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LA REVISTA RECIBIÓ EL ORIGINAL POCO ANTES DE QUE EL CANTAUTOR TUROLENSE RECIENTEMENTE FALLECIDO INGRESARA EN LA UCI

EN EL ARTÍCULO SE RINDE HOMENAJE A LA LABOR MUSICAL DEL AUTOR DEL "CANTO A LA LIBERTAD"

La revista cultural TURIA publica en su nuevo número, que se distribuye este próximo mes de noviembre en España y otros países, un sumario con interesantes textos inéditos elaborados por conocidos escritores y otros protagonistas de la actualidad cultural. Entre ellos, TURIA publica un sugerente y emotivo artículo que había encargado al cantautor Joaquín Carbonell sobre Labordeta y en el que realiza una personal aproximación a la trayectoria musical del autor del “Canto a la libertad”.

Se trata de un texto original que Carbonell envió a TURIA poco antes de su ingreso en la UCI del Hospital Clínico y con el que la revista quería rendir homenaje a José Antonio Labordeta cuando este año se cumple el décimo aniversario de su muerte. La iniciativa fue muy bien acogida por el también cantante y escritor pero, desgraciadamente, el coronavirus acabó con la vida de Carbonell y ese texto que escribió sobre su gran amigo y maestro tendrá carácter póstumo.

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Escrito en Noticias Turia por Instituto de Estudios Turolenses Diputación Provincial de Teruel

13 de octubre de 2020

 

  Ángel Guinda es uno de los poetas que ha ido dejando una trayectoria de gran sensibilidad, uno de esos poetas que al leer sus versos parece que ya te comunicas con el hombre afable y bueno que lleva dentro.

   Ahora llega Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones, editado por Olifante, una editorial que ha ido dejando su sello en muchos poetas con el esmero y el cuidado de sus libros accesibles y bien editados, de la mano de Trinidad Ruíz Marcellán.

   Los deslumbramientos se convierten en destellos donde vive el verso, una luz germinal que encuentra su propio espejo. En el poema “Las desapariciones” ya vemos ese caminar a la muerte, nuestro único sendero tras el tránsito vital, el poeta lo dice con la certeza de su madurez, de su paso cierto ante la vida.

“La vida es nuestra. / Nosotros somos de la muerte./ (Cuando la vida se va como un borrón / el sol se esparce como un huevo roto) / A cada uno acallará el silencio, / arrasará el olvido a cada uno. / ¿Desaparecerá todo lo aparecido? / Así fue, así es, así será”.

   Envueltos en la madeja de la tela del tiempo, somos solo seres efímeros, que vamos caminando a la muerte sin remisión. En la sencillez de los versos hay también un destello de ese tiempo que se va y que nos recuerda al Cernuda  de “Donde habite el olvido”, seremos solo huellas que el tiempo borrará y cuando ya nadie pronuncie nuestros nombres, todo lo envolverá el silencio definitivo.

  Ángel Guinda sabe que toda presunción es vana, somos seres en derrota, que nos creemos todo pero que en el fondo no somos nada, como dice muy bien en el poema “La sencillez”:

“Nos creemos colosos. / ¡Somos insignificantes! / Tenemos esta vida en alquiler”.

   No nos pertenece nada, porque en el fin el contrato se termine y volvemos a la nada de donde vinimos, lo que me recuerda al poema “Lo fatal” de Rubén Darío, donde expresa esta realidad que nos amenaza:

“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo / y más la piedra dura, porque esa ya no siente/ Pues dolor más grande que el dolor de ser vivo / ni mayor pesadumbre que la vida consciente”.

   La vida va tejiendo en sus hilos nuestro ser, nuestra capacidad de amar pero el dolor está siempre presente y nos persigue hasta el final de nuestros días. Lo sabe bien Ángel Guinda porque los deslumbramientos son también certezas, como la familia (en el poema del mismo título), que ya no es aquel primer fogonazo de luz de la niñez, que todo lo descubre y nos hace felices, como nos recordaba en su poesía Francisco Brines, sino un quejido, una fractura, una huella en la derrota:

“¡Hasta lo más compacto acaba disgregándose!”.

   Y el desencanto que late en el libro, que se respira en sus hojas, al pasarlas vamos viendo una vida, un hombre que ya sabe que el espejo que le mira le dice verdades, ya no hay sueños a los que aferrarse. En el poema “Espejismo”, Guinda ya sabe que está al otro lado, donde ya no hay quimeras, sino certezas de un tiempo que quema en las manos:

“Yo soñaba de joven / con un mundo mejor. / (El sueño no se hizo realidad)”

   El poema termina con ese eco que le dice que jamás alcanzará el mundo soñado, al igual que el poema titulado “El viejo”, donde este ya no espera nada de nadie. La vida ha ido abriendo grietas, fisuras, que nos hacen más frágil, nos vamos preparando hacia la nada que es la muerte.

  En las recapitulaciones nos deja consejos, advertencias, miradas a la vida que va cediendo en su paso inexorable hacia el final.

  Todo el libro asume esa condición, el poeta ya está en el reverso de la vida y consciente de ello nos regala un testimonio que se hace luz y sombra cuando leemos sus versos. Guinda nos abre una ventana al tiempo y sabe que este ya se va cumpliendo.

   A través del libro navegamos hacia ese espacio donde la luz se hace sombra y el niño que fue ya ha dejado sus sueños en la nada del tiempo. Un libro donde la emoción está siempre presente porque late en versos verdaderos. Los deslumbramientos son los destellos que han dejado en el poeta una luz que siempre contiene sombras.

 

Ángel Guinda, Los deslumbramientos. Recapitulaciones, Zaragoza, Olifante, 2020.

 

Escrito en Sólo Digital Turia por Pedro García Cueto

13 de octubre de 2020


Como una vieja Sherezade

 

Una noche más obligada a inventar una nueva historia que le permitirá seguir viviendo. Sobre un papel, lentamente, inicia un relato cuyo interés prolongará unas horas más su vida. Resistir el vértigo, sostenida por la fiebre de encontrar un final aceptable para el enigma planteado.

Como una vieja Sherezade que cada madrugada se engaña, ya solo a si misma, aplazando el destino que tiene adjudicado, desafiando la necesidad con el deseo, resistiendo, refugiada en un papel, la certeza de que será finalmente abatida. Alcanzar el amanecer es la victoria. No hay más recompensa que el júbilo de quien siendo pequeño ha logrado parecer fuerte.

No hay misterios que desvelar, solo la alegría de saberse diestro en el juego, de saber amagar contra la parte más oscura de uno mismo. Como el niño que es feliz ganando con trampas sus partidas solitarias. Engañar al engaño en el que, sin salida, nos sumerge el tiempo.

Poder mirarse al espejo sabiendo que queda siempre por levantar otro velo y descubrir algo nuevo, quizás una sorpresa, en el rostro cansado que ve todos los días.

No ha sido capaz de encontrar más que cuentos para escapar del presente inexorable, en el que cada noche, como un titán, tiene que abrir un paréntesis.

 

 

 


Horizonte


Instintivamente volvió a acercarse a la ventana y a mirar la pared que era su horizonte constante desde que se mudó a aquel piso. Encendió el penúltimo cigarro de la tarde, llevaba seis meses viendo cada día ese muro que, en un primer momento, no imaginó que pudiera llegar a convertirse en una presencia continua. Había llegado a conocer cada uno de los cambios de color que a lo largo del día la luz iba dibujando en la pintura gris, cada sombra producida por las antenas de los tejados vecinos al interponerse en el camino del sol, y el lugar exacto en el que aparecerían las manchas de humedad los días de lluvia según soplara el viento.

Incomprensiblemente, su casa estaba construida frente a la pared medianera de otro edificio en lugar de pegada a él; nadie parecía conocer la razón.

Pasaba horas en su ventana como si en lugar de un muro pudiera ver la ciudad entera desde su casa. El desinterés acerca de las vidas de los demás, de nada que no fueran sus densos recuerdos, hacía que el panorama le resultara tan atractivo como el que hubiera podido contemplar desde el ático más caro de la ciudad.

Cerca de los setenta, y habiendo viajado por el mundo le bastaba aquella pared para consumir su tiempo mirándola. Lo que casi todos considerarían aburrimiento era para ella un privilegio y agradecía intensamente la falta de deseo que la alejaba del resto del mundo, estaba cansada y solo necesitaba pequeñas comodidades y vecinos discretos. Había decidido ocultarse de todos aquellos a quienes había conocido y casi olvidado.

Algunas veces también miraba sus manos, que se iban haciendo extrañas, cada vez más, eran las manos de una vieja. Recordaba el tiempo en el que la vejez parece que no vaya a alcanzarte nunca, como la enfermedad o la muerte, el tiempo en el que miras al mundo con ojos altivos y a los adultos con condescendencia, y de pronto, casi sin aviso previo, allí estaba. Ya era como ella recordaba a su abuela, las mismas arrugas, las manchas en la piel, las canas, un ligero temblor en la voz... No tenía espejos en la casa, solo se podía ver de pasada reflejada en los cristales de la ventana, no quería sentirse obligada a llevar la cuenta de los desperfectos. En cambio, por las noches contemplaba su sombra proyectada en el muro por el flexo de su mesa. Su sombra apenas había cambiado, en ella sí se reconocía, reconocía la imagen en negro de sus dedos largos, el movimiento de su pelo al levantar la cabeza, sus gestos con el brazo mientras fumaba... Durante unos minutos recuperaba la seguridad que, durante años, le dio su belleza y que al final había resultado tan inútil como todo lo demás. Jugaba un rato sabiendo que algún vecino podía observar sus juegos, bebía unas copas, algunas noches bailaba un poco y cuando se cansaba apagaba la luz. El día siguiente volvería a ser igual, horas que pasan sin traer novedades, la vida siguiendo su curso fuera, sin llegar a salpicarla, mientras ella no la miraba a través de su ventana. Estaba segura de que no le quedaba nada por hacer y comenzaba a pensar que un día, cuando se cansara de contemplar ese gris incesante, se decidiría a abrir la ventana y salir.

 

 

 

¿Cómo puedo excusarme yo por no ser capaz de no leerlas?

 

Qué agradable resulta olvidar quién eres y disfrazarte con la piel de otro; aunque ese otro no sea mucho más afortunado que tú. La tristeza que siento al leer sus cartas no es la mía y, por ello, resulta más soportable. ¡Pobre hombre! Después de los cuarenta, uno ya no debería sentir ciertas cosas. Y menos aún escribir sobre ellas.

¿Pero cómo hubiera podido adivinar que la fría admiración de los eruditos acabaría publicándolas?

¿Cómo puedo excusarme yo por no ser capaz de no leerlas?

Me conmueve su amor en vilo, pendiente del correo, de barcos que cruzaban el Atlántico y trenes que atravesaban Europa. No quiero llegar al final porque sé que, a pesar del esfuerzo y el amor convertidos en miles de palabras, esa pasión cayó derrotada y se hundió en amargura y dolor para él, y casi en indiferencia para ella.

Otras en su lugar se hubieran sentido afortunadas.

Escrito en Sólo Digital Turia por Eve Ferriols

 

 

Traducción y nota previa de Viorica Patea y Natalia Carbajosa

 

 

Ana Blandiana (n. 1942), poeta de excepción, es una figura legendaria de la literatura rumana, en la que ocupa un lugar comparable al de Anna Ajmátova o Vaclav Havel en las letras rusas o checas. Destacada opositora al régimen de Ceau?escu, Blandiana forma parte del grupo de escritores que concibieron su vocación literaria como la de ser testigos de su tiempo y la literatura como una forma de resistencia moral.

Autora de catorce libros de poesía, dos volúmenes de relatos fantásticos, nueve de ensayos y una novela, es la poetisa rumana actual más internacional. De su obra se han traducido hasta la fecha sesenta y nueve libros a veinticuatro lenguas.

Después de 1989, Blandiana reorganizó el PEN Club rumano. Además de haber recibido numerosos galardones literarios, nacionales e internacionales, en 2009, Blandiana fue condecorada con la más alta distinción de la República Francesa, la Légion d’Honneur por su contribución a la cultura europea y su lucha contra la injusticia. El Departamento de Estado de EE.UU le ha concedido el Premio Mujeres Rumanas Valientes (2014).

Ana Blandiana es Ciudadana de Honor de cuatro ciudades de Rumanía: Sighet, Boto?ani, Timi?oara y Oradea, y ha recibido el Doctor Honoris Causa de la Universitatea de Vest, Timi?oara (2014) y de la Universidad de Cluj (2015). Desde 2012, se celebra anualmente el Festival Nacional Ana Blandiana para la Creación e Interpretación (FAB), bajo los auspicios del Ministerio de Educación y el Consejo de Enseñanza Media de Braila.

Ana Blandiana ha sido nominada para el premio Poeta Europeo de la Libertad (2016) por su libro de poemas Mi Patria A4 (2010, publicado por Pre-Textos 2015).

De naturaleza romántica, contemplativa y visionaria, su poesía aspira hacia un lirismo de las esencias y cultiva un tono sincero y espontáneo de inflexiones metafísicas. Su poética, basada en el sentimiento trágico de la existencia, se perfila como un arte que revela a la vez que esconde los significados de las cosas.

 

Los dos volúmenes El Sol del más allá (2000) y El reflujo de los sentidos (2004) nacen de la época de efervescente activismo cívico de la autora posterior a la Revolución de 1989 y a su subsiguiente desilusión, al ver cómo los principios éticos eran cada vez más arrinconados en las agendas políticas de todos los partidos. Asumió su destino solitario, el de ser una Casandra que no renuncia a formular en alto las verdades fundamentales de la existencia, incluso cuando resultan incómodas o impopulares.

 

 

Fluyo, fluyo

 

Soy el primer hombre que envejece

Bajo el sol de estos cielos ardientes.

Solo descubro,

Sin ayuda de nadie,

Este enorme asombro

De un cuerpo que, aun siendo mío,

Se ha quedado atrás,

Como una orilla asolada,

Mientras que yo fluyo,

Fluyo sobre el mar

Hasta que dejo de verme.

 

 

Prendidos en las ramas

 

Prendidos en las ramas,

Algunos casi secos,

Otros comenzando a madurar,

Pero todos con los vestidos ajados,

De estambre,

Y las alas enredadas en el viento.

Hace tiempo que dejaron de intentar soltarse

Y caer,

Como sabiendo

Que más abajo existen otras ramas

En las que se marchitan

Otros ángeles.

 

 

Dos cruces


Tú fuiste mi cruz

Alta y delgada,

Capaz de crucificarme

Viga sobre viga.

Yo he sido tu cruz

Niña

Reflejada en el espejo.

El mismo movimiento

Para el abrazo y

La crucifixión,

Para el novio

Y la novia.

Deja que el tiempo

fluya dos veces,

Desde el ocaso y desde el alba,

Para uno y para otro,

Para que se nos asemeje

Y, sombrío, nos

cubra de flores.

Entre las que miraremos hacia el cielo

Adornado con dos cruces gemelas:

Una de ellas, de sombra.

 

 

El navío de los poetas

 

Los poetas creen que es un navío

Y se embarcan.

 

Dejadme subir al navío de los poetas

Que avanzan por las olas del tiempo

Sin mecer su mástil

Y sin tener que moverse

(Pues el tiempo se mueve alrededor

Cada vez más rápido.)

 

Los poetas esperan y declinan dormir,

Se niegan a morir,

Para no perderse ese último instante

Cuando el barco se separe de la orilla.

 

Pero ¿qué es la eternidad

Sino este navío de piedra,

Esperando con obstinación

Algo que nunca sucederá?

 

 

Lamento

 

Es difícil estar sola

Con los demás, amargura

En las hojas, su color nuevo

Se apaga mientras caen

Y bajo los rancios muros encalados

Asoman las muecas de antes de la guerra.

 

Lo peor deja arena en los dientes,

Lo mejor fermenta rimas agrias,

Me es difícil estar sola

E incluso más en medio de la gente,

Me es difícil callar

Y más difícil aún gritar

Una verdad hecha añicos.

 

Pero, sobre todo, tengo miedo y me es difícil

Arrastrar a Dios

De regreso al cielo.

 

 

 

(Estos poemas forman parte de los libros El sol del más allá y El reflujo de los sentidos, de próxima publicación por la editorial Pre-Textos)

Escrito en Lecturas Turia por Ana Blandiana

14 de septiembre de 2020

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Natalia Ginzburg, sobre Sandro Penna)

 

 

Me va creciendo la tristeza

día a día

en mi caparazón de plástico,

se me refleja insomne

en las pupilas, en la orejas

y en cada paso que se ahoga en la silla.

 

   Por la ventana

   sesgo el vaivén de la inmodestia

   cada noche a las tres,

   poco más o menos,

   en que repaso el aire

   que no remueve ni un átomo de boca.

 

Sólo la paza,

lujosa soledad del equilibrio

inestable y desnudo. Ni siquiera

un brillo, un pequeño destello de almohadas

me incita ya a escarbar un afluente. No

me atrae la obstinación de las truchas,

el discurso anodino y meliloto

del arco iris amor azanahoriado

 

   Callo y espío

   echado en la cama, telefoneo.

 

 

 

Escrito en Lecturas Turia por Joaquín Carbonell

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