López, director de la colección, se establecía el propósito de ofrecer a los lectores en español las mejores obras de la literatura del Oeste. Aquel primer título –Indian Country- se debía a la novelista norteamericana Dorothy M. Johnson, autora de relatos que luego fueron llevados al cine en películas emblemáticas del género western como El hombre que mató a Liberty ValanceEl árbol del ahorcado o Un hombre llamado caballo

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Escrito en Sólo Digital Turia por Pedro Moreno Pérez

19 de noviembre de 2014

Entre los proyectos nonatos de Buñuel (papel sin celuloide), como Goya, Là bas, El monje, Johnny cogió su fusil, Agón, Fortunata y Jacinta, La casa de Bernarda Alba, Bajo el volcán, Pedro Páramo y tantos otros, sobresale uno por su singularidad y por la dilatación en el tiempo de la voluntad por convertirlo en película: Ilegible, hijo de flauta, un trabajo singular de Juan Larrea cuya trayectoria como proyecto cinematográfico transita desde 1927 hasta finales de la década de 1960. Varios de los guiones citados habían sido publicados anteriormente, sobre todo por iniciativa del Instituto de Estudios Turolenses, y ahora ve la luz éste último auspiciado por la editorial andaluza Renacimiento, en colaboración con el propio Instituto de la Diputación de Teruel y la Universidad de Bérgamo. Su profesor Gabriele Morelli es precisamente el encargado de realizar una edición que sobresale por su rigor filológico y que incluye toda la documentación necesaria para reconstruir la historia del texto. A saber: una introducción que contextualiza los avatares de su redacción, el proceso de correcciones e intervenciones sobre el original y el largo debate entre los dos creadores (que podría resumirse en una lucha de egos y de intereses intelectuales y económicos); la evacuación de la correspondencia entre Larrea y Buñuel, que pone en evidencia tanto la coincidencia de intereses (convertir el argumento en film a partir de un material literario de común sensibilidad) como las grandezas y miserias de una colaboración demasiado prolongada en el tiempo y destinada al fracaso reiterado; notas varias del escritor sobre su texto; la reproducción completa del argumento fechado en 1957 (el más elaborado de ellos y, por tanto, el considerado como definitivo por su autor); y la adaptación fílmica realizada por Buñuel a partir de él en forma de guión técnico.

            En 1927, una crisis espiritual lleva a Juan Larrea a escribir en París Ilegible, hijo de flauta, un relato breve que se nutre del –para entendernos- movimiento surrealista, que por esa misma época tanto influye en Buñuel y Dalí para su concepción de Un perro andaluz. Perdido el texto original durante la Guerra Civil española, será en 1947 cuando un grupo de amigos incite al escritor vasco para que colabore con el director aragonés, entregándole una sinopsis para que, ante el interés de una productora norteamericana, fuera convertida en película. El proyecto se duerme hasta diez años después, cuando es Buñuel quien toma la iniciativa de su realización tras convencer al productor mexicano Barbachano Ponce: Larrea, en colaboración con su hija Luciane desde Buenos Aires, alarga el texto para convertirlo en un guión de duración estándar, pero una desavenencia a propósito de una escena (la de los Testigos de Jehová) que el autor considera imprescindible pero Buñuel ha aceptado suprimir por problemas presupuestarios, rompe el acuerdo y la amistad entre ambos. En 1963, Buñuel vuelve a la carga, pues planea incluir Ilegible en un film de cuatro episodios (que incluye la adaptación de textos de Cortázar, Carlos Fuentes y Wilhelm Jensen); el proyecto vuelve a truncarse y sólo en 1980 el relato verá definitivamente la luz cuando, a instancias de Octavio Paz, la revista mexicana Vuelta decida publicarlo en sus páginas.

            Esa es grosso modo la historia imposible de Ilegible, hijo de flauta. Morelli describe el complejo argumento que ahora se hace público con el sintagma “entre el irracionalismo y el simbolismo”; es indudable la impronta surreal que constituye su columna vertebral, con imágenes chocantes y elementos que apelan al subconsciente. Larrea dinamita la lógica causal en el encadenamiento de aconteceres del relato, en una estrategia que evidentemente lo entronca con Un perro andaluz y que parece una reacción militante contra el cine naturalista que explícitamente condenó. El brote onírico y la ruptura espacio-temporal, el simbolismo agresivo y fulgurante y el disparate narrativo fueron materias primas con las que Buñuel edificó no pocas de sus obras, por lo que la unión de ambos talentos (sobre todo pensando en la capacidad del aragonés para verter en imágenes de manera productiva el torrente de ideas ideado por Larrea) hace pensar en la fertilidad de su hipotética conversión en forma fílmica. Policías que se suicidan en cadena, amantes escondidos en el armario, mujeres que se asemejan a la estatua de la Libertad o a la Venus de Milo, angelicales seres que expiran en brazos de Ilegible, un choque de trenes en la señera fecha 18 de julio de 1936, marineros que navegan en busca de una isla flotante, un cofre lleno de dentaduras postizas, una reunión de Testigos de Jehová, un león que dormita y se parece a León Felipe…, son algunas imágenes que, con una leve ilación, van desfilando a lo largo de unas páginas abiertas tanto al choque ilógico de ideas como a un simbolismo cargado de intenciones religiosas, políticas y culturales. La conclusión del texto es de una belleza conmovedora: “Destaca sobre el cielo un gran bulto de mujer, algo así como una inmensa estatua de la Venus de Milo con sus dos brazos completos el derecho levantado a la manera de la estatua de la Libertad. Como una antorcha parece tener el globo del sol en la mano. Esta mujer es exactamente la misma que alumbrada por el sol poniente se le mostró desnuda en el bosque. (…) El trigo sigue creciendo con tan rápida intensidad que en un momento oculta a Ilegible y Avendaño de nuestra vista”. Ilegible parece haberse instalado en un universo situado fuera del tiempo y el espacio, en el que el único valor sea la libertad, asociada (como en Cernuda) a la ausencia de deseo.

            La edición de Ilegible, hijo de flauta permite conocer mejor –si ello es aún posible- los métodos de trabajo de Luis Buñuel a la altura de 1957, no sólo por lo que se refiere a su voluntad por atenuar (a veces en contra de su fama) los desvaríos o los efectos gratuitos, sino también a la parquedad con que solventa el contenido técnico de su adaptación: generalmente éste se reduce a la escala de la toma (de close-up a full-shot) y los procedimientos de transición entre planos o escenas (corte, fade in), lo que hace pensar que el realizador dejaba para el momento del rodaje las soluciones lingüísticas, técnicas y estéticas de cada elemento fílmico. Pero sobre todo, se trata de un libro que viene a sembrar nuevas luces (y también sombras nuevas) sobre los avatares y problemas que genera un medio de expresión colectivo (y muy caro) como el cine cuando sobre él se vuelcan genios creativos y narcisismos incontrolables. Su historia está llena de estos conflictos, y éste es uno de los más singulares y reveladores. Así, la película Ilegible, hijo de flauta nunca vio el sol. Quedan, ahora, a disposición del lector los textos y, con ellos, una parte de la Historia de la cultura hispana del siglo XX. - PABLO PÉREZ RUBIO

 

Gabriele Morelli (ed.), Ilegible, hijo de flauta. Argumento cinematográfico original de Juan Larrea y Luis Buñuel, Renacimiento (con la colaboración del Instituto de Estudios Turolenses y la Universidad de Bérgamo), Sevilla, 2007.

 

 

Escrito en Lecturas Turia por Pablo Pérez Rubio

18 de noviembre de 2014

De noche, algunas veces,
cierro al invierno las contraventanas;
acallo todo mal, todo sonido
salvo las campanadas del reloj
y, tras unos instantes de penumbra,
enciendo alguna luz;
escojo un libro —casi
por mandato moral— y estudio.
                                                           Siempre
tengo a mi lado este papel en blanco.

El mundo se hace así
brevemente habitable:
deposito cenizas sobre el mar
o brasas en la nieve;
hago incisiones, podo, cavo, injerto
de palabras y ausencias un jardín
ignoto. Sueño el mar
junto a las escolleras, desatado...
y mi padre el dolor, como otras veces,
acaba por marcharse a descansar.

Yo le dejo dormir. Camino lento

para salir bajo mi lluvia, al raso;
frotarme con las manos la mirada
y en la sombra del agua revivir.

Luego regreso.
Él duerme ya, en figura de león.
                                                    Yo, el resto
de la noche afilada, bajo tierra,
me afano en el velar.

Escrito en Lecturas Turia por Agustín Pérez Leal

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